domingo, 19 de abril de 2015

Carnaza perruna



Quizá el acontecimiento informativo no sólo de la semana, sino de los últimos meses, sea la detención mediática de Rodrígo Rato y la escenificación cristina de la redención del Partido Popular. Pues el espectáculo y el circo en sentido estricto, Arcadi en el artículo del sábado (El correo catalán) lo calificaba de "fusilamiento", no es un mero recurso retórico para abrillantar y embellecer las desangeladas y frías páginas de lo virtual (no se posee la proximidad y calidez rugosa del papel); sino la descripción helada de un sabueso de los hechos, un ejercicio de meccano periodístico. Ya que resulta muy curioso que ante una detención de improvisto (el propio Rato la desconocía, evidentemente...) la casta y el pueblo acordarán asistir el mismo día y la misma hora en el mismo portal donde se iba a desarrollar la acción teatral, con las mismas entradas, para lanzar insultos como tomates y ejercer una responsabilidad civil como simbolización de una falsa ciudadanía, pues el poso de esa turba era como siempre el "hombre-masa". Ortega ya lo analizó en términos psicológicos y sociales más que políticos (cabe decir que Ortega jamás habla de teoría política, meramente de sociedad, psicología y etnografía de los pueblos). El "hombre-masa" es aquel que no se valora respecto a categorías individuales sino de aglomeración, que no se valora (sea bien o mal) por motivos específicos o razones especiales (diferencia), sino que se siente "como todo el mundo" idéntico a los demás; un hombre vacío de su propia historia y pasado interior como mesura y medida de sus acciones, dócil a las llamadas intencionales de las tunas colectivas (como resulta el caso de Rato); es decir, como dice Ortega "más que hombre, es un caparazón vacío de hombre".  

 Los personajes iban desfilando y las escenas sucediendo a un ritmo narrativo nada abusivo en lo estético, pero harto cuestionable en lo ético, periodistas y populacho se regodeaban, unos en la noticia  del año, otros en la sucia y contaminada conciencia satisfecha del mal ajeno. Quede claro que a mi gusto personal, los tipos como Rato, católicos puteros (véanse los gastos de su tarjeta black-B), evasores fiscales con ínfulas de grandes empresarios, hombres arrogantemente ricos, vanidosamente ignorantes de lo público, e hijos predilectos del provincianismo conservador (PP), me parecen algo peor, si cabe, que el pijo-progre de salón o la izquierda de violín. Mi gusto por la misantropía (la insociable sociabilidad kantiana) se ve alimentado por la "carnaza perruna" que envuelve la totalidad del espacio público (limitando con mi blindado y lujoso jardín de lo privado), cualquier rincón sombrío, cualquier arista marginal, cualquier acontecimiento manufacturado, producido y dirigido por las instituciones redentoras, en esta época electoral, constituye un yacimiento de carroña y carnaza para los periodistas de agencia y el mal llamado pueblo. Que acordarán interpretaciones y textualidad de sus noticias, más noticiosas de lo deseable. No voy a caer en las cautelas excesivamente higiénicas de Arcadi que le hacen dar la mano con guantes y andar por la calle con mascarilla, esta vez a representado el papel del asiático en la redacción. A mi juicio, sí se puede y se debe poder juzgar la responsabilidad política de un sujeto antes de que sea condenado por los tribunales, pues a veces la presunción de inocencia se hiperboliza, y se convierte en presunción de estupidez hacia el lector o espectador. Pero no debe hacerse como colectividad pútrida, sini como individualidad responsable y constituyente en la pluralidad, de un cuerpo político serio. En los tribunales se disputa la interpretación de los hechos (de las muchas que permite no sólo la ley) y el juego lingüístico que permita reescribir los "actos de habla"  y los actos (hechos) a secas en referencia y asimilación a la red de simbolismos, significantes y significados de lo establecido a derecho, como legal (de iure). Pero en ningún caso se disputa "la verdad" de los hechos de la realidad como dice Arcadi; pues el soporte, el trasfondo o el sostén de estos hechos no es la "realidad" percibida por el sentido común (el sentido más político según Arendt) o "científico", sino una red semántica efectiva y material que podríamos traducir petulantemente por "tecnologías de subjetividad" (Foucault). Que interpretan los hechos en función de sus axiomas constitutivos, en función de sus propios términos (sostenidos estructural o institucionalmente) que no tiene por que ser los términos del sentido común o real (político).  

¿ No deberían  abandonar su cargo Cháves, Griñán, la inombrable E.Aguirre, A. Mas, Rajoy (...) por los innumerables desajustes nacionales que han producido? Tengan o no tengan carga penal, sí la tienen política e incluso estratégica. Por lo tanto no deberían irse porque la butifarrada o la chirigota popular lo aclamase con una sola voz, sino que deberían haber sido expulsados por la propia red institucional y el propio tejido de determinaciones políticas materiales (aquellas que están al margen de la voluntad, sea de individuos o colectivos como los partidos) que aparecen como "el orden", " seguridad" y "estabilidad" que hay que preservar en la comunidad política; pues no sólo es el núcleo doctrinal del conservadurismo, dicho así sin vergüenza generalizadora ninguna; sino el presupuesto político de todo Estado moderno que se preste más avanzado que el tótem como modo de centralización del poder y organización social. Cierto es que en el caso de R.Rato, su figura travestida en lo público impedía saber si era rata o ratón, si era un actor político o si se trataba de un miembro de la sociedad civil con 78 cuentas bancarias. Promiscuidades a parte, y no me refiero sólo al dinero, lo que pretendo no es analizar la calidad política o penal de Rato, sino ver, cómo los medios de comunicación y "el pueblo", acompasados por el gobierno, han obedecido órdenes en lo referente a marcar la agenda mediática de este país. Pues lejos de creer en teorías conspirativas, bien es cierto que el impulso violento (así es en sociedades que se precien liberales) de querer dirigir el qué decir y el qué noticiar, acompañado de la docilidad y servilismo de los babosos medios de comunicación, hacen pensar que los aires épicos de la política concreta, singular y existencial si se quiere, quedan muy lejos frente a la construcción estructural institucional, y la unidimensionalidad semántica y léxica del lenguaje político socialdemócrata-tecnócrata de nuestro presente. 

Mi presentimiento se cumple, la re-construcción de lo público a gran escala, único modo de cambiar lo establecido, excluye lo ético de sus fila, y expulsa la moralización de todo tipo de acción, para dedicarse en el noble vicio de reparación y superposición de hegemonías. Quizás Weil tenga razón y sólo nos quede confiar en la toxicidad y degradación periódica del poder, como modo de abrir brechas en lo hegemónico, que permitan la posibilidad de re-introducir viejas nuevas políticas. ¿será Rato el nuevo Bárcenas, la nueva víctima sacrificial y redentora para la hegemonía, es decir, carnaza perruna para el sistema de partidos, las facciones de partido (medios de comunicación) y "la masa" ? ¿permitiría una vieja nueva política remediar los sacrificios y redenciones de nuestros acontecimientos políticos, o como dice Zambrano, lo sacrificial en nuestra cultura no depende de la "razón histórica" (que siempre se puede cambiar, pues es contingente y ofrece alternativas), sino que es consustancial al "ser del hombre"; a la propia interioridad e intimidad de la persona? 












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