miércoles, 28 de junio de 2017

L'ou de la serp (IX). En la playa

En la playa, un lugar eterno para el placer.

Hoy, el mundo está pintado con esa belleza apagada que tapa a la muerte.  

Al bajarnos del tren, impresiona el olor a arena húmeda, a asfalto y yerbajos mojados, un aroma retardado, blando. La estación está abierta al mar, su brisa, su rugir monótono y apacible, su locura sin sosiego. La sombra que baña la orilla, acompaña la ausencia de las masas enormes y ruidosas de cuerpos tumbados al sol, indiferentes, repetidos, pero inquietos, los pocos que hay, mudos, no pueden ocultar la turbación de sus carnes, el candor de su desnudo.  

Un largo haz de luz, blanquecino y tenue como una gasa, surge, delgado, del cielo gris, un cielo preñado de nubes y silencio, que penetra en el inmenso mar de lomo plateado. Pasamos pues la mañana, solos, bajo su regazo, bajo su precaria luz.  

Cerca de nuestra silueta dibujada en la crujiente arena, dorada y ondulada por el viento, pasa la negra vía del tren, una franja carbonizada de hierros que hace de frontera entre dos mundos distintos, perdiéndose entre las curvas del espacio geográfico. Tableteando, la máquina conduce, infatigable, innumerables vidas a su destino: todo pasa y todo cambia, sin moverse uno.

El mar, sobrio y ordenado, es todo un punto de vista. Ya con el agua por la cintura, parece que no lleguen jamás las profundidades que lo enturbian y lo hacen  tan incierto como misterioso; como si una fina capa de agua cubriera un desierto, con sus dunas y sus cráteres, contenido por dos extraños horizontes, diáfanos y abiertos, sin límites físicos; un insólito mar por donde andar. Durante el baño pienso, pienso que Cataluña es la cabeza de Pla, pero no digo nada. Al rato, le grito: "¡Cataluña es Barcelona y el Ampurdán, nada más!", y ambos oímos como de ultratumba..."
                                                                                                                           ¡ i Olot, Holot, Hoholot, Oohhlot...
                ¡ on, hi, i, son Vic i Osona ?, Víc, vich...
                                                                                 ¡ i Manresa, les bases de Manresa, Manroosee...! " 

...vuelven sus demonios.

Detrás de la vía, a unos pocos metros, se levanta un pequeño pueblo de casas bajas y dispersas, las blancas con ventanales azules y flores de colores son dignas del recuerdo, pero no hay ni viejas piedras ni antiguas gentes, aunque estemos en la tierra de los hombres milenarios; aquí todo tiene el carácter de lo ancestral aunque sea nuevo. Llegamos a la pequeña plaza de todos los veranos; felicidad. Hay una especie de asamblea de egos. Ese diálogo en las plazas entre identidades es un juego; un juego adictivo y peligroso, porque está el yo insondable entre medias, la vanidad o el deseo de triunfar y ser querido. Por eso es muy jodido apartarse, distanciarse del conglomerado humano y su irredento e irreductible tribalismo.

Pero nosotros, andábamos vacunados.   

viernes, 23 de junio de 2017

Schrobsdorff ¡Impublicable!

Hace poco terminé el libro de Angelika Schrobsdorff, de encantador título, Tú no eres como otras madres; y lo mejor, es una vida, un amor, un dolor, de no ficción: << He olvidado muchos sucesos y a muchos hombres en el transcurso de mi vida, pero Boris ha quedado intacto en la película de mis recuerdos. Aún veo los anchos extremos de sus cejas, las tupidas pestañas, la mirada desesperada, divertida y cariñosa de sus ojos negros; oigo su voz profunda y cadenciosa, la risa lenta, el deje cuando habla alemán, el melódico "Angelina" con acento en la tercera sílaba; siento sus manos preciosas, tan dulces y discretas, hasta que un día me pegó un tortazo con toda la razón, y entonces sentí su fuerza. ¿Podré olvidar el primer beso, el primer "te quiero", la primera percepción del deseo ansioso en los ojos de un hombre, el primer descubrimiento de mi poder sobre él? Éramos inseparables, y como no teníamos otra cosa que hacer estábamos enamorados de la mañana a la noche... >>

La niña alemana de la fotografía, es la niña Angelika con su gato Paul, en1940, durante unas vacaciones de verano a orillas del Mar Negro, junto a su padre Erich, su madre Else, su hermana Bettina adherida a su apuesto novio nazi Mitso, y una sirvienta promiscua que andaba detrás de los hombres búlgaros de las playas de carnes prietas, piel tostada, y nariz como muslos de pollo. Fueron unos días bonitos, tranquilos, bajo las cosquillas de la sal marina, la costra del bienestar familiar, a pesar de que el padre venía del frente y sus ojos, hechos ascuas que se iluminaban al tocarlos, se habían roto de guerra, habían visto el terror. Realmente había conocido algo sobre la vida y la muerte que se oculta como un secreto para que el hombre, libre y feliz, siga con su confortable e inconsciente vida. ¡Esas imposturas del gusto burgués! Sin embargo, la caprichosa niña Angelika cuyo pelo rubio parecía un torbellino de polvo de maíz a pleno sol, acostumbrada a la alegría, el calor y el terciopelo humano, pronto conocería los rostros tiznados de fatalidad que deambulan por el desolado mundo y las delicadísimas cinceladas de una decadencia y devastación tempranas. Unos años más tarde, aún en el exilio y con la "revelación de la cuestión judía" que aplastaría su condición germana constitutiva de su idiosincrásica visión de la realidad, descubrió a Boris, el primer amor. El amor de una vida entre dos hogueras, la brutal muerte de Alemania y la pax comunista del hierro y el fuego soviético. Conoció a Boris en Bujovo, un pueblo búlgaro de barro, campesinos encorvados, humo de paja y polvo arcilloso donde se refugiaba con su madre de los bombardeos americanos sobre la capital, Sofía: una frenética y febril lucha para suprimir a las criaturas nazis del horizonte de la triste tierra, borrar sus caricaturas, entre otros civiles inocentes que habitaban como sombras los escombros de la humeante ciudad. Vivir, ya lo vamos sabiendo, es difícil, un sube y baja, ir y venir, entrar y salir. Más aún en tiempos de oscuridad, donde es fama que la vida se intensifica de modo genuino y único para acentuar el amor y la belleza como formas de resistencia. Ciertamente, no podía ser de otro modo, yo no lo comparto; me parece que tras la barbarie, seamos honestos, empieza un segundo campo de guerra, soterrada, invisible, íntima, psicológica, espiritual, lo que sea, pero desgarradora para todas las relaciones estrechas... que lo arrasa, lo quema, todo y termina por quebrar hasta la más leve sonrisa del ser más ingenuo tocado por la pura inocencia. Destrucción, ruina, yermo para siempre, esa luz color y olor azufre que lo impregna todo demoniacamente. La violencia muta; penetrando así en los pequeños gestos cotidianos, inofensivos, simples palabras aisladas, miradas de reproche, culpa e ira retardada hasta convertir a cada hombre concreto en una pequeña historia de resentimiento y muerte. Insoportable para los otros. Angelika era demasiado joven para eso: un amor grave, oscuro. Aunque su mundo ya no permanecía intacto, tenía 16 años cuando vivió un erotismo libre, sano, seguro y despreocupado del mundo, con un joven fascista ocho años mayor que ella, al que tenía que demostrar, con esa fiereza animal de lo desconocido, que ya no era una niña. El autismo que acompaña el amor. El volumen de sus muslos, la curva de sus caderas, la esponjosidad de la carne, la crecida de los pechos turgentes, esas tímidas y primeras redondeces, aparecieron a la par que las opiniones críticas y una mirada dura, turbadora e impenetrable impropia de su edad, que le reveló, para protegerse, el reverso siniestro de la humanidad. Tras la liberación, ocupación, comunista, y el sexo, Boris, hijo de un coronel jubilado, se marchó para siempre del poblado refugio, dejando atrás lo que para él fue, apasionadamente, un insólito coqueteo de verano; pero que al fin, vivieron ambos como una pequeña y modesta felicidad subversiva; insolente, fugaz, imborrable, pero sobre todo, impublicable! 

(el bofetón por un comentario estúpido, el poder femenino sobre su ansioso y ardiente deseo de pedofilia encarnada en la diferencia de edad...)

        



sábado, 17 de junio de 2017

¡Obscenas paradojas!

El ambiente capitalista que se transmite por los dos grandes grupos televisivos en España, y su adherida propaganda y publicidad como motor fundamental de la maquinaria de movilización permanente y constante, un actuar frenético y delirante sin un gramo de pensamiento (¡actúa, haz algo, no te quedes ahí parado, no pienses, no sirve para nada, nos resulta ofensivo e intolerable verte perder el tiempo y gastarlo inútilmente!, dirían sin eufemismos si tuvieran valor y conocieran su ignorancia), es tan pegajoso y enfermizo como el calor húmedo que se impregna en la piel del incauto que se pasea por el corazón del verano más tostado y sofocante. Las obscenas paradojas  que nos ofrece el quebrantamiento, el desocultamiento, del discurso político oficial, y que afectan especialmente, dada su inmediatez, a los objetos más cotidianos y los discursos más ordinarios que conforman nuestra artificiosa y socavada mundanidad, son nítidos productos de la impunidad de la industria del consumo y la ociosidad. Su enraizamiento, hermetismo y blindaje social sólo es posible gracias a su complicidad con la hiperestructura institucional burocrática que invisibiliza la erosión y la decadencia, y sobrevive gracias a este fracaso de la inteligencia social y a la patológica apología mediática de la estupidez. Al fin, ese vapor que nos rodea, que nos ciega, nos atrapa y desorienta, es algo así como la sección de los necios y el departamento de la estulticia del pensamiento Alicia: la eliminación del conflicto y la dialéctica en política, la supresión de la claridad, nitidez y evidencia del antagonismo en las relaciones entre los hombres que comparten un mismo mundo; para sustituirlo por las armoniosas y metafísicas declaraciones del "buenismo", la socialdemocracia, el gobierno de la ignorancia, que rebaja las conciencias hasta la alienación y oculta las profundas y sangrantes contradicciones del capitalismo. El vector es ese, el despotismo de los necios, el conjunto y la colectividad del gilipollas. No voy a estirar más la reflexión, hoy vengo cargado de ejemplos, y espero que hablen por sí mismos: cómo la regresión se viste de progreso, y cómo la anormalidad, la alteridad, de la propaganda, sus fantasías ideológicas, construyen nuestra hegemónica realidad y se asimilan como  una normalidad sin fisuras. Fluyen estos memes y productos comerciales:

  • Cerveza sin alcohol. La normativa vial como festividad. Nada de si bebes no conduzcas, si bebes, no bebes. El chocolate laxante... 
  • Guerra como proceso de paz (no me chupo el dedo, hablo del ejercicio de ese discurso en el espacio público, no de la dialéctica geopolítica de los Estados), las armas como instrumento para la solidaridad y la caridad, el ejército, cual monjas, en misiones humanitarias. Cuando la flecha está en el arco, la flecha tiene que partir, dice Ferlosio.
  • Cigarrillos electrónicos para dejar de fumar. Otro exceso de goce represivo.
  • Pagar para trabajar. Pero hay que trabajar, es bueno en sí mismo, claro, aunque sea para morirse de hambre. La fe en los mercados, que recuperen la confianza para crecer y producir, ¿existe religión más cultica? De la fe en esta, depende literalmente, materialmente, el comer.
  • Coca-Cola sin azúcar y sin cafeína. ¡Qué digo!, la Coca-Cola sin más: placer negativo
  • Chorizos, hamburguesa, un cocido vegano. Degenerados.
  • Amancio Ortega convertido en el nuevo Estado del Bienestar (putas como vírgenes). La caridad y la solidaridad de los ricos es su sórdido y obsceno modo de redención.
  • Trump como hombre de éxito en los negocios (mi polla mide más que la tuya).
  • Los meteorólogos anunciando por televisión, dada la ola de calor: "no exponerse al sol y no hacer comidas copiosas". ¡El verano como antivacaciones! No ir de vacaciones en julio o agosto, eso es cosa de la sucia gente que apesta a clase media. 
  • Pasteles 0% materia grasa, cereales para adelgazar, y patatas fritas light. Brillante. 
  • Si compras este café, un % va dirigido a proyectos solidarios en África. Movilización permanente del capital, explotación, impunidad, asimilación, normalización, pero sin nada de culpa, ni vergüenza, ni mala conciencia; un % te blanquea la moral. 
  • Matrimonios gay. ¿Progreso regresivo?
  • "Los vientres de alquiler ayudan a muchas familias a ser papás y mamás". En eso ha quedado la liberación de la mujer, en un horno para hacer galletas.
  • Sé de unas lesbianas capitalistas que explotan a sus trabajadores... pero oye, primero el coño y luego cartera, ¿o viceversa?
  • Programa de Tv, la isla de los famosos. Los directivos ponen casi en pelotas a una presentadora que es una mujer de vicio, muslos dorados, vientre prieto, pechos elevados y risueños, cuerpo bañado por la aurora. Mientras, imponen una corrección política que castiga todos aquellos comentarios machistas de los concursantes. El juicio moral, el sacrificio y expiación pública de los culpables, es notorio. Estupendo, el sileno invertido. Las asociaciones de feministas administradas burbujean al ver la megaexposición cosificante y erotizante del cuerpo femenino en la pantalla. No han entendido nada: capitalismo y pornotopia; si el régimen económico y político mantiene la brutalidad del sometimiento, yo quiero mi exceso de goce, mi filosofía de la compensación, mis juegos pirotécnicos. Un capitalismo corregido es la mayor perversión de la dominación y la represión: tomar el mismo veneno que te enfermó para curarte.
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viernes, 16 de junio de 2017

André Gide. ¡Impublicable!


André Gide, el gran escritor burgués de prosas sueltas, más bien aristócrata, que surge como consecuencia del notable fracaso de su proyecto novelístico, es con toda probabilidad, y junto a Léautaud (el mismo fracaso e incapacidad ficcional y narrativa), el mejor dietarista francés. No se entiende su obra, ni la sustitución de la ficción por la realidad, sin el combustible inagotable de la intimidad; sus proximidades y distancias con la relación entre el amor y la muerte: ninguna obra ha sido más íntimamente motivada que la mía... y no se verá muy profundamente en ella si no se discierne esto. ¿Qué escritura puede respetar, bajo una literatura no literaria, la vida concreta en toda su crudeza y belleza, y rebasarla cuando se vulnera su secreto, lo inconfesable que destruiría la fantasía de la propia identidad? La de las cuestiones amorosas y su desmoronamiento, su derrota y fracaso, la relación con la propia muerte reflejada en lo amado.Toda la obra de Gide está inclinada hacia eso, y hacia ella, Magdalena, su mujer desde la más tierna juventud, como un modo de mantener la propia vida en la vida ajena, el yo y su polifonía en lo otro: el único modo de explicarse uno mismo es explicar a los demás, sus miserias y grandezas, lo sórdido y lo sublime que paradójicamente toda intimidad contiene porque contagia. Magdalena era el amor que no podía arrancarse del corazón, y con el que murió, murieron; pero no el deseo inextirpable de la carne, que sólo lo sentía por los hombres y los niños, en ocasiones, formando una polémica identificación entre homosexualidad y pedofilia, como sucia sexualidad, placer físico carente de amor, cuerpos prohibidos, tabú. El amor por su mujer puede definirse de un modo conflictivo como amor negativo, es decir, un amor sin cuerpo, sin goce pasional, ni placer carnal, pero que funciona como el amor convencional consumido; una especie de amor puro (deseo infinito: ausencia de deseo concreto) que en vez de dirigirse hacia dios se dirige hacia los cuerpos finitos amados, sin sexo, sin lujuria, como el de su mujer, pero que se sostiene por los mismos motivos de purificación y redención: la ausencia de deseo saciado (desear el propio deseo insatisfecho sin culminación) y de erotismo colmado. El amor negativo es el amor que funciona sin  la satisfacción del objeto, pero del que se teme su disolución; una especie de síntesis (de la tradición iniciada por San Agustín) entre Cáritas, amor sin temor a pérdida (porque se ama a dios, cuerpo eterno e infinito, o puro espíritu), y Cupiditas, amor con temor a pérdida (porque se ama a los cuerpos finitos y mortales). La negatividad amorosa produciría la subjetividad literaria de Gide y construiría así la aparente contradicción: un amor sin cuerpo, ni sus disfrutes, pero con temor a pérdida, y sus tormentos. En esa posición está Magdalena en la literatura y la vida (una vez más vida y obra) de Gide, cuya seducción y erotismo en la escritura  se busca en los objetos que satisfacen el deseo carnal y pasional, sean hombres o niños; dejando así las reflexiones sobre la muerte, la trascendencia, la moral escatológica, y la palabra herida por la desolación (la distancia hacia  el mundo empantanado), para el campo del amor femenino. La obra de Gide, y la producción de su subjetividad literaria, bajo esta perspectiva sería impublicable, intolerable. Desde esa turbia prohibición escribe, en una respuesta e interpelación mortuoria, Et nunc manet in te, del amor a los niños:

<< Las vacaciones de pascua habían terminado. En el tren que nos traía de Biskra, tres colegiales que regresaban a su liceo, ocupaban el compartimento vecino al nuestro, casi totalmente lleno. Estaban semidesnudos, en aquel calor excitante y, solos en su compartimento, retozaban como diablos. Yo les oía reír y empujarse. En cada una de las frecuentes pero breves paradas del tren, asomado por la ventanilla lateral, mi mano podía alcanzar el brazo de uno de los tres colegiales, que se divertía inclinándose hacia mí, desde la ventanilla vecina, y se prestaba al juego riendo; y yo saboreaba deliciosas torturas palpando la vellosa carne ambarina que ofrecía a mi caricia. Mi mano, deslizándose y subiendo a lo lago del brazo, contorneaba el hombro... En la estación siguiente, otro de los chicos reemplazó al primero, y recomenzó el mismo juego. Luego partió el tren. Volví a sentarme, jadeante, palpitante, y simulé hundirme en la lectura. Magdalena, sentada frente a mí, no decía nada, fingía no verme, no conocerme...
Cuando llegamos a Argel, solos en el ómnibus que nos llevaba al hotel, me dijo finalmente, con un tono en el que sentía yo más tristeza aún que reproche: "Tenías el aspecto de un criminal, o de un loco". >>
 

domingo, 4 de junio de 2017

TeleDios

Noche teológica en la televisión. Me fui a la cama rezando hasta con Max, el perro de mi vecina.

  • Jorge Verstrynge en la Sexta tv, hablando sobre su famélico libro, establece una definición exacta y memorable del populismo: "el pueblo es Dios". Y prosiguió más o menos con esto: todo para el pueblo, por el pueblo, del pueblo, sólo y nada más que el pueblo. El populismo es hoy el único enemigo real de las élites, de los de arriba, los que mandan. La izquierda en el siglo XXI, será populista o no será, amén, dice en su lenguaje de barricada. Eso, y la medalla de honor que el alcalde de Cádiz, Chichi, o Pichi, o Pirri, o Kity... ha concedido a una Virgen, al modo del ex ministro de interior del gobierno del Pp, puede confirmar que la izquierda ha retrocedido hasta la edad de piedra; junto con el país que quería liberar.   

Se hace evidente que la religión tiene el mismo problema con dios, con establecer una relación y saber qué contiene y qué se oculta detrás de semejante tropo, el mismo digo, que el de la democracia con el pueblo.

  • Pilar Rahola en tele5, dice: "a mi me gustaría una sociedad medieval con muchos dioses". Más allá de esta prueba evidente de analfabetismo agudo, la señora Rahola tiene razón, lleva años, entre arribismo y arribismo, deseando firmemente lo que dice. Es absolutamente y estúpidamente sincera. Reproduce sistemáticamente como lorito la lección: "mi gente", "mi pueblo", "somos gente pacífica", "somos una nación milenaria soberana". Pertenece a ese extraño y estrafalario tipo humano de catalanes que llevan 300 años esperanzo el advenimiento; ¡más! hombres milenarios.

Carl Schmitt en la primera línea de su Teología política: "Soberano es quien decide sobre el estado de excepción." En cada una de esas palabras, que hay que masticarlas lentamente para no atragantarse con la bola, se tiene todo para pensar el Estado de Derecho y su posible destrucción. Nada más que decir.  

¡Que me den más chicha!

sábado, 3 de junio de 2017

Josep Pla. ¡Impublicable!

En el excelente ensayo Notas para una biografía de Josep Pla, Arcadi Espada rescata y traduce una cita de Notas para  Sílvia, como quien rescata un tesoro o una perla del fondo del mar: << Aquel muchacho árabe adolescente (¿dieciséis años?), alto, lleno, no del todo pálido pero mórbido, que llevaba la cesta y nos siguió durante toda la mañana en que divagamos por la pequeña y caótica ciudad de Kuwait (en el mercado, por las calles, en la fábrica de agua dulce), que nos sonríe con aquella mezcla de avidez y de tristeza, como si la tristeza que tenía en la cara fuese una forma de voluptuosidad, que llevaba la túnica gris-blanca (la chilaba) tan limpia, que tenía los dientes tan blancos, una blancura de dientes de calavera, y los ojos tan aterciopelados que parecían cubiertos por un leve barniz de jugo de violeta ligeramente dorado, aquel muchacho de pelo castaño, de orejas pequeñísimas, debía de tener un cuerpo maravilloso. Sin embargo, siempre pasa lo mismo: las cosas cuya apariencia es más rotunda fallan siempre por inoportunidad real. Por otra parte, el erotismo sin el menor diálogo sólo puede dar de sí una reflexión antiretórica intolerable. La clara morenez de piel, la perfección de la osamenta entrevista y plausiblemente establecida, la espalda y el pecho, sin petulancia vital pero turgente, el muslo y las piernas largas y esbeltas, el pie, no deformado aún por la miseria, los labios, cuya prodigiosa carnosidad era normal pero escandalosa -el labio fino es puritano-, la nalga dibujada debajo de la chilaba, todo el cuerpo lleno de juventud y de fuerza, tal vez naturalmente vicioso ya, las facciones sosegadas, deliberadas, inteligentes... ¡qué criatura más elementalmente bella! La naturalidad normal de aquel cuerpo, sin teatro, sin afectación, sin procacidad de comedia, ¡qué delicia! [...] En Egipto, y en general en todo el Mediterráneo, los adolescentes son frenéticos, tal vez  obsesionados ya por la miseria. Los gritos de las criaturas en los muelles de Port Said. Aquel muchacho, en cambio, tenía una calma, un silencio, una conformación superior y juiciosa. ¿Era un producto de la esclavitud del Golfo Pérsico? Es un tipo de sensualidad diferente, más natural, más escéptica, de un fatalismo más aceptado. ¡Qué muchacho más elegante! ¡Qué misterio! Una de las más bellas criaturas que haya visto en mi vida. Los ojos, la boca, la oreja pequeña, la osamenta, fugitiva y grácil...>>

Pla es un hombre muy viejo cuando escribe esto, rondará los setenta y seis años, incansable grafómano desde pronta edad. Tiene miedo, como dice, al retorno de una juventud perdida, fracasada, el retour d'age, y a sucumbir a ese erotismo atroz que se produce ante la muerte, en su incesante proceso de decrepitud y olvido. ¿Habrá leído el fragmento de Erasmo de los ancianos con dentadura de cerdo que persiguen mocitas tiernas y felices? El texto planiano, otra vez, impublicable. No se entiende, tristemente, el momento de erotismo final y desesperado de un anciano ante la ausencia, su delirio y desequilibrio ante el segundo momento más decisivo de la vida, donde sólo queda el frío (mi abuelo, hombre recio, le llama virtud a no tener frío en la vida, tiene 93 años, y mucho frío siempre, incluso tiembla en verano). Pla siempre ha vivido a remolque del erotismo, y a pesar, del amor. Como dice Arcadi, las mujeres le calentaban la cabeza pero no la cama: una dona al llit fa dormir. Continua una correspondencia difícil con las mujeres que fueron sus amantes; le produce ese estado de fiebre débil, sostenida, pero permanente. Una prolongación desquiciante de la temperatura, el sudor frío, donde todo le parece subido, elevado de tono, dulce, es la fiebre claro está, pero impregna las cosas del mundo y los objetos de la casa, adquiriendo cierta borrosidad y textura acuosa. Vive encerrado en esa comodidad aterciopelada y esa temperatura uterinas, pero en cualquier momento todo puede estallar, desbordarse. Pla soporta el último tedio y zozobra de vivir, escribiendo; aquí sobre la tentación de los cuerpos vírgenes y espontáneos, la carne viva y nueva, la belleza elemental, escribiendo de Todo, como siempre, pero para los cancerberos de la corrección política esto resulta intolerable.  

 


viernes, 2 de junio de 2017

Erasmo. ¡Impublicable!

No hay ningún cruce de sentido más intenso y feliz que cuando los viejos libros nos traen el material de la actualidad más irredenta, al presente más inmediato, cuando nos hablan de él, de hecho, nunca se separaron de él y explican un tiempo eterno, enorme, inagotable. Erasmo es uno de mis escritores clásicos favoritos que, junto a Montaigne, entendieron perfectamente la importancia que tenía para la filosofía el carácter incombustible de la vida, y algo grandioso: el pasado no ilumina nuestro presente, es el presente el que ilumina nuestro pasado. Su escritura es algo paradójico e incomparable, de una gran seriedad humana. Sometida al yugo de las sombras, se revela como la luz más intensa en varios siglos; el gran estilo y el pensamiento más penetrantes, cegadores y fundamentales de su tiempo; y de ahí el profundo error de su relativo olvido, ya sea la sustitución histórica por Lutero en teología y la historia de la religión, o sea por Maquiavelo en teoría política. Un fracaso europeo que la tradición, la ortodoxía, algo tosca y blindada al pensar negativo, no puede explicar. Su prosa es de una modernidad asombrosa, insólita, incluso para nuestros días; tan impactante, limpia, magra y sabrosa como la de Montaigne, aunque mucho menos entorpecida por el innumerable montón de citas que rompe la altura, el hechizo, y el ritmo de los textos; y muy superior, incluso, a lo que podríamos llamar "la prosa de la ilustración francesa". No puedo alargarme, pero las reflexiones, la misma estructura y construcción de los escritos de Erasmo, están llenos de elementos críticos de negatividad: rastros, huellas, pistas, fragmentos, anticipaciones, síntomas dialécticos. Hasta el punto de ofrecer una magna operación irónica (ironía trágica, en el sentido benjaminiano) sobre la razón en el Elogio de la locura: a través de lo que parece una apología de la estulticia y el gobierno de la necedad se nos muestra la justificación y la necesidad indeleble de la razón, incluso para la vida, de un modo conflictivo, contradictorio, polémico, titubeante, inseguro, pero al fin, brillante y emancipador; más compleja, vitamínica y estimulante que la sobrevalorada y frigoríficada razón volteriana (hay que distinguir en Voltaire entre la escritura exotérica de intervención política, y la esotérica, íntima; ya que era exactamente un prostituto real y un mandarín que con las distintas cortes ganó grandes cantidades de dinero gracias a su talento como arribista, y eso exige desatar nudos en su obra, y desmitificar su prestigio histórico; tendré que escribir sobre ello...). La turbación de los textos de Erasmo, y lo que tiene de subversiva su postura intelectual, se encuentra en las figuras conceptuales que empleó, acuño e inventó, tales como el sileno invertido, una imagen protodialéctica encarnada, en la que podemos ver ya el conflicto encubierto entre humanismo y barbarie (posteriormente, la dialéctica entre ilustración y barbarie); o audacias al estilo de suprimir la escatología moral de la teología, o una concepción de la historia contraria a lo que llamaríamos hoy historicismo, o al eterno retorno y la repetición del acontecimiento como farsa. Evidentemente, dada su epocalidad censora y de persecución, nada es dicho abiertamente y con total claridad, hay que leerlo en modo irónico como se leen los diálogos socráticos o se lee el hiperbólico argumento del genio maligno en Descartes. Erasmo no sólo es el primer humanista y europeísta; es su gran dinamitador y dinamizador.

Hace unos meses hablaba por teléfono con Clàudia, y le leí el fragmento que sigue del Elogio... nos pareció una escritura tan fresca, rítmica, satírica, nutritiva y crítica, que podía ser horneada con el pan de esta misma mañana: 

<< [Hay que recordar que quien habla durante todo el libro es la locura y la necedad, no Erasmo; también aquí suena la voz desquiciada] Es, desde luego, mérito mío, que podáis ver por doquier ancianos de nestórea senectud, a los que no queda ya figura humana siquiera, balbucientes, bobos, desdentados, canosos, calvos, o, para describirlos mejor con palabras de Aristófanes, sórdidos, encorvados, miserables, arrugados, calvos e impotentes, y que, sin embargo, se deleitan de tal modo con la vida y se sienten tan jovencillos, que uno se tiñe las canas, otro disimula su calvicie con cabelleras postizas, otro usa dientes prestados, tomados tal vez de un cerdo, otro se perece por alguna chiquilla y aventaja incluso, con sus locuras amorosas, a cualquier muchachito. Pues, cuando ya están con un pie en la tumba y son meros cadáveres ambulantes, es frecuente que tomen por esposa a alguna tierna jovencita, aunque no tenga dote y vaya a ser gozada por otros, y ello se considera casi como un mérito.

Pero aún mucho más gracioso es ver a ciertas ancianas, casi consumidas ya por su larga vejez y tan cadavéricas que parecen haber vuelto del infierno, que, sin embargo, siempre tienen en la boca que la luz de la vida es bella, que todavía se hacen las gatitas enamoradas y, como suelen decir los griegos, aún parecen cabras en celo, intentando a gran precio atraer a un nuevo Faón cualquiera; por ello continuamente se embadurnan el rostro con afeites, nunca se aparta del espejo, se depilan el matorral del viejo vientre, ostentan sus senos mustios y arruinados, con tembloroso gruñido excitan el deseo languideciente, beben y beben, se mezclan en las danzas de los jóvenes y escriben cartitas de amor. Todos se ríen de esto como de grandes tonterías, que es lo que son; pero ellas se sienten satisfechas consigo mismas y se encuentran como nadando entre nubes: por merced mía, son felices.

En fin, aquellos a los que todo esto les parezca risible, yo quisiera que mediten bien en su interior qué creen mejor, si llevar una vida completamente agradable gracias a esta clase de necedad, o andar buscando, como dice la gente, una viga para ahorcarse. Además, lo que vulgarmente se considera sujeto a maledicencias, no afecta para nada a mis necios, que o no sienten en ello un perjuicio, o bien, si lo sienten, se olvidan de él con facilidad. Si les cayera una piedra en la cabeza, eso sí sería perjuicio. Por lo demás, la vergüenza, el deshonor, las injurias, la maledicencia, sólo aportan perjuicios en la medida en que se les presta atención. Si esa atención falta, no son siquiera un mal. ¿Qué daño hace que todo el pueblo te abuchee, con tal que tú te aplaudas a ti mismo? Que tal cosa sea posible, sólo la Necedad lo garantiza. >>

El texto sería hoy impublicable. Sería machista y ofendería la sensibilidad de los ancianos. Me imagino a Erasmo en una terraza de chiringuito cerca de las playas de Benidorm, vestido a lo Tom Wolfe, con unas Ray·Ban para parar el sol, un puro humeante en el cenicero, y un Dry Martini seco en la mano, viendo, mientras escribe su Elogio en el blog, como un grupo de octogenarios con sus botellas de oxígeno, vestidos con mayas y camisetas corporativas de la Coca-Cola, hacen aeróbic o bailan bachata al ritmo que marcan los dorados y deliciosos muslos de una toxicómana condenada a veinte horas semanales de servicios sociales.


  

jueves, 1 de junio de 2017

L'ou de la serp (VIII): ¡La gran coalición!

Desde hace unos años me vengo dando cuenta de algo insólito, quizá nada excepcional, pero para mí, y mi juventud, iluminador. Algo sobre nuestra escritura exotérica, de intervención política, de nuestra prosa en los medios, calando día a día, mermando nuestros débiles huesos, decantándose como grandes gotas de agua, gordas, haciendo profundos surcos, agujeros, en nuestro suelo ético y estético, dejando una plasta como la de un escupitajo. Se la traga la tierra, pero no desparece su sed, insaciable, su hambre de porquerías. El asunto es el que sigue. Las grandes voces o prosas críticas contra el nacionalismo (Arcadi Espada…)  quedan en gran medida desacreditadas al ser incapaces de elaborar una crítica al mismo nivel perforador y erosionador hacia el capitalismo y su cómodo refugio de corte uterina en el Estado hispanísimo en el que chapoteamos. Y viceversa, los supuestos intelectuales de izquierda (la mayoría, los de hoy, son ágrafos y totalmente mediáticos, cuando no, directamente escriben con los pies sucios) radical, morada, o romántica, llegan a demostrar sus audacias y agudezas contra la mercantilización de los cuerpos, el carácter constructivo y disciplinario del sexo, la violencia del lenguaje estructural de la tradición, el peligro de la testosterona hipertrofiada en política que conduce a una personalidad autoritaria, y el fetichismo productivo de una sociedad deshumanizada; pero son incapaces de ver la amputación antropológica del nacionalismo: ese hurgar en las entrañas como chacales, hienas sin mayor escrúpulo que el instinto de supervivencia, ese hurgar el material antropológico primitivo para pervertirlo, adulterarlo, someterlo. Como toda mitología política, y toda mentira sentimental, la reducción de la razón política, la fabricación de una vida y un mundo ficcional sin conflictos, un tiempo diacrónico, el tribalismo y el barbarismo ocultos bajo los ropajes de la vida moderna, su velocidad y su simpatía adherida, son su objetivo último. Pero la izquierda pop, radical, no lo ve, no quiere verlo, no se siente como la subversiva lejía de esas manchas. Omiten, sólo por zafia estrategia mediática y electoral, la asumida e integrada doctrina regresiva y racial que tan bien detectan en las hipóstasis y los tropos del liberalismo. Que dada su posición de antítesis en la dialéctica comercial de las tecno-ideologías resulta una tentadora forma de negocio y, creen erróneamente, una suculenta oportunidad para ocupar la hegemonía política, ya sea con la confianza del más zarrapastroso aliado chovinista. El mainstream de la izquierda española realmente existente revela crudamente su inutilidad, la imposibilidad de su pluma, la escualidez de sus textos, su relativismo moral, los andamios de su propaganda; fruto de la aceptación contaminadora del nacionalismo. Lo aceptan como una estrategia política legítima, como inevitable pragmatismo, un peaje insobornable para la redención y resurrección de la “nueva izquierda”, como un entrañable, exótico e inofensivo animalito político de compañía ensimismado ante el poder arrebatador de la televisión; eso, cuando no lo exhiben directamente como una figurita de Lladró a exponer en los escaparates estrafalarios de la industria cultural. Piensan que son inmunes al contacto con la arqueología del espíritu del pueblo; que las babas y la podredumbre no les envenenan la piel hasta filtrarse en el corazón y gangrenar sus extremidades, pero sí, les invade el misticismo y la religiosidad de su único apoyo circunstancial, que de serlo incluso en el gobierno (o los distintos gobiernos municipales), puede llegar a ser patológico.


Si la izquierda, en su sentido más general, no consigue escindirse del nacionalismo independizándose de los pequeños abrevaderos de poder que les ofrecen, cesiones infinitamente más costosas que beneficiosas para la consolidación de un proyecto político emancipador a largo plazo, su posición en el tablero de las correlaciones de fuerzas siempre será tan fragmentario y subalterno como el de los distintos caprichos y antojos que imponen las desalentadoras identidades colectivas de tierra y sangre. Condenados a vagar eternamente por los senderos de la oposición parlamentaria, civil, y los márgenes institucionales, se verán sometidos al juego de los navajeros internos, mientras que los indecibles bloques conservadores y liberales no sólo se consolidan y solidifican en la partidocracia como segunda naturaleza, sino que como canalización de una fuerza  repulsiva, provocarán una derechización total, irreversible, mediática, económica y cultural, de la sociedad. Ya vivimos en un país reaccionario, lo suficientemente demacrado política e intelectualmente como para que se condene además a toda posibilidad de un movimiento de izquierdas, a convertirse, al modo de un Destino inalterable, en una fuerza de progreso regresiva, cuyas figuras no estén por inventar en las canteras de la esperanza de algo nuevo (pero basado en las condiciones reales del presente) sino sumergidas en el formol de un pasado histórico mítico, irracional, caduco, y fracasado, que sólo conduce a la ruina. La izquierda más contestataria, por decirlo de algún modo, y la socialdemocracia (¡ay, dios, si pudiese separarse de la tecnocracia!) quizá no lo entiendan nunca, pero la única alternativa al nacionalismo y al capitalismo de Estado ibérico, es su ignominiosa pero necesaria, y esta vez sí, ¡Gran coalición!