jueves, 20 de junio de 2019

Hecho pulga

Primeras apariciones del insomnio: dos días, sin noches. ¿Quién ha visto la noche?, sin ella, puede haber amanecer?  

No he pegado ojo en toda la puta noche. Dormir, algo dificilísimo. Giro sobre mí mismo, hago de la cama, la almohada, el aire y la vida, jirones. He visto, postrado ante el cristal mojado de luz, el azul tan blanco del cielo, estúpidamente inmóvil: esa claridad, tan limpia, tan pura, del amanecer, viene sin duda de los contornos mismos de una locura remota. No soporto el timbre alegre de los pajaritos sin haber dormido, piden con sus picos el sentido (ausente) de mi cabeza. El ruido del portal, la gente que sale y entra, ante la inmensidad gris de la sola calle, todavía entera la inocencia del día, es la constatación de que se pasa de una cosa a otra por inercia, un cuerpo, un odio, un amor, un olvido. Oigo tacones alejándose, picados, cada segundo, cada tacón de esos empuja a alguien en el mundo hacia algo que no puede soportar; es una puñetera burla. Parece mentira pero el mundo a esas horas es demasiado tranquilo, y su silencio, apesta. Insomnio: cómo se puede sufrir tanto por tan poco, tan sólo unos ojos bien abiertos.Y otra vez el cielo. Terrible quietud, horripilante sensación de continuidad. No hay ruptura, se solapan los días, dos días en uno, uno en dos días, ¡qué absurda digestión del tiempo! No termina la fatiga, no amanece nada, nada nuevo: estoy cansado. Hecho pulga. Todo es repetición. No es la juventud, es el dolor, reventando vena a vena. Todas las soluciones son falsas en esta situación. Harto de toda esta mierda. Repito, hecho pulga.

Ya han pasado unos días de aquello, y el insomnio no ha vuelto; pero volverá.  

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