miércoles, 29 de julio de 2015

Terciopelo Azul (1986)





Lumberton-  Oreja cortada; en su presencia abre la puerta al misterio y a la trama narrativa; y en su ausencia, cierra el bucle de contenido y comprensión. Verjas de madera con tablones apaisados que dan paso a rosas rojas y tulipanes amarillos al modo de Johan Straus: se oyen por todas partes "voces de primavera"; vaginas dentadas depredadoras para Zizek; todo un escándalo de la sobreinterpretación. Orejas y tulipanes, rosas y mangueras, son sólo elementos simbólicos del misterio fetichista de lo real, inaprehensión e insaciabilidad del desierto de lo real, pura contingencia y perversión; antagonismo de la necesidad y redención en  Hitchcock. La voz en off  habla, tranquiliza e inquieta a la vez, produce un extraño estremecimiento cálido; nada frío como la desesperación, más próxima al gélido vacío y a la intolerable soledad. De textura cárnica y vehemente musicalidad, la voz radial acompaña como un cuerpo temperado por el sol -sin cuidar ni atender-, al espectador en su impersonal neutralidad. No juega más que a un perverso eco narrativo de la conciencia íntima, que confunde el sueño con lo real. Repite sin cesar que el sueño es más crudo y brutal que la propia realidad; y ésta, más espectral que el sueño mismo; como un objeto autónomo no reflexivo, que indecorosamente se desprende del todo fílmico, pero que desde afuera -¿hay un afuera?- lo reafirma. Decir ciudad y avenida de la libido, no sería decir demasiado para una construcción binaria entre realidad y placer; una sórdida conjunción entre la densidad calurosa de la ascética realidad y la fantasía ensoñada como oscura pesadilla: unión sintética y simple del mal inmediato. Que paradójicamente, subyace y bombea el continuo flexible y espontáneo de Lumberton; nada más y nada menos. 

Frank y Jeffrey-  Antagonismos pintados de subjetividad masculina. Franck, mundo de las sombras y la oscuridad, aferrado al sufrimiento, al dolor, a la impotencia y la insatisfacción del objeto sexual; siempre excesivo y obsceno, usa la violencia a consecuencia la desublimación represiva en el mundo de la luz. Mundo cotidiano y de lo semejante, donde lo igual y lo idéntico, no sufren ninguna perturbación que altere el carácter monótono de la lechosa gente, ni el mecánico zumbido de los insectos voladores. Oposición maniquea, y por ello, falsa. Jeffrey, no pertenece a ninguno de esos dos mundo en exclusiva, sino que se adapta y adecua a ambos según convenga y disponga la obsesiva búsqueda del deseo; voluntad de querer: desear el deseo del otro (de lo otro); que de vacío y hueco, se vuelve el peor fetiche. Apasionado, erótico y satisfecho, se muestra tímido ante el extrañamiento del mundo, ante el misterio perturbador de la (des)subjetividad femenina. Nada de un asombro aristotélico, mera curiosidad transfigurada en vértigo que dobla la tenacidad de la frontera entre ambos mundos: la oscuridad que Frank sonajea, y el amor o unión con el que Jeffrey se insinúa y coquetea, hasta su derrota.   

 Sandy y Dorothy- Principio de realidad y principio de placer. Ley simbólica de la realidad social y fantasía del goce y el dolor en la sexualidad. Pulsión de vida (amor) y pulsión de muerte. La sumisión maternal a la primera, es el correlato inverso de la violencia escatológica y la sumisión a la perversidad de la segunda. Dos figuras nítidamente freudianas, perfectamente esculpidas para el retorno a la ingenuidad de los clichés con profundidad metafísica. No hay nada más decorativo que lo metafísico. Ambas figuras giran entorno a Jeffrey y su papel fronterizo, su condición de límite entre las dos subjetividades femeninas de los dos mundos. Sandy, la chica que vive en la edad de la inocencia, tiene un sueño que no es mera anécdota, "El mundo estaba oscuro y confuso, pero de pronto llegaron miles de petirrojos. Los petirrojos son los  embajadores del amor". Es la explicación de Eros, el amor como unión sin contrapartidas, sin reversos sombríos, algo así como una redención que Lynch, con espíritu teológico, y no sin ironía y sarcasmo, expone al final de la película. Aceptando lo absurdo y ridículo como normalidad; al estilo Kafka. Dorothy por el contrario, es el objeto masoquista externo de Frank y Jeffrey, desprendido de la propia subjetividad obscena masculina; el objeto sirve a modo sacrificial como medio de realización del principio destructivo de placer -indiscernible del principio de muerte-, constitutivo del mundo fantasmático de las sombras.  

La caverna erótica de Platón- El mito, siempre circular, es el relato de una fundación, por lo tanto, no pretenden especificar o determinar un concepto, sino la autenticidad de la idea. Las sombras de la caverna son el reflejo en imágenes, en copias y simulacros de un original, un modelo o icono, que guardan, cual baúl antiguo, las esencias; situadas en un mundo exterior verdadero y luminoso. La caverna conduce a distinguir entre  identidad y diferencia: esencia y apariencia, inteligible y sensible, idea e imagen, original y copia, modelo y simulacro. El mundo fuera de las sombras y cadenas de la caverna, el mundo situado por encima, en esa estricta verticalidad entre luz y sombra, es el mundo de "lo Mismo", "lo idéntico", donde habitan las formas de saber verdaderas. Iconos que el platonismo pretende hacer triunfar e imponer como lo único, frente a las copias falsas; encerrando en lo más hondo de la caverna las opiniones y lo semejante pero no igual. Deleuze, sostiene que estas distinciones y esta dualidad se desplazan en dos tipos de imágenes-ídolos, que son las copias-icono y el simulacro-fantasma. Las primeras son imágenes bien fundadas, dotadas de semejanza; la copia se parece a la idea. Mientras que el simulacro pretende a la idea como insinuación subversiva, como agresión e imagen hostil -"contra el padre"-, recurre a la desemejanza y la diversidad; en lugar de una copia es una imitación mal fundada. La inversión del platonismo interpretado por Deleuze, consiste en mostrar estos simulacros (fantasmas) y afirmarlos entre los iconos y las ideas; introducir la subversión (diferencia) del simulacro en un mundo pétreo de jerarquías, anchuras, verticalidades, objetividades y verdades eternas. Sólo hay horizontalidad y simultaneidad de acontecimientos simulados: modelos de lo otro -copias: modelos de lo mismo-; conviertiéndolo todo en simulacros. Suprimiendo la filosofía de la representación que permite distinguir entre lo  idéntico verdadero, y lo diferente falso. El  platonismo, "sólo lo que se parece difiere", piensa la diferencia a partir de una similitud o identidad "previas": el mundo de las representaciones, los iconos y las copias. Mientras que la inversión del platonismo, "sólo las diferencias se parecen", piensa la similitud y la identidad como producto de una disparidad de fondo. La semejanza solo puede ser pensada como producto de la diferencia; el simulacro que introduce la subversión como diferencia y no como identidad. Dicho esto, si sólo tomamos el ámbito erótico de la caverna invertida, los simulacros eróticos, y negamos la potencia dialéctica y la potencia mítica (filosofías de la representación), estaremos hablando del cine posmoderno de David Lynch.  La ley simbólica que mantiene las apariencias cotidianas y la higiene hiperrealista de Lumberton, necesita su suplemento obsceno y excesivo de lo sexual; se apoya en él y por eso mismo lo genera. La prohibición que impone la realidad frente a la fantasía, no censura, sino que codifica y articula el propio sueño o deseo: lo que no puede ser dicho. Prohibición que permite que se diga, igual que el tabú sexual en la narrativa lyncheana, es el que permite la total sexualización omnipotente y omnipresente; que a su vez justifica y reafirma el tabú: transgresión inherente; en que la subversión fundamenta su propia prohibición y viceversa. Sólo la perversión con Dorothy permite a Jeffrey enamorarse de Sandy; sólo el placer y el dolor le permiten reafirmar el amor, que en tanto que simulacro, no se basta a si mismo. Sueño (deseo) y realidad (alienación) en Lynch, son dos simulacros, no representación de icono y copia. Los dos mundos se encuentran horizontalmente, no verticalmente.  
















sábado, 18 de julio de 2015

Pozoladas






Aquellos como Raúl del Pozo, de cuidado estilo, que recurren al uso de convertir la tecnocracia en ideología, como metáfora política, recurren a ejercicios circenses; estéticos y atractivos, pero inciertos, o cuanto menos, imprecisos si seguimos un rigor analítico. Pues la intención de jugar deportivamente a la lucha de ideas o al choque (tensión) de ideologías en un espacio materialmente concreto, definido y finito, por lo dado: la propia ausencia de negación. Es un juego vivificante, tonificante, enaltecedor y podríamos decir que clásico, en lo que tiene de brujería al conjurar fuerzas dormidas en el silencio de viejas y pétreas categorías políticas. Al despertar ideologías retiradas que se ven hoy adulteras o rejuvenecidas al estilo vintage. Pero nada exacto en cuanto a la realidad material se refiere; pues es más una cuestión de hegemonía (Gramsci; determinación material) que de juego (Schiller; impulso formal). Como dije en las notas libres, sólo en una "crisis", cuando lo viejo ya no sirve y ya no es, y lo nuevo aún no esta, es posible hablar de oposición ideológica o filosófica incluso, con toda su entidad y sustancialidad; con todas sus consecuencias. Mientras no se de ese momento, que raramente pude darse en un capitalismo sin oposición (miedo al rojo; es más factible que miedo al medievo), que todavía no se ha dado y dudo que pueda darse; no podemos hablar más que de tecnócratas. Con más o menos similitudes en el campo de la educación sentimental, pero que en ningún caso sus supuestos teóricos o principios programáticos suponen una alternativa viable, una subversión real (peligrosa para la bestia) o una condición de emancipación a la teología del dinero. Los jugadores ante el supuesto juego ideológico, salen al campo con las mismas técnicas y estrategias que su rival, con distinto equipo, pero mismo campo, mismas normas y mismo árbitro. Salen al campo para ganar un mismo premio. Podemitas y syrizos no son paganos o ateos en el templo del Capital-Estado (UE), comparten su misma fe, miedos y sacrificios, incluso su libertad, material, la proporcionan las mismas condiciones de Gracia; y su prestigio, el mismo proceso de canonización. El precio para dejarlo es demasiado caro; veamos a los griegos en sus sesiones de confesión y redención públicas. 

Los debates políticos lejos de presentar batalla en las altas instancias de la contienda clásica por la libertad, esto es, el cuestionamiento de la sumisión, la obediencia y la explotación en régimen de esclavitud fuerte -como diría Spencer de aquellos que del fruto de su trabajo personal tienen que dar más a su amo de lo que les queda para sí mismos -; han sucumbido a la reiteración y afirmación de la miseria de las condiciones de vida. A las condiciones que reafirman al hombre, en el capitalismo, en su destino dialéctico (estéril ya): la existencia del proletariado como exigencia y ejecución de la sentencia que la propiedad privada decreta sobre si misma: sostenerse en pie, manteniendo con ello, su propia antítesis; el proletariado. De la misma manera, la existencia del trabajo asalariado es posible a cuenta del enriquecimiento ajeno (plusvalía) y la miseria propia; una dinámica que se asume y obedece voluntariamente. Marx en La Sagrada Familia dijo : " El proletariado, como tal proletariado, se ve obligado a superarse a sí mismo, superando con ello la antítesis que lo condiciona y le hace ser lo que es. He aquí el lado negativo de la antítesis: su inestabilidad intrínseca, la propiedad privada corroída y corrosiva. De los dos términos de esta antítesis, el propietario privado es, por lo tanto, el partido conservador; el proletariado, el partido destructivo. De aquel arranca la acción encaminada a mantener la antítesis: de este, la acción encaminada a destruirla". En el destino dialéctico entre la UE y Grecia, debería aparecer esta posibilidad de ruptura, la superación de la miseria que según la lógica marxista, conduce la dinámica interna de degradación y disolución de la propiedad privada y la consecuente eliminación del proletariado. Pero en este caso, vemos como las profecías marxistas no contemplaban la esterilidad de una supuesta dialéctica interna de la realidad, cuya contraposición entre la afirmación (positividad) y la negación (negatividad) de lo real, no pudiera mover las superaciones de las contradicciones ni desplegar los antagonismos en distintos planos de superposición. Pues lo único que cabe en la teología del dinero, es la afirmación constante de lo establecido: el realismo en sentido ideológico. La fuerza dialéctica, o la fuerza negativa, de existir, se encuentra apagada y fosilizada en una teología que no permite lo subversivo (la negatividad de la dialéctica propiamente), sólo los ficticios adentros y afueras; interiores y exteriores de la deidad y sus dominios. 

Nos encontramos en la paradoja de la reducción del discurso político a las condiciones de existencia (de vida o materiales); y a su vez, a la imposibilidad de recurrir a su dinámica dialéctica; bajo el yugo de una vacuidad y exigüidad de burdo y crudo materialismo teológico. Que hace de sus objetos teológicos, precisamente aquello que Marx y Engels en La Sagrada familia venían denunciando como un proceso especulativo y abstracto de transfiguración o inversión de lo terrenal por lo celestial; en que se construye a priori un origen y fin (una teología hegemónica política), bajo un régimen de necesidad establecido por adelantado, anterior a un desarrollo real que se desenvuelve en el mundo sensible y entre individuos reales. Haciendo que lo establecido como hegemónico (lo real), no exprese la verdadera realidad. Sino que una fracción o parcela privada de lo terrenal, ha conseguido configurarse como sujeto teológico, como divinidad, ocupando así la totalidad del espacio celestial: la teoría pura, el paradigma. Convirtiéndose, en la terrena correlación de fuerzas, como la hegemonía político-económica; sin antagonismos o contradicciones. El materialismo teológico o teología del dinero, por lo tanto, no hace más que formar fórmulas con las categorías de lo que existe, fórmulas vacías, que en la prolijidad productiva de su espíritu, "la nada", constituyen el todo social o real. Frente a los individuos concretos que producen cosas sensibles y vivas, pero que careciendo de ese don teológico, no son nada. Sin función operativa en la nueva teología económica; sin voz, ni rostro, ni entidad. Acertando Raúl Del Pozo, en lo que bien decía de la posdemocracia (teológica): "Lo incierto ni asusta ni disuade. La política actual terminó por abrirles las puertas de Roma a los bárbaros, a los nuevos extraños de la antipolítica".  















jueves, 9 de julio de 2015

En la cuerda floja


                                                    


-La hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador
 y la seducción de los sectores aliados laterales
Errejón

Currículum.- Así empieza un enloquecido día de activismo y reflexión marxista para el no tan joven Errejón; el Milhouse de la política según mi amiga R. Limpia siempre de juicios embrutecidos por la academia; ya sabemos que esta sirve para razonar pero no para juzgar. Un día frenético en que si se pretende seguir en la tediosa práctica, los excéntricos principios, exclusivos también, de su teoría, el camino para su realización se nos presentaría tan oscuro como sombrío es el futuro de los syrizos en la teología del dinero. Pero claro, los posmo o podemitas no creen en la distinción entre teoría y práctica, para ellos todo se resuelve, como con los bebés para mamás prematuras (chicas entre 15 y 19 años), con papillas y potecitos prefabricados; algo así como, según ellos, una multiplicidad rizomática o una ontología del presente; en que se unifica y se reduce la pluralidad y jerarquización (genealógica) de los discursos a la horizontalidad en red del poder. En román paladín: una papilla espesa y ambigua entre teoría y práctica, como pretexto para no atender, manchándose, a las contradicciones y discontinuidades de los asuntos humanos, sean estos de eminente carácter empírico o de sencilla fragilidad espiritual. No sólo Errejón demuestra, en su grumosa vacuidad, la dificultad lingüística que entraña ser un prometedor profesor de (teoría) política en la "complu" - debería darle unas clases a Pablo Iglesias, el del "totalitarismo financiero", que confunde totalitarismo con simple explotación económica, autoridad con poder, dictadura con tiranía, o teología con política - , sino que demuestra su exigencia curricular, mera "titulitis", hacia sus candidatos y oponentes ( no así a su gente sencilla). Un alto nivel en tautologías políticas en el mejor de los casos, o simples tormentas de ininteligibilidad en el peor de ellos. La muestra de la exquisita formación de su personal, este new age académico de los podemitas, son dos colosos de los gobiernos populistas:  Zapata, el "creador cultural" de la comunidad de Madrí , que a sus 35 añazos sólo ha realizado tres "corto"-metrajes, alimentando su rolliza vanidad a base de subvenciones al estilo Almodóvar. Y Agueda Bañón (Miss Bragas), la activista "posporno", nombrada nueva jefa de comunicación ( y tiempo libre, supongo) del ayuntamiento de "Barna". Cuyo logro artístico es mear de pie, literalmente, en plena calle; de distintas ciudades. Un nombramiento de la Colau; quien la defendía con las argucias de los conservadores de panza y tirantes:  -"no la hemos contratado como artista, sino por su trayectoria profesional (?)". Lo mismo que dijo Rajoy de Morenés: -"no se le ha dado el cargo de ministro de defensa por sus empresas armamentísticas y balísticas, sino por su trabajo en el partido". Lo mismo sucede con el currículum del "noviazo" de la alcaldesa runrunera, ni siquiera es economista y dicen que su trayectoria es meteórica; en la PAH y el Barça... Lo mismo que el Botellato en la alcaldía de Madrí ¿Estos no son los mismos recursos de auto-conservación que aplican los crustáceos de la casta?  Juzguen ustedes mismos...

Teología del dinero.- La UE, o mejor dicho, la nueva catedral del capitalismo, ha decidido, valga la farsa de los syrizos, terminar por imponer unas condiciones de explotación económica inasumibles para una ya, demacrada y empobrecida, Grecia. La santa fe que profesan los del "euroclub" en el progreso ilimitado y la productividad infinita, en este caso no de la industria, antiguo paradigma, sino del mero dinero, es la misma fe que Weil criticaba (en sus Reflexiones...) del ortodoxo método marxista. Pues dicha fe ciega convertía el método en una "causa", un dogma y en un imperativo ideológico; sustituyendo la materia y sus determinaciones las funciones fetiche que cumplía el espíritu en el sistema hegeliano: un proceso de autoconocimiento y autorealización hacia lo absoluto y la totalidad. Un proyecto fallido de la modernidad que repiten hoy los troikos con el dinero. Que como es sabido, es tiempo - Money is time -; tiempo vacío y por lo tanto computable, tiempo siempre futuro: en movimiento constante. Un tiempo hipotecado en créditos que los syrizos deben devolver religiosamente con intereses: plusvalías de un futuro administrado y dosificado en términos económicos, sometido a las arbitrarias leyes del mercado y el consumo; si no quieren perderlo en su totalidad. Un circulo vicioso en el que a cambio de un futuro: un tiempo que es dinero; se hipoteca el mismo futuro, algo así como "dinero compra dinero", intercambio de vacíos, movimiento perpetuo de la nada, que es la vida de la indivisible unidad entre Estado y Capital, como dice Agustín García Calvo. El dinero como valor nítidamente metafísico, es mera voluntad, es nada, y por eso mismo lo es todo. La soberanía, la democracia, el pueblo, el Estado y todo lo que uno pueda imaginarse de lo político, sólo es posible con dinero, si alguien lo paga. De ahí que debamos analizar la situación de los syrizos en términos puramente religiosos. La voz del Dios Capital resuena en las cámaras de la UE  - que son de su propiedad, pues las ha pagado (comprado)- exigiendo horas de trabajo, esto es, horas de oración y rezos, plegarias y sacrificios a cambio de movimiento humano, es decir, de su propio tiempo (en Kant el tiempo es movimiento); produciendo así la asimilación entre realidad y Capital, de la que ninguna política sin subvención puede escapar. Y si aceptamos, como parece que hemos aceptado todos por nuestro estilo de vida, el peso de la realidad y nos entregamos o integramos en su mecanismo y dinámica, se impone a los hombres, como a los Estados, la necesidad de la obediencia a la fe al dinero. Que como toda fe, tiene sus rezos y sacrificios a cambio de la Gracia; no de la Grecia    

  










  

lunes, 6 de julio de 2015

Entremés socialdemócrata




El hecho de que la historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como farsa, no deja de ser, por evidente que parezca en muchos casos, un recurso retórico para los noveleros de la realidad o los nostálgicos de la ortodoxia marxista. Pero lo cierto es que la historia, forzada y obligada a ser repetida, sólo es posible como farsa; una absoluta impostura digna de prestidigitador socialdemócrata; pues se supone que el suarismo ha vuelto rejuvenecido y sin voz de ultratumba. Rivera, un joven al que la mirada de ciertas mujeres - eso sí que es una cuota fija mucho más eficiente que las del feminismo de la igualdad -  lo convierte en el guapo soltero de la clase política, elevándolo a categoría teórica. No sólo se compara con Suárez, sino que como si de un ejercicio de los act studio se tratará, cree creerse estar viviendo una segunda transición, representando el papel de moderador de la España de cuatro cantos: Carrillo (podemitas), Fraga (marianistas), González (Pdr Snchz) y él mismo, Suárez ( riveristas). Una mesa como la de Capra, "vive como quieras" ( You Can't Take It With You), en la que la moderación, su mayor acto de fe, era el eje de comedia, un juego burlón entre locos que sólo podía conducir al absurdo: una hipertrofia de los fines y objetivos racionales. Pues los comensales de la cena responden a lo de Kierkegaard cuando formulaba que nosotros, los humanos, nunca podemos estar seguros de que creemos: en última instancia, nosotros sólo "creemos creer". Como la farsa del régimen del 78 de Rivera, que "sólo imagina que cree en sí mismo", imposibilitando así el poder performativo de la palabra, e incluso, cancelando la peformatividad de la ideología dominante. Por lo tanto, la farsa de la segunda transición no sólo demuestra la ignorancia de Rivera al pensar que la situación partidocrática actual es similar a la de una dictadura que desde dentro se fue transformando, sino que demuestra la nulidad de su propuesta política al privarla de performatividad, por falta de sinceridad (verdad) en el hablante y su contexto, como decía Austin. Además de su ya conocida soberbia vanidad de cesarismo que cultiva, algo más limpito que el de Pablemos, pero de consecuencias igualmente atroces. La contradicción entre lo que creen creer y la realidad, conduce, como en la inevitabilidad agónica de las adornianas contradicciones negativas, a un aumento de la esterilidad política de la socialdemocrácia, a su vacuidad y exigüidad; manifiestas por sus matarifes de feria en horarios de máxima audiencia televisiva. 

Algo parecido sucede con "El viaje de los malditos" (Rosenberg) que ha emprendido el gobierno de Grecia, que tras las negociaciones con la Troika, de la que ha tenido que salir poniendo al pornográfico "pueblo" por delante como excusa perfecta de su indefinición, se ha visto obligado a caer en la misma trampa de repetir la historia como farsa. Forzando así la maquinaria imaginativa  de los tsipritas, que ahora sí, lo son de pleno derecho, tras la cobarde dimisión del gentleman Varufakis, que imponía su política en la UE al estilo "La Ley de la Calle" ( F.F.Coppola). Tanto los enemigos de la nueva ideología ateniense (véase Albiac o Cuartango...) como sus amigos podemitas, han coincidido en la reivindicación del pasado glorioso y dorado que acumulan los griegos (realmente es de todos) a sus espaldas; refiriéndose a Grecia como cuna y reserva espiritual de Occidente, madre de la democracia y de la Razón (Lógica), y un largo etcétera, que de resabido es penoso recordarlo. Un ejercicio que Marx criticaba en "Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel", en la que decía:

 "En cambio el actual régimen de Alemania no hace más que imaginarse que cree en sí mismo y exige del mundo la misma fantasía. Si se creyera en su propio ser, ¿es que iba a esconderlo bajo la apariencia de un ser ajeno, buscando refugio en la hipocresía y el sofisma? El moderno Antiguo Régimen ya no es más que el comediante de un orden universal cuyos verdaderos héroes han muerto. La historia es concienzuda y atraviesa muchas fases mientras conduce al cementerio a una vieja figura. La última fase de una formación a nivel de historia universal es su comedia." 

Parece que ni siquiera los propios tsipritas creen su propia imagen cómica y risible de su presente, ataviado con el espíritu del pasado. Como bien dice Zizek, sería más apropiado describir el cinismo contemporáneo, en este caso el de Grecia, como la inversión exacta de la fórmula de Marx:  

"Hoy día nosotros sólo imaginamos que no creemos realmente en nuestra ideología. A pesar de esta distancia imaginaria, continuamos practicándola. Nosotros creemos no menos, sino mucho más de lo que imaginamos que creemos. Por lo tanto, Benjamin fue muy clarividente en su observación de que todo depende de cómo cree uno su propia creencia" 

La viridianización de la política, no es un vicio únicamente nacional, podemita o tsiprita, sino que parece que la socialdemocracia (por lo tanto también los riveristas o nuevos suaristas) conduce inexorablemente, como productora, a la demagogia en la que se inscriben los estándares de la "nueva vieja política". Según Zambrano la demagogia es un modo de hablar al pueblo, una adulación que reafirma su inmobilismo y estatismo, la falta de esfuerzo, exigencia y trabajo. Un modo apologista de "hablar por el pueblo"y "hablar del pueblo" desde una clase social o desde la totalidad. En el primer caso imponiendo una clase social sobre otra, y en el segundo, oprimiendo al individuo, más concreto y  real, bajo el yugo de la vidriosa abstracción.  Es decir, un modo de decirles a los griegos, a través de las metáforas históricas, que no hacen falta cambios, transformaciones o mutaciones, que ya están bien como están, que no cabe responsabilidad alguna, ni siquiera por falsear las cuentas. La única diferencia entre los abusos metafóricos histórico-literarios de los suaristas de Rivera y los tsipritas, es que estos, no se creen ya ni su propia creencia o imagen presente, mientras que los rivera persisten ensimismados hasta el endiosamiento (que según  Zambrano conduce al absolutismo) en su propia imagen auto-fabricada. Eso sí, en ambos casos se produce la innoble intención de forzar la historia hasta convertirla en farsa; convirtiendo también en farsa nuestro presente político.