miércoles, 31 de julio de 2019

Custodia

Leo en lo de Abreu: 
" (...) ayer pasamos la tarde con mis queridos Marlene y Jorge y comimos y bebimos como reyes y hoy aquí tumbado al recordarlo sonrío por primera vez y entonces bajo y Martica se ha tumbado en el sofá y ha puesto a Mozart y hay una gran luz cuando la beso."

Esa maravillosa simplicidad de la vida, que llevo yo también estos días, es fácil de definir pero difícil de conseguir:

<< Origen de la palabra. La palabra amigo (del latin “amicus”) podría derivar del verbo “amore” (amar) o bien de “animi” (alma) y “custos” (custodia); en este caso, significaría “el guarda alma”. Pero hay quien dice que proviene del griego “a” (sin) y “ego” (yo) y que equivaldría a “sin yo”, es decir, “sin ego”. >>

 

lunes, 15 de julio de 2019

Cosas

Esto son cosas, tampoco le den mucha importancia a la prosa desordenada de las cosas...

A altísimas horas de la madruga, o ya la primera hora azulada y clara de la mañana, llego a casa. Una estupenda cena con amigos, pizzas italianas caseras, buen vino, cosas ricas y sabrosas, y una terracita agradabilísima llena de hermosas plantas donde respirar hondamente y vivir libre, por un tiempo. Llego de la cena, y también, luego, de la playa, siempre la playa. Negras y serenas olas, arena iluminada con luz eléctrica, amarilla, desierto todo, unos pescadores en la oscuridad, las extrañas máquinas que limpian y depuran la arena tragándosela, y el viento de las rocas. Imagino que debe haber también algún animal con tamaño nivel de delicadeza que limpie lentamente la arena con el pico o sus alas, o sus patas, donde reposan, comen y crecen sus crías. Vemos escenarios lynchianos por todas partes, desde el primer momento que subimos al coche y miramos la luna: la ciudad vacía e iluminada donde imaginamos mujeres desnudas en camisón y pechos grandes andando solas y desorientadas, descansando y fumando en las esquinas o tumbadas para que los coches y los sueños pasen por encima. Siempre, la playa. Y ya en casa enciendo el ordenador, muerto de sueño. A ver que ha pasado (en detalle) con la final de Wimbledon y que ha escrito Espada, que por la tarde no lo leí. Y bien, lo que también salió en la cena: el nacionalismo, su absurdo. En una nota de su blog Sin parar, siempre Arcadi escribe:

<< Uno escribe. Lo que piensa y no escribe. Y lo que piensa a partir de lo que ha escrito, dándole vueltas luego.
Esta cosa curiosa que se dice de que una parte del territorio quiera independizarse. Y que nunca se diga lo exacto y lo problemático: una parte de sus habitantes quiere independizarse.
El complejo asunto de la xenofobia invisible, también. Qué dirían sobre la autodeterminación, y sobre su justicia, si una parte de un territorio habitada casi al completo por blancos quisiera independizarse del conjunto habitado casi al completo por negros? ¿Sí, sostendrían con tanta presuntuosa euforia democrática el derecho? >>

Y uno ya se puede ir a dormir tranquilo.

domingo, 14 de julio de 2019

Animal encerrado

Voy en coche por la carretera de la Rabassada, el calor húmedo y el ardiente asfalto crean un vapor translúcido, algo sucio, aunque hay verdor a los lados, bonitos y diáfanos árboles, como mi alma, como cualquier otra alma, en dos, sucia y verde, si es que fuéramos algo más que uno, cuerpo en carne degradable.

El mirador de Vallvidrera está lleno de latas de refrescos azucarados y cervezas que cubren por entero los bordes ahuecados de la parcela arenosa, ahí hay barro y clínex usados. La valla de madera está limpia, por eso. 

Mar y cielo, el horizonte, el límite, quizá frontera, es lo que se ve por encima de la madera del mirador, es lo único sublime, la única trascendencia, que me permito.

Llevo un libro nuevo, está sobre mi regazo. La belleza del marido, un ensayo narrativo en 29 tangos, de Anne Carson. Lo voy hojeando. Delicadeza, sensualidad, sensaciones e imágenes imborrables; su prosa sintética y estilizada es el destilado de la inteligencia de los clásicos. La escritura no pesa, ligera, ingrávida.   

Me adormezco en las curvas.

Foucault hablaba de la invención de la Libertad. Este trayecto en coche es la invención, o reinvención, de la Vida, tampoco pesa, ligera, ingrávida.     

Veo el sol como un punto blanco brillante en un extremo de la ventanilla, la luz azul de julio entra caliente por la pequeña abertura: mis piernas musculadas, los pelos ligeramente rubios, la piel morena, son hermosas. Sostienen el libro. Mi rostro vacío reflejado en el retrovisor, recordando sus ojos negros, y me convierto en un extraño.  

Miro hacia arriba, los cielos que pasan.

Paramos el coche. Olores del bosque, la goma de las ruedas, el humo denso de la gasolina flotando en el aire en el aparcamiento de tierra de los muchos que hay, solitarios, en esta carretera, la basura, junto al pino, a reventar de mierda, y el alquitrán mojado, un pala y un rastrillo en el suelo. El tiempo de la máquina es el tiempo exacto de esta vida.

Arranca. Soy feliz en ese movimiento, sin finalidad. El placer de perderse es inmenso.   

Voy anotando cosas con un Bic rojo en un libretita rosa, diminuta, con espirales. Pero todas se perderán. Se lee: "No se puede, ni lo pueden, todo. Nada, ni nadie, ni yo mismo, ni siquiera el poder, tiene total acceso a mí, a mi último reducto de intimidad, al último espacio de mí mismo. "  Escribo contra la fuerte impresión causada por las lecturas foucaultnianas de estas últimas semanas. En defensa de mi absoluto hermetismo, de mi incierta vanidad.   

Entre los garabatos escribo:"No creo en eso que dicen de la interioridad (marchita) de los hombres que han sufrido, ni en su resultado: un animal herido. Yo sólo tengo, y sospecho que todos igual, un animal encerrado." Soy un animal encerrado. Y solo conozco, es lo único que busco, el animal encerrado de los otros.

Llego a casa. Almejas a la marinera y bacalao con tomate, delicioso. Hay una mosca en el vaso.

lunes, 8 de julio de 2019

laisladecirce escribe sobre Hanyo

 

laisladecirce también escribe sobre Hanyo; mucho mejor que yo, por cierto. Aunque en la, o desde la, grotesca escena final les diría que se dejen llevar; que sí, que la piensen desde la estupefacción que produce, desde el terror inscrito en el rostro femenino; pero que también se rían, a carcajadas, del hombre, del director calcinado, y de la película entera. No se puede olvidar que hay algo de la creación de un payaso. Ríanse como Hannah Arendt se reía a carcajadas, incluso me reiría en el minuto cierto antes de la muerte, de Eichmann y de Hitler.   

Escribe laisladecirce:
 
<<No podemos pensar críticamente el ámbito doméstico sin la figura de "la criada". Ligada etimológicamente a la crianza, esta figura socialmente despreciada, es clave para sostener una estructura clasista de los cuidados. Por eso, este mes comentaré películas y cuestiones sobre "criadas", empezando por Hanyo de Kim Ki-Young.
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Hanyo es una película surcoreana de 1960, aleccionadora y construida en clave masculina, expresamente dirigida a los hombres. El protagonista es un hombre íntegro, sin dobleces, moralmente exquisito, guapísimo y fiel: un alma cándida que resiste como puede a la seducción femenina. En cambio, todas las mujeres que aparecen en el film se nos muestran como unas locas, acosadoras y malvadas. La paradoja está en que el profesor, modelo de virtud y rectitud, acaba sucumbiendo al dominio femenino: por un lado, a la avaricia material de su mujer y, por el otro, a las ansias sexuales de sus estudiantes y su criada, llegando incluso a ser violado por una adolescente. La mujer en Hanyo representa la perdición del hombre.
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Toda la película se convierte en una fantasía (y pesadilla) masculina: el hombre es el centro de atracción del deseo femenino, mientras las mujeres son unas histéricas que compiten entre ellas. Desaparece la mujer-objeto del mito del amor, para dar lugar al hombre-objeto destinado a su destrucción en manos de la mujer.
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Hanyo es una película absolutamente exagerada e incorrecta, pero desde la actualidad podemos darle la vuelta. Lo que antes fue una película propagandística, se convierte hoy en una denuncia: hombres de doble moral, criadas violadas y obligadas a abortar, estudiantes que se suicidan por amor, mujeres que deben convivir con las amantes de sus maridos, niños y niñas que maltratan a las criadas...
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Yo no sé si los hombres que en 1960 vieron Hanyo rieron o se incomodaron con la escena final. Y, hoy, ¿cuántos se la tomarán en serio? A mí me generó estupefacción. Y lo que recuerdo con más nitidez de esa última escena es la mirada de miedo de la criada y la protección de la esposa, que dice: "los hombres sois unos bestias... tener a una chica joven en casa es como ofrecerle carne a un tigre.” >>

jueves, 4 de julio de 2019

Tentaciones y Tentativas

Leo, estos días de un calor terrible y vital, a Paul B. Preciado, a Santiago López Petit. Y el gesto político y reflexivo que proponen cada cual con su tentativa filosófica es altamente sugestivo; aunque en ambos hay una tentación foucaultniana. Puedo mostrarlo en una pequeña cartografía esquemática escrita por Petit en su extraordinario libro Amar y pensar, que señala un desplazamiento del pensamiento a un lugar donde se nos permita no sólo el discurso crítico y sensatamente radical, sino que esboce o ensaye un camino para prácticas subversivas; que rompan la norma y la normatividad represiva. Entiendo el pensar como una forma de respiración: la creación de espacios donde poder respirar, que entre aire fresco, donde imaginar otros mundos, otras formas de reconocerse, otras relaciones, otros cuerpos, otras vidas, otras muertes. Preciado me gusta mucho más cuando dice: nuevas tecnologías espirituales
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Aquí un esquema crítico que encontramos en las primeras páginas del libro Amar y pensar:

No existe el Poder. Existen las relaciones de poder.

No existe la Libertad. Existen los procesos de liberación 

(Preciado lo dice también de una forma muy bella y crítica: No existe la Libertad. A mí lo que me interesa es la Invención de la Libertad)

No existe la Vida. Existe el querer vivir.

No existe el Amor. Existe...

No existe el Pensamiento. Existe...

Y yo añadiría otras, jugando con el cuchillo en el aire:

No existe la Verdad. Existen las tecnologías de producción de la Verdad. (dice Paul B. Preciado)

No existe la Realidad. Existe...

No existe el Tiempo. Existe...

No existe Muerte. Existe...

Ayúdenme a llenar estos vacíos.


martes, 2 de julio de 2019

Aquí yacen dragones

Escribo esto en una red social:
 
"Los que tenemos tetas, y jovencitas, hace tiempo que lo practicamos: el autoincesto de Abreu. Además con el gusto redoblado de acariciar una capa de pelo rizadito, también evolutivo, que recuerda al placer originario: el primer placer, en un bosquecillo negro encantador." 

No es usual que participe en la red enviando mensajes; pero cuando lo hago, y más allá de colgar  el link de este infortunado cuaderno, sí es habitual que juegue con pequeñas historias de frivolidad, como podrían ser mis citadas tetas, con pelo, masculinas, también tocadas, gustosas y blanditas. Anecdótico, banal, sí, pero con una tremenda carga simbólica y erotizante: asumiendo el binomio atracción-rechazo habitual. Y escribirlo así, libre, de joven, supone un pequeño peligro de incomprensión y burla. Difícilmente la gente de mi generación acepta la despreocupación por el cuerpo, el descuido de sus formas y encantos oficiales, el enigma que encierra incluso en su inscripción normalizadora, y la perturbadora experiencia del desconocimiento y la incertidumbre: no sabemos lo que puede un cuerpo, lo que es, lo que resiste, lo irresistible, lo que lo tiembla y dobla, lo que oculta o encierra, ni sus extremos gozos ni sus terribles dolores, morales y físico. Llegar a verse en esa ignorancia es inusual y conduce directamente a la reflexión, a la filosofía algo subversiva. Nuestro propio cuerpo es un mapa antiguo aún demarcado por los eternos límites de lo desconocido. Aquí yacen dragones. Y nadie sabe lo que es, ni hace, ni puede, ni habita, un dragón. O cuando aparece, y desaparece. Ni el color de sus ojos, rojos, amarillos... ni la oscuridad y el fuego de su caverna. Viven rodeados por el mito, la leyenda y el aroma del miedo. Fundamentalmente el misterio. Siempre me ha resultado complicado ver como los otros chicos en el gimnasio del colegio, el instituto o el club de tenis, desconocían el misterio del cuerpo. Controlaban a la perfección sus cuerpos, sus movimientos y reacciones; y me parecía todo eso realmente deficiente y negligente; poco deseable, previsible, ya hecho, evidente, y falso. Lo poseían, lo manejaban, lo conocían, lo daban por sabido y hecho, se identificaban con él, o se integraban en la constelación de otros cuerpos y las palabras que los nombran, definen, clasifican y elevan: adoración y admiración tribal. Ostentación, exhibición y exposición de sus potencias y habilidades. Inclinados siempre a la demostración de fuerza y resistencia, deseo y sexualidad. ¡Victoria!, derrota, en fin, sometidos a la ilusión o espejismo de los vencedores y vencidos. En eso, yo, como tantos, hemos sido discretos, tampoco marginales ni exactamente tímidos, más bien realistas, precavidos. Eso, discretos. Centrándome, ¿o debería decir centrándonos?, más bien en la expresión, la máxima expresión que logra un cuerpo para vincularse con otros, sean distintos, iguales, diversos, en lo que estructuralistas, postestructuralistas, feministas, transfeministas, llaman el sistema heteropatriarcal, heteronormativo, sistema monógamo o amor romántico. La estrategia expresiva, antes que ostentosa, es eróticamente costosa, difícil. Sólo se consigue proximidad, acercamiento, una presencia, disposición; huella, inolvidable, creo, en lo personal y emocional, afectación infinita, ternura. Y eso, si el cuerpo no es previamente excluido, marginado, estigmatizado, rechazado, o directamente desexualizado. Y no pienso sólo en los cuerpos expulsados por la noma y la normalización, que son los que sufren cruelmente e impunemente la violencia, acoso, y muerte, sea asesinato o suicidio, (sea por dispositivos de poder social e institucional, tecnologías de subjetividad etc) sino aquellos que viven la exclusión, simbólica e ideológica, precisamente dentro de ella, dentro de la norma, en su aceptación, en su aparente asimilación e integración. Los excluidos normalizados. Un nuevo significado del "aquí yacen dragones". Mi cuerpo, muchos cuerpos, donde habitan y moran algunos dragones pequeños, inferiores, pero terribles, también vivimos, pensamos, y resistimos la norma; la normalización de los cuerpos, sus usos, relaciones, maneras y goces (represivos).   

Decido parar aquí de escribir todo esto, va demasiado lejos, ya empiezo a escribir con un discurso y un lenguaje prestado, potentísimo, pero prestado. Leí la excitante masturbación de un hombre viejo, hermoso, diarista, exiliado; hombre que vi en persona, evidenciando el atractivo y exceso de su personalidad y opiniones. Me gustó. Leo ocasionalmente sus tocamientos a lo largo de sus entradas en su blog Emanaciones, y también veo, hago, recuerdo las mías, de gordo antes, peludo ahora, y quería vincularme desde otra experiencia, otro mundo, otra juventud, al cambio del cuerpo, a un cuerpo no canonizado por la belleza establecida, sus desproporciones, desde la desproporción, por qué no?

Escribo muy de mañana, he pasado la noche leyendo a Paul B. Preciado, Un apartamento en Urano, Crónicas del cruce, y su deslumbrante deconstrucción de las identidades sexuales y políticas, y la cosa sigue, obsesionante, sugerente y radical hasta el hartazgo, pegado como la carne a la luz eléctrica, no puedo dejar de leerlo, quemarme. Paro de escribir para seguir leyendo.