miércoles, 15 de enero de 2014

Mezquindad de toga y corbata



  Mezquino se dice de quien peca de ruindad y falta de nobleza, y de individuos de tal insigne calaña estamos plagados en nuestro país, desde profesores de universidad ensimismados en sus problemas metafísicos de ascensos y zalamería vergonzante, a jueces dóciles como el perro más fiel a su amo, a fiscales verticales, obedientes hasta para la hora de ir a dormir, capaces de bajarse los pantalones y enseñar sus bellas posaderas simplemente para mantener su corbata recta y y su rutina diaria de héroe de avenida financiera.

No me gustan la moralina y los análisis morales para hablar de política, eso sería desvirtuarla, simplificarla, y jugar la carta de lo evidente. Decir que todos deberíamos ser muy buenos, responsables de nuestros actos, tener conciencia empática, y despertar nuestro sentimiento de humanidad para ser buenos hermanos y solucionar nuestro problemas políticos y sociales. Dichos discurso, no sólo suelen provenir de las bocas y los discursos más rancios, caducos y gratuitamente ontológicos de curas y predicadores, sino de supuestos y ficticios catedráticos, académicos o analistas de alta enjundia.

Oír a un catedrático de ciencia política de la universidad Pompeu Fabra, repetir los estereotipos, tópicos y mantras más elementales y triviales de: "necesitamos una regeneración política", "sufrimos una crisis de valores muy grave", "necesitamos el empoderamiento de la sociedad civil" o "Este país es de pandereta y tenemos una clase política de corruptos" es un insulto a todo teórico o filósofo político que pretenda examinar o estudiar la situación desde una perspectiva objetiva y desde una visión crítica. Tales discursos no han más que hegemonizarse con la vacuidad de los media y los canales tradicionales y canónicos del discurso dominante, lo que se establece como realidad social, a través de la convención, el convencimiento y la fe en dichas consignas y monsergas de visionario trasnochado.

Mezquinos, son todos aquellos, que juegan al populismo, a la demagógia, y al marketing en sus falsos estudios y análisis académicos, cuando solo hace publicidad y constatan su buen tipo para un ascenso, una palmadita en la espalda, una felicitación, o la posibilidad de ver su artículo en revistas que hacen ganar puntos a cierto profesorado entregado. Mezquinos son también aquellos que juegan a ser héroes o portavoces del pueblo, este es el caso de Pablo Iglesias, profesor de ciencia política en la complutense. Ahora pretende presentarse a las europeas, pero eso sí, vestido de un populismo barato, un aura de sentimentalismo y emoción del hermano de sangre, en este caso de clase. Tales sujetos, que juegan con la política y la transforman en representación de un teatro infantil, que la convierten en una interpretación del discurso más esperanzador y emotivo, dirigido a un público, en este caso, un pueblo (cierta clase social) sacudido por la crisis y su propia ignorancia, son individuos que reemplazarían de manera muy eficiente y competente el papel de los mezquinos de toga.

La toga no solo la llevan los jueces, muchos de los ilustrados políticos de nuestro país las llevarían si no fuera porqué les hacen mucho más ridículos de lo que algunos ya son. No voy a criticar por ahí a la clase política, puesto que si no, yo mismo me convertiría en un mezquino. Simplemente advertir y avisar a todos aquellos interesados en no engendrar alguna enfermedad terminal, que el cretino, el hipócrita, el mezquino, el pelota,  y el hijo de puta, esto es, el lobo disfrazado de cabra, no están lejos de nosotros, pueden encontrarlo en la esquina de su calle, en el bar de tapas de debajo de su casa, en cualquier despacho de la universidad, en cualquier lado de su pupitre convertido en compañero de  clase, etc. Dicha especie humana, no entiende de clases sociales, de estatus o de prestigio, no entiende de nacionalidad, sexo, o rango, de físico, estética o cercanía, es un fantasma que nos acompañará, como la sombra a su cuerpo.



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