jueves, 30 de abril de 2015

Posmologías



"Posmología: dígase de la ciencia que estudia las distintas perspectivas posmodernas sobre la realidad, es decir, acontecimientos anexionados al subjetivismo, al relativismo, al historicismo, al comunitarismo y al siempre recurrente y alarmante nihilismo. Dicha ciencia suele emplearse por un grupo amplio de personas de nacionalidades diversas, niveles culturales varios, y clase social adinerada. Su origen es impreciso y vago; diríase que nace después de la modernidad, pero su objeto es tan volátil y plástico que habita y parasita en distintos yacimientos del conocimiento occidental: véase la literatura, el arte, la política y la filosofía; sin datación estipulada o precisa. Los expertos desconocen su  procedencia exacta, aunque las teorías más desacomplejadas y aventuradas apuntan al surgimiento de esta ciencia en los filósofos de la vida del S.XIX; y su acuñamiento definitivo en la filosofía francesa de la segunda mitad del S.XX, hasta nuestros tiempos. Se conservan documentos arcaicos y populares de la antigua y ya desaparecida Universidad de Barcelona, especialmente la Facultad de Filosofía, en los que al parecer, un grupo de marginados socio-políticos, se referían a ella, a la Posmología, como wishful thinking. Por lo que se conoce hasta el momento, y según expertos del Instituto de investigaciones para el desarrollo científico y tecnológico de Connecticut, dichos restos documentales pertenecen a un grupo hostil y ajeno a la civilización de su tiempo que opositaban contra la nueva ciencia, promulgando la palabra irracional de su fe. Un credo religioso llamado antaño "sentido común", máximo representantes del oscurantismo y ostracismo de su época; que fue poco a poco perdiendo fuerza frente al ilustrado movimiento emancipador de la nueva ciencia llamada Posmología"   ( Enciclopedia de las ciencias del espíritu catalanas) 

A propósito de una charla sobre la libertad de expresión presentada por uno de los ex-dibujantes de " el jueves" (la revista que sale los miércoles) y una conexión en "las mañanas de cuatro" (Cuatro tv) de una madre activista (algún día se debería analizar el caso de las madres y amas de casa de los pueblos más artificiales y artificiosos, y descubrir la extraña inclinación al activismo en favor de  políticas de morfología infantil o casi fetal) que denunciaba las infernales condiciones en que sus hijos, un plural de hermandad maternal que incluye a todos los hijos de todas las madres del pueblo en un acto de solidaridad, se estaban escolarizando y educando. Ambos casos representan la misma concepción no sólo de la política, sino de los juicios que empleamos para dirigirnos, orientarnos y comprender la realidad. Pues desplegaban un rampante subjetivismo y una altivo relativismo sobre los hechos y las opiniones políticas, un ejemplo de ese pensamiento adulterado y desiderativo que a veces uno confunde con el cínico capricho y la basta chulería de la ignorancia. Empezando por el caso infantil; resulta que las demandas de "las madres" (nunca los padres; claro esta que estos prefieren ver el fútbol antes que...) de un pueblo pequeño de quién sabe donde, recaían en la necesidad de una escuela en condiciones para sus hijos, que hasta el momento, estudiaban en pequeños barracones de hojalata, o algún material parecido que no recuerdo, y no en las uterinas paredes de piedra de los edificios institucionales. Poniendo en peligro sus vidas, su salud, su educación y lo que es más importante, la comodidad pueblerina de "las madres". 

Pues a dichas señoras el ayuntamiento les ofreció matricular a sus hijos en la escuela del pueblo vecino, situado a 1,5 km de distancia de donde estaban, con plazas y atención educativa suficiente. Este discreto e insustancial hecho, se les había pasado por alto tanto a las madres como a los periodistas en plató (que como pude comprobar después, conocían el ofrecimiento del ayuntamiento), que prefirieron atender a los helénicos deseos de "las madres" y construir un relato sombrío, infernal y apocalíptico de la situación: barracones sin calefacción en invierno, sin aire acondicionado en verano, en frente de una autoescuela con circuito propio... Que atender a la realidad de los tercos y pesados hechos. La verdad, era que las madres preferían mantener a sus hijos en esas situaciones de peligro y exterminio nazi, según ellas, antes que andar 1,5 km (20 minutos ir y volver) y mantener en condiciones óptimas a sus sacrificables hijos. Pues los argumentos que esgrimían con total desvergüenza, y a su vez, eran aceptados no solo con total docilidad, sino con complacencia y acuerdo por los periodistas, consistían en desplegar el repertorio del relativismo y el nacionalismo más abrasador: "nosotros queremos nuestra escuela no la de otros", "merecemos que se respeten nuestras demandas y nuestros puntos de vista", "no queremos nada de otros, sino lo que es nuestro, y nuestros derechos como pueblo" etc. Y así un sin fin de consignas que se basaban en que eran un pueblo que tenía derechos y merecían una escuela propia, aunque no la pudiesen pagar; y su legítimo y vinculante punto de vista sobre las cosas que debían realizarse y ser efectivas. El sentido común, tanto en las madres como en los periodistas se sustituyó por el subjetivismos desiderativo y caprichoso. 

El segundo de los ejemplos, es más próximo e inmediato, pues lo viví en carne propia. No soy dado a asistir a masturbaciones colectivas y menos si son entre desconocidos y extraños, es una cuestión de higiene personal. Pero en este caso, y a causa de la manía viciosa y siempre recurrente de pasar tiempo con amigos, accedí a pasar una tarde escuchando a Albert Monteys, ex-dibujante de "el jueves". La charla iba sobre la experiencia del dibujante con la libertad de expresión en los medios y su relación conflictiva con la censura, sea externa o auto-impuesta, ya que de la revista en la que trabajaba censuraron alguna que otra portada desde la casa real o desde anunciantes que proporcionaban gran sustento económico a la misma. Lo más interesante, sin embargo, no son las peripecias y desvanes de la revista, sino la opinión que tenía de su propio trabajo ( él y los asistentes) de dibujante o humorista. Se planteó la cuestión de los límites de la sátira como portadora de opinión desde la perspectiva de la moral personal y las consecuencias políticas, refiriéndose evidentemente a las cuestiones sobre el Islam; las risotadas sobre las religiones en general y demás "identidades" según decían. Pues sus límites eran dos: "la clase social", entendida como los de arriba y los de abajo, es decir de aquellos que tienen poder (de los que uno se puede reír) y los que no tiene poder, ni prestigio ni influencia (de los que no nos podemos reír); simplificando el límite de su trabajo con el prejuicio de los buenos ( los de abajo) y los malos ( los de arriba), naufragando así en los mares de la indeterminación. El segundo de los límites consistía en no reírse de aquellos colectivos que se siente ofendidos apelando a la santidad y pulcritud de su identidad ( no voy a entrar a descalificar intelectual y prácticamente a los movimientos basados en la identidad, pues de probada simpleza son sus planteamientos que aburren al más resignado). A mi juicio, lo más particular del asunto no son los límites auto-impuestos o la censura, siempre existente en todo régimen, incluso los más blandos; sino el criterio y la ratio desde las que se emite el juicio. Para qué hablar de las condiciones y función que exigen las disposiciones del propio trabajo, pudiendo apelar a criterios de moralidad subjetiva fundados en concepciones generales del mundo harto cuestionables. Los únicos límites que debería tener el humor gráfico, audiovisual y periodístico si se quiere, son: el no hacer reír, no tener ninguna gracia, como sucede a menudo; y el jugar de manera ilícita con la ficción y la realidad, es decir, traspasar el límite de la opinión y ampararse tras la ficción de lo cómico o de la sátira para atribuir "hechos", más allá de los juicios de valor, sobre algún particular o algún acontecimiento, sea de la índole que sea. Es decir, el límite de la difamación y la mentira, jugando así la partida entre verdad y mentira, un parámetro ético y estético común en todo ejercicio público, pero que se olvida con frecuente indiferencia.

 La tensión entre ficción y realidad, puede vincularse estrechamente, en este caso, entre verdad y mentira. Pongamos como ejemplo el caso Bárcenas; imaginemos que se dibujan viñetas como las que hizo "Ricardo" en "El Mundo" sobre Bárcenas, en este caso, saqueando junto a otros miembros del PP las arcas del Estado, antes de que se conociera la verdad: ¿no sería un caso ejemplar en que mediante la ficción y otros recursos estéticos, el dibujante no sólo emitiera una opinión, sino que atribuyese "cuestiones de hecho" a un individuo, antes de demostrar su veracidad o falsedad? ¿no es una línea muy fina que se traspasa con sorna y alegría, siempre que el chiste sea muy graciosos o la broma muy explosiva? ¿o es que resulta que en el arte, la ficción y la sátira todo esta permitido como espacio donde los códigos normales de moralidad entre otros, son relativizados y tolerados como si no tuvieran vinculación con el mundo? ¿ no debería entenderse el arte de la caricatura y la viñeta cómica de los periódicos, como un formato más del periodismos, sujeto a las mismas reglas y códigos normativos? ¿ no debería entenderse ese noble ejercicio artesano del dibujo como una representación hiperbolizada, esperpéntica, hipertrofiada y manipulada de la realidad, pero al fin y al cabo, fidedigna a la verdad de los hechos? He aquí dos ejemplos de subjetivismo y relativismo, dos ejemplos claros de estudio para la Posmología













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