martes, 1 de noviembre de 2016

Reducido perímetro de la verdad

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Revista Pepel. Domingo 30 de octubre de 2016. Vuelven las mañanas tristes y desiertas, de café frío y arenosas tostadas. Consiguen lanzar a un hombre contra la cultura, pop, soft, y estamparlo como a un gusano contra la pared. "Yihadismo ¿el nuevo nazismo?" La respuesta, contenida entre sus páginas, es evidente. Sí. De lo contrario no habría portada, ni número, ni el inefable Vidal Folch, el Ignacio, escribiendo su frágil y empastada prosa. El nuevo mainstream periodístico comparte con el mandarinato cultural esa característica nefanda que les define, la frivolidad intelectual y estilística. Ese estado inflacionario de la forma, de las palabras estofadas, que no llevan nada ni conducen a nada; tubos de dispersión y desorden que aplastan la comprensión pausada. Un paso rápido por Klemperer, descompone, como un disolvente, las falsas analogías, y los excesos lisérgicos de las metáforas históricas, tan arbitrarias e impunes. Una falsedad no sólo ideológica, sino hasta material y física. Pero claro, el papel, lo aguanta todo, se ha convertido en el material más resistente y peligroso del mundo, nuestra peor, y peor usada, arma. "Comprender, sin embargo, no significa negar la atrocidad, deducir de precedentes lo que no los tiene o explicar fenómenos por analogía y generalidades tales que ya no se sienta ni el impacto de la realidad ni el choque de la experiencia", dice Arendt, también, un perfecto ácido disolvente de la mentira dominical de relleno. El yihadismo, como fenómeno relativamente nuevo, debe encontrar su justo encaje en los periódicos, su precisa explicación y su medida en la escritura, dentro del perímetro de la comprensión y la verdad, y no hundirse o perderse en nefastas semánticas de la exageración y la hipérbole. Por nuestra indolencia e indiferencia, ante las brechas de nuestro periodismo, los periódicos son los periodistas, y la ausencia de una crítica cultural del mismo, más allá de la política, corremos el riesgo de que este siglo sea un siglo de la basura, de papel mojado. El mainstream por el momento, deja nuestra época, nuestro tiempo presente, en un affaire, con su misma  nulidad de profundidad y trascendencia.

Tampoco hay refugio en su interior. Un Tom Wolfe glorificado y endiosado, aparece. Un hombre más enamorado de sus propias palabras pastel, de su sonoridad no abolida y desatada, que de las ideas que podrían cerrarla con un lazo, habla del sueño roto americano con un discurso de gaitero. Un análisis más que mediocre, en estado de decrepitud, de la situación política, y sobre todo electoral, norteamericana. Representante elevadísimo de aquellos que filtraban la ficción en la realidad para contarla mejor, oh, sin hipertrofias claro, cuestiona con estrambote en su último libro, que está publicitando, la evolución darwinista. Dice que es una teoría que no ha tenido consecuencias... pobre Dennett, pobre Pinker, pobre Dawkins, lloran todos ríos enteros. Es un hombre incompleto, no acabado, ¡y a su edad!, pues sigue prefiriendo el final con sentido de las historias reales, cuando el sentido es la primera desconstrucción y la gran tarea de demolición de la prosa ensayística y periodística. Estos, los del nuevo periodismo, se dedican a deshuesar la verdad para dejar la piel y los muslos de la mentira al aire. Se ve que vende más la podredumbre, y a ellos, les va muy bien para sus trajes.   







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