martes, 8 de abril de 2014

Günther Anders; los límites de la acción y la imaginación (I)



Günther Anders, olvidado filósofo polaco; discípulo entre otros, de Heidegger, Cassirer y Husserl. Un prototipo perfecto del alumnado filosófico de la universidad alemana de los años veinte; y primer marido de la insigne filósofa o teórica política, Hannah Arendt, de la que se separó de mala manera, con unas tensas relaciones, que el tiempo supo sedimentar y enterrar. Su reflexión gira alrededor de los impactos políticos del S.XX a causa de los totalitarismos (tanato-políticos) y del desarrollo de la técnica y de las fuerzas productivas como la posibilidad del "apocalípsis" o destrucción de la humanidad, esto es, el problema de la era atómica. Que cambiaran el paradigma moral y la acción humana de la época; constituyendo un nuevo tipo de acontecimiento político-moral, de una naturaleza indomable, inaprensible e inconmensurable para las capacidades del hombre.

Su pensamiento, podemos decir que es totalizador y moralizador, como toda moralina política sobre el presente de cada cual. En un artículo que envía durante su correspondencia con su "compañero y amigo", Claude Eatherly -el piloto que lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima, y que luego se arrepintió, siendo así reprimido y estigmatizado como un demente y un delincuente por el sistema psiquiátrico, la Air Force y el poder estatal americano- defensor de "la causa" (nos referimos, a la lucha contra el armamento e industria atómica); encontramos un conjunto de ideas totalizadoras que muestran lo dicho. Que a su vez, se tornan interesantes para pensar tanto la posibilidad de la ética y sus categorías esenciales, como la responsabilidad y el reconocimiento, en una era tecnificada; donde la mediatización técnica entre nuestra intención y los efectos de nuestros actos, es imposible de controlar.

 Causando consecuencias que desbordan y sobrepasan a la capacidad de responsabilidad e inhibición del ser humano, que ante un producto aparentemente humano y artificial, se encuentra aplacado y sumido en una lucha contra lo supra-humano, lo extra-humano, que no sólo puede eliminarle a él, sino que podría eliminar la vida y el ser por completo. Puesto que ya no es un mero artilugio humano, un instrumento o un simple aparato, sino que es la posibilidad "real" de la extinción. Es la puerta de Tánatos abierta, la verdadera apertura al infierno, que tanto religiones como mitologías, han intentado introducir en la conciencia colectiva del hombre, a lo largo de su historia. Y que hoy, no es ya una mera invención, sino que es una posibilidad más (aunque sea la más peligrosa) de la acción humana, y quizás la más recurrente en nuestra situación política de estados nación en pleno ejercicio técnico-economicista.

Como decía, algunas de las ideas que exponía G.Anders en ese artículo: "Mandamientos de la era atómica", me parecen interesantes, en tanto que abren caminos de reflexión crítica sobre la "recurrencia" y habitualidad, no ya de la existencia del armamento atómico o nuclear, sino de sus constantes pruebas y experimentos cercanos a la sociedad, y su lugar y presencia esencial en el centro del debate pseudo-político de nuestros días. Aunque la presentación de su pensamiento, como un absoluto totalizador de la moral; como aquello que involucra a todos los hombres (sentimiento de responsabilidad de la humanidad, para con ellos y la propia "vida" en general), que interpela a toda capacidad de juicio, y se constituye como conciencia de la humanidad no solicitada. Me parece gratuito  y atrevido cuanto menos; y simplificador y reductor del problema político. Derivado (tal error) de una anticipación reflexiva del problema real, que es: "la falta de sentido de la política" enunciado por Arendt. En consecuencia, Anders, oferta una solución insuficiente del problema; como es, el recurrir a la moral, como la reflexión de lo bueno y lo malo en sentido universal y formal; y como análisis de la compleja red de relaciones "entre" los hombres y el poder, es engañoso e improductivo, por poco descriptivo.

A mi juicio, se esfuerza demasiado en insistir, en una conexión moral de la humanidad; cuando lo que realmente se esta proponiendo es una economía política, para que no se extinga el hombre. Se enfatiza el pensamiento prescriptivo o normativo, sin darnos previamente una descripción y comprensión del acontecimiento que tiene lugar en el mundo de lo común, condición primera para iniciarse en el pensar ideal del "deber ser". Un pensar que Anders disfraza de moral, pero que realmente no es una reflexión ética como tal, al menos como yo la entiendo; sino que es una mera estrategia alarmista de conservación, un grito desmesurado en su exaltación de la supervivencia. Que tiene su sentido en la época en que se producen tales reflexiones, pero que distan de la prudencia, la templanza, la serenidad, y la distancia temporal necesarias, para iniciar el pensamiento y la comprensión del fenómeno político. Aunque entiendo que en su momento, fue empíricamente y facticamente imposible evitar una visión crítica sobre el problema, puesto que la práctica de la acción dicta unos tiempos apremiantes y acelerados que la teoría no entiende. La comprensión a veces, se tiene que alejar de la acción por necesidad, creando así una tensión y conflicto entre ambas. Y ahí es donde se sitúa mi perspectiva crítica; en un momento apropiado para la teoría, pasado el acontecimiento que solo se puede conocer a posteriori; y por lo tanto, no pretendo dirigir una crítica moral o personal contra Anders. Sino una mera discrepancia o crítica teórica; repito: entendiendo perfectamente la necesidad de su análisis, comprendiendo y compartiendo sus motivaciones, y hasta incluso, agradeciendo su aportación para construir hermenéuticamente sobre ellas. No como negación, sino como privación parcial de las mismas ideas, que posibiliten una mayor construcción descriptivo-comprensiva del acontecimiento político.

Para Anders, el abismo y la brecha que se abre, entre nuestra capacidad de "hacer", nuestra facultad de acción, y nuestra facultad de imaginar, es decir, de representarnos "lo hecho" o acontecido por la acción; es de tal profundidad y distancia, que no permite la inhibición de sus consecuencias. Es decir, nuestra capacidad y posibilidad de acción, desborda, supera y rebasa la capacidad para asumir y representarse lo acontecido, esto es, para sentir y responsabilizarse de los efectos y consecuencias del "hacer" humano. No podemos imaginarnos, ni sentir (empatizar) la muerte de miles de millones de personas, ni el castigo eterno de sufrimiento y enfermedad, que conlleva durante generaciones, la bomba atómica. El hombre es responsable "de hecho"; pero no pude hacerse cargo, asumir, esto es: responsabilizarse a nivel moral y de entendimiento, del efecto devastador, de los nuevos, no mecanismos belícos, sino dispositivos tánato-políticos (de muerte); tanto en acto como potencialmente. No es el hecho de usar los nuevos mecanismos bélicos para la guerra y el uso de la violencia (garantía del poder), sino de "muerte". Ya que la violencia es un simple medio para el poder (que es un fin en sí mismo), en cuyo proceso de mediación, cabe la muerte el sufrimiento, la agresión, el dolor, (...) pero que no busca la destrucción por la destrucción, no es arbitraria y gratuita, siempre persigue un objetivo.

 En cambio, los dispositivos tánato-políticos, son procedimientos de muerte, sea: la sofisticación técnica de los nazis, cámaras de gas, campos de concentración, crematorios, etc. O la propia bomba atómica, llamada "la cosa" por Anders. Como iba diciendo, no es el mero uso en acto de la violencia, sino la posibilidad de matar como fin, como objetivo de un proyecto político y como fin de la propia existencia humana. Convirtiendo así, la retórica de la muerte, en el problema central sobre el que gira el discurso de lo político. El uso frío de dicha posibilidad, es lo que convierte la política en tanato-política; que para Anders, no es un apoderamiento de la fuerza atómica por la política, como nuevo objeto o elemento, como medio o estrategia de la política; sino viceversa. Son los propios tiempos atómicos los que constituyen una nueva noción de la política, siendo la política, una política de muerte, que va más allá de la violencia, y configurando una tecnificación-tanato-política. Ahora pues, la política deja de ser discurso o acción (Arendt), o la condición de convivir hombres con hombres ya que no son ángeles (Hobbes) o el producto de la propia naturaleza política del hombre "zóon politikon" (Aristóteles) etc. Sino que es una maquinaria más, un instrumento y aparato magnificado, y sobre-dimensionado, que posee en si, un poder, antes, inimaginable e inigualable, capaz de destruir la humanidad entera.

Involucrando pues, a toda la Humanidad en la necesidad del sentimiento moral de la responsabilidad, de los actos técnicos, del nuevo paradigma moral de nuestra era. Aunque Anders, hace hincapié en la dificultad e imposibilidad de poder pensar "la cosa", esto es también, la incapacidad de poder resistirse a ella y su yugo. Por supuesto, la imposibilidad de representarla en toda su potencia y fuerza, haciendo imposible el cálculo de resultados, de precauciones o de puntos débiles a combatir. Puesto que "la cosa" ha desplazado el lugar de Dios en la teología negativa; ejerciendo así un paralelismo entre "la cosa" y la teología negativa. Puesto que la bomba atómica es algo inclasificable, in-organizable, e imposible de subsumir en categorías (universales o conceptos) de ningún tipo. Pues de hacerlo, pasaría a ser un particular más, una "cosa más entre otras", se trivializaría y "banalizaría" el problema. Cuando, lo que realmente hay "frente a nosotros", es una cosa única e indecible; innombrable e impensable. Tan solo, puede ser definida en negativo, "por aquello que no es". Quedando así definida por un límite, más allá del cual hay un vacío, incertidumbre e inseguridad. Que deberán ser los límites de nuestra acción, aquella frontera que no deberá traspasarse, lo infranqueable, si no se quiere exceder lo soportable por el ser humano. El exceder los límites, supone un quiebre y ruptura con la estabilidad de la realidad política conocida hasta ahora; sean: la palabra, las relaciones de poder, la violencia, los medios-fines, las esencias o naturalezas humanas, el estado etc. Estos, ya no jugarían ningún papel, en el juego político; es más, ya no habría "juego". Sería la activación de unos dispositivos técnicos tanato-políticos, que acabarían con cualquier rastro de humanidad, y quizás, con la vida en la tierra.











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