jueves, 25 de febrero de 2016

Cuando la estupidez golpea (I)

 



 No suelo prodigarme por las gargantas sociales ni por las escupideras de la moral colectiva en busca de esa compañía digital que sustituya la segura y cálida compañía analógica; de la misma manera que no sacio mis instintos íntimos con animales domésticos, cuando el roce de la piel humana falla o se marchita. Es evidente, que no busco hacer amigos en la red, ni mucho menos mantenerlos en esa nube virtual suspendida como en una atemporalidad acuática, balsámica, que da a todo movimiento un aire de trascendencia vital excesivo. No pierdo demasiado tiempo en ello aunque vagamente paseo la mirada a vuelo de pájaro por las pequeñas curiosidades que uno puede encontrarse en tan extraños lugares. Así, el otro día, moviéndome por los inverosímiles y plurales senderos de Facebook, encontré, una vez más, oculta en el muro de un particular (se jactaba el propietario en recordar; y que como todos sabemos es más un balcón abierto al mundo infinito que una habitación cerrada al mundo finito del adolescente pre-sexual), una tribu social basada en el mito y la ficción. Sus individuos eran tan religiosos como los nacionalistas, sólo que esta vez eran un grupo mucho más convencido de su racionalidad, integrista, y sus principios, fundamentalistas. No, no eran musulmanes, eran españoles, y sí, también eso tan básico y rudimentario, hecho a lo ibérico y cocido "a lo clase media": minarquistas, ultraliberales, neoliberales, u objetivistas, según coqueterías terminológicas; como las señoras. El caso es que vi unas noticias, pura propaganda, absurdas, ridículas e insultantes para el buen gusto y la decencia. Lo comenté, y efectivamente la incontinencia produjo sus efectos en forma de respuestas entusiastas. Aquí, fragmentos sueltos de la polémica:

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Sergi Edo LausínfotoLibre Mercado




Sería interesante que algún día, a los niños liberales que no hacéis más que repetir las ideas, latas vacías, de vuestros "autores", como si fuerais curas impartiendo dogma, se os ocurriera alguna idea más elevada que vuestra mitología pegajosa y apelmazada. Repetir a Rand, Nozick, Hayek, o al inefable Friedman (ese mandarín estúpido), con la incpacidad crítica que mostráis, sólo está a la altura de la mala sangre o la ignorancia de vuestra burda y chata propaganda. Sería un debate interesante si dominara la razón y no los mitologemas refritos de un "liberalismo" (o minarquismo) seco y amortizado... Lo mismo sucede con algunos posmodernos de izquierdas: repetir lo cosmético y quedarse en la espuma de las cosas, siempre es más fácil que pensar.
 
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Jose García De Las Bayonas Martínez XD Palomitas inside.

La gente ya no recuerda que en Europa tuvieron que existir las grandes colonias industriales para que el país que vivía en la más pura subsistencia pudiera tirar adelante. Comprar bienes y poder generar servicios.

No se puede pasar de tener una dictadura comunista a tener el nivel de vida de la City de Londres en 3 dias, por dios bendito...

 
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Adrià Núñez Pradas Pero la gente es incapaz de ver el global... XD
 
 

Adrià Núñez Pradas La gente sigue sin entender que la legislación laboral solo sirve par crear paro y eliminar competencia...



Adrià Núñez Pradas Si se "protegiese" al trabajador ahí cono al de aquí, poniéndole sueldo mínimo de aquí, nadie montaría fabricas y todo lo hariamos nosotros.
Sabéis la ruina para camboya que seria eso???
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 Ese tipo de ideología escatológica y su adherida naturaleza tautológica no sólo configuran categorías políticas sino también psicológicas. Lo psicológico ahora ya es político, como solía recordar Marcuse. El caso es que el "neoliberalismo" u objetivismo, como toda  ideología orgánica y masiva, no sólo demarca unas ideas y principios políticos, sino que determina un carácter, una forma de vivir y estar en el mundo, una moral, una estética (un gusto, goce o belleza determinada), una erótica (o su contrario) e incluso, en ocasiones, hasta una "ciencia"; siempre que los individuos, planos como una plancha de acero, asuman crudo todo su contenido, sin un chispazo de crítica. Obedecen a un imperativo ideológico en su tarea de aprehender el mundo, que les impide ordenarlo y distanciarse de la inmediatez alienadora de su tiempo. Condenándolos a la dinámica mítica: el relato circular y fundacional, que persigue la autenticidad (no la comprensión) y el reconocimiento de una justicia poética o divina, secularizada (la justicia blanco sintético es la mayor de las injusticias), cuyo objetico es otorgar un sentido y una finalidad (redentora), no sólo a la política, que no lo tiene, sino al carácter y la personalidad. Que pasará a estar, a partir de ahora, vinculado a un Destino y un futuro hipotecado y emplazado; encarcelado, como en las jaulas religiosas e identitarias, de aquellos individuos que se enrolan a "la causa" que dicte el imperativo ideológico, cual marinos mercantes; seguros de su propósito en la vida marítima.

Ese carácter gregario y paradójicamente colectivizado por ese culto e idolatría desmedida que profesan en la tautoligía política, les conduce a conformar una degradante comunidad intelectual que repite las lecturas y las ideas de la adolescencia liberal a un ritmo continuado y homogeneo de copia y repetición frenéticos. Repiten el mito del "hombre libre" descontextualizado, especulativo, abstracto, celestial, y liberado de determinaciones materiales, heteronomías y discontinuidades que la realidad, compleja y vidriosa, impone con una tozudez que suprime los juegos y caprichos adolescentes. Que como todo niño, al fin y al cavo, pretende que el mundo se adecue a sus deseos y voluntad, de un modo simple y llano, liso y trasparente, para que el mundo, su mundo, pueda ser explicado con la facilidad y sencillez que caracteriza sus sueños; las veces, simplemente delirios. Esos colectivos liberales hijos de Rand, la vieja y amortizada Rand, son equiparables a otros cultos y sectas cuya morfología y función se asimila a la religiosa. Un ejemplo: los amigos, familiares y trepadores profesionales que llenan las filas de la escuela del materialismo filosófico, la cuadrilla Bueno, tan próxima al partido comunista y a la iglesia católica, tan mimados y cuidados por todos los partidos y las instituciones del estado, que desde luego hace sospechar. Esa pequeña secta de subvencionados y repelentes intelctuales abrumadoramente pedantes y anacrónicos, son clónicos individuos que repiten no sólo el discurso, el método, su jerga de autenticidad, sus problemáticas y alaban a su mentor, Gustavo Bueno, sino que incluso imitan sus gestos, sus facciones, sus movimientos, mimetizan su forma de relacionarse con las cosas, con los hombres, la forma de hablar, su acento, su tono y hasta secuestran su voz. Demostrando, la incapacidad de pensamiento crítico, y la imposibilidad de reflexionar sin barandillas, o como decía Arendt: recibimos "una herencia sin testamento".

De la misma forma, los minarquistas, se integran y se asimilan a esas figuras personales, míticas, ficcionales y oníricas, repitiendo lenguajes esteriotipados y tautológicos, que crean autores como Ayn Rand. Escritora de cierta valía literaria y ensayística, pero que el intento de repetir su discurso y sus ideas, absolutamente y sin fisuras, convierte su rutilante estela, y la de los suyos, en neurosis e histerias obsesivas (que también somatizan), alejadas de la política, y del pensamiento y las ideas. Su ideología apelmazada y pegajosa, los asimila a grupos religiosos que sustituyen la reflexión por el culto y la adoración. Véase el texto de Benjamin: El Capitalismo como religión, y sus comentarios y glosas. Para terminar, sólo se me ocurre , para definirlos, aquello de Romanones cuando se percató del tipo de merluzos y rodaballos hervidos que ocupaban los asientos de la RAE, y sus exóticos métodos de admisión. El tipo espetó: ¡Vaya tropa!
 
 
 
PD: Un buen reportaje de Jon Sistiaga sobre el asunto: En las puertas del infierno.

 






viernes, 19 de febrero de 2016

Las tetas de Rita



Sólo las tetas revoltosas y televisivas de Sabrina, el tímido pecho voluminoso pero político, tiernista, de Susana Estrada, o los girasoles al aire, despreocupados y risueños, de Marisol, habían dado tanto que hablar en la soporífera y burocrática democracia española. Ahora ya madura, la democracia y la prensa socialdemócrata, tan pacatas y virginales como en su dura adolescencia, han convertido en su atracción principal, las pequeñas tetas, como peras,  juveniles y adecuadamente recubiertas por un débil sujetador negro, de las niñas que se distraen y entretienen con la política municipal. No sólo eso, sino que son tema judicial y moral. Sometidas a procesos penales y no a la admiración de tipo escultórico que se merecen, las tetas, los pechos para progres, el torso (torsión) para feministas, de la concejala podemita, Rita Maestre, esa chica con mirada distraída y rictus mortuorio, aunque cuerpo delicado, delgado y apetecible, han constituido un delito contra la sensibilidad religiosa. O algo así, que sólo contemplan los curas y las fregonas que degradan la condición de la política. Un espectáculo, chato y casto, para las charcas mediáticas que enjuician moralmente a través de la maquinaria del lodo, la acción de una joven que tenía 22 años cuando observó, con la agudeza que sólo despierta la universidad y la pertenencia a un grupo femenino de espuma sexual, que el mejor modo de protesta es la provocación, frígida y vacía, hacia los acomplejados. Cuya mayor dificultad y originalidad consistía en un simple y limpio gesto cotidiano: levantarse la camiseta en plena solana primero, y en plena sombra sacerdotal después, con el desdén despreocupado de la juventud. La chica, la muchachita entonces, la concejala ahora, la única Rita que es visible para los focos y cámaras, y los periódicos de la derecha, ha declarado recientemente ante un tribunal de (in)justicia. Imbuida por ese temor y ese retraimiento que muestra el claro arrepentimiento cristiano en la carne, sus actos, dicen, ofendían la sensibilidad religiosa y la creencia mitológica de muchos. La pobre chica por estrategia procesal se ha mostrado inocente, cándida e inconsciente; se ha visto obligada a pedir perdón por la inexistente ofensa (o delito moral), y se ha acobardado ante los tentáculos de unas instituciones, que, justificadamente, merecen el descrédito y el desprecio de todo individuo que se precie autónomo e inteligente.

Resulta paradójico que exista un tipo penal, en un Estado supuestamente emancipado de la Iglesia, para defender el Mito y la superstición, la superchería mística; resulta llamativo, por no decir insultante, que por levantarse la camiseta en una capilla universitaria, ¡en una universidad pública!, le puedan condenar a uno con penas de prisión. Al menos, eso pide la Fiscalía, una Fiscalía, recordemos, que casi se suicida antes de presentarse como acusación particular contra la borbona menor. Un país en el que la prensa conservadora y ¡la socialdemócrata! llegan a acusar a alguien de blasfemia o sacrilegio, como también sucedió con la poetisa (?¿) menopáusica de Barcelona, demuestran, una vez más, que aquel ateísmo, materialismo, de Marx en La cuestión judía (1844), no es ni mucho menos una exageración ideológica, sino más bien una tesis confirmada y reafirmada por la historia; una necesidad apremiante de emancipación institucional y civil a través del calumniado ateísmo. Menospreciado incluso, por los agnósticos, que sorprendentemente, igual que el PSOE, terceristas de primera, parecen estar más cerca de los reaccionarios que de los liberales, o los marxistas. No basta con un Estado "emancipado" de la Iglesia, que evidentemente no existe de modo sustancial, sólo en apariencia; sino que es necesaria una "emancipación" de los individuos hacia las supercherías, para que la alienación del opio popular, no lleve a cabo sus efectos reificadores y de enajenación colectiva. Lo grave no radica en que una muchacha joven y apetecible muestre su cuerpo desnudo en una capilla, chiquillada que la burocracia limpia y pule con sobrada eficacia; sino que en las escuelas, según la nueva ley (LOMCE) puedan existir contenidos católicos, curriculares y evaluables en el sistema educativo. Es decir, que las creencias de los jóvenes sean administradas y supervisadas, las estupideces sean domesticadas y aceptadas, que la superstición y la mentira sean medida ejemplar para determinar el conocimiento de un niño, o adolescente, y determinar a su vez, su futuro escolar, académico, o peor, sencillamente intelectual. Un estudio de la historia y la filosofía de las religiones, implica suponer una superación del catecismo, del dogma católico como verdad absoluta, del pensamiento trascendente, y de la moralidad represora, que en su crudeza, esto es, sin reflexión filosófica o crítica, esta asignatura implica. La necesidad apremiante de negar la existencia de Dios en sus formas ontológicas, y teológicas, que no políticas, es la condición necesaria para un estudio racional y crítico de la religión en un sistema educativo liberado. De lo contrario, su estudio se convierte en un juego de metonimias y sinécdoques performativas en favor de la religión cruda y su juego de ocultación y alienación (manipulación). Dios podrá existir de la misma manera que existe el Poder, o existe la marca MAPFRE, pero no como un Dios óntico, personal, con barbas y voluntad, no como algo real por sí mismo. Aquello de los curas en las escuelas, parece más inofensivo a ojos de los socialdemócratas (se da por supuesto en los conservadores) y sus hijos agnósticos, que un simple desparrame de carne fresca en una "institución sagrada", que además de eso, es un centro de dominación económica, y un régimen político disciplinario.

Los medios de comunicación, prefieren, en fin, un bochornosos ruedo de juicios morales reaccionarios, impertinentes y zafios, contra el cuerpo y su uso frívolo y provocativo, cosa, parece les molesta mucho; que un debate serio sobre el ateísmo necesario en una cultura pública de la decencia, una educación verdaderamente ilustrada (libre de cualquier tipo de teología, incluso teología política y económica) y liberal (en el sentido de Strauss), que si no llega a emancipar, sí libere al hombre del delirio, el sueño, la promesa y el miedo del mito y la mentira. El océano mediático ha preferido encender la máquina del barro, y convertir pequeñas anécdotas privadas, domésticas y cosméticas, en ficticias categorías políticas, que como toda adulteración, excitan las pieles y los ánimos de los más vacíos de espíritu. Los periódicos atacan y condenan a los podemitas, por su ausencia de talento, por su frivolidad y superficialidad, por sus agresiones al gusto y a la inteligencia, y lo convierten en juicios políticos escatológicos, cuando en realidad, no son más que agresiones estéticas e intelectuales, que la libertad de expresión y la democracia adulta, deberían amparar y tolerar. Por muy estúpidas que parezcan, son bisutería estética, no problemas éticos de calado. Los medios en su manipulación actúan, absolviendo o relativizando los graves problemas estructurales que una política emancipadora encuentra hoy en nuestro país, la religión y su influencia política, de clérigos que prefieren las tetas. Dejando así de lado, el ateísmo necesario en un Estado y en sus individuos, y una prensa, liberada del Mito.

PD: Sería interesante reflexionar además sobre la contradicción, o la hipocresía, que encierran esas friendly feministas que necesitan enseñar y exhibir su cuerpo desnudo y sexualizado para reivindicar sus propuesta políticas. Cuesta diferenciarlas sensualmente de esos cuerpos dulces y suculentos, excesivos a veces, de las modelos anunciando la potencia viril de automóviles y otros productos que relacionamos con líneas eróticas y sublimaciones, cuando no gratificaciones, sexuales, en la conciencia colectiva. Curioso, esto del feminismo administrado: por un lado denuncian el uso económico y cosificado del cuerpo, y por otro, son ellas en su activismo las que objetualizan sus propios cuerpos con fines igualmente mediáticos...



 





lunes, 15 de febrero de 2016

Un orden de prioridades en el recreo de la lectura






Leyendo lo habitual, lo bueno y seguro de siempre, encuentro en J.Jorge Sánchez, autor del cuaderno de notas digital Bajo la lluvia (lugar perfecto para jugar con la lectura; su blog, es como esas grandes tiendas de juguetes que solo abren para uno durante todo el día; cerrando la persiana lentamente mientras ves el mundo y sus sombras desvaneciéndose a lo lejos), un texto colgado en una de sus paredes virtuales: Poesía después de Auschwitz: provocación e intempestividad (en Cuadernos Hispanoamericanos; número 785; Noviembre 2015; páginas 79 a 89); así se llama la criatura. Constituye uno de esos textos que uno hubiera deseado escribir; uno de esos textos que no es necesario ni siquiera glosar o abrazar con comentarios, pues lo que se dice en él, es exactamente lo que uno piensa pero es incapaz de contarlo con tal belleza, rigor y precisión.

Sin embargo, es necesario mentar alguna de esas gracias que hace del texto, un fetiche; alguno de sus logros generales. Consigue sintetizar la prosa fáctica, la escritura de los hechos, y la prosa reflexiva o crítica en un solo cuerpo textual, sin perderse ni degradarse en lo especulativo, ni enfriarse y paralizarse en un tieso y torpe análisis empírico desnudo de teoría; rigor mortis. El logro no es menor. Pocos textos, Eichmann en Jerusalén de Hannah Arendt es otra excepción, consiguen unir y combinar con equilibrio y precisión ambos modos de escritura. Tan necesarios que jamás debieron separarse. Consigue además, situar en su justo lugar las tesis más mediáticas y malinterpretadas de Adorno; y desconstruir binomios figurativos ( tropos, provocaciones intempestivas) que ocultan bajo su lógica de metonimias y sinécdoques, las raíces morales e intelectuales de la memoria y la conciencia europea, al menos, en su crucial batalla entre ilustración y barbarie. 

Una esperanza, o un capricho doméstico: que el texto se inscriba en las nuevas reglas y lógicas de la escritura digital, y aproveche su textura plástica y múltiple para representar gráficamente los hechos, reafirmar y embellecer, aún más, la prosa fáctica (fotografías, documentos, vídeos, audios, links...) y establecer nuevas estrategias estéticas y comunicativas como la de aumentar las posibilidades de abertura y ampliación de un texto, de por si, abierto; cuyas posibilidades de ser un "blook" ( síntesis entre un blog y un libro) sobre la memoria europea, y nuestra reflexión y lugar en ella, son evidentes (dadas ciertas entradas en su cuaderno o blog).


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 Lerínes recientes:
- La estepa o quizá el desierto
- Dos o tres casas
- Noche de Premios
- Siete libros ensangrentados

Los "Hombres extraordinarios" de Lerín:
- I
- II
- III
- yIV
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Cortesías de un filósofo; algo de V.Gómez Pin: El precio de la identidad (1): la identidad es diferencia y desigualdad...

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Cortesías de un periodista. De Arcadi: Septiembre 







domingo, 14 de febrero de 2016

Notas (terribles) para San Valentín.



Hoy es San Valentín, el día de los afanosos y voluminosos enamorados; esos animalitos esféricos que sienten como única y singular su incierta y necesaria causa; adherida como una gruesa capa de escamas, pegajosa y traslúcida, a sus vidas. Además, creen que por ella no sólo deben morir y sacrificarse ellos, y su doble erótico, sino también, todos los demás. Un día que para los hombres como yo, acostumbrados a vivir en la garganta de la memoria ajena, y a dormir entre los muertos y las grises tumbas de la historia, cuando no de la ficción, impertérrita imaginación, no nos suscita más que que añeja melancolía por aquello perdido nunca poseído y, en ocasiones, hastío hacia el presente que nos obliga a vivir en la apelmazada inmediatez de la estupidez humana. Primero se criticó los mitologemas que envolvían, lo que se decía, era un día industrializado y fabricado para la mercantilización y el consumo, como las Navidades. Sin atender, a ese sutil matiz que pasa inadvertido a los paladares toscos y cerriles: en el capitalismo, un sistema frío como el hielo y seco como el vidrio tallado, siempre, cada uno de nuestros azarosos días, es un producto comercial y un "esquema de emplazamiento" (Heidegger); incluso sus gobiernos, sus Estados y sus ciudadanos se mueven según su, como dice Zizek, danza teológica de las mercancías o danza especulativa "solipsista" del capital; de donde surgen los antagonismos de la "vida real", y no viceversa. Ciudadanos que viven encantados con él cuando sus bolsillos suenan como panderetas en verbena, pero que rebuznan como asnos cuando la incertidumbre golpea, con su fétido y cálido aliento, sobre sus abiertas nucas. Luego, superado el mercadeo, vinieron, y siguen ahí, las violetas e irredentas feministas de la socialdemocracia (algo de mercadillo también tienen estas dulces señoras). Sí, aquellas que viven de politizar el desorden y el fracaso de lo doméstico y lo privado, y de contabilizar las víctimas de su hermandad (como si fueran una clase social o un sujeto político. He oído, pobre de mí, de todo en estos tiempos...). Estas señoras, digo, nos descubrieron que todo es una falsa guirnalda masculina para imponer nuestro dominio tiránico, nuestra fuerza y nuestra virilidad (¡la mía también!) sobre "las víctimas" femeninas oprimidas. En esa falsa danza de sexos, oímos cosas tan exóticas como las que registra Arcadi en su blog (El Mundo por dentro): 
<< El gobierno de los fracasados 
Un lector me escribe la siguiente nota:
"La Directora General del Instituto Valenciano de las Mujeres y por la Igualdad de Género, Anaïs Menguzzato, ha denunciado a través de Twitter la celebración del día de San Valentín.
Copio, literalmente, el tuit,
'Mañana es San Valentín. Ese bendito amor romántico bajo el q se camuflan el machismo y la violencia de género. No lo celebres, denúncialo'.
Mi lector parece indignado. No debería. Siglos de buscar una explicación del amor y Menguzzato la ha encontrado. No es motivo de cólera, sino de celebración. Y amparada en lo fáctico: ¿qué son acaso las flechas del amor y el corazón sangrante sino pruebas de esa violencia cenital?
Al margen de cualquier sarcasmo Menguzzato acierta a exponer un cierto pensamiento fracasado: del amor, como de la vida, solo existe su desdicha. ¿San Valentín? ¡Querrá usted decir la matanza de San Valentín! Es un serio problema que el gobierno de los países esté en manos de fracasados. De gente que acude a la política para extender colectivamente su desolación privada. >>
Mientras las puerilidades festivas, socialdemócratas, siguen campando por los océanos mediáticos, analógicos y digitales, la entraña del "amor" (en nuestra sociedad) permanece oculta bajo esa retórica vaga y confusa, "inofensiva" y "pacífica" del amor puro. En eso, Ortega nos da la clave, invisible para las señoras y para él, de lo que se pone en juego cuando se trata el amor como un asunto teológico, como paradógicmanete (y patológicamente) parece que lo hace nuestra sociedad administrada. Una cita en los levíticos Estudios sobre el amor (1941) de Ortega, bastará para desmontar la falsedad del amor que defienden los "críticos" de la frivolidad en San Valentín (si es que ambos amores no son el mismo, sólo discernibles por la hipocresía):
"Te amo con un amor inalterable mientras tantos amores humanos no son más que espejismos. Te consagro un amor puro y sin mácula: en mis entrañas está visiblemente gravado y escrito tu cariño. Si en mi espíritu hubiese otra cosa que tú, la arrancaría y desgarraría con mis propias manos. No quiero de ti otra cosa que amor; fuera de él no pido nada. Si lo consigo, la Tierra entera y la Humanidad serán para mí como motas de polvo, y los habitantes del país, insectos."             
Fragmento "poético" del libro "El collar de la paloma" de Ibn Hazan (¡no sé quien coño es este tío!) 
Si el amor es hacia Dios como hacia el hombre, todo está permitido, incluso su estúpida e infantil celebración, y su juego macabro de asesinato y suicidio, con su ramificación en la hipócrita contabilidad de cadáveres sellados y notificados con culpabilidad general. Búsquese si no, otro entretenimiento teológico en el juego socialdemócrata. Yo, ya los tengo; abajo...
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martes, 9 de febrero de 2016

Mamá, ¿los titiriteros de Madrí no son como Fofito?




Como ya viene siendo habitual, las televisiones más que los periódicos, pero también estos, abren las portadas, y los informativos, con las noticias más insólitas; no precisamente por su exostismo (esquina efímera donde guardamos todo aquello que no encaja), sino por su vacuidad y nimiedad. Parece que aquello de los viejos periodistas, Pepitos grillo sin pluma ni papel, de que los periódicos desaparecerán físicamente para dejar paso a la fluctuante nube y anárquica red intangible de lo digital, no se cumple como tal juego de suma cero, sino que justamente sucede lo contrario, ¡síntesis!. Los periódicos sobreviven, al copiar la (des)estructura del "trending topic", del "hashtag", del esqueleto de la frivolidad sin estilo, sin ornamento estético, la frivolidad cruda y común de la calle, en las pieles más antiguas del papal grumoso, las veces grisáceo, las menos asalmonado, que antes, y ahora podría ser igual, eran el método de mayor purificación y decantación del talento escrito. Viven, gracias a la simbiosis entre organismos vivos; se retroalimentan como la ignorancia y la maldad lo hacen entre ellas. Parece como si la prensa fuera, más que nunca, una red de contactos y publicidad, un folletín de burdas pequeñeces sin importancia, pequeños restos de basura recopilada y ordenada según jerarquías de repetición ideológica y consumo rápido, mórbido entretenimiento, al margen del tacto, fino y delicado, de la literatura realista. Esta, se perdió por la red, germinando y floreciendo en pequeños blogs aislados y desconectados de sólidos soportes de difusión concreta, en la fusión entre un medio y otro, entre el incierto paso de un mundo analógico que se apaga y un mundo digital que lo abarca todo. El periódico se apropió de la dispersión y la indiferencia propia de la red hacia los hechos, su relativismo sobre los hechos, el peor de los pecados para la prosa fáctica. Y la red, en su absoluta libertad y multiplicidad plástica, textura llena de posibilidades, acobijó esa "escritura" de forma marginal y en el anonimato y el silencio más denso. Como es sabido, en los blogs, sólo es posible el metaperiodismo, no el periodismo. Singularidades del contexto material. Por lo tanto, el lugar de la firma, del espacio autorizado y concreto, la garita fija desde la que mirar el mundo y ordenarlo, describirlo, se ha disuelto como un azucarillo en una taza de café. Perdiendo así, de un modo más grave que siglos atrás, la idea del autor como productor, del escritor como trabajador de textos, y no como activista, víctima o sindicato. Perdiendo en definitiva, el aparato que ordene el mundo, el guión de un mundo donde sus asuntos interesen universalmente al hombre, y no a las particularidades ficcionales de lo rural y lo municipal.    

Al margen de todo eso, que será visto con más detalle en otra ocasión, lo cierto es que el ayuntamiento de Carmena, sus labores, y su gobierno pop, cool y soft, ha vuelto a despertar las fobias y furias más injustificadas, malintencionadas y dirigidas, por forzadas y sobreactuadas, de la prensa nacional. Especialmente de la propaganda de la derecha mediática, la caverna. Ahora sí, cada vez más cercano a Berlanga y su sobrevalorada película (aunque entiendo que sea un clásico en un país mayormente de gente zafia) La escopeta nacional (1978), este país se pierde en el desorden del absurdo y abandona todo el rigor y sentido recto que la complejidad de la vida y la dureza fría y áspera de la realidad política, implican. La polémica. Unos titiriteros que representaron una obra donde se colgaban policías y jueces, se violaban monjas, y se reivindicaba a ETA en pequeños cartelitos. Todo eso, ante el público menos oportuno, el más equivocado: los niños. El público más binario e inflexible, gratuito y arbitrario, que existe. De ahí a la cárcel, según el juez prevaricador que los ha encerrado. Esa, y el chorreo de opiniones, verdaderos deseos íntimos, han conjugado una notable mancha, una vez más, en la ecología mediática de este país, en la que se incluye la libertad de expresión y la libertad de pensamiento, que como sabemos, nunca van unidas, no como derechos, sino como guirnaldas decorativas. El conflicto se dirimiría en un trámite burocrático de disculpa formal por parte de las autoridades hacia unos, siempre insatisfechos y descontentos, padres, si no fuera por el autor intelectual de la fechoría: los podemitas. La carnaza perfecta para las nuevas maquinas del barro. Lo idóneo es crear oleadas de ruido y vacío para llenar páginas de periódico al estilo de las redes sociales, con sus lucecitas y sus pitidos característicos en entradas y avisos banales, sus "me gusta", y sus "compartir", con sus "retweets" sofocantes. Lo peligrosos es eso, que lo hagan los periódicos; no las redes sociales, donde no existe el periodismo ni el autor. Cierto es que la información se ha convertido en la mayor forma de ocio entre los ciudadanos, y por lo tanto la economía y el tedio del trabajo, requieren de esos pequeños recreos colectivos para los ociosos consumidores, que no lectores, que deseen distraerse o lavarse. Todo vale en el ocio, todo esta permitido en el espectáculo según aquellos que no acaban de solucionar la confusión que despierta en sus frágiles cabezas la distinción entre ficción y realidad, verosimilitud y verdad. Ahí siguen, chapoteando como gorrinos en el fango.  

Arcadi sin embargo, en su blog, ve la otra cara de la moneda, la política, y analiza la entraña de la noticia:    

"El juez que mantiene insólitamente en la cárcel a los titiriteros de Madrid no solo ofende a la libertad de expresión. Su actitud reconforta al antisistema, que ve probados, aunque sea episódicamente, todos sus delirios. El reproche a los títeres solo puede ser político." ( o artístico, y no judicial y penal, añadiría yo...)









lunes, 25 de enero de 2016

La falta de litio y la maldita testosterona (yII)





Una vez mas, Arcadi Espada propone un periodismo 3.C (la tercera cultura) que al margen de sus problemas fácticos, y algunas virutas filosóficas que embrutecen la tarea de lijar una superficie escarpada como la escritura periodística o la prosa analítica sobre la realidad, parece solucionar uno de los problemas planteados por Benjamin en El Autor como Productor (1934): otorgar un trabajo específico para el escritor (el periodista) en los periódicos que ninguna apropiación, “proletaria” o “del lector”, de la escritura pueda reemplazar; manteniendo así, el lugar específico del autor. Un lugar profesional  y autorizado de la escritura, en el que los cortes epistémicos o términos contrapuestos que antaño se fecundaban mutuamente, no se conviertan en irresolubles antinomias, como pasa hoy. Así, la ciencia y la literatura, como la crítica y la producción, o la formación y la política, no se deberían separar desordenadamente en un orden ficticio repartido entre secciones de periódico irreconciliables. La escritura que propone Arcadi no es una mera guirnalda decorativa, pirotécnica o melancólica, en la que el sentido, el sentido literario o científico, y la trascendencia secular o religiosa, ocupen el lugar de la descripción y el análisis de la prosa periodística. Sino que esta última escritura 3.C aglutine e integre todos los aspectos de las llamadas “dos culturas” tradicionales. Evidentemente, su juicio coincide con el juicio de Benjamín, pero por razones distintas, pues las concepciones sobre la ciencia (o ciencias del espíritu) son diferentes. Aunque paradójicamente, ambas posturas, cumplen una misma función: no establecer cortes epistémicos en la tarea del escritor.

A su vez, la conferencia también responde, no sin cierta idealización, al problema planteado por Ferlosio en sus múltiples artículos en El País y sus diversos ensayos, sobre la constitución estructural de los periódicos en cajas vacías (especialmente la radio y la televisión; variedades, producto de la economía y no de la escritura periodística); esa necesidad artificial de llenar los vacíos, los espacios en blanco del papel pulpa, previamente construidos por los medios, con ruido de cascabeles; esa irrefrenable cultura del tam-tam y el martilleo que ensombrece la tarea de la prosa y ensordece a los individuos. Alguno de los problemas de la propuesta de Arcadi, es la imposibilidad de incorporar en la escritura, la negatividad de las concepciones de Marx sobre el periodismo crítico, que se traspiran por los poros de cada uno de los artículos de su segunda etapa como periodista en The Tribune. Estando de acuerdo con las líneas maestras de la propuesta arcadina, sin duda, el problema permanece abierto en la plaza crítica...






miércoles, 20 de enero de 2016

High Sierra; el último refugio




Cuando inicio estas notas sobre High Sierra (1941) de Raoul Walsh, me pregunto qué fotografía colocar como estandarte o carta de presentación, qué escritura iconográfica, jeroglífica, qué baile de sensaciones y emociones, abrirá la puerta a la escritura textual; esa extraña pasión, ardiente y desgarradora, que sólo cobra sentido en la suspensión del tiempo y la frialdad de la geometría y la razón; conocida también como serenidad de espíritu. Pensando en ello, debatía internamente sobre si iniciar lo escrito con la imagen del director, Raoul Walsh, la mente que crea y descifra los trasuntos reales de la ficción convertida en pequeños pildorazos de belleza visual, y, en fin, el demiurgo de la pieza estética. O iniciarla con Bogart. El actor que, como los viejos pescadores de mar alzando sus cañas, con su palabra, sus gestos, sus muecas, y sus pequeñas historias, da orden y sentido a la naturaleza desordenada y arbitraria que nos rodea. Da ritmo, pues como dice Lerín, lo más importante en cualquier tipo de escritura, como en la vida, es el ritmo, la cadencia, la musicalidad del fraseo. Cómo camina, cómo se mueve, qué relación guardan con las cosas, con los pequeños objetos, y con las personas. Todo eso, es una de la mayores gracias de la gente que amamos, sean reales o espectrales, y Bogart, lo ejemplifica en sus interpretaciones con una soltura casi angelical y acuática. Pensando en el trasfondo metafísico, decorativo, de la autoría, la propiedad física e intelectual de la obra, no sé si la película es más de Walsh y su aparato de representación de lo real, o del genio vivo, como la hierba que brota joven y fresca, de Bogart. Concluyo al fin que Bogart. Y sé. Lo huelo desde aquí. Que R, sencilla y opulenta como las rosas en verano, la que me descubrió la película en una tarde tranquila y apacible, también optaría por él. La maravilla estética y la majestuosidad de los detalles y los signos de la obra, se deben, en gran parte, a la transformación de la figura artística del malcarado y borrachuzo actor respecto a otros trabajos clásicos como El Sueño Eterno (H.Hawks; 1946), Sabrina (B.Wilder 1954), o Casablanca (M.Curtiz; 1942). Un Bogart mucho más clásico, sobrio, domesticado y señorial. Sólo en In a Lonely Place de Nicholas Ray, 1950, encontramos ese Bogart de Walsh, con las pecheras enfangadas y los ojos ensangrentados, ese aire descuidado y moderno que combina la violencia, el asesinato, con la integridad moral. Un hombre con brillos y sombras profundas, manteniendo el mito de don Juan, pero sin ser absorbido del todo. Sus gestos, la idiosincrasia de su cuerpo y sus andares, el tintineo de su carácter, marcan el destino y la gloria de la película, apoyada evidentemente por los resortes de una dirección, un montaje y selección de imágenes, unos diálogos e ideas encarnadas, precisas y claras, tan conmovedoras como destructivas. 

El problema que siempre aflora en estas notas es la manera de traducir lenguajes distintos. Cómo repetir o reproducir un lenguaje fílmico en un lenguaje escrito, textual, mejor aún, cómo pasar de un lenguaje objeto a través del cual las cosas inmediatamente hablan y se expresan, a un metalenguaje crítico y ensayístico que hable sobre las cosas. Abordar el tema toreando el morlaco de las sensaciones y la emoción entrando directamente a matar, clavando las banderillas sobre ese material tan frágil e inflamable como la sensación, sin matices ni sutilezas objetivas, es una tarea fracasada de siempre, además de poco rigurosa. Decir que la película es la quintaesencia de lo sublime es una tontería de las miles que pueden decirse. Por ello, es preferible como estrategia intelectual, abordarlo perifericamente, rondando externamente la presa, analizando los hechos que rodean las emociones, comparando con otras estéticas, o describiendo la física y el cuerpo de sus objetos, de sus materiales, su textura y su anchura, dejando algún que otro sentimiento a modo de rastro, con migajas de pan duro, para no perderse en el camino. Ya que la reflexión sobre el erotismo y el amor puro, son la clave de vuelta del film, y conocemos todos los bucles metafóricos y las fosas metafísicas a las que conduce. Esa acumulación de materiales, como en un delta, explica, como el adjetivo, mucho mejor la belleza que cualquier apología del elogio. 

 Los cuatro escenarios que se manejan, grandes espacios estéticos en un blanco y negro azulados, en grises metálicos, son, por un lado, un pueblo Californiano, Tropico Spring, "el pueblo más rico del mundo", se dice. Por otro, un campamento de montaña que recuerda a las ciudades de sol y arena, sangre y madera, de cielos pintados de color marino, como los westerns de John Ford, Huston o Tourneur. Sólo que trasladados a tiernas y húmedas montañas, un lago adormecido y cristalino, un lago central, de quieta paz, que da relieve y amplitud al campamento, donde todo movimiento parece realizarse con el tiempo de las nubes, la dulzura del algodón, y la sencillez de las pompas de jabón. Un ambiente que combina a la perfección la sobriedad de los trajes, las camisas blancas y las corbatas negras, con el escarpado espíritu que el campo refleja. En tercer lugar, una Sierra lisa y pelada que abraza el pueblo, cuyo pico más alto es Whitney, cuyas piedras son de la misma textura que los desiertos de sal al contacto con el sol, con faldas que recogen el trágico final de la cinta. Y finalmente, las carreteras de arena, alargadas como esqueletos de serpiente, rodeadas de llanuras de horizontes lejanos, difuminados, son el hilo conductor de la película. Las carreteras articulan las tramas, relacionan las cosas con las cosas, impregnan la imagen con un ritmo y una densidad musical. Tanto la Sierra, las montañas, el lago, los coches caracola, las carreteras en el desierto de palmeras y cactus, los carteles de madera  quebrada con nombres escritos en gruesos trazos de tinta negra, son personajes tan relevantes como los de carne y hueso. Su aparición y su modo de dilatarse en la narración son actos de moralización, y mecanismos de representación de formas de vida, maneras de estar y saberse en el mundo, tan intensos como los mismos diálogos donde se pretende construir moralmente a un hombre libre.  

  




La trama narrativa, se basa en el clásico triangulo amoroso, que sin el contexto de sus personajes empedrados y vegetativos, inertes, no tendría ningún sentido. Un triangulo formado por un hombre y dos mujeres, un magistral y singular Bogart (Roy Earle), una belleza lechosa, infantil y adolescente, cándida e inocente para los hombres, Joan Leslie (Velma), y una belleza joven, peligrosa y erótica, Ida Lupino (Marie), que ciega nuestros ojos con óxidos oscuros. Earle es un delincuente al que le han concedido un indulto en la cárcel de Mossmoor; y su prioridad parece ser volver a la vida atenta, al instante del brote virgen de la hierba y al imperecedero crecimiento sostenido de los árboles. Pero como todo hombre que guarda en el corazón esquirlas de fuego, pues fue por él consumido, no se resiste a la seducción de las lineas turbias del dinero que prometen una vida mejor y alimentan la esperanza de la felicidad. De camino al campamento Shaw, donde se encuentran las cabañas de madera, y un grupo de delincuentes, entre ellos la dulce y turbadora Marie, que le ayudarán a robar en un hotel de lujo del pequeño pueblo; se cruza con Velma, la nieta de un viejo granjero de Ohio que ha perdido sus tierras. Mujer que despertará en él un amor cuya lógica es el interés, frente al amor puro, la entrega desinteresada, que representa el mito del amor infantil, carente de la superficie fetichista y epidérmica de la sexualidad. Por esa seguridad y tranquilidad de la entrega amorosa desinteresada e inocente, aún sin la inscripción en la conciencia fósil de las heridas y rasguños de la realidad, Earle se subordina. Sin pretensión alguna de destripar el cuerpo narrativo, diremos, simplificando, que ese amor puro entra en conflicto con el amor erótico y turbador, igual de pasional, que representa Marie. Una mujer curtida en los destellos de la desgracia y los pozos del dolor; sufrimiento que parece la une con Earle. El film se basa en esa elección, en una decisión cuyo desenlace trágico, justicia poética o divina, nadie prevé. 

Bogart, eje central de la película, en sí mismo representa la contradicción interna de todo hombre de poso melancólico, el conflicto agónico entre la apatía estoica del vaquero de los westerns de Tourneur ( Great Day in the Morning 1956 o Canyon Passage 1946) y el erotismo y la pasión arrolladora de los detectives o asesinos del cine negro y su apuesta por el riesgo: el apéndice femenino, las damas negras, las femme fatale. Metáfora que despierta el interés como categoría mediatizada en la proximidad entre goce y perdición. La modernidad de la película, se respira aire fresco y mentolado, el tratamiento de la acción que adelanta las persecuciones de coches por carretera, el peinado de Bogart, rapada la cabeza por los costados, y el dominio de las armas o el simple modo de sostenerlas y acariciarlas como si fueran las piernas de una mujer, lo hacen compatible con un personaje de Tarantino. Todo eso, es la gota de agua donde se refleja la modernidad de la película al supeditar una belleza estética a un reconocimiento ético. Hasta el último de estos detalles está cuidado en la cinta, que como digo, es una síntesis de cine negro y western aderezado por pequeñas dosis de exotismo casi tropical: las cabañas en la montaña, las palmeras, los cactus, el tamaño y el blanco de las calles y las casas de Tropico Springs, sus hoteles de lujo y el carácter jovial, festivo y vacacional propio de estos lugares. Una técnica que también usa John Huston ese mismo año en el Halcón Maltés (1941), con los guiños orientales y los objetos misteriosos de oro. 

Los escasos símbolos que aparecen en la cinta, un perro entre ellos, son índices escatológicos que determinan el carácter y el destino de Bogart. Revelados de manera muy sutil desde el principio, sólo que el espectador no logra alcanzar la importancia de ello hasta que se toman las decisiones, hasta que el devenir estético de los acontecimientos, poso indeleble del tiempo como del vino, arrastra a los personajes, las cosas, y al espectador, hasta una elección a punto de caramelo, y una sublimación amorosa; conformando un engranaje preciso de sentido. La belleza de esta película sólo podría explicarse con precisión si conociéramos, yo los desconozco, los detalles más simples que rodean el contexto del arte: cómo se rodó la película, qué pasaba concretamente en ese tiempo en EE.UU, ha qué hora y en qué estado llegaba Bogart al set de rodaje, de que color eran las prendas íntimas de Lupino, cuál era la relación entre los protagonistas, con el director, con el gordo de iluminación, con el inestable guionista, cuáles sus manías y caprichos, qué bebían y dónde cenaban, etc. Todo ello nos acercaría mucho más a la temperatura erótica y a la textura estilística de este inolvidable film.