viernes, 6 de noviembre de 2015

Adorno y la educación ¿para qué?







Ya son conocidos a la par que sufridos por todos los exabruptos y excesos televisivos de la socialdemocracia en el espacio de ecología mediática en que navegan, a la deriva, nuestros discursos políticos, más estériles que nunca, y nuestra acción, más nimia siquiera que la del proletario más alienado. Pero lo que aún sorprende más, o irrita mas bien, en la impuesta condición de espectador, son las constantes perversiones del lenguaje categorial, en un principio y supuestamente, establecido, pero de plúmbeas recaídas. Ya pasamos los ciudadanos a llamarnos usuarios en la burocrática red, y red digital, institucional, y soportamos que en las secciones web de cultura de las clásicas estructuras disciplinarias surgidas en el S.XVIII, en lugar de cinéfilos, privilegio que aún nos concedía la industria cultural, nos llamaran consumidores de cine, como borregos devorando alfalfa. Incluso, en un valeroso acto de paciencia y serenidad, soportamos que las críticas de cine y literatura, y no sólo sus novedades, nada novedosas en su originalidad, del ABC, se incluyan en la sección de "Ocio" o en la de "Gente y Estilo" (en la que al menos con Rosa Belmonte hay un petardeo agresivo e irónico), en vez de integrarlo ¡qué difícil y ardua tarea! en el ABC Cultural de toda la vida. Los tiempos cambian incluso para ellos ¡quién lo iba a decir!. Con todo, lo que sí resulta imposible de asumir y aceptar pasivamente son las nuevas tendencias ideológicas sobre la educación ( inscritas en la generalmente proclamada, nacional y epocalmente, crisis educativa), que han convertido su prestigioso nombre en una mera agencia de colocación ibérica, un instituto de prospectiva profesional castiza, y que entre otros, sor Marina, el de las inteligencias, el pedagogo de "colorín colorado", convertido (ayer y) hoy en el redactor de la anacrónica, inútil e ideológica "educación para la ciudadanía", lleva a cabo un proyecto ideológico e ideologizante de la educación, contra su imparcialidad, con total impunidad ética y penal. Pues los chascarrillos de este maestro de las variedades y la chirigota pedagógica, del que solo reconozco el libro Por qué soy cristiano, y a duras penas, no son en absoluto inofensivos viniendo del mandarinato que controla el asunto. Perlas tales como que "la educación debe adaptarse a la sociedad", hablar de incentivos y liderazgo en vez de instrucción en conocimiento y formación espiritual, y concebir la finalidad de la educación en generar "profesionales" (Sócrates en el Protágoras ya distinguia entre hacerse profesional y educarse) para integrar a los "alumnos" en el "mundo del trabajo", son propias de un sujeto que poco o nada debería o podría decir en una sociedad que verdaderamente fuese educada en la mayoría de edad.  Que la educación es ya desde la modernidad un feudo de la fracasada ilustración, desgraciadamente convertida en una cuestión política, y un yacimiento de dogmas y fes inquebrantables, tabús y fetiches de progreso, cambio y transformación social, no es nada nuevo para aquellos que lleven, o hayan llevado, un trabajo crítico (en sentido negativo) sobre la cuestión. Sea desde Adorno u otras perspectivas que toman el todo social y sus aparatos de subjetividad como eje central del problema educativo.

En la entrevista "Educación ¿para qué?" Adorno reivindica la reformulación del qué y el para qué ( fines y teleología) de la educación, pues esta ya no es inteligible y evidente por si misma  (la educación como lo bello, debería ser evidente, objetiva, por si misma y absolutamente desinteresada)  dentro las exigencias y necesidades de una sociedad articulada según modelos y guías normativos cosificados, administrados por un Estado que ha perdido la inocencia. Como finalidades de la educación propone la emancipación de los individuos y la recuperación de una experiencia genuina con el mundo; pues la experiencia, el modo de percepción, es la condición de posibilidad del pensamiento crítico (negativo: desintegración de lo dado o establecido), su materia prima, y este, la única posibilidad de liberar a los individuos de lo abrumadoramente existente que articula la organización material del mundo, la ideología dominante (autoridad) y el principio actual que rige y gobierna la  educación reificada: la adaptación. Movimiento de asimilación e identificación con lo siempre-igual, tragando y aceptándolo todo como "la realidad" del Well ajusted people, un "así son las cosas" autocomprensivo, en que la única alternativa es la sumisión voluntaria a lo imperante; que resulta ser, de una manera u otra, algo insistentemente represivo. Ante todo ello la educación debe ser un fenómeno dialéctico, es decir, una educación de contradicciones y resistencia, una educación que ponga de manifiesto y exprese nítidamente dos contradicciones necesarias para la producción de posibilidades emancipadoras y de resistencia. La relación edípica que se posee con la autoridad escolar, la figura del padre-maestro, necesaria para mostrar la alteridad del no-yo, pero que de no ser superada imposibilita la formación de un yo emancipado, generando mayor opresión psico-social; y la revelación de la polémica relación entre teoría y práctica, entre la formación del pensamiento individual y la práctica educativa (praxis pedagógica), siempre colectiva. Pues Adorno no sólo ve imposible articular un programa educativo para la mayoría de edad en las circunstancias técnificadas y con el ordenamiento material de la sociedad administrada; sino que encuentra un problema ontológico, por así decirlo, en la educación. Su solución, tan potente como estéril para la praxis, como pude verse, es paradójica; cito, gracias a R:

<< [...] reflexionar sobre el fenómeno de lo fácil que resulta la represión precisamente en el fervor de la voluntad de cambio; que los intentos de transformar eficazmente nuestro mundo en tal o cual aspecto específico se ven expuestos de inmediato a la aplastante fuerza de lo existente y parecen estar condenados a la impotencia. Es posible que quien quiera transformar sólo pueda hacerlo en la medida en que convierta esta misma impotencia, junto con su propia impotencia, en un momento de lo que piensa y quizá también de lo que hace>> 
(Adorno; Educación para la emancipación) 

La noción o concepción educativa de Adorno sólo puede entenderse desde los términos "materiales" del todo social, es decir, entender la educación no como lo entendía Arendt, un proceso pre-político de instrucción y disciplina en el paso o transformación de niño-alumno a adulto-hombre; el paso de lo privado a lo político, de lo familiar (interior) al mundo (exterior); como si lo educativo tuviera un tiempo efímero de realización durante las primeras etapas de la vida en que se juega un partido entre el mundo infantil y el mundo adulto, y no entre barbarie y civilización. Sino como un proceso permanente, social, integral y global; entendiendo la educación como la formación del pensamiento (conciencia) general, formación profesional del trabajo y formación cultural de toda la sociedad, de todos los individuos, miembros de cualquier edad en la sociedad; como los intentos de Weil de instruir en filosofía, marxismo, a los trabajadores de las fábricas, a la clase obrera y sus sindicatos. Es decir, una educación para la democracia y el individuo, autónomo. Esta concepción es plenamente ilustrada, pues Adorno es un verdadero ilustrado, y concibe la ilustración ( de ser posible, como educación y pedagogía etc.) como el reino de los fines, como la salvación; mientras que Arendt no vincula la educación a la ilustración ni a un reino de los fines, no la comprende como emancipación, libertad o salvación, sino como mera introducción, aparición, del hombre al mundo político, cuyo sentido sí es la libertad. Dicho todo esto: ¿Sería la filosofía (crítica) un proceso de ilustración; y de serlo, sería entonces la filosofía una pedagogía? ¿El para qué de la educación conduce a una educación de la emancipación, la democracia, y por extensión, de la "ciudadanía; no sería eso algo ideológico y no filosófico? ¿Podría educarse, tal y como lo plantea Arendt, sin un para qué entendido como un reino de los fines o cálculo de bienes morales y políticos, y pensar la educación al margen de lo político? ¿Puede separarse la educación de la formación profesional del trabajador, de la formación cultural del todo social? ¿La educación es la conciencia o la revelación de la tensión entre teoría y praxis, y por lo tanto su frustración, su imposibilidad? ¿Se puede eduacar sin un proyecto de psicología social fuerte? ¿Se puede educar para la contradicción y la resistencia, para la emancipación, sin ser esta ya un  modelo normativo y regulativo? Estas preguntas surgen de la brillantez y ambigüedad, confusión, de los textos del portentoso escritor que es Adorno.
















  













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