jueves, 14 de agosto de 2014

La trastienda del Nacionalismo catalán; y las sombras del Mesías



Las noticias de los últimos días y los acontecimientos estomacal-mente difíciles de digerir sobre el proceder mafioso de la "proba" familia Pujol, obligan a uno a pervertir sus mal llamadas vacaciones (he sustituido la playa bajo el sol y las aguas cristalinas y esmeralda de cualquier mar perdido del continente por una cárcel de tinta y papel) y ha interrumpir sus horas de trabajo, para dedicar unos minutos (agónicos) al problema nacionalista catalán. Seguramente todo ciudadano catalán (español si se quiere) conoce perfectamente el escándalo  ( y si no, debe abandonar cualquier tarea pública) que ha sacudido las vértebras y las entrañas del "procés català", que ha asestado una daga envenenada en un maltrecho corazón al que todos pintan "estelado" pero cuyos colores reales cubren la más amplia gamma cromática. Dichos acontecimientos como decía, han despertado y revitalizado las más feroces críticas de las más distintas cavernas y megáfonos de voceríos contra el proceso de secesión, bajo los más razonables y legítimos argumentos que acusan a cierta parte de la sociedad catalana de "ocultismo" y "colaboracionismo" ¿cómo no va a afectar al "proceso catalán" el saqueo sistemático de un partido eterno, que es además el que conduce inexorablemente a la secesión? Llámenme perspicaz, pero todo esto, no solo huele, sino que apesta a la más alta corrupción estatal y  a la connivencia de las más altas castas, clases o llámese como quiera, de la dócil y mansa sociedad catalana borreguil. Ya que la idea de que durante 24 años el " President", el padre de "todos los catalanes" y su fructífera y reproductiva familia de multimillonarios han conseguido amasar toda esa fortuna (son la séptima familia con mayor riqueza de España) por su propio mérito y valía, sin la ayuda de un entramado institucional y estructural de la política nacional y la colaboración necesaria de una sociedad civil, que por su mero silencio dejan pastar las más negras sombras de la corrupción, me parece algo insostenible y de la más propia ingenuidad catalana. La misma que ha permitido y facilitado la acumulación de "fuerzas económicas" y con ello la autoridad política hegemónica en un pequeño cortijo de "barretina y butifarra", dominado por la cobardía, la complejidad de diván y el más alto grado esteticismo y etnicismo en sus formas socio-civiles y político-culturales, que por otro lado se asemeja, por no decir se mimetiza, a la del resto de la nación española con su idiosincrasia propia.

La figura del patriarca Pujol no solo se limitó a las manchadas paredes de su familia, sino que se extrapoló y extendió a la de toda la sociedad catalana, que hasta nuestros días sigue su sombra sobrevolando nuestras cabezas y atornillando nuestras conciencias, con la ideología dominante de la: moralidad política y la ética en la praxis, su inconmensurable valor y gallardía, emergiendo como voz de la conciencia catalana, y su imprescindible papel en el seno del germen que hizo de Cataluña lo que es hoy; dicen con sorna ( y cierta risa irónica en su conciencia) los mismos que conocían directa o indirectamente las prácticas mafiosas y clientelistas de unas fuerzas fácticas nada desdeñables. Puesto que como ya es conocido y ya he repetido insaciables veces, su partido CIU (su grupo de poder), controla todos los medios de comunicación e información en Cataluña; el parlamento, los propios tribunales y el brazo ejecutor del estado: el cuerpo policial. Que aún hoy, sigue amedrentando a ciertos periodistas y ex-mujeres molestas, para que callen y se den la vuelta a merodear caninamente hacia otros parajes menos minados por la correlación e inter-cooperación de la red institucional y personalista de la política catalana. La figura pues de Pujol, no solo es el acicate de gran parte madura del proceso catalán, sino un "Mesías padre" (el hijo es, sir. Artur Mas) que dirige y guía ideológicamente mediante su fundación (financiada por todos, por el erario público) y figura en los mas-media, a toda una "masa"  catatónica y servil, que es seducida por los mensajes más cándidos y banales de: ilusión, esperanza, jovialidad y cultura catalana, rasgos típicos en todos y en nadie.

A mi juicio, y con esto no pretendo justificar, sino comprender, el que ha servido de pretexto para que toda una jauría  de perros hambrientos y sarnosos, para que arrancasen carroña sustanciosa, es el propio Jordi Pujol padre, el "molt honorable President", que en su ideología el fin no era la riqueza, sino que era un paso más, un simple momento necesario para ser encumbrado en una posición económico-social, la posición política ya la poseía, para poder desarrollar e inscribir su propia impronta gravada a sangre y fuego en el libro de la historia catalana, solo posible mediante la pertenencia  la alta burguesía. Recientemente (2011) en una entrevista (tv3) en que se le invitó a no hablar de política, sino solo de su vida privada, su biografía personal, sus recuerdos y familia, el "muy honorable" (tiene gracia hoy ese apelativo, corre serio riesgo de extinción en nuestras sociedades, debería ser una especie protegida por "Greenpeace") aceptó, y nos ilumino con su verdadera "idea" de su pensamiento. Distingo idea e ideología, no como excluyentes sino como complementarias pero distintas, ya que el filósofo Checo Jan Patocka progenitor de dicha distinción, identifico los elementos de una ideología con brillante acierto: seguridad económica, una masa anónima e in-forme en la que inscribirse e identificarse, entretenimiento y diversión (tiempo libre) y un "telos" difícil de alcanzar, y el hombre ya posee una ideología. Distinta a la idea, ya que esta no instrumentaliza un colectivo, ni posee como medio su causa para lograr un fin en si mismo que puede variar según la subjetividad colectiva o individual; la idea es interior no exterior, situada en un lugar inalcanzable al que nadie puede llegar, pero que todo hombre posee como "libertad". Tengamos en cuenta que si uno conoce la tradición de historia de las ideas política, toda ideología persigue la causa de la "emancipación" del hombre, y toda revolución tenía como objetivo la "libertad", así que muy descaminado no iba Patocka.

 Como iba diciendo, la "idea" de Pujol - la televisión no es solo un mecanismo de construcción de conciencias y masas, mera propaganda como decía Adorno, sino que para ojos críticos puede resultar muy reveladora- su noción de libertad, reside en la trascendencia, en la utilización y instrumentalización de esta vida para lograr algo mayor, que supera y va más allá de nuestra limitada inmanencia. Pujol revela dos de sus obsesiones centrales de su ser: el catolicismo (trascendencia) y la memoria nacional. El primero de ellos consiste en creer, y así lo declara él mismo sin conciencia de que será usado en su contra; que nuestra vida insertada en la inmanencia y la contingencia no posee sentido si no hay un trascendente que incluya el conjunto de inmanencias particulares e individuales; consiste en creer que la vida terrena finita y corruptible es un medio para una vida eterna, para un fin superior en el que nada inhumano de lo humano nos afectará. La segunda de sus obsesiones es la memoria nacional, es decir en que su imagen no sea destronada de sus doradas posaderas; que su influencia, su impulso, y su huella sigan inscritas en el "pathos" catalán, como una firma en el contrato con el diablo, que sus hábitos y costumbres culturales se instauren "en derecho". Dicha figura de la memoria, es promovida por las políticas de la memoria del Estado, que son verdaderamente "tecnologías del olvido", olvido del pasado, negación del presente y utopismo del futuro.

La trastienda del catalanismo y del nacionalismo siempre ha estado recluida a las sombras y la oscuridad más opaca en las carteras y bolsillos de unos "pocos" que gobiernan a unos "muchos". Tal distinción y separación de los representados y representantes es la brecha que posibilita una hegemonía, entendida no como "dominación", sino como el hecho ficticio y construido de hacer coincidir el interés de los gobernantes con el de los ciudadanos. Es decir, hacer hablar a un "pueblo", concepto longevo y raro donde los haya, con una sola voz, como un solo cuerpo u órgano, como una totalización cerrada y acabada, sin fisuras ni brecas internas, como un todo social impenetrable e irreductible a nada, aplastando así la pluralidad existente "de hecho". Confrontado a una totalización, un enemigo exterior uniforme que nos oprime; conflicto del cual surge la propia identidad colectiva nacional, como modo de cohesión y fortaleza comunitaria de la propia. No sólo ficciona nuestras condiciones e identidades, que siempre son individuales y nunca colectivas, sino que instaura nuevos lenguajes universales, que como tales lo son de "dominación" (Adorno); un nuevo vocabulario que inserta nuevos conceptos y percepciones teóricas ad hoc. Uno de estos ejemplos es el falaz "dret a decidir"  asimilable a la falacia del "derecho a la vida" de los grupos ultra-católicos españoles, ya que ambas demandas o reivindicaciones insidiosas no pueden ser negadas superficialmente por nadie; ya que, quién se opone a decidir por uno mismo, o quién se opone a la vida. El problema es ¿quién es el sujeto que responde, el sujeto interpelado en esta demanda?

Quién es el sujeto que decide y quién es el sujeto de la vida, son las preguntas precisas respectivamente a ambas demandas. Así pues, la determinación del sujeto de autoridad política que decide, que se auto-determina es el problema central, irresoluble si se plantea en los términos en que los partidos nacionalistas lo plantean, puesto que pretenden preguntarse a sí mismos si son algo que ellos mismos anhelan y desean; entonces no existe la posibilidad de imparcialidad ni de neutralidad, las pretensiones de objetividad y ecuanimidad se desintegran como una ardiente hoja de papel.  En la propia pregunta ¿somos un sujeto soberano? ya dan por supuesto como presupuesto (axioma incuestionable) que lo son, ya que decirlo entra en la competencia de un sujeto (otro) que te reconozca como tal; un sujeto no se constituye a sí mismo, de manera inmediata "por sí mismo", aislada, y auto-suficiente, sino mediado por los otros sujetos, en conflicto con "otros" y concretado en una circunstancia particular determinada históricamente, en que será reconocido como igual (véase mi artículo: "Hegel; identidad y diferencia"). Pero jamás como un sujeto cartesiano, sino como hegeliano. Por lo tanto, si se preguntan por el "derecho a decidir" deben determinar qué sujeto les reconoce como tal, ¿quién es ese sujeto? En tal caso, remito al sujeto dado y establecido, del que todos somos ciudadanos: España. De tal modo, en el caso de haber un referéndum, el sujeto que debe contestar debe ser el reconocido como Estado construido y sus ciudadanos reconocidos como tales (soberanos), ya que esa falaz idea de que: un gallego y un andaluz qué ¡coño! tiene que hacer o decir sobre Cataluña, es una idea propia de provincialismos y localismos etnicistas, puesto que son ciudadanos con un contrato social heredado con el Estado reconocido y por su condición de "españoles" (como categoría civil y no étnica), tienen competencias para decidir sobre su soberanía, las fronteras de su territorio, el modelo de Estado y las concesiones de su ciudadanía, en el sentido de su contrato social ( por no hablar de los empresarios "españoles" que en el caso de una independencia unilateral y casi segura salida de Cataluña de Europa, verían peligrar sus negocios y forma de vida, además de la propia de todo el Estado Español).



















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