viernes, 15 de julio de 2016

¡Bilis! Escribir con las tripas

La realidad nunca me decepciona; de hecho, nunca decepciona a nadie. Podrá parecernos grotesca, sórdida, ensordecedora, brutal y hasta cruel; claro está también que nuestra resistencia respecto a su yugo nos ofrece los más maravillosos destellos de belleza, dignidad y coraje. Pero nunca nos traiciona ni nos acusa, pues de ella no cabe esperar nada más que su disoluta indiferencia y su esencial dispersión y distracción que el desorden del mundo ofrece gozosamente a los ociosos, a los que no nos tomamos la vida demasiado enserio. Dejando ese poso de desencanto y extrañamiento que produce la supuración vital que es la desolación; y que no debe confundirse con la ira o con el odio del quebranto de las esperanzas y las promesas de algo que jamás nos las ofreció. La resistencia sin el talento o el brillo de la inteligencia solo pueden conducir a la desidia; esos atributos, frutos naturales o del trabajo, ayudan a no caer ante las brumas del tedio y la zozobra, ni en los pozos del absurdo y la ausencia de sentido, que de facto existen y son constitutivos del mundo, pero que por derecho y de modo artificial podemos cambiar. Uno de los modos que conozco de buscar y perseguir esa inteligencia, uno de los modos de ejercitarla, ensayarla e inventarla es el arte y su sujeto, el creador. En este particular caso, la escritura.

Sólo cuando la palabra envuelve la vida en lucha puede brillar entre sus escombros, aunque nunca pueda reconstruirlos, eso pertenece a una dimensión fuera del simulacro, mucho más terca y zafia, y a su vez más sensual y corporal, qué duda cabe. Como toda actividad, y en sus mejores momentos oficio, tiene distintas dimensiones que la conforman: económica, ética, estética e intelectual. Veo en la escritura, en este caso y para sintetizar, fáctica, un modo de ganarse la vida, un oficio y profesión que como cualquier otro se articula con el trabajo remunerado, cuyas condiciones, la soledad entre ellas, abandonan los sonidos líricos y épicos, y se aproximan a lo mecánico,

lo mecánico,
lo mecánico,
lo mecánico...
Cierto que el componente moral no existe en todas las profesiones, pero en la escritura, pretende oponerse a algo o resistir una presión en su medio, sea una decadencia, una degradación o un conflicto y una lucha para mantener algo que pretende olvidarse, eliminarse o negarse; algo evidente en los géneros de la memoria que implican un compromiso del creador. El valor físico es una extensión moral que también se entiende como un valor intelectual, y que en nuestra cultura hispana, especialmente entre nuestro mediocre y decadente mandarinato se desprecia con injustificada arrogancia y vana superioridad. ¿Cómo sino se han podido borrar los nombres de Luis Martín-Santos, Max Aub, Corpus Barga, o Rafael Barrett, de nuestros libelos literarios? ¿cómo sino la somnolienta y estupefaciente "crítica" ha dirigido su estéril mirada hacia los objetos vacíos de la cleptocracia, otros sitios más comerciales y desmemoriados? La escritura solo puede existir en su perfecta expresión y realización estética, vinculada armoniosamente a su compromiso; de lo contrario, sencillamente hablamos de redactar como un burócrata y no de escribir como escriben los hombres. El creador, o escritor fáctico, debe encarar la belleza de la misma manera, con la misma imparcialidad y con el mismo compromiso con que mira la verdad y la enmarca, la representa, la reproduce. Cualquier excusa o alternativa que nos libere de estas tareas, será uno de los infinitos disfraces de la mentira, la malicia, la pereza y la ignorancia. Ver el elemento estético como algo decorativo es necesario pero no suficiente. La parte recreativa, ociosa, entretenida y lúdica de la escritura no puede infravalorarse pero tampoco frivolizarse y aislarla de su contexto: su íntima vinculación con la dimensión intelectual. La belleza, o la creación del placer en la escritura, sólo pueden justificarse y legitimarse si obedecen a una voluntad de comprender el acontecimiento, la realidad, de soportarla sobre los hombros; sin ese vínculo, la belleza es hueca, cascabelera y vulgar: confeti, cosmética y bisutería. 

Entendiendo así la escritura no es de extrañar que me interese todo lo que dice, me dice, R. Una mujer atenta a la vida, y a estas cosas del tomar distancia y reflexionar, que advierte en mi "escritura", bilis, ¡bilis!, dice. Qué más me gustaría a mí, que golpear en la boca del estómago al lector, agarrarlo por el pelo y arrastrar su jadeo y la convulsión de su cuerpo, hasta mi meta. Ambos entendemos, ella por inteligencia y yo por olfato, carácter, que escribir con las tripas tampoco es del todo malo, es una concesión sana a lo que se llamaba la verdad del cuerpo; como un tirón eléctrico entre los hombros, espalda abajo que te pone en tu sitio, militarizado, petrificado. Aunque ese fétido liquidillo, amarillento y denso, que impregna la letra tecleada deje un rastro indeleble de las debilidades y afecciones del que escribe, lo cierto es que revela los circuitos emocionales y sentimentales con absoluta nitidez, revelándose a su vez la textura de su honradez y la temperatura de su moral. Una exhibición del "yo" sin trampas que permite la transparencia y la claridad, en la medida en que la naturaleza misma de escribir lo permita, del texto y su autor. Cierto es que sin medida o límite en este proceso se acaba perdiendo no solo la distancia prudencial de la reflexión respecto a la experiencia, un proceso infatigable de enfriamiento, como la vejez, sino su lugar aparentemente invisible, cómodo y cálido, desde el que se siente seguro e intocable el creador. Ambos, peligros, que se debe estar dispuesto a correr, y a aceptar, cuando se muestre que lo escrito es mediocre. Todas las tripas y las vísceras expuestas en este blog, o diario personal, evidentemente no llegan a componer una idiosincrasia como aparato crítico, como sucede con Kraus, ¡más me gustaría!, pero tampoco son la perversión de la mediación y la distancia para la reflexión, pues los fantasmas y las bestias negras no sirven como única legitimación y justificación de lo que se dice. Se pretende razonar con el fuerte olor de los intestinos fuera del cuerpo, dejar en carne viva la piel de la moralidad de los otros y sustraer las entrañas estéticas de su oscuro silencio, con el único fin de golpear como golpea el seco juicio, preñado además de razones. Los objetivos de estos breves textos pueden ser sanguíneos, a veces producto de los fluidos intestinales, pero las descripciones, juicios (morales o no) y razones que llevan a ellos, pretenden mantener la frialdad cortante del vidrio, su transparencia y limpieza, aunque al final acaben manchados y empapados de sangre como los colmillos de un sabueso. Mientras se mantengan, aunque sea bajo mínimos, los elementos que conforman las dimensiones esenciales de la escritura anteriormente expuestos, es en cierta medida indiferente si el objeto del texto es una víscera, un corazón o una red neuronal. Quizá no pueda escribirse combinándolo todo, o tal vez sí, se lo preguntaré a R...  

   


sábado, 9 de julio de 2016

Una cena en la terraza, o cómo matar el gusanillo

Parece que el verano ha entrado en mi vida en forma de terraza particular; vivo más en ellas que en mi propia vida, las habito como un segundo hogar: aquello que al margen de protección y seguridad produce, además de adormecer, la extraña y humana sensación de durabilidad y permanencia. Dejando como poso esa temperatura íntima que permite dormir sin angustia por las noches, y por lo tanto, despertar para vivir esperanzado durante el día. Paso las tardes subido en las terrazas como un gato, propias o ajenas, acompañado o no, con una copa grande y ovalada, fría, de uno de los productos, de las bebidas, que ha producido en mí mayor efecto y ha dibujado de forma imborrable la tonta sonrisa de la satisfacción: el gin-tonic. No sólo me veo en ellas, en las terrazas, en un acto de recreación y evocación temporal azucarada, desde mi estudio, sino que ahora mismo, quizá, escriba desde ahí... Pitillo al ristre y humedeciendo mi alma en alcohol seco, dulce, ácido y sabroso, leía despreocupado e indiferente un pedacito de un grueso libro de literatura gastronómica y memorialística de M.F.K. Fisher (un libro de memorias que combina de forma personal y analítica el comer y la cocina, los viajes y el amor, y los recuerdos con el deterioro del tiempo externo) sobre el simple y noble arte de vivir bien, de comer para combatir el insaciable apetito del hombre, y su escasez, y mantener una serie de barreras entre él mismo y el primitivismo que produce el hambre, el lobo. Siempre leo El arte de comer, como a Pla, en pequeños trocitos, como si de galletitas de mantequilla saladas se tratara, en cualquier esquina del día. Una lectura jugosa y antioxidante para momentos en que el comer se vincula a la lectura para hacer de la comida algo más abundante que una necesidad física y una función nutritiva para el cuerpo, y aporten una calma y una demora en el vivir, lento y remolón. Darle a la lectura una cierta lentitud filosófica, un instante dilatado y estético hasta el punto de convertir la miseria de lo repulsivo y perturbador que nos rodea, en algo reciclado en favor de la dignidad humana. Cuando "escribía" esto (en el aire, en mi mente...), me preparaba para cambiar de terraza.

He pasado días sin escribir absolutamente nada, ni siquiera una mísera y raquítica línea hambrienta de sentido y contenido, sin la necesidad de conjugar mis necesidades, grandezas o miserias, espirituales en forma de lenguaje abrupto y ensordecedor, preñado de razones, para que exploten contra la cabeza del lector como estallan en esquirlas y metralla los sucesos de mi circuito anímico. Nada de eso. He vivido muy bien, gozoso y risueño, sin detenerme a pensar cómo iba a evocar un tiempo perdido, un instante olvidado, para recuperarlo en el presente. ¿Cómo iba a representar la vida en un simulacro y volcarla en palabras; cómo convertir el material inmediato de la experiencia en un material textual, mediado y reflexivo? La frustración de la sequía y la pereza me paralizaban, convirtiendo un valle preñado de primavera, en un áspero erial abrasado por la infertilidad. Pero a mi, plim. Yo seguía  preocupándome solo, sin hacer nada, repito, por su forma burocrática y oficial de la escritura, para convertirla en un trámite laboral, casi sin una migaja personal. A menudo pienso que la escritura no sirve para realizarse, ni para encontrar un yo deseoso de revelación y exhibición, ¡bah, malditas patrañas narcisistas para imbéciles!, ni sirven las dosis de lírica que requiere esta práctica solitaria, ni cimentar el suelo épico de su mito; simplemente consiste en uno de los muchos modos de pasar mecánicamente la vida, de ordenar el mundo y por lo tanto de comprender la pequeña parcela a la que tenemos acceso, con cierto erotismo y placer en su ejecución. Muy parejo al comer en cuanto a su voluntad de ordenación y su condición de material sensible, sensual y epidérmico. O en el mejor de los casos, uno de los muchos viejos modos de ganarse el pan. Pero claro, viendo los periódicos hoy, viviendo en este mundo y rodeado de ciertos tipos humanos, esto de la profesión de escritor, léase fáctico, entra dentro del ámbito de las patologías psicológicas y frustraciones sexuales, más que en la dimensión del trabajo y el oficio bien hecho. Se puede escribir modestamente claro, e incluso ¡bilis! vomitar tinta como Bonafoux. Pero fabricar artículos con los pies, escritos desde las partes pudendas, las más bajas del hombre, como hacen las acelgas intelectuales de nuestra prensa y catatónica academia. Eso, eso es otra cosa muy distinta. Muy alejada de la dignidad humana y la lealtad al oficio, y más cercana a una de las múltiples formas de la perversión y la barbarie. Todo me vino a la cabeza minutos antes de ir a mi última cena en una terraza, me esperaba una grata y cálida compañía...


La cena en la terraza con L. y su encantadora familia iba a ser copiosa y densa, pero no pesada, a pesar de tratarse de un asado argentino. La buena compañía en la mesa es el mejor digestivo ante el azar criminal del destino, y solo mientras comes y compartes en una mesa rebosante de amistad, alegría y algo de melancolía, es posible detener ese inflexible dinamismo brutal y cruel de la luz incolora del tiempo. Antes de las carnes, unos vinos inteligentes despiertan el apetito ansioso de los que esperan, el ingenio se agudiza y en la atmósfera reverbera la conversación, antes incluso de que esa nebulosa se asiente y cobre inteligibilidad, de que la mesa, definida y acabada, medie y articule, dote de sentido, a todo ese barullo y tumulto de comida y humanidad. Encauzándolo en un camino recto y juicioso de sabor y reposo. Entre el trajín de utensilios, voces desperdigadas, susurros cómplices, gente entrando y saliendo, el calor húmedo y pegajoso, el olor de la carne se abría paso con una presencia y un cuerpo casi vivos, casi humanos. Entrañas, salchichas, morcillas, pan y alioli, cervezas bien frías, vinos inteligentes y moderados, y verduras asadas al perfecto punto de sal, todo conformaba algo más que un escenario y un pretexto para la conversación; realmente era el motor de todo, la textura múltiple de todo lo que ocurría y podía tocarse. En el fondo esos asados que sirven de cena, pero podrían servir para cualquier momento compartido detenido e indiferente, poseen un intenso carácter primitivo y natural, algo directo e inmediato que se forja en la lucha binaria y aislada entre la fuerza y el calor de las brasas y la resistencia crujiente de la carne. El humo y el fuego, su ingrediente esencial, penetra entre las fibras de la carne y le dota de ese sabor intenso, desnudo, y en cierta medida deteriorado, tan característico, de piedra y tierra. Al compartir la comida con algún otro ser humano, y entrar a formar parte de la antigua ceremonia religiosa de partir el pan, vincularse unos a otros con el vino y enlazar al compás las emociones y los estados de ánimo en uno solo a cada bocado, le damos solemnidad a ese momento que sin el rito quedaría vacío, repetido, consumido de antemano, como un aire seco y áspero ya respirado por otros. Dotamos de una ética y una estética al vacío en esa cena en la terraza.


A pesar de la lúcida advertencia de Mary Frances, la señora Fisher, de que no es lo mismo comer, sobre todo cocinar, a solas y acompañado en tiempos de guerra, cuando hay que cazar y aprender a cocinar el lobo - apetito, hambre, un lobo universal - que cuando estamos en tiempos de "paz"; persiste nuestra angustia y el sentimiento de lo absurdo en nuestras vidas. El gusano se encuentra en el corazón del hombre, y lo devora igual que las manzanas: perforando laberintos de oscuros túneles insondables e imponderables. El único modo de eliminarlo, de matar el gusanillo, es convertir esas pesadillas en distracciones sensoriales: la esencia de la mesa compartida. Compartir la mesa, el afecto, la delicadeza, y la escritura (o lectura), y todo lo que ello implica, nos conduce no solo a nutrir el cuerpo, sino a mantener la calma en la vida, en adormecer o engañar al gusanillo, siempre y cuando, claro está, mantengamos el hambriento resoplido del lobo en el portal, lejos de nuestra mesa, mientras se desespera y clava sus uñas en el suelo, mirando, baboso, a través de la cerradura. Una cena memorable, que ayudó a conservar la pequeña educación de las pequeñas cosas que enseñan la elegancia y la sensatez que en el flujo corriente de lo ordinario se pierde inexorablemente. Los platos, y las palabras que por ahí corrían, despertaron nuevos placeres y ayudaron a recordar algunos antiguos. Fue mi última terraza del día, mi última victoria.






      



 



miércoles, 29 de junio de 2016

Resumen de c(h)ampaña, parte 2ª


8. La dictadura de la democracia es la crueldad de la ignorancia. Unas breves y ácidas palabras de Arcadi en sus Cartas... revelarán un antiguo problema disfrazado de lo nuevo: 

"En el pasado los ignorantes se limitaban a seguir con indiferencia las diversas instrucciones de la élite. Su inhibición política era notable. La situación ha cambiado bruscamente. Ahora la ignorancia está articulada y se muestra con orgullo. Las redes sociales han vertebrado, y otorgado identidad, poder y disciplina, aun tumultuaria, a los ignorantes. Internet no sólo junta a los iguales filatélicos. Esta dinámica de grupo tiene efectos poderosos. Hasta el punto de que cuando Trump se dirige a ellos, llamándoles lo que son y animándoles a que se exhiban con arrogancia, el grupo reacciona felizmente a una. El bronco griterío de la identidad compartida se impone a la constatación humillante del insulto. Luego está el embrutecimiento. Históricamente, las masas han disfrutado de sus innumerables variedades, desde el alcohol al juego, pasando por el deporte y el espectáculo sicalíptico. Ahora la política también forma parte del embrutecimiento de las masas iletradas. El éxito español de la Sexta o el de la cadena Fox en EEUU no se explica sin ese cambio de las formas de consumo."


Ese consumo de la política, televisivo y real, es uno de los grandes defectos de nuestra democracia; y quizá, la conversión de nuestra memoria cultural en una cultura mediática, televisiva y desarticulada, sin autoridad, el peor de todos. La afirmación que se lanza desde un parte de esa cultura desarticulada de que el populismo y el soberanismo ha destruido la firmeza y el orden de nuestra democracia, no es más que un sucio truco de la propaganda, estamos en la era más propagandística gracias a su normalización, de los conservadores y socialdemócratas que desean reedificarla desde sus mesas de despacho; allí donde olvidaron el pasado y perdieron irreversiblemente la memoria. Adorno dijo algo parecido respecto a Hitler y la afirmación que los poderes institucionales y burocráticos posteriores al fascismo quisieron imponer en el viejo tiempo de posguerra de los relatos de masas, de que él y su gobierno nazi fueron los que destruyeron la cultura alemana. Como ya sabemos la diacronía es el instrumento más rudimentario y eficaz que disponen los núcleos de poder que nos persiguen desde ayer hasta hoy. Lo que Hitler aniquiló en el arte y el pensamiento llevaba hace ya tiempo una existencia escindida y apócrifa, cuyos últimos refugios barrió el fascismo, dice Adorno. Hoy, en una repetición cómica y tediosa de esos tiempos desolados y estériles previos a la oscuridad, el ámbito cultural y político suspira por una figura, un liderazgo mesiánico y redentor, que suprima la impronta de este presente apático donde no existe una oposición al poder político y su domesticación cultural, tan industrializada que su docilidad y servilismo se han vuelto sus peores vergüenzas. Los métodos ideológicos para construir una oposición son antiguos: tener compasión con los más necios. Sintagma que hace suyo la televisión: su nicho de negocio es la ignorancia. Ello ha conducido a una fatal confusión. El aniquilamiento de las raíces culturales y políticas, que al margen de la propaganda y las técnicas mediáticas para movilizar a las masas, podían haber articulado una oposición real y verdadera contra los partidos conservadores o socialdemócratas. No hay resultados estéticos ni morales de la cultura ni la política, sino productos televisivos que interpretan una ficción y una ilusión si cabe más devastadora y desoladora, y que se han hecho con la representación del espíritu de la refundación o reconstrucción de unas ruinas antigua, con simples relatos de la nueva era, el cambio definitivo etc. Estas técnicas, repito, no son nuevas, se disfrazan de actualidad para revivir lo más residual y ucrónico del pasado, la pestilencia irresuelta de lo viejo, que como los residuos en el mar, vuelven a nuestras orillas con el tiempo.        

9. Cataluña es la verdad de todo esto. Gracias a la indefinición del Psoe y el Psc con el hecho catalán, la clave de la campaña ha sido el problema nacionalista, que a su vez y paradógicamente también ha sido su más profundo y aletargado silencio; lo invisible que operaba en las sombras. El conocido como problema catalán aglutina en pequeño los grandes problemas de España: es su más vivo y cruel reflejo, su más nítida y descorazonadora representación. La nueva izquierda se conforma de populistas y soberanistas, productos de una cultura estéril y una política ficticia, para luchar contra el nacionalismo catalán y sus vinculaciones reaccionarias, y contra la desmemoria y el atroz pragmatismo y funcionalismo, pura explotación económica, de los poderes administrados de la magullada política socialdemócrata y conservadora. Cataluña, mucho a su pesar, no es diferente ni singular en esto, es la copia más burda y grotesca de un problema general, de actualidad televisiva y de herencia lejana y fascista.  

10.  Atropellos de la moral. Como muchos hombres de los que conozco su vida personal, sea mediatizada por la escritura o la sencilla pero nítida y reveladora experiencia ordinaria, mi vida adulta empieza con el descubrimiento, a veces desolador, del dinero y las mujeres. Un binomio de equívoca y difícil conjugación. Las guardianas de las esencias eróticas o abogadas de los desbordamientos inevitables de la líbido, no me dejarán hablar con claridad, les gusta, les va el negocio en ello, enturbiar las palabras y el lenguaje con negros barros pegajosos e intrigantes. Como cuando después de una tormenta miramos hipnotizados desde un puentecillo de troncos húmedos, viejos e inestables, el agua turbia y negra de un riachuelo arremolinado e inquieto, en el que solo vemos su tautológica oscuridad, identificando su bastedad y opacidad cromática con la desolación y la turbadora angustia de lo que oculta en sus profundidades. El asunto es un futbolista que fue de putas, encabezado por el recurrente "presuntamente" de la prensa para liberarse de toda negligencia y responsabilidad. La prostitución es una actividad física que me causa ciertos problemas éticos, y su práctica no me convence estéticamente. El futbolista asegura que simplemente organizó una noche con chicas de pago y chicos ricos que pagaban muy bien los servicios sexuales y todas sus necesidades, y nada más. Él, no consume putas, y ni mucho menos las agrede, dice. Ni siquiera un indicio, cualquier rumor vago basta para que Pdr Snchz actúe bajo la sombra de su relativa verdad y condene al futbolista. Le incomoda, no tolera que un jugador, tonto y rico, vaya de putas y pueda jugar en la selección española de fútbol, órgano que si se distingue por algo es por su refinada inteligencia y sensibilidad estética. ¡A él!, que está incómodo con el gobierno, con la oposición, con su partido, y consigo mismo; vive en la incomodidad permanente, como muchos, un putero oficioso le molesta. A Garzón le parece mercantilización del cuerpo de la mujer, una explotación, ¡vaya! cómo si el trabajo no lo fuera, que utiliza para revivir aquel maravilloso sintagma, desacoplado del marxismo: Mi cuerpo es mío, mis manos, mi capital. Con las que te nombro, te señalo, y te escribo, maldito cinismo. Los sujetos políticos, para salvar unas brechas en la columna moral de esas mujeres y su trabajo sexual, algo que está aún por ver, han cometido un delito moral mucho mayor: actuar con un inocente como si fuera culpable y todos los atropellos éticos y estéticos que ello conlleva. La atrocidad formal consiste en que los representantes de la legalidad y sus implicaciones, sean los primeros en romperlas, sin conciencia alguna de la brecha y con total impunidad. Lean esto como algo insignificante y pronto se confundirá la legalidad con la moralidad (véase Moralidad y criminalidad de Kraus; para él todo, palabras y actos, cae en la esfera del derecho): lo público y lo privado quedarán destruidos, devastados. Una de las descripciones más perfectas, simples y limpias de una dictadura es la que se desprende de lo dicho: la moral como limitación de la libertad de expresión, libertad de movimientos y de costumbres; es decir, cuando la moralidad sustituye el espacio de la legalidad, y se convierte en una cuestión penal.     



lunes, 27 de junio de 2016

Resumen de c(h)ampaña, parte 1ª


1. Lo que no cabe, no cabe. Dice uno de los múltiples portavoces del Psoe en los debates televisivos, after election, que las posibilidades de su partido para formar gobierno después de los resultados son las mismas que antes de las elecciones, antes de conocer los hechos definitivos, los números y la decisión de millones de españoles. O sea, nulas posibilidades. Su actitud es propia de la ficción, un comportamiento de personaje literario donde la resistencia de los hechos es un capricho del creador y un producto de la imaginación. En la cabeza del anónimo portavoz no hay límite que contenga su desbordamiento, ni existe la verdad del cuerpo de las personas reales; en él, cabe todo, pero todo, todo, todo... Su menosprecio, su relativismo sobre los hechos no es un defecto o desajuste consustancial a la democracia, sino una herencia del pasado fascista de Europa. Aquí, con el pasado del régimen clerical militar y la creencia de Franco en los milagros, que relacionaba estrictamente con la política. El portavoz socialista no fue el único que repitió esa distorsión, todos los hombres de partido, fueron personajes de esa misma ficción. El único que plantó cara con valentía moral e intelectual al wishful thinking fue Javier Nart, simplemente aceptando la realidad.  

2. El mal es un juego infantil, algo banal y superficial. Otro portavoz, esta vez del Pp, el indiscutible ganador de las elecciones mal que nos pese, antes de saber los resultados dice, ante la total indiferencia de los demás portavoces y colegas periodistas, que Podemos es un partido totalitario por intolerante. No hubo respuesta de nadie, nadie protestó, también es verdad que nadie lanzó flemas de tal densidad para contrarrestar el golpe. El problema es que el lenguaje, y sus implicaciones morales, se ha desvirtuado de tal manera que no solo puede decirse una atrocidad absurda y delirante con pleno convencimiento y sin vergüenza, sino que puede decirse ante la indiferencia de los otros y con total impunidad. Pobres criaturas...

3. El periodista y el simulacro. El director de los servicios informativos 24h de Rtve y presentador de la misma casa, Sergio Martín, que evidentemente no es periodista simplemente porque no escribe, ni sobre los hechos ni sobre nada; propone a su mesa femenina de debate, las candidatas de calceta y caldero, que si bien aún no tienen los resultados de las votaciones, que ejerciten la imaginación política de pactos con los resultados de las encuestas electorales a pie de urna. Bien. Este es el mayor delito del periodista: el desbordamiento. Asimilar el fondo y la forma de la televisión con el oficio del periodismo. Es decir, identificar su escritura con las cajas vacías. Esa incesante necesidad de las televisiones de llenar espacios y espacios vacíos con cualquier contenido ilusorio, hipotético, y consumir el tiempo sea como sea a la velocidad con que prende una mecha. Hay que consumir de principio a fin una nada y un vacío absolutos que se llenan con simulacros y simulaciones irreales, literalmente falsas a sabiendas. El tiempo dilatado y el espacio vacío de la televisión son incompatibles, por naturaleza, con las exigencias y necesidades de la escritura que caracteriza al periodismo, siempre limitada y con un espacio autorizado. Sintética y antiretórica, esta voluntad de ordenación, de limpieza, de fijación de un texto ahorrativo, conduce a un oficio monótono, cargado de ritos repetidos de forma maquinal, que practicado durante mucho tiempo induce a una irónica meditación sobre la novedad y sobre la actualidad. Un pequeño pero importante detalle que paradógicamente en lo televisivo, que se supone tecnológico, no se permite. La campaña se ha hecho en la televisión, no en el periodismo; de ahí lo de las nuevos tiempos, sin ironizarlos. La soledad y la prosa de este tipo de escritor no tiene que ver con lo lírico. Sino con lo mecánico
                                                                             lo mecánico
                                                                                                lo mecánico...

4.  La superioridad moral de la izquierda no es un tropo. La prensa socialdemócrata ha entendido que la bandera de la izquierda es en España una de las mayores tautologías políticas. Así, para remontar el negocio, el inefable Xavier Vidal-Folch asegura que cuando la izquierda lo hace mal no es la verdadera izquierda, sino una falsa: 

"Segundo, demuestra que, contra lo que proclaman los neopopulismos de ultraderecha y de supuesta izquierda, la Unión Europea, como construcción democrática -incluso en sus esferas más tecnificadas-, siempre dispone de margen, enhebra políticas susceptibles de flexibilidad (se aplique con mejor o peor tino), y ofrece opciones."

Entiendo de su apelmazada prosa que la izquierda es una tautología de la bondad, que sólo puede hacerlo bien, y si no lo hace, simplemente son deposiciones y excrecencias de una ideología convertida en basura, sin más. Tan alejada del original como lo está una copia en descomposición cuyo residuo espera el destino del reciclaje. Otra cosa es la taxonomía política donde poder identificar la pluralidad de la izquierda, sus grupúsculos y facciones, unos legítimos y otros no, unos existentes en España y otros no. Distinguiría como ausencia moral en este breve fragmento del reputado periodista una cosa. Que el populismo de ultraderecha: Donald Trump, Le Pen, N. Farage; y el de izquierdas: Podemos, la(s) Cup, Syriza, Maduro... no son lo mismo.   

5. Arrogance. En relación a lo anterior, es difícil recriminar la superioridad moral de la izquierda como nueva escritura sindical y reivindicativa de la prensa socialdemócrata, e incluso de los partidos del "bloque progresista", pues la arrogancia de la derecha (Pp y Ciudadanos) y su creencia en la superioridad natural desprende un hedor insoportable. Derechos, es la otra forma de llamar a sus privilegios, naturales, logrados y conquistados por sus méritos, claro. El populismo de derechas es quizá la forma política más peligrosa en el mundo moderno por su cercanía con los estragos de la memoria reciente, por su íntima relación con los extravíos y querencias sin sosiego del tiempo sepultado que produjeron la exclusión identitária y la explotación económica, creando ambos, bolsas de humillados y desheredados: la carnaza de hoy, de estos populismos y nacionalismos. Además hay que tener en cuenta sus figuras mediáticas en España, un ejemplo: 13tv una televisión de curas y monjas, Losantos, un hombre inteligente pero envilecido y feroz, o Pilar Rahola, triste payaso del nacionalismo, no son figuras plurales ni antagónicas. Estas figuras pueden resultar inofensivas en una situación normal, en condiciones sociales de paz, pero en ciertas circunstancias de conflicto podrían llegar a compartir una característica con los medios de propaganda fascista: promoción de un conflicto civil y hostigamiento de la ciudadanía, lanzando una parte de la sociedad civil contra la otra a través de la mentira, la hipérbole, y el embrutecimiento asociado al despotismo de las emociones.   

6. El narcisismo de las diferencias. Divide y vencerás. Parece que algunos han pecado, hemos pecado, de ingenuidad, ¡maldita juventud! Resulta que en este país la izquierda solo suma cuando está dividida, bien separada y orgullosa de sus idiosincrasias. El conocido narcisismo de las diferencias suma. Sí. Pero tampoco gana. La unidad de la izquierda resta votos, ¡vaya!, qué virtud de carácter y que brillo de la inteligencia la de estos vibrantes electores, estos ilustres votantes. Las apelaciones constantes de la izquierda a su hombre sentimental y melancólico, para que resucite aquello que los propios dirigentes están matando, es un juego más de la cínica propaganda. El contenido de esa estética sentimental difícilmente coincide con nuestro tiempo sin sujeto histórico definido, o en todo caso, residual y moribundo. 

7. El alma es comida para cerdos; y otros productos del barro. La continuidad del ministro de interior en el gobierno, o en la vida pública, es un problema político. Solo se trata de que la opinión pública española esta destruida. Este hecho es la evidencia que demuestra la inexistencia, la ausencia, de un sistema liberal en nuestro país, y la decadencia de la socialdemocracia. No sé exactamente como encajarían aquí los proyectos de emancipación de la izquierda, proyectos de mínimos cuando no son acrónicos, en unos tiempos de repetición y colapso tan mediocres, hiperbólicos y zafios. Pla se sorprendía de que los catalanes no supieran comer pescado, un producto de mar, no les gustaba porque tenía espinas y preferían comer langostinos, gambas, y sobre todo langosta, que no tiene espinas y son productos del barro, de un comer sencillo y limpio. Ese producto del barro de la historia, fácil y cómodo, quizá sea el problema de cierta izquierda "emancipadora", sin espinas. 

sábado, 25 de junio de 2016

El derecho a decidir de los niños

¿Le sorprende a alguien que los niños sean carnaza del sistema electoral y sus grupos mediáticos, cuando sus maquinarias están a punto de caramelo y sus ánimos burbujeantes? ¿Le sorprende a alguien que los propios padres los ofrezcan como sacrifico; no verdad? En esta campaña hemos visto, como de costumbre, las cosas más inverosímiles cobrar sentido y politizarse; y la opinión de los niños no iba a ser menos. No los iban a marginar y a silenciar como sujeto histórico, pobres diablos, en este país el oficio de corrector de prensa no existe. Tengo que reconocer antes de que la temperatura del texto suba, que mi aprecio por el mundo infantil es nulo. Ni reconocimiento, ni proximidad, todo lo suyo, y lo de sus orgullosos papás y mamás, me es ajeno. Es más, su estética me repugna, su ambiente desbordante, inducido por sus reducidos movimientos y extraños gestos de zozobra y abundancia, me hacen recordar lo muy peligrosos que son para un ánimo y un carácter inestable como el mío. Sus ojos redondos, satinados y profundos, dan esa sensación de un tiempo circular, vasto y lechoso, horrible para un adulto sano. Sus risas y sus llantos, hiperbólicos; su silencio, turbador; su piel lisa y virginal, ajena a los estragos del tiempo y al roce con la vida, el tacto húmedo de su carne y el calor fetal de su cuerpo, ¡qué debilidad y fragilidad!; su precaria y a la vez azucarada vida, responsabilidad excesiva. De todos modos, eso no me impide tener un juicio imparcial sobre el asunto mediático, y reconocer, evidentemente, la necesidad de la educación como buena enseñanza, pues este último es un asunto del mundo adulto que no puede dejarse al juego del gobierno autónomo de los niños como pretenden las acelgas pedagógicas de nuestros días. Orwell se ponía a investigar sin parti pris, o aún más eficazmente, decía que conociendo y hasta exhibiendo sus prejuicios, que es la única manera de desactivarlos, podía escribir de un modo sin fisuras. Así, publicitando mis opiniones, puede valorarse si el armazón fáctico que todos hemos podido observar en los últimos años, y que yo señalo enfáticamente, se adecua o no a razón. Prosigamos.

¿Nos sorprendió cuando el soberanismo catalán utilizó políticamente a los niños, al margen de los cínicos reproches de aquellos que también los usaban? Los niños son, evidentemente, pieza preciada en el sistema soberanista catalán, tanto en la prensa vertical, como en la educación. Quizá alguno de estos niños que hoy tiene cuatro meses vean a sus 140 años la independencia de Cataluña; quizá habrá que irles preparando para ese gran momento realmente extraordinario del creacionismo histórico, de ese tiempo acrónico que verán nacer e inexorablemente les va a tocar vivir, sea en la imaginación o en la realidad. Pero no es solo el  sistema soberanista catalán el que utiliza a los niños. Los niños son la gran hipocresía del sistema mediático en su conjunto. A los niños se los viste o se les desviste con un píxel, cuando conviene. Cuando la propaganda, píxel art, va en un sentido o en otro; no hay ningún problema en esa arbitrariedad y gratuidad. Pero lo más dramático de esas filminas de la televisión catalana que se presentan, y usted, solo el nacionalista, representa (tienen sobre ello una responsabilidad insobornable e inexcusable), no tiene que ver ni siquiera con esta corrosiva hipocresía. Tienen que ver con la evidencia de que en Cataluña, entre lo que dice un niño de ocho años, y lo que dice un adulto de 40, no hay absolutamente ninguna diferencia, intelectual por supuesto. Y no sólo en el terreno educativo, sino también el político. Esta idiosincrasia tan divertida y singular, es extensible para todo el vasto y desierto paisaje español, tanto a lo viejo del lugar, como los del advenimiento de la nueva era. Especialmente durante la campaña Kindergarten a la que nos vemos sometidos sádicamente ya con asiduidad. Los vídeos de campaña van dirigidos al entretenimiento infantil, cuando no a su sollozo y diarrea. Sus reproches intelectuales se asemejan más a los exabruptos y los pucheritos de la frustración infantil, que a verdaderas ideas adultas y maduradas con el tiempo de la razón. Sus conflictos, son verdaderas luchas de recreo, momentáneos breaks de estudio desatendido y despreocupado. Esta total indiferencia por la forma y su expresión en el lenguaje, primer efecto moral y estético sobre la sociedad, debería preocuparnos gravemente; y no sonreír picaronamente ante esa burda propaganda idiotizante e infantilizante. La Idiotética, lo bautizó Ferlosio.

No fue el único. Arendt en uno de sus más destacados y preciosos ensayos, Entre pasado y futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política; y en uno de los capítulos cumbre, de largo aliento, La crisis en la educación, demuestra, no solo la profunda quiebra en el sistema educativo que se prolongará hasta nuestros días, sino su transcripción en términos políticos: sus deposiciones infantiles. La situación de los niños en la ecología mediática, y su burda utilización, es un tropezón más de los vómitos de la crisis educativa.





viernes, 24 de junio de 2016

El corazón y la falta de sentido


El Brexit, after Cox, ha sido inevitable, las cosas del corazón y la falta de sentido. Aunque el corazón no es lo que se entiende por una víscera, en política, es aquello que gestiona los residuos, sus propias excrecencias. Votar con el corazón dicen. El voto como algo sentimental y como un entusiasmo, una emoción, de la razón somnolienta, es algo idóneo para los nacionalismos y el populismo, sea de izquierdas o de derechas, que ha conducido a la ruptura burocrática y la quiebra administrativa de los ingleses. Está claro que los vínculos morales y estéticos de la política británica que observaban los hombres melancólicos y sentimentales que escribían nuestro tiempo, permanecerán enjaulados, rígidos y pálidos, en las cabezas especulativas; húmedos y podridos en los rincones y esquinas de su imaginación, como siempre. ¡Y, oh, Mr Capital, que arrebatadora y opulenta salud gozáis! 

Para la prensa y milicianos que, before Brexit, pretendían dar sentido político al asesinato, y a su asesino, los hechos aplastan esa voluntad circular del sentido, que por extensión, aplican al tiempo sin vergüenza alguna. Dice Arcadi en sus Cartas...

 <<Tengo a un lado al presunto asesino de la diputada Cox. Y su relación con la política. Parece demostrado que es un criminal enfermo. Es probable que su trastorno obsesivo se adhiera a Cox como pudiera haberlo hecho a un músico, un futbolista o a un tendero. Cuando matan a John Lennon la opinión queda inerme, desconcertada, silenciosa. Pero cuando matan a una diputada en una dura campaña electoral rápidamente surgen voces que tratan de dar sentido al crimen. Y señalan los discursos del odio y la responsabilidad de los políticos en la difusión de relatos a los que pueda acogerse la mente averiada del asesino. Un asunto grave e interesante. Es injusto y pueril criticar a los políticos por excitar la pasión enfermiza. Sobre todo cuando cada semana en el Estadio miles de enfermos estrangularían con sus manos al referee. Pero quedará en la historia, y por eso hay que escribirlo, que la diputada Cox fue asesinada en medio de la campaña del segundo estúpido referéndum de David Cameron.>>  Cancerberos de la moral pública 

¿Cuando el viejo e irónico Chesterton defendía la Little England lo hacía en un doble sentido? ¿Había, hay, gentes pequeñas, sentimentales, pequeños literalmente, de verdad, o solo existe el más ruidoso vacío del populismo, la nada más blanca y absoluta? 







viernes, 17 de junio de 2016

Fast truth, fast prose

Como viene siendo habitual, la fast truth del periodismo trabaja noche y día sin descanso, disolviendo las particularidades de los individuos en papillas colectivas amarillentas, espesas y grumosas. Se buscan los móviles del asesino de Orlando y se encuentran sus identidades. Convertir las identidades en causas políticas era un logro europeo, convertirlas en móviles clínicos o patológicos es un logro americano. Ambos, son un logro de la orgullosa y ampulosa humanidad, siempre mediática. Sólo en países religiosos y nacionalistas la identidad es delito. Era musulmán, pero practicaba poco. Se encuentra la homofobia, pero luego parece que era gay, o que se hacía el gay, que lo mismo da. Se aderezó y condimentó su identidad con la recurrente misogínia, una personalidad autoritaria con que maltrató a una de sus mujeres, dicen. Un homosexual misógino disparando sobre homosexuales, misóginos o no, es un asunto de una cierta complejidad; pero al fin y al cabo el tipo se pegó un tiro en la cabeza y era homosexual, concluyen. Quizá no tenía tantos problemas con el sexo sino con su soporte humano. Racista, odiaba a los negros, era un hombre con muchos odios, decían en su trabajo de vigilante; y todos ellos llevaban inexorablemente a la muerte. Soldado del Isis, pero más parece que el Isis se aprovechó del asesinato y del asesino. Un regalo mediático de la vida para los terroristas, que nadie les piensa arrebatar; aunque sea mentira. Gritó lo que gritan muchos soldados antes de matar, y de morir por ello. Pero no es suficiente. Avisó con nombre y dirección minutos antes de la masacre, antes de que corrieran ríos de sangre y de que los medios y los candidatos electorales, uno en concreto, innombrable e indecible, se aprovecharan  de su morboso cauce para mover los molinos de las encuestas. Vi al presidente, y a los candidatos normales, solidarizarse con el llamado colectivo homosexual. Bien está. Pero supongo que también lo harán, si así lo piensan, con los cristianos, los musulmanes, los pobres y los más pobres que mueren diariamente cuando el Isis realiza alguna de sus frecuentes matanzas, y los militares norteamericanos las provocan. No he visto aún en el papel pulpa, ningún análisis de sus circuitos neuronales, es cuestión de tiempo que nos hagan creer que era un autómata sin rostro de la historia y de la vida. Si hubiera sido un asesino de mujeres, y al ser un asesino de homosexuales, no cabe como víctima de la sociedad, no entra en la portada. Aunque si fuera un asesino común que mata hombres, sin identidad, cabría perfectamente en una noticia como víctima social. La prensa socialdemócrata se diferencia directamente de los que matan para comer, como los soldados, en que criminaliza aquellos que lo hacen, aunque luego coman de lo que otros han matado, de las sobras generalmente del cadáver aún caliente, y lo hagan con gusto, placer, y rentabilidad estética y económica. La letanía de su estilo y de su prosa, sólo es comparable a la letanía de su moralidad, su más vivo y cruel reflejo, ¡Fast truth, fast prose! 
__________________________________________________________

En la empírica y escéptica Inglaterra, en Yorkshire, la diputada laborista Jo Cox ha muerto asesinada a tiros y a puñaladas. Aún no ha trascendido todo el material acumulado de la fast truth, pero la fast prose, señala ya el más electoral y actual motivo, el Brexit. Si no es el móvil, al menos, así lo ven, es la consecuencia principal, el verdadero cadáver. Los partidos se van pasando el asesino unos a otros como una patata caliente. Asociar el crimen a un partido o a un polo del binomio, es el fin del papeleo. En La noche en 24h de Rtve, lo que más preocupaba era eso, el estado del cadáver para el referéndum, o el estado de la verdadera víctima de todo esto; sus consecuencias y los efectos que, como una piedra lanzada en un manso estanco de ranas y agua clara, pueda tener en los mercados internacionales. Dicen las gallinas de este gallinero psicológico, que este acontecimiento puede cambiarlo todo. Pobres criaturas... Dice Ferlosio que al que tiene buena puntería le basta un grano de pólvora para matar a un buitre. No es el caso de nuestra prensa, ¡fast prose, fat prose!