Imposturas Modernas (IV)
En las relaciones de
pareja se crea una intimidad, una interioridad y un espacio personal dual, que
se aleja de lo privado para ser privativo. Privativo tanto para sujetos
externos, como para sus propias singularidades, particularidades e identidades.
Se configuran como
una unidad; alteridad en algunas ocasiones de su individualidad, una síntesis
de ambos en un nuevo cuerpo, una nueva forma personal en lo privado; distinta
al constituyente de un "yo".
En lo público, se
presenta como una estructura política y jurídica, institucionalizada y
económica, ya no es una mera relación especulativa, una vinculación espiritual
trascendente, sino un enraizamiento material, una determinación de contenido.
Matrimonios
religiosos o civiles, ambos son velos para una misma carnalidad, la pareja.
Esta es sexista, pactista,
contractualista, y paternalista. Presionada para ampliar su potencial,
enlazarla con la herencia familiar, y la creación e innovación de una nueva familia
nuclear, se convierte en un objeto que
desprende ideales, esperanzas y expectativas. En un juguete social, y un
constructo útil y pragmático para el sistema productivo, hoy, especulativo y
virtual.
Su producción de
relaciones, son ambiguas e hipócritas, buscan la frescura de algo nuevo,
mantienen una ficción ideológica progresista egoísta, y a su vez, son
conservadores de su condición material, incluso entre ellos.
Nada ideal se cuece;
están sumidos a los mismos parámetros de otras relaciones de amor: amistad,
hermandad, paternidad y otros subalternos, como el cariño, el deseo o la pura
pasión. Debe repensarse, esta dictadura de mónadas amorosas, aparentemente
irreductibles y unidas. Deben repensarse nuevas formas de relación, tanto
moralmente como políticamente, es decir, tanto en lo público para bien de
todos, y en lo privado, para el bien personal.
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