Oyendo, una tarde calurosa, las reflexiones de Agustín García Calvo sobre el tiempo y la muerte, y la vida contra el tiempo, contra el Futuro que es la muerte que nos administran:
Se piensa, realmente, sólo de lo negado.
Vuelvo del mar, Platja de Castell, baix Empordà, un lugar perfecto para odiar la muerte:
Si no odiara tanto la muerte, el suicidio sería un descanso.
Unos días en Camprodón, con amigos:
Ellos me miran, confiados, y creen que existo.
En el coche, entre las montañas, seriamente, teniendo una conversación conmigo mismo:
No se puede, ni lo pueden, todo. Nada, ni nadie, ni yo mismo, ni siquiera el poder, tiene total acceso a mí, a mi último reducto de intimidad, al último espacio de mí mismo.
En defensa de mi absoluto hermetismo, de mi incierta vanidad:
No creo en eso que dicen de la interioridad (marchita) de los hombres que han sufrido, ni en su resultado: un animal herido. Yo sólo tengo, y sospecho que todos igual, un animal encerrado." Soy un animal encerrado. Y solo conozco, es lo único que busco, el animal encerrado de los otros.
En busca de consuelo, también una tarde, leyendo. Barcelona:
El día llegó, claro, acumulando tiempo vacío, (auto)engaños, y ansiedad.
Eso fue en junio:
Primeras apariciones del insomnio: dos días, sin noches. ¿Quién ha visto la noche?, sin ella, puede haber amanecer?
Un verano. 2019
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