En la playa, un lugar eterno para el placer.
Hoy, el mundo está pintado con esa belleza apagada que tapa a la muerte.
Al bajarnos del tren, impresiona el olor a arena húmeda, a asfalto y yerbajos mojados, un aroma retardado, blando. La estación está abierta al mar, su brisa, su rugir monótono y apacible, su locura sin sosiego. La sombra que baña la orilla, acompaña la ausencia de las masas enormes y ruidosas de cuerpos tumbados al sol, indiferentes, repetidos, pero inquietos, los pocos que hay, mudos, no pueden ocultar la turbación de sus carnes, el candor de su desnudo.
Un largo haz de luz, blanquecino y tenue como una gasa, surge, delgado, del cielo gris, un cielo preñado de nubes y silencio, que penetra en el inmenso mar de lomo plateado. Pasamos pues la mañana, solos, bajo su regazo, bajo su precaria luz.
Cerca de nuestra silueta dibujada en la crujiente arena, dorada y ondulada por el viento, pasa la negra vía del tren, una franja carbonizada de hierros que hace de frontera entre dos mundos distintos, perdiéndose entre las curvas del espacio geográfico. Tableteando, la máquina conduce, infatigable, innumerables vidas a su destino: todo pasa y todo cambia, sin moverse uno.
El mar, sobrio y ordenado, es todo un punto de vista. Ya con el agua por la cintura, parece que no lleguen jamás las profundidades que lo enturbian y lo hacen tan incierto como misterioso; como si una fina capa de agua cubriera un desierto, con sus dunas y sus cráteres, contenido por dos extraños horizontes, diáfanos y abiertos, sin límites físicos; un insólito mar por donde andar. Durante el baño pienso, pienso que Cataluña es la cabeza de Pla, pero no digo nada. Al rato, le grito: "¡Cataluña es Barcelona y el Ampurdán, nada más!", y ambos oímos como de ultratumba..."
¡ i Olot, Holot, Hoholot, Oohhlot...
¡ on, hi, i, son Vic i Osona ?, Víc, vich...
¡ i Manresa, les bases de Manresa, Manroosee...! "
...vuelven sus demonios.
Detrás de la vía, a unos pocos metros, se levanta un pequeño pueblo de casas bajas y dispersas, las blancas con ventanales azules y flores de colores son dignas del recuerdo, pero no hay ni viejas piedras ni antiguas gentes, aunque estemos en la tierra de los hombres milenarios; aquí todo tiene el carácter de lo ancestral aunque sea nuevo. Llegamos a la pequeña plaza de todos los veranos; felicidad. Hay una especie de asamblea de egos. Ese diálogo en las plazas entre identidades es un juego; un juego adictivo y peligroso, porque está el yo insondable entre medias, la vanidad o el deseo de triunfar y ser querido. Por eso es muy jodido apartarse, distanciarse del conglomerado humano y su irredento e irreductible tribalismo.
Pero nosotros, andábamos vacunados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario