martes, 28 de agosto de 2018

Crónicas del desengaño (II)

Una vez más voy a rendir culto a la fragmentación, esperando el retorno de ese orden ansiado y que parece tan contrario a nuestra época.


...al margen de las lógicas del rumor y la barbarie, existe el deseo del amor, del amor puro y romántico, que es un deseo imposible: poseer absolutamente al otro en su soledad. Entender que el amor manqué que conocemos puede ser sustituido por un amor como creación artística y moral, es un delirio malintencionado.


...cómo de honda, grave e irreparable, puede llegar a ser la incomunicación entre los hombres, sólo llega a comprenderse ante el desprecio real del catalanismo hacia el grito como poema del flamenco; ese morro arrugado o sus onomatopeyas burlonas cuando oyen el cante (J)hondo, de amor y muerte, de La Paquera de Jerez



...yo amaba de ella todo aquello que le hacía, irreflexivamente, sufrir. Lo mismo podría decirme ella.  









sábado, 25 de agosto de 2018

Memoria de un hombre antiguo (I)

Escribo sobre un hombre antiguo, viejo, un anciano de 93 años, muy lejos del principio, muy próximo del final. Amadeo, tiene una especial y enigmática relación con la muerte: no la siente como algo íntimo, ni como una realidad absoluta o como lo irreversible, el gesto más aterradoramente irreversible en la vida de una persona. Ni indiferencia, ni la fascinación tan propia de los productos de su tiempo. Cree que hay alguna especie de continuidad en todo esto, un cambio de nivel, de etapa, una prolongación inaccesible de la vida en otro lugar, remoto o cercano, en cualquier caso, invisible e imperceptible; no tendría sentido lo contrario. Lo dice con total desprecio por el dogma bíblico, con cierta admiración por la fe individual. Espera reencontrarse algún día, y de algún modo, con su mujer Antonia, mi abuela, un muerto. 

- Yo conocí a la Antonia de muy joven, justo cuando llegué a Barcelona; venía de Orihuela con mi madre. Por la guerra. La república nos robó todas las gallinas que nos daban huevos para comer, y los pocos animales que nos quedaban, y que ofrecían algo de leche y de carne, también se los llevaron; matándonos de hambre. Venían los de las milicias a por mis hermanos mayores, pero ya se habían ido. Mi padre había muerto antes de la guerra, murió de pena, por la ruina de un negocio, la pérdida de unas tierras y una plantación prometedora, abedules o ... bueno, no sé,  pero eso es otra historia. Yo tenía que comer los higos caídos de los árboles, aplastados, sucios y abiertos, las escasas moras rojas y azules de los arbustos que rodeaban el pueblo, o los frutos del peral del vecino, una fruta picada y reblandecida, devorada por bichos y pobres. Todos los días igual, cualquier cosa que encontráramos por el suelo la hacíamos comestible, mirábamos entre las rocas del río y de la antigua muralla, por las cunetas, los caminos que conducían al cementerio y al ruinoso campanario, me comía hasta las raíces enterradas bajo tierra, sólo quedaban los huesos de las bestias, arenosos y quebrados, en los muladares. Andábamos por las calles del pueblo mirando las basuras, preguntábamos en las tiendas, pero mi madre no consiguió nunca nada, algún residuo. Nos fuimos cuando terminó la guerra. La posguerra fue peor que la guerra. Íbamos a casa de mi hermano, en el piso de la calle Cerdenya. Su mujer era la hermana de la Antonia y ejercían de costureras en el taller que habían montado en el piso. La conocía de vista, la veía pasar cada mañana por delante del mostrador de la joyería donde trabajaba. Empecé muy pequeño, tenía 11 años.  

Las fechas no cuadran, son tremendamente inexactas y confusas; la memoria es algo de una extrema fragilidad e importancia. Amadeo tenía 14 años cuando empezó a trabajar en la joyería. Se enamoró de mi abuela Antonia poco antes de cumplir los 15, cuando los presentaron formalmente; eran familia política. Al año y poco, mi abuelo ya trabajaba con su hermano cosiendo bléiseres y pantalones en el piso, con las otras mujeres, ellos, por la fuerza de las cosas, mandaban y controlaban el taller doméstico. Estuvieron así hasta que Amadeo, con 22 años, tuvo que realizar el servicio militar, la quinta del 47, decían. Tres años en el cuartel del Bruch, compartiendo la bandeja de hojalata con tres reclutas durante frenéticas y agobiantes comidas. Poco alimento, algo de beber, y un tiempo algo más generoso pero encorsetado en exceso. Durmiendo en unas inestables literas triples, y dejándose querer por las señoritas de secretaría, mimosas, dulces, simples, leves, livianas mujeres.  

-Iba a patinar, por ahí, más arriba del cuartel, donde San Juan de Dios, tocando la montaña. Le dije a la Antonia que viniera, pero siempre fui solo. Me pasé horas sobre ruedas (...) No, no, nunca le envié cartas, ni de amor, ni de nada. ¿por qué?, pues porque no hacía falta; dormía cada noche en casa; estaba cerca de la suya, casi éramos vecinos, y nos veíamos mucho.

Todavía no estaban juntos. Mi abuela, en esos años, tuvo una relación con un vendedor algo pendenciero, y borracho, sobre todo borracho, con el que tuvo una hija, rubita y guapísima, el conocido arquetipo de joven hermosa dispuesta a triunfar y ser artista en la España franquista boba y tamborilera, de concursos musicales radiofónicos y certámenes de belleza provincianos. No creo ni que lo intentara, pero daba el físico y la moral familiar.

- Era un borracho, y no sé mucho más, o no quiero recordarlo bien. Sé que al final lo dejó, porque no podía vivir con él, se iba y nunca volvía, en una de estas ausencias, la Antonia se llevó a la niña, la Toñi, y no lo volvieron a ver. Debería estar muy borracho. A mí, en el cuartel, me querían casar con la hija del general. Tenía mujeres a montones, salían de las piedras, el general insistió, pero al final no me junté con ninguna de ellas. Con 25 años terminé la mili, y volví a mi oficio de costurero, pero esta vez solo, sin mi hermano, se marchó. Me quedé a cargo del taller, trabajando con ocho mujeres, cosiendo día y noche, más de cuarenta piezas diarias. Vendíamos muchísimo; el bléiser era la moda, toda la gente lo llevaba, además pantalones... hasta cosíamos trajes para maricones. Había un maricón muy simpático y gracioso, nos reíamos mucho, y también cosíamos cosas especiales para ellos y sus fiestas.

viernes, 17 de agosto de 2018

L'ou de la serp (XXXVII) 17-A

Hoy, que es un día de muertos, como casi cada día en la mayor parte del mundo, y, generalmente, por las mismas causas, los medios de comunicación y las instituciones nacionalistas son las que organizan un homenaje a las víctimas de Barcelona del verano de 2017. Ambos, están intoxicados por el mismo relativismo cultural y moral, que es el peor de los autoritarismos, la forma más sutil de represión intelectual y política, para explicar la atrocidad. Expertos sobre el mundo árabe hablan, bla, bla, bla, sobre las múltiples causas, la casi infinita enumeración de variables, "¡en el mundo occidental!", por la que unos jóvenes "como otros cualquiera", dicen, integrados y asimilados a Cataluña, asesinan. Los periodistas y políticos nacionalistas recurren al terrorismo sin más, sin predicados. Pero son cobardes y cínicos, no van más allá, babeando. Será que, en lo más íntimo de la nación, entienden los motivos de la trascendencia y el sacrificio. Realmente es muy sencillo, aunque sólo el principio de una larga, profunda y racional explicación. Toda esa amalgama, un moco, de motivos pop, culturales, socioeconómicos, personales y psicológicos que les parecen tan crípticos y misteriosos vive en una síntesis criminal. Se reproducen en ella. Dios. La unívoca y sintética causa es el devastador amor a dios. Y el terrorismo, es terrorismo religioso, guerra santa. Así lo demuestran de un modo incuestionable e irrefutable los hechos: los textos venidos del infiernos y puestos en sus aparatos telefónicos tras un fugaz viaje por sus cerebros podridos, sus sádicos sentimientos contra los infieles, su desolada incomprensión de la vida y la muerte, y su arrogante indiferencia por el mundo. Mataron con los ojos inyectados, amarillos, de ira religiosa. Las víctimas murieron por dios, y los asesinos mataron en nombre de dios, ¡y nosotros celebramos ritos y ceremonias para que dios los acoja con hospitalidad! El nacionalismo impone un macabro dogma que falsamente hace pasar por explicación: "no se integraron". Yo no estoy integrado, y no lo estaré nunca con esta gentuza, esos mierdas patrióticos, y no mato. No me asimilo, y no asesino. Observen, y vayan del suelo al cielo, esa inequívoca, bella y emocionante, cadena de sentido: religión-nacionalismo-relativismo. Y díganme, como soportan el orgasmo de plenitud.

viernes, 10 de agosto de 2018

Crónicas del desengaño

Lo que sigue, fueron unas notas autobiográficas escritas tímidamente al margen, o al pie, de las anotaciones políticas de este cuaderno, mientras pasaba el deseo y el calor del verano. Cada una de sus palabras es un pellizco. Fragmentos de memoria y vida reunidos, que he dado el nombre de crónicas del desengaño:

<< En la cama, somnoliento. Las ideas van decantándose, lentas, desperezándose, la siesta ha sido breve pero fructífera, dejo esa melena negra que me nubla la vista para luego, me impregna su intenso olor. El tabaco está sobre la mesa y el café helado junto al ordenador, la soledad de la pantalla azulada, me espera. Cómo no voy a escribir nada. Se me subían los colores a la cara; me levanté...

[...]   Crónica del sometimiento. Obediencia a antiguas pasiones. La debilidad de un hombre.  

Todo esto mientras la muchacha de pelo negro sigue en la cama, durmiendo... ¡qué extraordinaria y deslumbrante relación tiene con la primera luz de la tarde! Si yo pudiera darle a este momento de sueño un valor absoluto. Eso sí que sería una memorable obra de vida...  ya se va despertando... parece que me está diciendo algo, se incorpora, pero se pone tranquilamente a leer en un dulce silencio.


[...] Cuando, ingenuamente y estúpidamente, la eternidad parece posible.

La hermosa muchacha de pelo negro vino otra vez, también durmió. Era una sensación agradable, como si la vida simplemente se adaptara a todos mis caprichos, que son exquisitos y finísimos. Acariciar esa adorable piel pegajosa del verano, para después, otra vez, escribir.

[...] Reflexionar sobre mis abandonos. Sobre mi perfecta disposición a la claudicación y la sencilla presteza con que me retiro de todo trabajo representativo o creativo para sumergirme en irresistibles evocaciones eróticas y penosos espejismos personales. 

 Esta semana no ha venido la hermosa muchacha, se hace largo y tedioso. La cama, vacía. No dejo de asombrarme de lo poco que me importa la desgracia y el dolor del mundo frente a este tipo de silencio, el poco interés que despierta en comparación cualquier proyecto literario.

[...] Porque la vida no encaja, no vino.
      

Me reencontré con la muchacha, fue difícil. No volverá. Es un dolor intenso y sutil, como si te mirara el diablo de reojo. Sólo queda vergüenza, impotencia, irreconocible imagen de uno mismo, algo de humillación. Pero ya no volverá. 
Verano de 2018. >>

Se escribe, sin una pizca de ficción, para poder decir, una vez burlado el tiempo: así era yo, así era entonces. Escribir contra el olvido y esa robusta impunidad del silencio.

martes, 7 de agosto de 2018

L'ou de la serp (XXXVI) La polisemia criminal

Falciani, perseguido por la justicia Suiza, dijo en El País del 16 de abril de 2018: "España es un Estado de derecho. Me fío de su justicia, no de la de Suiza." Entretanto, algunos políticos catalanes, huidos o encarcelados por sus delictivas prácticas nacionalistas, sostienen que son víctimas del odio de un Estado fascista, el español. Curioso juego de percepciones distorsionadas: el país de auxilio y socorro en el que se refugia un fugitivo siempre es más justo, libre y democrático que el que intenta castigarle por delinquir, con razones o sin ellas, vaya. Es conocida la perturbadora volubilidad de la opinión pública y las catastróficas consecuencias, de masas, a las que conduce su delirante interpretación de la realidad en constante excitación. Tras la acusación, e impugnación, de Puigdemont (voz del nacionalismo en general) al supuesto sistema fascista español, se esconde la babosa y gangosa opinión de la desproporción del Estado en la ejecución de sus monopolizados medios de violencia y represión para suprimir las lacerantes, por raciales y autoritarias, actividades independentistas. La desproporción es sinónimo y prueba de fascismo; indultando, ingenuamente, a la democracia de sus consustanciales medios represivos para construirse, afirmarse y reproducirse ideológicamente. La acusación identifica desproporción con violencia física, material o ejecutiva, es decir, con el acto directo e inequívoco de aporrear, golpear, disparar, encarcelar, torturar o asesinar, infligir un dolor o un daño corporal; el modo de existencia habitual del fascismo con su estética de muerte y sentido. Desconocen, los nacionalistas, el significado y calado, en lo práctico y en lo ideológico, que tienen las acciones étnicas bajo el amparo, fomento y promoción institucional de la Generalidad, en consecuencia: la eminente e imparable fuerza constrictiva y estructural de la maquinaria mediática, policial, educativa y burocrática que controlan con hostilidad y agresividad crecientes. Sí, con violencia preventiva.
Su enfermiza relación con la violencia. Ciegos, no logran comprender el estrecho vínculo entre la mentira xenófoba, su irracionalismo y holismo, con una de las muchas y discretas facetas criminales que practican: la ignorancia como sistema. Esta, tiene una proximidad inexcusable y directa con las más sutiles formas de violencia contemporánea: la violencia propia de la conjura de los necios. Dentro de los muchos sentidos de la polisemia criminal que anida, latente, en las pseudociencias sociales como ideología, la nacionalista es la más seductora y magnética, ofreciendo una identidad colectiva y gloriosa a la inesperada alianza entre las élites y la chusma, el populacho. 


Detengámonos en esto y acabémoslo con la mayor plasticidad y potencia gráfica. Lo que está sucediendo es más que comparable, porque son exactamente lo mismo, con la desmedida que el pensamiento mágico y oscurantista tiene en la sociedad, ¡y el Estado!, moderno. Imaginemos que en el conjunto de los estados sureños de EEUU, una rebelión educativa formada por profesores, padres y políticos trumpnianos, decidiera tomar las escuelas secundarias y las universidades e imponer el creacionismo y diversas putrefactas doctrinas bíblicas como sustituto de la teoría de la evolución en los programas educativos oficiales; e incluso aunque sólo fuera en algunos selectos centros escolares piloto. El antidarwinismo en ciencias y la antiilustración en humanidades, como vértebras formativas. Imaginemos otros casos: la implantación de la homeopatía, la videncia y el esoterismo dentro del sistema de sanidad pública general, la astrología como criterio para tomar decisiones políticas, o la equiparación de los derechos animales a los derechos humanos. Y más, imaginemos mucho más: la aplicación rigurosa en el sistema judicial de la nueva perspectiva de género que lidera la vicepresidenta Calvo, que consiste en invertir la presunción de inocencia en presunción de culpabilidad en los casos de acusación por violación o agresión sexual, es decir, asumir que el nuevo populismo judicial opere según los sombríos términos de la Inquisición en los que el imputado debe demostrar su inocencia, en vez de, como se hace en el Estado de Derecho, ser la acusación particular o la fiscalía las que demuestren la culpabilidad del encausado. En fin, aceptar que todo hombre lleva un violador dentro, que todo nacionalista tiene derechos y destinos históricos superiores a los de los simples mortales, que la compasión por las ratas es la misma que para los hombres, o que Dios arreglará nuestra maldad y nuestra locura, parece el horizonte de nuestro tiempo. Todo esto, también es l'ou de la serp, y comporta todos sus peligros. 

Ante el peligro de la revolución relativista de las pseudociencias sociales (aupada por el capital) de extender una ignorancia y estulticia muy parecidas a la violencia, ¿no esperamos una respuesta racional pero contundente de la autoridad política, académica y periodística?, ¿una reacción del Estado que proteja la libertad del espacio político y los depósitos de conocimiento y verdad públicas, de una destrucción segura e inmisericorde? ¿Acaso no esperamos que la ley prohíba a los charlatanes oscurantistas la modificación creacionista de la educación, la perversión religiosa de la evolución y la ciencia, o la degeneración de la sanidad y la medicina en chamanismo y espiritismo? ¿No esperamos que una constitución impida que el grito de unas fulanas populistas produzca el retorno de las viejas formas inquisitoriales y los métodos medievales de juicio y condena? ¿Del mismo modo, no esperamos que se inhabiliten todos los medios de violencia constrictiva que impunemente emplean los nacionalistas en sus anhelos étnicos? ¿Acaso no esperamos una proporcionalidad al nivel de esa desproporcionalidad? M
ucho antes de que desaparecieran las antiguas pasiones, hemos venido llamando a esta legitimación del irracionalismo, dictadura de la mayoría. Una hipertrofia previsible de la democracia de los Estados nación, que puede y debe ser revertida. La actuación del Estado, frente a esta polisemia de la criminalidad que ostentan los nacionalistas ( y l'ou de la serp, en su conjunto), fue plenamente proporcional a la desproporción de las prácticas oscurantistas y represivas. Lo que nos demuestra, hasta que punto la proporcionalidad correctora puede llegar a ser tan humillante y vergonzosa, aunque no tan terrible, como la exuberante desproporcionalidad del delirio al que intenta dar segura, y brutal, respuesta.