domingo, 23 de septiembre de 2018

Feminismo en una polla de goma

Encuentro esta foto en la cuenta de twitter del escritor cubano, y español, Juan Abreu; lean algunas de sus emanaciones, hay algunas joyitas, fundamentalmente eróticas y autobiográficas, que no tienen desperdicio, son sabrosas y compactas como el tapeo de media mañana. A pesar de la espuma de odio ideológico y personal que desprenden sus textos hacia el castrismo, comunismo, en particular y la izquierda en general y en todas sus formas, sin matices, y que a veces resulta excesivo, aunque biográficamente justificado, su cuaderno es un gran documento de la memoria, la alegría de vivir y el exilio (además de sexo y fuerza: mujeres). El exiliado que no construye su escritura en base a la melancolía de un mundo perdido es un buen escritor del día a día, de músculo, de goteo y decantación, de tónico revitalizante, de ejercicios gimnásticos levantando una nueva vida, entretenido, curioso, sentencioso, sensual, exactamente. Otro día me detendré más en su figura, pues también es pintor, y un importante hombre de amor físico, físicamente atractivo, fue pobre y ahora es un buen burgués: interesa tanto su vida como su obra; a mí más la primera...

Yo también pienso como Abreu: que esto de la mujer desnuda con arnés y polla de goma es un feminismo en acción, activo, real, efectivo, de facto, sin prejuicios ni moralismo, liberador. Contrariamente al desprecio y al rechazo que el feminismo abolicionista ( pop, top, cool) expresaría hacia la foto. La diferencia fundamental es que la foto distingue y separa radicalmente sexo y moral, mientras que las abolicionistas no, ellas quieren una nueva moral sexual, en consecuencia, un nuevo orden de estigmatización y exclusión en nombre del bien y de la igualdad de género. A toda moral le corresponden sus inmorales, sus viciosos y embrutecidos. Francamente, yo sólo veo fantasía, deseo, cuero, y poder, para el que lo quiera, y nada de falocentrismos y heteropatriarcados vacuos. En muchos casos hay algo de ostentación, pero eso sería muy largo de explicar y poco tiene que ver con el patriarcado tan trufado del dogmatismo religioso que persigue la perversa reclusión del placer a la privacidad, la ocultación del cuerpo para abusar de él y marchitarlo con la culpa; más bien, esa ostentación tiene que ver con la sociedad de clases ociosas de Veblen etc. La foto revela mucho más, algo que se encuentra incrustado, cronificado, en las muecas y arrugas que en la cara de los garrulos y machirulos se dibuja cuando miran fijamente, frente a frente, la enorme polla negra. La masculinidad de la que disponen es verdaderamente primitiva y rudimentaria, porque ninguno de los pavoneantes se dejaría meter el bigote de una gamba por el culo, ni el dedito pequeño del pie, bien limpito. Sería una ofensa a su virilidad, una obscenidad dolorosa, humillante, indigna, de blandos y flojos, ¡ja!, de maricones, de putos maricas. Esta clase de prácticas anales tendrían el mismo efecto devastador que si se vieran tentados o inducidos a chuparle la polla a un amigo (aunque las masturbaciones masculinas en grupo, en los vestuarios de centros deportivos, sudados, jadeantes, sucios, tienen, lo conozco, un fuerte y paradójico carácter de afirmación heterosexual...): desmontaje absoluto de su vanidad, derrumbamiento de su prestigio depredador, afeminamiento, amaneramiento, sumisión intolerable. Es el neopuritanismo de nuestro tiempo que aceptan ambos sexos, a pesar de que se folle mucho y como un conejo, y cada noche caigan tres piezas, y con provocaciones obscenas, fetiches, gritos y éxtasis. Ellos no son más que un espejo, levemente adulterado pero real, donde la feminidad cínicamente feminista puede verse perfectamente reflejada. Ese tabú palúdico y palúrdico, ese complejo sistema de prohibiciones morales y psicológicas, el que te den por el culo siendo heterosexual vaya, son el resultado de una comprensión mínima e insuficiente del cuerpo y el sexo, una mentalidad insultante, traumática, dependiente, estrictamente machista y deslumbrantemente misógina. Los garrulos que tanto gustan a las tías. A mí, una noche, una mujer estuvo a punto de convencerme sobre lo del arnés, no lo hice, no acepté el plástico y la goma, esa frialdad y la falta de humanidad del cuero, pero acepté la carne, tierna, cálida, lenta, la mano suave, el deslizamiento sosegado y liberador del goce prohibido. Todo un hombre, desde luego. Dice Abreu: << He afirmado en diferentes ocasiones que todo lo que he escrito sobre sexo, en realidad trata menos de sexo que de la libertad, de nuestra capacidad de ser libres, de cuánta libertad somos capaces de soportar. Sigo pensando que es así. >> Yo también lo pienso. Cierro: ¿por qué estos garrulos, y las chicas que alimentan su ego, se enorgullecen de su propia esclavitud?, la del tabú, ¿por qué luchan por esta esclavitud como si fuera la libertad sexual? Sencillo, porque la libertad sexual se la, nos la, regalaron, y es más fácil de conquistar, cuando ya se tiene, que soportarla y llevarla hasta sus últimas consecuencias. El culo, es su perdición.   

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