domingo, 14 de febrero de 2016

Notas (terribles) para San Valentín.



Hoy es San Valentín, el día de los afanosos y voluminosos enamorados; esos animalitos esféricos que sienten como única y singular su incierta y necesaria causa; adherida como una gruesa capa de escamas, pegajosa y traslúcida, a sus vidas. Además, creen que por ella no sólo deben morir y sacrificarse ellos, y su doble erótico, sino también, todos los demás. Un día que para los hombres como yo, acostumbrados a vivir en la garganta de la memoria ajena, y a dormir entre los muertos y las grises tumbas de la historia, cuando no de la ficción, impertérrita imaginación, no nos suscita más que que añeja melancolía por aquello perdido nunca poseído y, en ocasiones, hastío hacia el presente que nos obliga a vivir en la apelmazada inmediatez de la estupidez humana. Primero se criticó los mitologemas que envolvían, lo que se decía, era un día industrializado y fabricado para la mercantilización y el consumo, como las Navidades. Sin atender, a ese sutil matiz que pasa inadvertido a los paladares toscos y cerriles: en el capitalismo, un sistema frío como el hielo y seco como el vidrio tallado, siempre, cada uno de nuestros azarosos días, es un producto comercial y un "esquema de emplazamiento" (Heidegger); incluso sus gobiernos, sus Estados y sus ciudadanos se mueven según su, como dice Zizek, danza teológica de las mercancías o danza especulativa "solipsista" del capital; de donde surgen los antagonismos de la "vida real", y no viceversa. Ciudadanos que viven encantados con él cuando sus bolsillos suenan como panderetas en verbena, pero que rebuznan como asnos cuando la incertidumbre golpea, con su fétido y cálido aliento, sobre sus abiertas nucas. Luego, superado el mercadeo, vinieron, y siguen ahí, las violetas e irredentas feministas de la socialdemocracia (algo de mercadillo también tienen estas dulces señoras). Sí, aquellas que viven de politizar el desorden y el fracaso de lo doméstico y lo privado, y de contabilizar las víctimas de su hermandad (como si fueran una clase social o un sujeto político. He oído, pobre de mí, de todo en estos tiempos...). Estas señoras, digo, nos descubrieron que todo es una falsa guirnalda masculina para imponer nuestro dominio tiránico, nuestra fuerza y nuestra virilidad (¡la mía también!) sobre "las víctimas" femeninas oprimidas. En esa falsa danza de sexos, oímos cosas tan exóticas como las que registra Arcadi en su blog (El Mundo por dentro): 
<< El gobierno de los fracasados 
Un lector me escribe la siguiente nota:
"La Directora General del Instituto Valenciano de las Mujeres y por la Igualdad de Género, Anaïs Menguzzato, ha denunciado a través de Twitter la celebración del día de San Valentín.
Copio, literalmente, el tuit,
'Mañana es San Valentín. Ese bendito amor romántico bajo el q se camuflan el machismo y la violencia de género. No lo celebres, denúncialo'.
Mi lector parece indignado. No debería. Siglos de buscar una explicación del amor y Menguzzato la ha encontrado. No es motivo de cólera, sino de celebración. Y amparada en lo fáctico: ¿qué son acaso las flechas del amor y el corazón sangrante sino pruebas de esa violencia cenital?
Al margen de cualquier sarcasmo Menguzzato acierta a exponer un cierto pensamiento fracasado: del amor, como de la vida, solo existe su desdicha. ¿San Valentín? ¡Querrá usted decir la matanza de San Valentín! Es un serio problema que el gobierno de los países esté en manos de fracasados. De gente que acude a la política para extender colectivamente su desolación privada. >>
Mientras las puerilidades festivas, socialdemócratas, siguen campando por los océanos mediáticos, analógicos y digitales, la entraña del "amor" (en nuestra sociedad) permanece oculta bajo esa retórica vaga y confusa, "inofensiva" y "pacífica" del amor puro. En eso, Ortega nos da la clave, invisible para las señoras y para él, de lo que se pone en juego cuando se trata el amor como un asunto teológico, como paradógicmanete (y patológicamente) parece que lo hace nuestra sociedad administrada. Una cita en los levíticos Estudios sobre el amor (1941) de Ortega, bastará para desmontar la falsedad del amor que defienden los "críticos" de la frivolidad en San Valentín (si es que ambos amores no son el mismo, sólo discernibles por la hipocresía):
"Te amo con un amor inalterable mientras tantos amores humanos no son más que espejismos. Te consagro un amor puro y sin mácula: en mis entrañas está visiblemente gravado y escrito tu cariño. Si en mi espíritu hubiese otra cosa que tú, la arrancaría y desgarraría con mis propias manos. No quiero de ti otra cosa que amor; fuera de él no pido nada. Si lo consigo, la Tierra entera y la Humanidad serán para mí como motas de polvo, y los habitantes del país, insectos."             
Fragmento "poético" del libro "El collar de la paloma" de Ibn Hazan (¡no sé quien coño es este tío!) 
Si el amor es hacia Dios como hacia el hombre, todo está permitido, incluso su estúpida e infantil celebración, y su juego macabro de asesinato y suicidio, con su ramificación en la hipócrita contabilidad de cadáveres sellados y notificados con culpabilidad general. Búsquese si no, otro entretenimiento teológico en el juego socialdemócrata. Yo, ya los tengo; abajo...
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