martes, 13 de agosto de 2013

Londres, realidad de realidades (I)


Este verano, uno ha abandonado el blog, la tarea de escribir y publicar habitualmente, a causa de unas pequeñas vacaciones al "Reino Unido" con un grupo de amigos de distinto pelaje y ropaje. El tute de dos semanas de viaje por la capital irlandesa (Dublín) y una de las grandes vanguardias europeas, y ciudad cosmopolita, como es Londres, le han llevado a uno, a una vida activa en lo común, de acción e interacción con el colectivo, pero de altísima introspección, reflexión e interioridad casi monacal.

 Un asunto casi espiritual, a causa de los largos paseos burgueses, estacionamientos y aparcamientos  en  diversos y majestuosos parques aristocráticos pre-fabricados y desnaturalizados, por una ciudad que goza de múltiples realidades, todas ellas entrelazadas entre sí, íntimamente vinculadas y que poseen un sentido en su composición. Nada estructural es gratuito, y menos en occidente. Europa es la materialización de la razón totalizadora y universalizadora, una suerte de obra magna hegeliana del espíritu que ha cristalizado en un estado absoluto, sintetizador de la racionalidad de todo lo existente, convirtiendo la realidad en una geometrización del espacio-tiempo. La verdad, lo factual, y "lo objetivo"  son feudo de este nuevo absoluto, producto del asesinato de Dios por las naciones ilustradas europeas. Así Londres se alza como máxima nación exponente  de la racionalidad ilustrada, resultado de este, el pragmatismo y utilitarismo más frío y estadístico, geométrico, compartimentador y clasificador de la realidad, que conduce a una cosificación y objetivación de toda realidad humana, que encapsula sus partes en una pluralidad contable y administrativa.  

De ser caldo de cultivo, tierra óptima para el florecimiento y crecimiento de la técnica y con ella la industria, de ser climatológicamente perfecta para el nacimiento del capitalismo y cuna de los "hombres de negocios",  Londres se presenta como una ciudad excesivamente constituida por el formalismo, estetizada en apariencias. Una sociedad de "brokers" urbanizados que necesitan respirar de una insustancial naturaleza verde, para escapar de la mediatización e instruemntalización de su particularidad y singularidad subjetiva, que impone el sistema productivo tan vivo en su intento de globalizarse y dominar como conciencia colectiva. En puntos orgánicos, vivos y oxigenados de la sociedad,como son sus matemáticos y geométricos parques artificiales, donde en sus campos blandos y finos como la seda, el hombre pisa y no deja huella, donde "la mano del hombre" se presencia en todas partes bajo el manto de lo invisible, perceptible pero intangible, se encuentran los individuos levitando sin pisar tierra, en un espacio de ocio y entretenimiento, relax y respiración tranquila. 

Su propia estructura esencia artificialidad, los caminos del parque son para hombres, bicis y "carritos" al ritmo burgués. Los distintos aparatos tecnológico no se confortan al "objeto natural", ni oponen resistencia o conflicto, sino que son recursos y existencias constitutivas del mismo parque. Esos inmensos parques, cuidados, calculados, sistematizados hasta la médula, son la formalización y customización de la naturaleza. Que no escapa a la estructura aristocrática, noble o burguesa de su estética, de su arquitectura, de sus usos, costumbres y de su carácter, sino que se hegemonizan y disuelven en una sola realidad de distintas realidades, en esencia, iguales. 

Un paseo por sus parques, es algo vitalmente reconfortante y revitalizador, existencialmente inspirador y placentero, pero intelectualmente algo perturbador, un aire de cinismo, hipocresía y autoconservación de lo arcaico, inútil, ridículo y vergonzoso sacude la mente del paseante sensible y reflexivo. Existe algo incómodo en las risas jactanciosas y vanidosas de los paseantes, la falsa y ficticia quietud de los estancados en la hierba,y el bailoteo al viento de los árboles. En la creación de charcas infestadas de "preciosos" patos de huevos de oro lo ridículo y teatral, el aburrimiento y su tranquilidad intranquila empapan la mente del sujeto. Algo insultante y delirante en una asfixiante construcción del "formalismos por el formalismo", sin un contenido distinto, realmente vivo y subjetivo, emancipador o autónomo, que no este ligado a la producción, al ritmo y palpitación de la sociedad de consumo y espectáculo.

 Esta imposibilidad fáctica, de no poder escapar de lo constitutivo de lo que se intenta apaciguar, en los caminos del bosque, en los paseos y en la naturaleza; convierte los parques de Londres, en una segunda realidad ficticia y en un espejismo gratuito de mal gusto. En una condición de clase, viva estética y formalmente, pero muerta y destruida materialmente. 













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