viernes, 30 de agosto de 2013

Imposturas Modernas


Imposturas Modernas (II)

No hay suficiente con nuestro mundo de sentido construido, y nuestros problemas por resolver, siempre necesitamos recordar, reconstruir y renacer viejos mundos alejados de nuestra civilización, para revivirlos, re-combatirlos y confrontarlos.

Colonizar y explotar la memoria, por vicio y no virtud, por enfermedad y no salud, para regocijo y comparación, y no admiración o contemplación. Simplemente buscamos el salir, para entrar en algo peor, una suerte de satisfacción cínica y mezquina que nos hace reconciliarnos con nuestro presente, atornillando y descolocando nuestro pasado.

Resucitar el recuerdo es una tarea para los viejos, los modernos no podemos más que abrir heridas, tropezar con la memoria, desordenar el mobiliario y embadurnarlo todo con una nueva capa de polvo mucho más denso y tupido.

El progreso es una máquina demoníaca e infernal, imparable, que se equipara al devenir y abarca la totalidad de la existencia, es un proceso universal, una fuerza histórica objetiva, un aparato de alta velocidad que no deja pararse para reparar, descansar u observar. Como un tren inspirado en el suicidio, corre como animal de hierro y carbón, atraviesa y ensucia su pasado con un negro humo, ejecutando un ensordecedor ruido.

En tal locomotora, el pasado es un cuadro colgado de la pared más negra, un decorado en un mueble saturado de objetos, un menosprecio más a un viejo trasto lleno de polvo. Sirve para rememorar y fabular, pero no para construir, ese es el mundo de hierros y cosas que nos determina.


La memoria es ya, un circuito electrónico, una base de datos, unos dígitos de ceros y unos combinados, meras cápsulas de hierro y plástico inerte. Un almacén de cables y conexiones, un mero ejemplar hilado que se superpone a la literalidad subjetiva. Se enfría y petrifica lo singular y personal.  

jueves, 29 de agosto de 2013

Imposturas Modernas

Imposturas Modernas (IV)

En las relaciones de pareja se crea una intimidad, una interioridad y un espacio personal dual, que se aleja de lo privado para ser privativo. Privativo tanto para sujetos externos, como para sus propias singularidades, particularidades e identidades.

Se configuran como una unidad; alteridad en algunas ocasiones de su individualidad, una síntesis de ambos en un nuevo cuerpo, una nueva forma personal en lo privado; distinta al constituyente de un "yo".
En lo público, se presenta como una estructura política y jurídica, institucionalizada y económica, ya no es una mera relación especulativa, una vinculación espiritual trascendente, sino un enraizamiento material, una determinación de contenido.

Matrimonios religiosos o civiles, ambos son velos para una misma carnalidad, la pareja. Esta es sexista, pactista, contractualista, y paternalista. Presionada para ampliar su potencial, enlazarla con la herencia familiar, y la creación e innovación de una nueva familia nuclear, se convierte en  un objeto que desprende ideales, esperanzas y expectativas. En un juguete social, y un constructo útil y pragmático para el sistema productivo, hoy, especulativo y virtual.

Su producción de relaciones, son ambiguas e hipócritas, buscan la frescura de algo nuevo, mantienen una ficción ideológica progresista egoísta, y a su vez, son conservadores de su condición material, incluso entre ellos.


Nada ideal se cuece; están sumidos a los mismos parámetros de otras relaciones de amor: amistad, hermandad, paternidad y otros subalternos, como el cariño, el deseo o la pura pasión. Debe repensarse, esta dictadura de mónadas amorosas, aparentemente irreductibles y unidas. Deben repensarse nuevas formas de relación, tanto moralmente como políticamente, es decir, tanto en lo público para bien de todos, y en lo privado, para el bien personal. 

lunes, 19 de agosto de 2013

Londres, realidad de realidades (II)



Tras una primera consideración estética ( política) de Londres, en esta segunda entrada me centraré en un examen ético de los acontecimientos, hechos y sucesos que se brindan en su sociedad heterogénea, plural, diversa y fugaz, puesto que el cosmopolitismo, el multiculturalismo y la globalización son los tres ejes que definen y hacen de manera oficiosa, conocida esta ciudad cuna del utilitarismo y pragmatismo ético.

Existe una confusión conceptual y valorativa en esas tres grandes ideas que definen la ciudad. Distinguiría entre el multiculturalismo aceptado y declarado por lo oficial, y  la multiculturalidad.  Este último es el hecho de la existencia de distintas culturas en un mismo espacio o territorio geográfico, es un hecho irresistible del que no cabe duda alguna, es una descripción objetiva. Otra cosa es el multiculturalismo, que es la tesis normativa acerca de cómo deben relacionarse y vincularse estas culturas entre sí, de cómo deben coexistir e interactuar. El multiculturalismo presupone la tolerancia, el respeto y aceptación de todas las prácticas culturales, por el mero hecho de ser culturales, es decir aceptamos todas las culturas por una cuestión axiomática de aceptar lo cultural como bueno, por el mero hecho de pertenecer a una cultura.

Esta aceptación se produce por el miedo a la acusación de represión occidental, colonialista e imperialista. Acusaciones que suenan anacrónicas y arcaicas respecto a la ética mínima que se plantea que todas las culturas, religiones y pueblos inmigrantes deben cumplir en unas sociedades ilustradas y maduras. El hecho de aceptar cualquier tipo de relación y vinculación, intercambio cultural, en aras de una falsa tolerancia y respeto, elimina la idea y posibilidad de una ética mínima, que pretende ser universal y totalizadora. El relativismo y perspectivismo, la sumisión y subordinación en la gratuidad y lo inaceptable de las propuestas políticas que plantean los gobiernos multiculturalistas, en un acto de "cinismo progresista" o "progresismo de salón", conduce a ver por las calles de Londres, una cantidad ingente de momias andantes, de mujeres encarceladas en prisiones de tela. Burkas y velos que deshumanizan, des-individualizan y eliminan cualquier tipo de singularidad o particularidad identitaria, cualquier tipo de libertad constitutiva queda suprimida y difuminada en el deambular petrificador y torturador de sus "prisiones de tela", su visión es la misma que la de un caballo, puesto que se las conduce y dirige de la misma manera.

Su visibilidad y relevancia pública es inexistente por imposibilidad y obligación, no por voluntad o elección, no pueden participar en el espacio público de aparición, se mueven en el silencio y oscuridad, yacen bajo las sombras totalitarias de sus maridos o guardianes. Pasean bajo el umbral de falsa libertad de los países occidentales y civilizados, prisioneras aún de sus culturas represoras, bajo la atenta e hipócrita mirada de todos aquellos "ciudadanos" multiculturalistas, que ven como un elemento de progreso el revitalizar los derechos religiosos, culturales y nacionales de pueblos poco éticos, y anular los derechos individuales. En este caso el de las mujeres, no hablemos ya, de los hombres mal llamados "homosexuales", "lesbianas", "transexuales" etc.

Los ciudadanos londinenses, y esto se extrapola a todos aquellos que tiene y cumplen el mismo perfil de "ciudad occidental", disfrutan de unos derechos, que ven legítimo y justo eliminar en otras culturas, por puro formalismo y postura, por puro perfil y apariencia, por una actitud mezquina de egoísmo e intereses nacionales. La ética intenta trazar, unas normas, reglas y máximas inquebrantables, no en nombre de la singularidad cultural o teniendo en cuneta lo particular de cada cual, sino respecto a la racionalidad y el  sentido común, a lo bueno universal y lo genéricamente bueno en tanto que seres humanos, y no en tanto que seres pertenecientes a esta o aquella cultura o pueblo. El nacionalismo y la religión, actúan como Mito religioso e irracional, pura visceralidad y acción hormonal, nada neuronal o cerebral, de los que se derivan imperativos inadmisible en lo público o político, tanto para el colectivo o para una minoría.

Así pues, los únicos argumentos aceptables sobre lo bueno o la malo, lo correcto o lo incorrecto en el espacio público e incluso en la vida privada y la intimidad de cada cual, deben ser argumentos éticos racionales, independientes de cualquier particularidad, determinación o circunstancia cultural, social, estructural o nacional. Una reflexión ética desde la libertad, la autonomía y la racionalidad, que determine lo que uno debe o no debe hacer. El burka y el velo deben ser eliminados en el espacio público, porque no respetan la libertad y derechos individuales, por su simbolismo represor, por lo que representan en tanto que anulación del sujeto político y "personal", en tanto que secuestra su identidad y convierte en "esclavas de papel" a un colectivo por ser de un género determinado. Por ser de un género que es un constructo social, una edificación cultural que precisamente el género dominante, histórica y físicamente, ha impuesto al más débil,  a partir de mecanismo y tecnologías de producción de la subjetividad y la verdad, como son aparatos religiosos o discursos culturales performativos.

Los otros dos conceptos ambiguos, vagos y difusos, también recaen en un error, la globalización es un hecho, bueno o malo, en el que toda la mundialidad esta sumida. No es un hecho distintivo de la ciudad. Por otro lado el cosmopolitismo se opondría al proteccionismo y patriotismo, del que los británicos hacen gala en su sistema productivo, financiero y exportador. Protegen sus productos y mercancías,establecen un sistema de doble moneda para diferenciarse del resto de los ciudadanos de la Unión Europea, favorecerse de sus virtudes y alejarse de sus problemas sin estar del todo implicados en ellos jamás. Procuran así una estabilidad y prosperidad mercantil y tributaria de las más envidiadas en la eurozona.

El cosmopolitismo que ellos proclaman, es una fachada, una apariencia, una imagen ilusoria de atractivo turístico y definición de etiqueta, que no corresponde a su sentimiento patriótico, ni a los resultados de su política exterior, que intenta constituir su nación como el eje independiente, la alteridad y "lo otro" esencial, en Europa. Vemos pues como Londres, es ejemplo, ya sea por su magnitud económica e industrial, como por su grandeza estética vanguardista, de la tesis aquí ya largamente sostenidas, de la realidad de realidades fenoménicas.



martes, 13 de agosto de 2013

Londres, realidad de realidades (I)


Este verano, uno ha abandonado el blog, la tarea de escribir y publicar habitualmente, a causa de unas pequeñas vacaciones al "Reino Unido" con un grupo de amigos de distinto pelaje y ropaje. El tute de dos semanas de viaje por la capital irlandesa (Dublín) y una de las grandes vanguardias europeas, y ciudad cosmopolita, como es Londres, le han llevado a uno, a una vida activa en lo común, de acción e interacción con el colectivo, pero de altísima introspección, reflexión e interioridad casi monacal.

 Un asunto casi espiritual, a causa de los largos paseos burgueses, estacionamientos y aparcamientos  en  diversos y majestuosos parques aristocráticos pre-fabricados y desnaturalizados, por una ciudad que goza de múltiples realidades, todas ellas entrelazadas entre sí, íntimamente vinculadas y que poseen un sentido en su composición. Nada estructural es gratuito, y menos en occidente. Europa es la materialización de la razón totalizadora y universalizadora, una suerte de obra magna hegeliana del espíritu que ha cristalizado en un estado absoluto, sintetizador de la racionalidad de todo lo existente, convirtiendo la realidad en una geometrización del espacio-tiempo. La verdad, lo factual, y "lo objetivo"  son feudo de este nuevo absoluto, producto del asesinato de Dios por las naciones ilustradas europeas. Así Londres se alza como máxima nación exponente  de la racionalidad ilustrada, resultado de este, el pragmatismo y utilitarismo más frío y estadístico, geométrico, compartimentador y clasificador de la realidad, que conduce a una cosificación y objetivación de toda realidad humana, que encapsula sus partes en una pluralidad contable y administrativa.  

De ser caldo de cultivo, tierra óptima para el florecimiento y crecimiento de la técnica y con ella la industria, de ser climatológicamente perfecta para el nacimiento del capitalismo y cuna de los "hombres de negocios",  Londres se presenta como una ciudad excesivamente constituida por el formalismo, estetizada en apariencias. Una sociedad de "brokers" urbanizados que necesitan respirar de una insustancial naturaleza verde, para escapar de la mediatización e instruemntalización de su particularidad y singularidad subjetiva, que impone el sistema productivo tan vivo en su intento de globalizarse y dominar como conciencia colectiva. En puntos orgánicos, vivos y oxigenados de la sociedad,como son sus matemáticos y geométricos parques artificiales, donde en sus campos blandos y finos como la seda, el hombre pisa y no deja huella, donde "la mano del hombre" se presencia en todas partes bajo el manto de lo invisible, perceptible pero intangible, se encuentran los individuos levitando sin pisar tierra, en un espacio de ocio y entretenimiento, relax y respiración tranquila. 

Su propia estructura esencia artificialidad, los caminos del parque son para hombres, bicis y "carritos" al ritmo burgués. Los distintos aparatos tecnológico no se confortan al "objeto natural", ni oponen resistencia o conflicto, sino que son recursos y existencias constitutivas del mismo parque. Esos inmensos parques, cuidados, calculados, sistematizados hasta la médula, son la formalización y customización de la naturaleza. Que no escapa a la estructura aristocrática, noble o burguesa de su estética, de su arquitectura, de sus usos, costumbres y de su carácter, sino que se hegemonizan y disuelven en una sola realidad de distintas realidades, en esencia, iguales. 

Un paseo por sus parques, es algo vitalmente reconfortante y revitalizador, existencialmente inspirador y placentero, pero intelectualmente algo perturbador, un aire de cinismo, hipocresía y autoconservación de lo arcaico, inútil, ridículo y vergonzoso sacude la mente del paseante sensible y reflexivo. Existe algo incómodo en las risas jactanciosas y vanidosas de los paseantes, la falsa y ficticia quietud de los estancados en la hierba,y el bailoteo al viento de los árboles. En la creación de charcas infestadas de "preciosos" patos de huevos de oro lo ridículo y teatral, el aburrimiento y su tranquilidad intranquila empapan la mente del sujeto. Algo insultante y delirante en una asfixiante construcción del "formalismos por el formalismo", sin un contenido distinto, realmente vivo y subjetivo, emancipador o autónomo, que no este ligado a la producción, al ritmo y palpitación de la sociedad de consumo y espectáculo.

 Esta imposibilidad fáctica, de no poder escapar de lo constitutivo de lo que se intenta apaciguar, en los caminos del bosque, en los paseos y en la naturaleza; convierte los parques de Londres, en una segunda realidad ficticia y en un espejismo gratuito de mal gusto. En una condición de clase, viva estética y formalmente, pero muerta y destruida materialmente.