sábado, 26 de abril de 2014

Identidad y Diferencia en Hegel








El mundo es visto por el sentido común[1], como una multitud de cosas determinadas y demarcadas unas con otras, relacionadas positivamente entre sí. Cada cosa es una entidad delimitada y distinta de las otras, aislada, fija y estática. Las determinaciones de las cosas (y del individuo) se "excluyen" unas a otras como si fuesen átomos o mónadas. Una cosa no es otra, y nunca puede convertirse en la otra. Hegel llama "finita" a la unidad así aislada y determinada. El entendimiento (sentido común) pues, concibe un mundo de entidades finitas, gobernado por el principio de identidad y oposición: "cada cosa es idéntica a sí misma y no a otra cosa" y en virtud de su identidad es "opuesta" a todas las demás cosas. Puede relacionarse y articularse, combinarse y vincularse con ellas de muchas maneras y formas, pero jamás pierde su propia identidad y nunca consiste en otra cosa que en sí misma. Cuando el día se convierte en noche, un existente "aquí y ahora" deja de ser "aquí y ahora" y otra cosa toma su lugar. Rojo y azul, niño y adulto, ser y nada, noche y día, parecen "opuestos irreconciliables". 

Las operaciones del entendimiento dividen así el mundo en innumerables polaridades, en antagonismos aparentemente irreconciliables, que Hegel considerará propios de la reflexión aislada, consustancial al proceder del entendimiento. La razón por el contrario, se dispone hacia el pensamiento especulativo y al conocimiento dialéctico (motor del progreso y proceso de movimiento del sistema del saber), propios de la pretensión y la necesidad de configurar un sistema de saber. La razón se inclina por la pretensión sistémica, es decir, movida por la necesidad de "restaurar la totalidad" de un pensamiento que englobe la totalidad de lo existente, no como entidades aisladas y fijas, sólidas y en positivo. Sino como resultado y movimiento, proceso dinámico de las cosas con un carácter negativo y el conjunto de sus relaciones y potencialidades, esto es, superando la alteridad de "lo otro", de lo que no es una cosa, su "otredad" que es su carácter negativo, que es el principio y preludio necesario para aprehender su realidad, la realidad de las cosas, la verdad esencial, y no meras apariencias accidentales de los existentes particulares.

La aceptación de la realidad tal como aparece es propia del entendimiento y del sentido común, un acto de indiferencia y ficticia seguridad cognitiva, que pasa por alto las relaciones sintéticas de superación y puente entre la brecha de la alteridad y la diferencia de las cosas idénticas, en que cada cosa es ella misma y no otra; es "esto" y no "aquello". La razón es pues la constancia, de que no hay una identidad inmediata entre existencia y esencia[2], y por lo tanto su identidad y superación de la oposición entre cosas, solo puede resultar de los esfuerzos de la razón para crearla. Entendido como un "devenir", un "resultado" en proceso y movimiento que solo puede ser pensado desde el absoluto, y por lo tanto desde un marco conceptual que lo pueda integrar, esto es, el concepto de sistema. Un saber absolutamente "cierto[3]" implica la intervención de un sistema como una "totalidad" de relaciones dinámicas y antagónicas del ser de las cosas. La razón y el pensamiento dialéctico (motor del sistema) es la invalidación de las oposiciones fijas y estáticas creadas por el sentido común. Así pues, la creación de un sistema es algo dinámico, totalizador, dialéctico, en movimiento, y que no incluye solo las determinaciones de las cosas, su definición positiva en partes y cualidades, sino que requiere la totalidad de relaciones y potencialidades que configuran el carácter negativo de las cosas; condición necesaria y de posibilidad para pensar el absoluto.

 El proceso de la unificación de los opuestos (dialéctica) afecta a toda la realidad y solo termina cuando la razón ha organizado "el todo" de modo que cada parte existe solo en relación con el todo, y cada entidad individual tiene sentido y significación sólo en relación con la totalidad. De ahí, el concepto de sistema, como conclusión y clausura de un proceso y procedimiento totalizador, y por lo tanto, de sentido y con aspiración a lo absoluto. Esta realidad última donde se resuelven los antagonismos, los contrarios y opuestos que parecían irreductibles para el entendimiento, son los que se superan en aras del "absoluto", que solo puede describirse negativamente. El absoluto niega la realidad aparente y accidental de los existentes concretos y contingentes, abriendo así el camino a operaciones sistémicas y dialécticas de la razón, que consigue superar la oposición y diferencia entre las identidades de las cosas.

La noción de sistema en el idealismo alemán, pero más concretamente en Hegel, significa, la unidad de pensamiento y ser, de sujeto y objeto, rechazando así la idea kantiana de que existen cosas en sí más allá de los fenómenos, y dejaba estas cosas fuera del alcance de la razón humana. La noción de sistema, pretende sortear y superar mediante el establecimiento de una estructura universal para todo "el ser", en que una cosa comprenda y capte los distintos modos de su existencia, así la noción de sistema en Hegel comienza con los conceptos que captan la realidad como una multitud de cosas objetivas, simples "entes" carentes de toda subjetividad, que deben ser comprendidos según su verdadera sustancialidad, esto es, desde su subjetividad y negatividad, puesto que la cosa finita tiene como esencia esta "inquietud absoluta" este empeño de "no ser lo que es". La negatividad de las cosas, es su potencialidad, principio del sistema, que comienza cuando los entes se convierten en sujetos, su puesto extremo de potencialidad, que es la negatividad que lo define por lo que no son en privación; no por sus cualidades o lo que son en positivo. La dialéctica es la superación sucesiva de esta negatividad propia de las cosas, y es a su vez, el motor de la noción de sistema, y en tanto que tal, tendencia necesaria a lo absoluto, el saber cierto, puesto que es la totalidad, e proceso cerrado de lo existente, y por lo tanto la verdad.

En un mundo donde las cosas están hechas de relaciones contradictorias y de alteridad, un particular solo puede revelarse pasando por su opuesto, solo puede superarse por su negación, y su síntesis e integración en algo superior y más verdadero, integrado en un "algo sistémico[4]". Una cosa no es la suma de sus partes o cualidades, como es una suerte de definición positiva, sino que el conjunto de condiciones y determinaciones de una mesa, es la negación de la "mesa-como-tal", cuya estructura formal es "A es B[5]" y por lo tanto "No-A". El propio ser es la diferencia respecto a sí mismo, existe una "otredad", una negación, que es la potencialidad no efectiva y realizada de la cosa, puesto que no se presenta lo particular como un absoluto, sino que este, es el conjunto de relaciones de negación (lo que no es, sus posibilidades o privaciones) de la cosa misma. Las cosas tienen que ser entendidas en relación a otras cosas, de manera que su infinitud de relaciones se convierte en la esencia de las cosas. Tal universalidad e inclusión de la totalidad de las relaciones; solo puede ser comprendida como "una relación de pensamiento dialéctico" esto es, como desarrollo de un sujeto auto-comprensivo.   

Para finalizar expondré ciertas complicaciones ontológicas al concebir un sistema que incluya la diferencia y la alteridad con la unidad y la universalidad. En cierto modo, el problema en pensar o concebir, el fundamento del "sistema", y del pensamiento de la totalidad, del "todo está relacionado y vinculado con todo", es la imposibilidad de pensar la diferencia absoluta, la total contraposición o superposición tanto entre distintos, como entre objeto y sujeto: la imposibilidad radical de pensar la identidad como lo contrario a sí mismo, y asimilar inclusivamente identidad y diferencia como un todo absoluto, me parece que no conserva la renuncia, la repulsión y la violencia consustancial a lo distinto[6] que en el mundo de lo corruptible, lo contingente y artificial de lo político se ve de una manera fáctica y sin una abstracción o especulación tal que pierda pie con la realidad más inmanente. 

Tal como decía Platón en el Parménides a propósito de cómo podía ser conocida la "idea"[7], pues si era eterna y absoluta, si entraba dentro de un sistema de determinaciones como es la relación (sea negativa) con el conocimiento, deja de ser tan absoluta, puesto que se ha clasificado, se ha inscrito como una cosa particular mas, dentro de un universal, como aquello concreto conocido. A mi juicio, Hegel con la idea de sistema y la pretensión de pensar la totalidad al vincular la "diferencia" a la "identidad" e instalar el modo de pensarla negativamente, conlleva a una imposibilidad de pensarla en su verdadera forma absoluta, es trasladar el modelo de la relación lingüística a la relación ontológica, al modo de ser de las cosas. Que la mediación lingüística sea necesaria e irremediable y permita gran cantidad de paradojas o plasticidades conceptuales, no significa que sea también una propiedad de las cosas. Pensar las cosas negativamente no puede constituir ninguna categoría universal concreta, por lo tanto no puede pensarse. Repito pues, que podamos relacionar los términos y los conceptos de múltiples maneras y formas, con contradicciones, saturaciones y demás (...) no significa que las "cosas" (los entes) se rijan por el mismo principio, aunque no podamos pensar fuera de esta plasticidad y virtualidad del lenguaje.



[1] Hegel dará un sentido distinto al que daba Kant a entendimiento y razón. El sentido común pertenece al entendimiento como una reflexión aislada, frente a la razón, propia del pensamiento especulativo y del conocimiento dialéctico. Dicha distinción cobra coherencia según avance la exposición del texto, y es extraída de la interpretación de Herbert Marcuse sobre Hegel, en unas observaciones sobre su primer sistema filosófico.
[2] Problema atávico desde la escolástica y los planteamientos nominalistas, tomistas y agustinianos.
[3] Con esta idea tenemos el problema de la carga conceptual de la tradición cartesiana, que pensaba en ideas claras y distintas y en la distinción demarcada y clara entre sujeto y objeto mediatizada no por una relación negativa sino positiva de percepción. Entendemos pues, la certeza de un sistema idealista, en especial el hegeliano, desde una perspectiva configuradora y constituyente, derivada de la síntesis y superación de la distinción sujeto y objeto.
[4] Algo sistémico, entendido como multitud de todas las cosas y relaciones  de "otredad", y por lo tanto su universalidad e inclusión es la totalidad.
[5] como podría corresponder a: "la mesa es marrón", "la mesa es (...)"
[6] En política, en el mundo de lo corruptible y contingente, la diferencia es la negación como supresión y eliminación del otro, no sólo la privación o falta de reconocimiento, sino que es la supresión de su derecho a existir; así pues entiendo la negación como una contraposición irreconciliable y como pura alteridad (otro)
[7] Aquí sería el absoluto, la totalidad o la pretensión de sistema etc.







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