jueves, 3 de noviembre de 2016

El peso de una chocolatina


La vi con ella hace años, en un sótano, muchos años, y casi no recuerdo lo que dijimos, éramos adolescentes, y es una película para adultos. Anoche recordé ese agradable momento al volverla a ver, sin transcripción de palabras. La película, aunque cicatriza, deja una huella imborrable y resiste firme el paso del tiempo, marea las imágenes, incluso, mis ideas. 21 Gramos es el eufemismo del hombre muerto. De la vida sin la vida. El eufemismo de la ejecución de todo vivir, y de toda frivolidad. La película, y su título, es una gran metáfora excesiva, pero preciosa, sobre la fragilidad de la vida y la paradoja de la debilidad y la dureza, pura resistencia, que oculta la complejidad del hombre en su peor momento. No sólo hay una paradoja, hay un nido. La convivencia de la extrema ternura y la más terrorífica de las crueldades; aunque al fin, inexorable, hay un único ganador. ¿Cuanto pesa la vida? El peso de una chocolatina, el peso de un colibrí, se pregunta y se responde un personaje. A todos nos retumba en la cabeza, debe ser el peso del alma huidiza, pero no lo es, soy materialista, la película lo es, y de un modo pegado a la inmanencia del cuerpo crudo, todo es corporal, jadeo, sudor y esfuerzo, es la vida sin analogías. Sólo al final se permite el privilegio de la lírica, ¡y es muy moderada! No hay la humanidad irónica, elegante, cauta e inteligente de las películas francesas, parece que no hay ideas, sólo sacos de emociones y pasiones, desbordadas solo narrativamente, pero contenidas como el frío hielo por los actores. Una vez más, los actores son el texto. 

Reválidas de la vida, algo así puede entender un espectador ingenuo e inexperto. Jugarse la vida, el futuro, esas hipérboles, en un minuto donde pueda estar mal. Decenas, centenares y miles, de minutos donde se jugará lo que le queda de vida y de futuro como en un penalti, el instante de esa sensación verdadera de vértigo; escatológico si nos ponemos serios. Pero se confunden, eso serían uno o dos gramos del peso de la vida, una pequeñísima parte, no los veintiuno reales, los que constituyen la densa textura de la cinta, donde no cabe sólo el destino embotado. La mirada, como la de Sartre en sus libros, unas palabras que se pueden tocar y oler, donde se revela al otro, como un ser para el otro, o un ser en pareja con el otro, es de lo que trata. Donde la entidad esta en la apariencia, en la presencia de la relación cotidiana y no en ninguna revelación mística e inefable. Esa mirada, sartreana, que al ver a un pobre, o un sin techo, no ve a un hombre (ni mucho menos la trascendencia), sino el hambre, y la humillación; pues las situaciones precarias quiebran las relaciones de percepción y rompen la mirada. Los actores que dan vida a esas criaturas, hay un calambre y se percibe, no propagan la ilusión de que los hombres son como se representan en el film, simplemente muestran gestos y miradas, relaciones y flujos, sin esperanza, sin ilusión, sin idealización. No hay hombres enteros; de ahí la levedad, ese peso. No hay una gran historia de amor, hay un amor mutilado, mutilado por el dolor y la culpa. El hombre que rodea, y atormenta, la pequeña y frágil relación amorosa, es una culpa entera, desnuda y encarnada. Pero no sólo eso, también hay una amputación temporal, narrativa: el montaje y su ritmo es un gran espejo roto en mil pedazos, fragmentos aquí y allá, sueltos, parecen perdidos, pero que el talento del director logra recomponer en un punto dulce entre el orden y el desorden con la autoridad de un creador. Una película de relojería. 

    

    

martes, 1 de noviembre de 2016

Reducido perímetro de la verdad

Resultado de imagen de papel nazismo yihadismo

Revista Pepel. Domingo 30 de octubre de 2016. Vuelven las mañanas tristes y desiertas, de café frío y arenosas tostadas. Consiguen lanzar a un hombre contra la cultura, pop, soft, y estamparlo como a un gusano contra la pared. "Yihadismo ¿el nuevo nazismo?" La respuesta, contenida entre sus páginas, es evidente. Sí. De lo contrario no habría portada, ni número, ni el inefable Vidal Folch, el Ignacio, escribiendo su frágil y empastada prosa. El nuevo mainstream periodístico comparte con el mandarinato cultural esa característica nefanda que les define, la frivolidad intelectual y estilística. Ese estado inflacionario de la forma, de las palabras estofadas, que no llevan nada ni conducen a nada; tubos de dispersión y desorden que aplastan la comprensión pausada. Un paso rápido por Klemperer, descompone, como un disolvente, las falsas analogías, y los excesos lisérgicos de las metáforas históricas, tan arbitrarias e impunes. Una falsedad no sólo ideológica, sino hasta material y física. Pero claro, el papel, lo aguanta todo, se ha convertido en el material más resistente y peligroso del mundo, nuestra peor, y peor usada, arma. "Comprender, sin embargo, no significa negar la atrocidad, deducir de precedentes lo que no los tiene o explicar fenómenos por analogía y generalidades tales que ya no se sienta ni el impacto de la realidad ni el choque de la experiencia", dice Arendt, también, un perfecto ácido disolvente de la mentira dominical de relleno. El yihadismo, como fenómeno relativamente nuevo, debe encontrar su justo encaje en los periódicos, su precisa explicación y su medida en la escritura, dentro del perímetro de la comprensión y la verdad, y no hundirse o perderse en nefastas semánticas de la exageración y la hipérbole. Por nuestra indolencia e indiferencia, ante las brechas de nuestro periodismo, los periódicos son los periodistas, y la ausencia de una crítica cultural del mismo, más allá de la política, corremos el riesgo de que este siglo sea un siglo de la basura, de papel mojado. El mainstream por el momento, deja nuestra época, nuestro tiempo presente, en un affaire, con su misma  nulidad de profundidad y trascendencia.

Tampoco hay refugio en su interior. Un Tom Wolfe glorificado y endiosado, aparece. Un hombre más enamorado de sus propias palabras pastel, de su sonoridad no abolida y desatada, que de las ideas que podrían cerrarla con un lazo, habla del sueño roto americano con un discurso de gaitero. Un análisis más que mediocre, en estado de decrepitud, de la situación política, y sobre todo electoral, norteamericana. Representante elevadísimo de aquellos que filtraban la ficción en la realidad para contarla mejor, oh, sin hipertrofias claro, cuestiona con estrambote en su último libro, que está publicitando, la evolución darwinista. Dice que es una teoría que no ha tenido consecuencias... pobre Dennett, pobre Pinker, pobre Dawkins, lloran todos ríos enteros. Es un hombre incompleto, no acabado, ¡y a su edad!, pues sigue prefiriendo el final con sentido de las historias reales, cuando el sentido es la primera desconstrucción y la gran tarea de demolición de la prosa ensayística y periodística. Estos, los del nuevo periodismo, se dedican a deshuesar la verdad para dejar la piel y los muslos de la mentira al aire. Se ve que vende más la podredumbre, y a ellos, les va muy bien para sus trajes.   







sábado, 29 de octubre de 2016

¡Ya lo dijo Chesterton!


Resultado de imagen de chesterton

Es difícil vivir en el tiempo del insecto que diagnosticó Chesterton. Quizá, hoy más que nunca, citar a un clásico sea el mejor remedio contra la mediocridad y la decrepitud que los partidos políticos españoles, y catalanes, claro, representan. Dice el viejo y cansado Chesterton en su libro, Lo que está mal en el mundo:

<< Y ahora, cuando este libro toca ya a su fin, susurraré al oído del lector una horrible sospecha que a veces me embarga: la sospecha de que Hudge y Gudge están secretamente de acuerdo. Que la pelea que mantienen en público es una farsa, y que el modo en que se hacen el juego no es una coincidencia duradera. Gudge, el plutócrata, quiere un industrialismo anarquista; Hudge, el idealista, le proporciona líricas alabanzas de la anarquía. Gudge quiere mujeres obreras porque son más baratas; Hudge llama al trabajo de la mujer "libertad para vivir su propia vida". Gudge quiere obreros constantes y obedientes, Hudge predica la abstención alcohólica - de los obreros, no de Gudge-; Gudge desea una población dócil y tímida que nunca se alce en arma contra la tiranía; Hudge demuestra con Tolstói que nadie debe alzarse en armas contra nada. Gudge es de manera natural un caballero saludable y limpio; Hudge predica de buena gana la perfección del aseo de Gudge a personas que no pueden practicarlo. Por encima de todo, Gudge gobierna por medio de un sistema duro y cruel de saqueo, sudor y esfuerzo de los dos sexos que es incompatible con la familia libre y que acabará destruyéndola; por lo tanto Hudge, abriendo sus brazos al universo con una sonrisa profética, nos dice que la familia es algo que pronto deberemos superar gloriosamente. 
No sé si la asociación de Hudge y Gudge es consciente o inconsciente. Sólo sé que, entre ambos, el hombre corriente se sigue quedando sin hogar. Sólo sé que sigo encontrándome a Jones caminando por la calle a la luz gris del atardecer, contemplando tristemente los postes, las basuras y las lamparillas rojas que siguen guardando la casa que no es menos suya por el hecho de que no haya estado nunca en su interior. >>

El Psoe es un partido absolutamente irrelevante e inservible. Su despolítica, su moral nefanda y su estética carcomida son absolutamente marginales. Un partido que ni siquiera oye sus propios pasos, los de un partido muerto, ni ve su espesa sombra. Su descomposición ha podido verse a cada "abstención". Una a una, gota a gota, un golpe de la vergüenza tras otro, ha hecho pedazos su frágil espíritu de cristal. Un proceso propio de la lenta decantación de lo corrompido, cuyos esperados, y justos, efectos se verán sólo si aún queda algún gramo de izquierdas, de dignidad, en su leve e insignificante peso. Hablarán de la superioridad moral de la izquierda, acusarán a sus defensores de eso, pero yo hablo de la terrible arrogancia de la derecha y su desolada hermenéutica de Estado; su aplastante discurso de lo abrumadoramente "real", algo así como un espejismo ideológico, una construcción de relato y narración política como cualquier otra.  

jueves, 27 de octubre de 2016

Coser el pasado al Congreso




Pablo Iglesias es un buen parlamentario. Sólido orador, aceptable analista, tímido arrogante. Aunque su prosa sea la cipotuda, para él y los suyos escribir es un evidente y humillante exceso, ¡malditos tumores los de sus textos!, entiendo su mala letra, la mala sangre, frente a la derecha. Dice lo que hay que decir. Es necesario, pero aún falta mucho, no es suficiente. Una construcción firme y segura de la izquierda, realista, no puede permitirse superlativos coqueteos con el nacionalismo, sea cual sea su fuerza y grado, sea cual sea su poder territorial. La mentira no es admisible bajo ninguna de sus múltiples formas, hay que resistir y oponerse, pues "la primera de todas las fuerzas que dirige el mundo es la mentira", dice Revel. ¡Y qué mundo! ¡Cuánta su fuerza! La política es lo contrario al mito, sólo cabe un camino, su inexorable destrucción. Al margen de eso, sus logros, aunque escuálidos, son importantes: clavar el recuerdo del pasado en las paredes del Congreso, tejerlo en grandes alfombras y tapices; escribirlo por fin con letras de plata, imperecederas y relucientes, en la frente de esos leones negros. Pero cabe atender a la reflexión, Adorno, en su Crítica de la cultura y la sociedad II, advierte sobre elaborar el pasado:

<< Su formulación se ha vuelto muy sospechosa en los últimos años como eslogan [piensen en los nacionalistas, añado]. De acuerdo con esta manera de hablar, "elaborar el pasado" no significa abordar con seriedad lo pasado, romper su hechizo mediante una consciencia clara, sino poner punto final y borrar el pasado del recuerdo. El gesto de olvidar y perdonar todo, que le correspondería a quien haya sufrido la injusticia, lo practican los partidarios de quienes la cometieron. En una conversación científica escribí: en casa del verdugo conviene no mencionar la soga, pues de lo contrario habrá resentimiento. [...]  La gente quiere librarse del pasado: con razón, pues bajo su sombra no se puede vivir y el horror no se acabará nunca si a la culpa y la violencia se le responde una y otra vez con culpa y violencia. Sin razón, pues el pasado del que la gente quiere huir todavía esta muy vivo. >>

Que atiendan a estas palabras los verdes y gordos sapos de la charca nacionalista, viscosos ellos (todos los nacionalismos). Lo de Iglesias, a pesar de todo, bien está.   

miércoles, 26 de octubre de 2016

Niños chapoteando entre ideas muertas

Imagen para el resultado de noticias

Asistí en directo. Iba tan lozano y risueño por la calle. Salía de un seminario de estética en la Universidad de Barcelona. Un centro educativo, más institución, devastado por el mediocre mandarinato (aunque hay muchas, excelentes y muy notables, excepciones) y una crisis generacional. La prolongación de la adolescencia más allá de la antigua juventud, hasta la madurez, ha obligado a convertir la educación superior, donde residía la inteligencia, ¿alguna vez se estableció?, en una extensión, excesiva, del bachillerato, de la educación secundaria en su forma más laboral. Suprimen filosofía mientras asientan economía, una disciplina infinitamente más ideológica y dogmática, puramente doctrinal, que la primera. Donde antes había estudio y pasión, ¡crítica!, si es que lo hubo algo más que a nivel residual, ahora, sólo quedan funcionarios, estudiantes (en Lerín el estudiante era un crápula, un pijo, o un sabio) burocratizados, aniñados, juguetones, ¡de apuntes y manuales! (manuales tipo escolar, ni siquiera Russell, Marzoa, Copleston o los italianos Abbagnano y Fornero) más preocupados por el inane examen que por el libro que no están leyendo. No conozco ninguna conciencia atormentada o quebrada por este tema, miento, dos o tres casos conocí, el resto, estofados. Sólo un grupo de filosofía analítica hacía filosofía de verdad, aunque con sus inherentes limitaciones y problemas, enfatizados de un modo grotesco; desconocían, cuando no despreciaban, toda filosofía continental, pero eran muy buenos en lo suyo y cerrado. Yo encontré mi cielo, la gran vida contemplativa, fuera, en la vida real, a través de este túnel digital que agujerea el espacio y el tiempo dejándolos como un gruyere, apareció una nueva amiga. Y antes, incluso antes del deseo y el hambre filosófico, una vieja amiga me enseñó, me sigue educando como puede, el camino recto de la elegancia y la inteligencia. Aún pretendemos unir belleza y verdad, pero es un destino incierto. 

Lo vi de lejos. Ese tumulto humano, esa masa sin rostro, vivían, se movían, entre el ruido, me acerqué, ¿una manifestación política?, pero eran todos niños. Su imagen me impactó, podía ser yo tiempo atrás; era yo el que aparecía así ante otros, comparecía así ante la mirada ajena, no hace nada de aquello, y cómo ha cambiado todo. Banderas de todo tipo, nacionalistas, comunistas, republicanas, publicitarias, una extraña mezcla a modo de síntesis que revela, descubre, la ambigüedad y desorientación, la confusión y frivolidad, del mejunje de nuestro presente. No veo más que su fragilidad y esterilidad bañados en ese inmenso y pantanoso ocio. Empuñaban ideas muertas con brazos tiernos, cuyo inexorable futuro, el más absoluto silencio y menosprecio, se constata por la ausencia de adultos. Al contrario de lo que se suele pensar, la esperanza, ese anhelado llegar a ser, la construyen los adultos, la madurez, cuando no claudica de su tarea política pedagógica, de su proyecto estético y moral de iluminar el pasado, su pasado, el que forjaron, para despejar el presente, a sus hijos. Es sabido ya, que el pasado no ilumina el presente, sino que el presente debe iluminar el pasado para heredarlo y relacionarnos con él. Cuando las viejas y muertas ideas, sin renovación, las mueven los niños, los últimos coletazos, las últimas notas de la desaparición sin rastro, suenan y golpean con la fuerza de lo abolido y concluido. Quizá lo peor de nuestra generación, es que las únicas "utopías", los únicos proyectos políticos de emancipación, sean procesos regresivos como el nacionalismo o la izquierda romántica (como dice J.Jorge Sánchez). No vi a muchos profesores manifestándose con sus alumnos, de hecho, ninguno, tampoco ningún padre, no seguiré masticando este asunto. Pero tampoco los jóvenes somos, los niños son, los únicos culpables de manejar sin rumbo el fétido presente y su devastado futuro político. Los padres, algún día, de algún modo, tendrán que pedir perdón a sus hijos; ese mundo que dejaron sin herencia, cómo lo cedieron sin resistir. 

PD: De camino a casa me encontré a un conocido. Le comenté lo que había visto de la manifestación. Él, nacionalista, tengo que dejar los vicios de una vez, me comentó que estaba de acuerdo conmigo. La ley Wert era un desastre. Añadió, ante mi estupor, que los niños dejarían de hablar catalán. Efectivamente, el problema era la lengua, un problema de identidad para los pijos, ricos, que no pudieran hablar su sacralizada lengua en su casa, su hogar, su suelo, con los de su sangre. Que los pobres no puedan estudiar y estén condenados por el azar económico, es algo secundario, anecdótico, no cabe en sus reducidas y tristes cabecitas. Que desaparezca la filosofía, psss, peor sería que desapareciera el Barça. En eso, exactamente, consiste su miseria y su regresión.

martes, 25 de octubre de 2016

¡Vencerlas tout court!

Como casi todos los hombres, conozco la vida sexual de muchas mujeres. No sólo por frecuentarlas, ni observarlas siquiera, sino por oírlas; no es exactamente su jadeo, pero casi. No es necesario ser amigo o amante, simplemente participar en la vida social aunque sea, ocasionalmente, como intruso, como un voyeur del sentimiento. Me gustaría dirigirme en concreto, pero vulneraria la confianza y quebrantaría algo tan privativo y reservado como la intimidad; no hay que confundir la vida con la literatura por muy estrecho que sea su desafortunado vínculo. De esa experiencia cotidiana, a pie de calle en la vida, cuanto más diversa, desprendida y plural, mejor, pueden sacarse enormes e importantes conclusiones acerca de los movimientos feministas locales, barriales. Sus discursos políticos, olvidando por completo sus textos que contienen grandes momentos estéticos y densos paisajes morales, son opacos generalmente, por sus eufemismos, ese animalito que abrigan y alimentan con gran ímpetu e interés. Discursos que acostumbran a contradecir brutalmente sus costumbres, sus hábitos de consumo, dañando gravemente su credibilidad, quebrando sus esperanzas, al menos, para el ojo ajeno. De todo tipo de consumo, incluso la del cuerpo del sexo contrario y no solo su imagen, de entrada prejuzgada por la tautología del patriarcado y devorada totalmente por el hierro del mismo prejuicio del que intentan liberarse. Evidentemente me refiero a su praxis, a su vida bajo la Idea, y no a la vida tras el concepto, maravillosa expresión de R. Si su discurso es moralizador, hay que tener en cuanta también la coherencia de sus acciones, son sus hechos. Ni Simone de Beauvoir, ni Federicci, ni las múltiples teóricas del deseo y la lívido herederas de Butler, que crecen como hongos, en los sitios húmedos más inesperados y a puñados, son aquí el objeto. Olvídense de su filosofía y su historia en la sombra. Yo hablo de sus vidas actuales, iluminadas, públicas y privadas, de la letra y la música que las decora, sus costumbres, sus parejas, maridos, amantes o amigos, sus prejuicios, su también mirada; pues todo movimiento político tiene su zona íntima, su temperatura inicial. En fin, me refiero a la vida real, concreta, de las activistas, de las feministas locales, del sonido de su voz tras el activismo, tan comprometedor socialmente y con la imagen ascética y distorsionada que uno mismo se hace de si, para realizar un tournée du grand duc por la conciencia. Barrios y sus movimientos, universidad y excrecencias, afinidades colectivas derivadas de la unificación del trabajo, versos sueltos, todo, se ve bajo una misma mirada colectivizada, adocenada, acrítica: ver el mundo con los prismáticos del revés.

Para deshuesar las palabras manchadas e inflacionarias, recurriré  a mis recuerdos, vagos y confusos, hay noches brumosas, negras, y días de una oscuridad blanca en ese proceso retroactivo. En una terracita del bar universitario me dijeron, no digo literal, "qué te crees que las mujeres necesitan estar con un hombre para ser alguien, ¿o estás con un tío o no eres nada?" Algunas, como algunos, sí. Conozco, claro, y no eran pocas, que en más de un momento de debilidad han clamado por un hombre, su hombre, para vivir fuera del pozo. Y conozco hombres que necesitaban de una mujer para ser destruidos, sin ese desorden, no eran, no existían, y ellas, un goce masoquista y autoculpable; la necesidad de llenar un vacío con su contrario, con un antagonismo que sólo proporciona la diferencia sexual. Mientras morían y mataban por ello, lucían una dignidad incólume, su integridad sexual, su higiénica vida pública, se mantenía gracias a los escombros y las ruinas de su intimidad, esa ciénaga para muchos que huyen. Un prodigio arquitectónico, pero cierto, muy común. Esta manía por la limpieza no sólo abarca las densidades de su privacidad, y las de sus chicos, sino la de las miradas ajenas. Me comentaron, varias, muchas, y no sólo feministas, que las miradas fortuitas, intensas y petrificadas de un desconocido las desnudaba, su babosa sonrisa, les agredía, como si fuera un golpe, un impacto, físico. Esas miradas les hacen sentir sucias, penetran afiladas en un silencio casto, no entremos ya en las calientes cabezas del desconocido donde se mantiene el verdadero recreo, turbador. Pero claro, verdaderamente, la mirada, en los bares, el tacto en las discotecas, la violenta, y frenética, actividad del cortejo estudiantil, no les agredía, sino que les repugnaba, porque les repugnaba el hombre. Un hombre guapo no agrede, seduce, uno feo, no seduce, agrede, porque repugna, una ley inflexible de la seducción que no se reconocerá. Tiene una justa explicación que depende de las jerarquías de poder sexual, de las prioridades evolutivas y el prestigio social, y claro, también, en algo de la sacralización mística del cuerpo de la mujer que me comentó R, con nuestro cafelito, una mañana más; pero no me cabe en este chorizo relleno y atado con letras.

Mi memoria está llena de estas prqueñas cosas, de la estética de las costumbres. Pero selecciono. Me aparece el estúpido relativismo de la belleza que tanto utilizan. Desconocen las grandes implicaciones morales y políticas que derivan de la dimensión estética, donde la belleza juega un papel capital. No hay feas, ni voces de ceporras, todas tienen esa voz metálica, casi impersonal, con requiebros irónicos, y todas son bellas a su manera, ese igualitarismo resentido, todas tienen el mismos derecho a ser amadas, el que entre los chicos, los más, o los hombres, los menos, no existe, pues los no amad@s chapotean en el mismo lodo, se manchan con el mismo barro del desamor; una desolación que enturbia las cabezas más geométricas y hunde incluso los corazones de hierro. He visto el regocijo de muchas al ver un hombre humillado, vencido por el deseo insatisfecho, y no su compasión, ni su igualitarismo, tampoco he visto ahí la sombra de su liberación (teoría política), he visto, simplemente, la vida indiferente que ellas no ven, medianas. Sus novios, tienen defectos emocionales, los otros, políticos. La solución, baja, es la educación, bueno, para ellas, un modo de legislar el vicio y la virtud desde la  frivolidad de la pedagogía: "no mires", "no toques", "no desees así", "ese lenguaje es machista", ¡qué castidad!, porque ellas ya están educadas. Yo, me río de ese adoctrinamiento, y siento un pellizco que me recorre todo el cuerpo, pues muchas son prisioneras de su ceguera, la que imponen sus hombres, los amados. Por último, la bisagra que une a los dos sexos, el amor. Lo ven como algo dulce, inocente, un juego sencillo, como un regalo ingenuo, bondadoso y generoso, pero su reverso siniestro es machismo, no es amor. Los celos, la propiedad del cuerpo, la castración emocional, las exigencias, reproches, chantajes, todo eso no es amor, tristes cabezas. Se piensan que tiene un estatuto distinto al de cualquier otro problema intelectual. La violencia de género, oh, nada, eso no es amor, ni siquiera la peor, la más sombría, de sus complejidades. Una unión tan inmediata, esa posesión casi absoluta, tiene sus grandezas y sus miserias, y obviarlo no sólo es producto de la claudicación humana del pensamiento, el tedio de la complejidad, sino el desprecio más absoluto a la realidad, fundado en la satisfacción y la realización de sentido del mito. He visto, en fin, a mujeres ridículas politizando su desgracia personal, su desolación emocional, el erial de su intimidad devastada, y, ay, como tantos... A mí, de su diacronía, no me queda nada. ¡Vencerlas tout court!      

miércoles, 19 de octubre de 2016

¿Con qué nos comemos la memoria?

¿Con qué nos comemos la memoria? En realidad, para muchos hombres huecos, nunca fue nada. En las cloacas de las redes sociales podemos encontrar verdaderas maravillas del etnicismo y la desmemoria. Dejando de lado lo que significan estas tuberías podridas y obstruidas, y al margen de la prosa estofada, un hombre empequeñecido por la nación, habla:

<<
      https://scontent.fmad3-2.fna.fbcdn.net/v/t1.0-1/p50x50/14440711_1404662089562197_6848403321980364527_n.jpg?oh=5330a3950a38fb9b958dff0a20b1c809&oe=58901C3C
      Miquel Gil 
· 
El Crític és molt poc crític amb determinades coses: el seu mantra, com de fet el d'Endavant, és arraconar el PDC (i el món que representa) i fer un front comú d'esquerres que relegui la qüestió nacional a un segon pla. La notícia és el de menys per Crític. Si la Colau, en la seva guerra per l'hegemonia amb l'independentisme saboteja un equipament cultural dedicat a 1714 i els morts per les constitucions i llibertats de Catalunya, és igual: el que importa és l'estratègia de fons de bastir un Tripartit 3.0. Em sorprèn que alguns sectors s'empassin amb patates aquest intent tan barroer dels Comuns de reproduir el relat sociata: "tots els mals de Catalunya vénen del franquisme". Doncs no, els mals de Catalunya vénen de formar part d'Espanya, aquest aparell de repressió i repartiment del botí d'una oligarquia castellana secular. El franquisme només és un episodi més de la tirania espanyola. Això és el que la Colau vol esborrar per vendre l'alegre Espanya plurinacional que està a punt de fer adveniment a la Terra i això és el que a alguns han fet beure a galet >>

Está claro que en determinados casos, escribir, como pensar, es siempre un exceso innecesario. Evidentemente, esa prosa, ¡prosa?, viniendo de un etnicista que fundamentará su nación, que llena y alimenta su cabecita, con la lengua y la cultura, es algo más que un error, ¡es una traición a la dulce patria! Le falta un Pla o un Gaziel (¿conocerá su Trilogía ibérica?), o un Xammar, como correctores de papel. Que seguro, tan bien conocerá… A todo esto, yo, recto, sólido, firme, con mi propósito ya conocido de construir un mundo sólido de palabras, gris, ¡no somos más que texto!, respondí:

<<  Yeray Rogel
Yeray Rogel Max Aub, Ayala, Cernuda, Zambrano, Corpus Barga, Martín-Santos fueron esa columna de autores de vuestra supuesta, y ficticia, "España tiránica" que escribieron, soportaron, pensaron, resistieron, en unos tiempos de opresión, oscuridad y humillación. Para vuestras cabezas, en vano. Sus textos son la muestra de la belleza que contiene el coraje y la resistencia en la escritura, en la memoria; la muestra de un pensamiento emancipador y no de la grosera mentira que acabo de leer de un desmemoriado. Hablar de España como absoluto, es una ficción, propia de la ignorancia o la mala fe. ¡Claro que el problema fue el franquismo!, el fascismo español (que por cierto, financiaron tantos catalanes... como Juan March), y el nacionalismo que destilan algunos adolescentes con la pluma muy ligera y el corazón de corcho. Entiendo que una exposición sobre la memoria, y una estatua del sanguinario dictador sin cabeza, sea un esfuerzo reflexivo sobrehumano para algunos... >>


¿La memoria nunca fue nada? ¿Hay que reescribir la prosa (de los otros) en las redes sociales? ¿El corrector universal de Kraus puede aplicarse hoy, aquí, ahora, en esto? Creo que sí… Hay que borrar lo residual…


PD: Admito mi dedo caliente, de Ayala no he leído nada, de los demás, doy fe, y horas, y noches, de la cabeza al corazón.