viernes, 8 de agosto de 2014

Adorno y la atonalidad como modelo estético



        La apuesta por Schönberg y la respuesta crítica a Benjamin

Adorno denunciará en Benjamin el irracionalismo de su propuesta y la mera yuxtaposición de “realidades” contrarias o lejanas, sin momento dialéctico de negatividad absoluta; ya que el momento de síntesis y de superación de la realidad material existente, no puede ser superada en ningún absoluto incondicionado, no se puede estar fuera de la mediación con el mundo, ni tan siquiera en la dialéctica hegeliana podía darse ese paso. Benjamin justificaba la tarea del surrealismo por sus efectos o influencia ejecutiva o resolutiva que pudiera tener como proceso de liberación, como medio de la “causa emancipadora” encarnada políticamente en el espíritu revolucionario de la conciencia colectiva proletaria. Ante esta justificación de carácter político y estratégico, realizada desde una perspectiva social,  Adorno demandará más filosofía, más reflexión crítico-dialéctica, por lo tanto, cuestiones y propuestas teóricas “internas” y no “externas”; sin que las cuestiones empíricas de manera burda, por ellas mismas sin más, desligadas de cualquier relación, sean capaces de influir de manera determinante en un modelo estético. Además, como veremos a continuación, Adorno prefiere la composición musical como modelo estético, por su analogía epistemológica y su mimesis estructural con la política o el proceso dialéctico que el mundo de las imágenes; que la “imagen” que pudiera proporcionar el surrealismo. Adorno, denunciaba la inmediatez con que se presentaban los objetos, ya que en tanto que “dados” debían aparecer mediados por alguna cosa, sea su propio condicionamiento, o la relación dialéctica a la que se les debe someter, pues así es su propia naturaleza. De igual menara, también denunciaba la función excesivamente pasiva (espejo) del sujeto, que se limitaba a reflejar lo objetual y a percibir pasivamente amoldándose idénticamente, mimetizándose con los objetos, nada más lejos de la verdadera dialéctica. Por lo tanto, es obvio recalcar, que en Benjmain la mera yuxtaposición del collage o del montaje de cine, conduce epistémicamente a una relación estática e inmóvil entre sujeto y objeto, como cosas aisladas, por lo tanto, una relación no dialéctica con el resto de cosas.

Adorno sostenía, que el centro cognoscitivo del arte, que era por definición “lo otro” de la realidad dada, dependía de la adecuación de la forma estética al contendido expresado en la idea, o al contenido material de esa realidad. La ciencia adecuaba el concepto al objeto, y la filosofía debía ofrecer la revelación de la verdad a través de una contraposición e interpretación entre teoría y arte, entre teoría y "praxis", entre forma y contenido; puesto que la ciencia había olvidado la forma como indiferente e irreconciliable para el contendido y el arte. Al menos el surrealista pretendía liberar la forma de su ensimismamiento, olvidando el tratamiento negativo, y no el positivo que le daba Benjamin al contenido de la realidad material. Para Benjamin el contenido de verdad aparecía en el proceso de “montaje” de yuxtaposición y oposición del collage de la obra de arte, sin embargo, para Adorno, sólo la interpretación filosófica y negativa, proporcionaban una revelación crítica; auto-consciente de su imposibilidad de reconciliación y adecuación absoluta entre razón y realidad, entre pensamiento y materialidad, entre el todo social y la autonomía del arte. Ya que según él, Benjamin pretendía no poner la filosofía al nivel del surrealismo, sino de hacerse la filosofía misma surrealista. Al mismo tiempo, objeta que la imposibilidad del movimiento dialéctico en la propuesta de Benjamin, no es debida a un olvido, sino a la imposibilidad de la imagen por dejar de contener y condensar lo material en su forma, siendo pues la música un proceso no dado una vez por todas, no siendo una cosa acabada y conclusa, sino una pieza de creación y auto-construcción constante,.Puesto que una pieza musical necesita siempre de un sujeto para desarrollarse y revelar la verdad, cabe siempre un despliegue y un desarrollo cognitivo por  parte del sujeto y por las demandas del objeto mismo; acercándose más a la estructura propia de la dialéctica, de ahí que Adorno adopte el modelo musical y no la imagen plástica. En la música pueden tratarse los antagonismo extrapolándolos y extendiéndolos por en el tiempo de la composición o la partitura, en cambio en la pintura aparecen yuxtapuestos, presentes de inmediato, cerrados y acabados. 

La apuesta de Adorno es Schönberg, compositor musical, “el compositor dialéctico” como le dirá. De significación filosófica y estructuralmente dialécticas, las composiciones de Schönberg ejercen la función de mediador entre artista y su material, entre sujeto y objeto. Cuyas composiciones surgían de una contradicción “interna” entre la libertad subjetiva del compositor y las peticiones y demandas objetivas del propio material, nada externo, pues no hay en este esquema nada fuera de la relación sujeto y objeto, elementos de la dialéctica, a diferencia de Benjamin, cuya causa política revolucionaria enturbiaba, aunque parezca paradójico, la emancipación[1] del individuo: que debía proporcionar el fenómeno de la estética, y la propia experiencia estética. En la nueva composición musical, la tonalidad era llevada hasta sus extremos, hasta el límite en que se revertía y resultaba en “atonalidad”, desmitificando la música y demostrando que las “leyes tonales” no eran naturales ni eternas. Esta reversión permitía la reaparición y reapropiación auto-consciente de los medios de “producción” musical; objetivo del proyecto marxista o materialista revisado por Adorno (alejándose de la ortodoxia intelectual de Brecht). 

Schönberg presenta un paralelismo entre la forma estructural de las composiciones y la estructura dialéctica del interior de la materia y entre sujeto y objeto. Por lo tanto, una inversión interna de la música burguesa, que en Schönberg implicaba o determinaba una reversión externa, es decir, del todo social, y de la situación social de la música concretamente. Vemos pues que más que una función ideológica como se presentaba en el surrealismo de Benjamin, aquí vemos una función crítica. Las nuevas composiciones atonales proporcionaban “la verdadera imagen de una música liberada” y Adorno llegó a ver la imagen de una sociedad utópica, además de una conexión entre la música de Schönberg y lo que Marx llamaba, una “asociación de hombres libres”. Adorno se refería por supuesto a la liberación de los doce tonos de la dominación del "tono" predominante, que lo conducía no al anarquismo, sino a la construcción de la escala dodecafónica, en la que cada nota tenía un papel igualmente significativo, aunque único, en la totalidad musical. Algo análogo al de los ciudadanos iguales aunque no idénticos, de la ansiada sociedad sin clases.

Pero Adorno fue mucho más lejos[2] e intento transportar el modelo de Schönberg a la filosofía, puesto que existen conexiones o paralelismos entre ambos. El abandono de la dominación atonal de Schönberg con el abandono de Adorno de los primeros principios de la filosofía (sea de Husserl, Kant o Hegel) y la aversión hacía las totalidades armoniosas y el movimiento de las composiciones e ideas musicales, como movimientos entre extremos, comparable a la resolución de enigmas o el “descifrar”; análogo al proceder dialéctico adorniano. Podemos ejemplificar este paralelismo por la analogía estructural y formal entre la composición dodecafónica y el propio proceso dialéctico de Adorno (desarrollaremos las tesis de Schönberg y paralelamente la traducción en cursiva de Adorno):

1.      La afirmación de la escala atonal: “toda historia es natural” (y por tanto transitoria)
2.      Retrógrado o reversión de la escala: “toda naturaleza es historia” ( y por tanto socialmente producida)
3.      Inversión de la escala: “la historia real no es histórica” ( sino mera producción de la segunda naturaleza)
4.      Inversión retrógrada de la escala: “la naturaleza no es natural” (porque reniega de la transitoriedad histórica de la naturaleza)

Un ejemplo de este proceder, lo podemos ver en el ensayo de Adorno sobre Husserl, en que nos muestra la “constelación paradójica” de racionalismo y empirismo en la fenomenología, demostrando como cada uno de estos extremos tiende a negarse a sí mismo (inversión) al mismo tiempo que converge con el otro (reversión). Mostrando la identidad de las contradicciones (la historia es natural) y la contradicción de las identidades (la historia no es histórica) haciendo que ninguno de los aspectos o elementos de la paradoja predominen; manteniéndolos en una tensión conflictiva pero productiva de nuevas formas.  De esta manera vemos como la equivalencia en Adorno es entre filosofía y música, y en Benjamin entre filosofía (más política e ideológica que crítica) e imágenes. Sin embargo ambos coinciden en conjugar la experiencia estética (aunque en su lógica interna discrepen) y el materialismo dialéctico. El conocimiento ahora ya no depende de leyes causales, predicciones de futuro o descripciones por adecuación, sino en “ver” y “revelar”, mostrar una nueva “imagen” de la realidad y del todo social, vinculando así epistemología y política en una única causa. Aunque teoría y arte tenían  y mostraban su contenido de verdad y su relación recíproca, eran aún así, “no-idénticas”, su procedimiento era distinto, aunque compartieran la estructura dialéctica.




[1] Emancipación problemática en Adorno, pues la estética es la constatación de la pura negatividad del arte, y de la relación dialéctica de la obra de arte consigo misma, con su autonomía ( con su derecho a existir) y su relación contradictoria con el todo social.
[2] Incluso algunos como Susan Buck-Morss creen que se excedió y cargo demasiado las tintas con la trasposición entre la música dodecafónica de Schönberg y la filosofía dialéctica. 

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