sábado, 29 de octubre de 2016

¡Ya lo dijo Chesterton!


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Es difícil vivir en el tiempo del insecto que diagnosticó Chesterton. Quizá, hoy más que nunca, citar a un clásico sea el mejor remedio contra la mediocridad y la decrepitud que los partidos políticos españoles, y catalanes, claro, representan. Dice el viejo y cansado Chesterton en su libro, Lo que está mal en el mundo:

<< Y ahora, cuando este libro toca ya a su fin, susurraré al oído del lector una horrible sospecha que a veces me embarga: la sospecha de que Hudge y Gudge están secretamente de acuerdo. Que la pelea que mantienen en público es una farsa, y que el modo en que se hacen el juego no es una coincidencia duradera. Gudge, el plutócrata, quiere un industrialismo anarquista; Hudge, el idealista, le proporciona líricas alabanzas de la anarquía. Gudge quiere mujeres obreras porque son más baratas; Hudge llama al trabajo de la mujer "libertad para vivir su propia vida". Gudge quiere obreros constantes y obedientes, Hudge predica la abstención alcohólica - de los obreros, no de Gudge-; Gudge desea una población dócil y tímida que nunca se alce en arma contra la tiranía; Hudge demuestra con Tolstói que nadie debe alzarse en armas contra nada. Gudge es de manera natural un caballero saludable y limpio; Hudge predica de buena gana la perfección del aseo de Gudge a personas que no pueden practicarlo. Por encima de todo, Gudge gobierna por medio de un sistema duro y cruel de saqueo, sudor y esfuerzo de los dos sexos que es incompatible con la familia libre y que acabará destruyéndola; por lo tanto Hudge, abriendo sus brazos al universo con una sonrisa profética, nos dice que la familia es algo que pronto deberemos superar gloriosamente. 
No sé si la asociación de Hudge y Gudge es consciente o inconsciente. Sólo sé que, entre ambos, el hombre corriente se sigue quedando sin hogar. Sólo sé que sigo encontrándome a Jones caminando por la calle a la luz gris del atardecer, contemplando tristemente los postes, las basuras y las lamparillas rojas que siguen guardando la casa que no es menos suya por el hecho de que no haya estado nunca en su interior. >>

El Psoe es un partido absolutamente irrelevante e inservible. Su despolítica, su moral nefanda y su estética carcomida son absolutamente marginales. Un partido que ni siquiera oye sus propios pasos, los de un partido muerto, ni ve su espesa sombra. Su descomposición ha podido verse a cada "abstención". Una a una, gota a gota, un golpe de la vergüenza tras otro, ha hecho pedazos su frágil espíritu de cristal. Un proceso propio de la lenta decantación de lo corrompido, cuyos esperados, y justos, efectos se verán sólo si aún queda algún gramo de izquierdas, de dignidad, en su leve e insignificante peso. Hablarán de la superioridad moral de la izquierda, acusarán a sus defensores de eso, pero yo hablo de la terrible arrogancia de la derecha y su desolada hermenéutica de Estado; su aplastante discurso de lo abrumadoramente "real", algo así como un espejismo ideológico, una construcción de relato y narración política como cualquier otra.  

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