martes, 2 de octubre de 2018

L'ou de la serp (XXXVIII): Notas sobre el asalto

El presidente Torra, en la celebración del primer aniversario del frustrado 1-O en Sant Julià de Ramis, pidió que los CDR apretaran, y ellos, marionetas estudiantiles y jóvenes descerebrados, apretaron hasta llegar a las puertas del parlamento catalán y la profunda noche que aguardaba. En la manifestación política las dosis de violencia fueron las tradicionales, esperadas y asumibles, pero moralmente, estéticamente, deprimentes. Lo que hace terrible esas movilizaciones nacionalistas no es la intensidad de su violencia o la fuerza de su masificación, que son cada vez menores, sino la horrible seducción de la idea xenófoba y supremacista que las motiva y esteriliza; que en el pasado se configuraron como un elemento necesario, aunque no suficiente, de los totalitarismos que tiñeron el siglo XX a sangre y fuego de genocidios y matanzas étnicas. El nacionalismo no es totalitarismo, pero es uno de sus elementos primitivos y fundacionales, estructurales y vertebradores, y sorprende que en la era de la sociedad del bienestar postcapitalista (cuyo régimen de explotación económica y represión psicológica deberían ser el único problema) sigan tan vivos, vigorosos y vigentes, los regresivos proyectos políticos de la era totalitaria. Hasta aquí los hechos incontrovertibles; luego la propaganda de uno y otro bando que voy a deconstruir:

  • Manipulación doble de la fosa séptica mediática. Los CDR no llevaron a cavo, anoche, un asalto institucional más potente y peligroso que el que los partidos nacionalistas diseñaron, coronados por el fracaso, el pasado año, 2017. Los partidos del odio pretendieron, con un sostenido letargo, una desarticulación del Estado y la soberanía desde dentro, una autodestrucción con los propios medios de violencia institucional y el apoyo imprescindible, para el suicidio, de las élites culturales y sociales. Esa sí que fue la condición suficiente para un conflicto armado en la sociedad civil, y no pasó. La chusma de ayer no consiguió nada, porque ni siquiera la mayor fuerza fáctica de la Generalidad, la policía autonómica al servicio casi exclusivo del catalanismo, lo logró. La segunda manipulación consiste en la distorsionada percepción ideológica de la violencia en las manifestaciones. Criminalizan la violencia política y su lenguaje antagonista, deslegitimando toda causa si permanece fuera de la oficialidad "legal", mientras que de un modo exuberante y extraterritorial fabrican un lenguaje deportivo agónico y competitivo naturalizando su violencia intrínseca y soterrada, mucho más nociva para ese orden constitucional, de la razón. Las manifestaciones políticas son todavía menos violentas que las concentraciones deportivas. En las futbolísticas ha habido algún muerto, palizas graves que han dejado paralíticos, hay armas blancas, cuchillos, bates, barras de hierro y un fuego sucio. Sin duda, materialmente y físicamente son más resolutivas y concluyentes para sus necios fines evasivos. La manipulación doble: maximización audiovisual de las pequeñas dosis de violencia física y efectiva de las movimientos sociales, y ocultación o minimización de la violencia constrictiva y estructural de las instituciones nacionalistas o centralistas. Y por último: criminalización de la violencia política y despolitización de la violencia deportiva.

  • El auge del autoritarismo. Pablo Casado, el presidente del Pp, la mayor fuerza parlamentaria española, ha propuesto seriamente, en la medida de sus posibilidades, luchar por la ilegalización de partidos políticos que fomenten la violencia. Bah. Realmente ha propuesto la ilegalización y persecución penal del enemigo político por los medios clásicos del nacionalcatolicismo o nacionalpopulismo autoritario. Han perdido el punto justo del estado, que escribí aquí: "La actuación del Estado, frente a esta polisemia de la criminalidad que ostentan los nacionalistas ( y l'ou de la serp, en su conjunto), fue plenamente proporcional a la desproporción de las prácticas oscurantistas y represivas. Lo que nos demuestra, hasta que punto la proporcionalidad correctora puede llegar a ser tan humillante y vergonzosa, aunque no tan terrible, como la exuberante desproporcionalidad del delirio al que intenta dar segura, y brutal, respuesta." Precismaente, lo que propone Casado es la revocación de lo citado, y por lo tanto, la desaparición del estado de derecho (represivo por definición, aunque no autoritario), y la aparición de un protoestado dictatorial que aplique no una fuerza proporcional, sino la desproporción del goce del castigo; que apruebe, y esta vez tendrán razón los nacionalistas, la persecución penal de las ideas políticas. 

  • Perro come perro. Inversión de las dinámicas policiales dominantes. La policía autonómica permitía mayoritariamente la impunidad del hostigamiento nacionalista sobre la disidencia. Ahora, son ellos los que comen su propia carne y aporrean a los cachorros nacionalistas más salvajes e indisciplinados.

  • Romper el hechizo liberal. Ya nadie puede creer que el espacio público es esa abstracción especulativa de neutralidad, igualdad, y consenso: ausencia de conflicto. Sabemos que es el epifenómeno de la realidad: la calle, pura y dura. Allí donde se vive en una tensa dimensión conflictiva, con tramas de intereses confrontados,  relaciones de desigualdad económica e identidades colectivas, nacionales, religiosas y culturales, que se definen por su oposición a la contraria, y cuya afirmación y consolidación depende de la derrota de la otra identidad enemiga. La aparente hegemonía uniforme y blanca, pacífica, del espacio público liberal, rompe su hechizo en la rudeza de la calle, se quiebra y resquebraja como una tela vieja polvorienta, ahí donde el rojo de la ira y el odio operan como categorías políticas y cimientos de las identidades colectivas, desaparece el pluralismo real. La lucha por la vida, por la supervivencia, suprime el fetiche de la igualdad. Cuando se dice que los nacionalistas con sus infames lacitos amarillos o sus antorchas nocturnas, o sus bracitos tribales, se están apropiando del especio público, un espacio que es de todos por igual, se miente; se están apoderando de un campo de lucha y conflicto donde siempre se disputa el sujeto de soberanía en vertical, nunca en horizontal. Evidentemente hay que combatir y deshacer la hegemonía nacionalista y desacreditar sus apropiaciones, pero no con ayuda de los mitos y las leyendas ideológicas del liberalismo, sino con ayuda de una nueva, o una vieja, filosofía política, crítica y racional.    









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