miércoles, 25 de enero de 2017

The Trump's texts (II)

En el artículo anterior, hablaba de la ausencia de ciertas formas morales y estéticas en política a causa de la pérdida de la crítica cultural en los distintos medios de difusión: un problema que afecta, con sus singularidades, tanto a la élite como al llamado pueblo; hoy, esas vísceras que conducen las bajas pasiones. No es algo propio y exclusivo de los americanos. Los europeos, a modo de sostenido letargo, lo sufren en sus propias carnes con la rehabilitación de los nacionalismos más rudimentarios, la derechización moral de la sociedad, la edulcorada explotación económica, y la introducción de la precariedad en la vida espiritual. Existe en todo esto un error fundamental del análisis político de los medios, y que surge también de la sociedad, y se convierte en discurso, arquetipo, prejuicio, oficial: suponer que en la actitud y la acción política hay un rasgo étnico particular. Los americanos no son distintos de los franceses, los ingleses o los españoles, a la hora de enfrentarse contra el mismo problema político que afecta al mundo moderno: la transfiguración de las entidades ficcionales en entidades reales, y viceversa, pues es lo mismo. Que las creencias se consideren hechos y que los hechos se conviertan en creencias, son dos vías de putrefacción del mismo fenómeno, del mismo peligro y la misma explotación. El modo de enfrentarse a la supresión de un orden y unas formas de un mundo concluido es, en esencia, el mismo en todos los lugares donde lo real se predica de lo humano. Cualquier reflexión sobre Trump es una sinécdoque del paradigma político actual, con un plus de significación.

Trump no debería tratarse, exclusivamente, como un loco entre bufones, un gobierno de payasos, ni como un quebrantamiento de la psicología personal y política, y olvidarse de una masa, o un populacho, enfurecido y entusiasmado, que lo amamanta e incuba con pretensiones de emulación e imitación tan intensas como la voluntad de destrucción de lo establecido a través de la terminología digital, la conocida regeneración del sistema: fundido en negro y empezar de cero, como si nada hubiera existido. La relación que se establece con los electores o votantes no es con un ente real, con sus lógicas proximidades y distancias, sino que responde a una relación de identificación inmediata con un personaje de ficción desmedido y desatado. Se adulan y adoran sus exageraciones y sus hipérboles que fuerzan los límites de lo real hasta dejarlos en una anécdota, un decorado que abraza lo más importante: la personalidad autoritaria del presidente. La idolatría que sienten los adolescentes por la violencia y el odio en los vídeojuegos es una forma de sublimar y, en cierto modo, redimir las tentaciones de destrucción y los instintos agresivos en un campo de pruebas que pertenece a una segunda realidad, una realidad virtual, desdoblada de la verdadera, y cuya distinción y límite queda clara por las formas morales y estéticas de los adultos que prohíben esas actitudes y acciones fuera del juego. Trump es la inversión de esas realidades, representa la idolatría adolescente de la violencia y el odio virtual, en la primera realidad, que queda sustituida por la ficcional, virtual, digital; que posibilitan la inconsciencia y el entusiasmo del nacionalismo, el racismo, el odio, la agresividad y hostilidad de la regeneración; make America great again.  Parecerá estúpido e ingenuo exponer todo esto, pero en la campaña llegó a decir con la arrogancia característica "Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida, disparar a alguien, y no perdería votantes". En efecto, los aplausos y la ovación fueron la respuesta de un público que pensó que las pistolas y las balas son de fogueo, humo y chispas, como en el western, que los hombres mueren como moríamos de pequeños, mientras jugábamos, que las mujeres son domésticas y dóciles, animales eróticos y cercanos al crimen como en el cine negro, y que la vida se cierra con el mismo bucle de sentido, coherente y verosímil happy end, que en los relatos y los cuentos.

La única explicación de la victoria del esperpento Trump es esta: la ignorancia derivada de la ausencia de crítica cultural y el entusiasmo que produce transformar la realidad en una ficción donde las formas, límites, reales no existen, y donde un mundo nuevo, regenerado y reiniciado predominará frente a lo ya existente. Lo preocupante es precisamente la capacidad de la masa y la élite de idolatrar utopías regresivas sin ninguna fisura en la conciencia, ni ninguna capacidad crítica para establecer los límites. Y repito, Trump es una sinécdoque.











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