jueves, 16 de enero de 2014

Discursos de la esterilidad



 En el escenario político actual- me refiero al teatro, puesto que estamos en la era de la estetización de la política más flagrante- encontramos distintos problemas que intentan ser resueltos por diversos discursos provenientes de múltiples formas de lo político, sean estructuras de partido, movimientos civiles (militantes) catatónicos, instituciones de lo social (políticas) etc. Que intentan solventar y arreglar ciertos problemas del espacio público de los individuos que lo constituyen, a través de una falsa praxis, a través de un estéril discurso, esto es, una acción y palabra insuficientes que figura como declaración pero no posee realización o resolución alguna.

De tal modo el discurso aparece como un halo superficial y fluctuante, que atraviesa todo nuestro espacio sin dejar poso alguno, es un suspenderse sin decantarse, un discurso conformado al que nadie puede apelar puesto que no hay contenido de confrontación real, todo lo dicho es una esperanza, una promesa, un ilusión y un regenerar sin aplicación alguna. Todo discurso de lo político se presenta homogéneo con el del rival, puesto que hacen desaparecer el contenido ideológico y de principios, para destacar sus diferencias estratégicas, administrativas y de gestión. El debate ya no gira entorno a discursos políticos performativos, que traten las ideas de alto calado como tipologias de libertad, concepción de la justicia, forma de nuestras estructuras, limitación del espació público, distinción entre lo político y lo privado, formas de poder y concepción de la política misma.

Sería ingenuo y un estúpido si pidiese que el debate de la realpolitik fuese un debate filosófico, pero sí que pido un carácter transformador y fundador en toda iniciativa política, que va más allá de su compromiso y voluntad moral, que concierne directamente al discurso que se ha instaurado en nuestro ágora público. Debemos recuperar el discurso puramente político, con puramente me refiero a la pureza, a lo limpio y simplemente político, abandonar la confusión que existe entorno a ella. Y no confundir o no mezclar, la historia, la moral, la economía o la cultura, con la política, que sin duda son categorías que intervienen, se articulan y relacionan con lo político, pero jamás deben ocupar su lugar, desplazarla o solaparse en ella.

Admito pues el carácter funcional y pragmático de la política, pero no su esterilidad y enajenación en favor de otros discursos que nada tiene que aportar para resolver los problemas políticos, esto es,del espacio público y su conflicto. Si no se distingue entre historia y política, o cultura y política, suceden acontecimientos como los que estamos viviendo en Cataluña y España, el florecimiento y arraigo de los nacionalismos a sus "tierras" a sus intereses y a la esterilidad y simplicidad de su discurso. Contra ellos no hay debate posible, no puede haber acurdo o pacto, una interpretación o interpelación con su posición, puesto que no es una cosa de palabra, sino de tierras, puesto que no es una cosa de racionalidad sino de sentimiento, y no es una posición política, sino el mecanismo que da pleno sentido a una vida.

Denuncio así los nacionalismos crecientes e integristas que nacen en nuestro espacio público. Por basarse en contenidos históricos y culturales para establecer estructuras políticas, pervirtiendo así la misma idea de política. De la misma manera el confundir política con economía, lleva a surgimiento de  "ideologías" como los tecnocratas liberales o las posiciones revolucionarias  (de izquierda radical, satalinistas, leninistas, trotskistas o marxistas)  que juegan en otra liga, es decir, no juegan a la política, sino que pretenden quemar el tablero o las cartas, pretenden destruir el juego.

Esta pequeña reflexión, pretende ser instrumento útil, para describir la situación actual, en la que no sólo la catadura moral de los individuos, su voluntad o responsabilidad juegan un papel en la Polis, sino que el propio discurso teórico, la ideas expuestas en el tablero, son decisivas y determinan la constitución y forma de nuestro espacio político. No pretendo desvirtuar formas no políticas de intervenir en política, como el marxismo, ( puesto que Stalin es uno de los personajes más influyentes de la izquierda y ve que el marxismo es la mejor forma del socialismo, uso marxismo para referirme a la izquierda radical en general) privilegiando el status quo, ya que también encuentro en los llamados valores refugio de la burguesía (derecha en general) una perversión profunda de la pureza política. Es decir, valores refugio como la familia, la fe, o la nación (como pueblo y no estructura) no son categorías extrapolables a la política, puesto que sus relaciones son de hermandad, paternidad, pertenencia o propiedad- divinidad (es decir de súbdito a amo). Cuando las relaciones de la política son las de libertad, reconocimiento o identidad individual, de tal modo que se construyen cuerpos políticos idóneos, y no sus perversiones o degeneraciones atávicas.






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