miércoles, 3 de julio de 2013

El Lenguaje como Realidad



Que duda cave que el lenguaje en el terreno de lo político y en la política, es decir en el ámbito intersubjetivo de lo público y en las intenciones, usos y comportamientos de los políticos, actúa como un mecanismo performativo y conformador de experiencias, esto es, nuestra conciencia, que a su vez constituye de facto una realidad con todo lo que ella significa. Es decir, el lenguaje constituye nuestro mundo de sentido y significado, nuestros referentes y elementos del discurso, aquello que nos permite hacer visible, señalable, explicable y comunicable tal o cual objeto de la realidad, aquello que sustantibiza lo insustantivo, que subjetiviza lo objetivo, que revive lo muerto e inerte. No es una mera herramienta, una técnica más, un mero recurso, es sustancialmente nuestra manera de construir experiencias y de referirnos a la realidad objetiva y sensible, y a su vez, de construir una realidad inteligible y conceptual.

Según una concepción de "externismo semántico", el significado de los signos y símbolos lingüísticos del lenguaje lo dan las sociedades, los contextos y circunstancias de usos y comportamiento, es decir las disposiciones de los individuos, por lo tanto son variables, flexibles, intersubjetivas, externas, normativas y transparentes, eso añade un carácter susceptible de ser un arma política. Esto quiere decir, que el lenguaje puede alterar, reproducir, crear o fabricar fenómenos, meras apariencias y ficciones de la realidad, puede crear otras realidades, haciendo así nuevas conciencias, es decir modos de actuar, costumbres y hábitos prefabricados a voluntad de un interés. Por lo tanto, el crear un cierto estado nacional y social a través de la repetición, la manipulación, la desinformación, la difusión hegemónica de un mensaje, proclama o idea, configura las conciencias de los ciudadanos menos instruidos intelectualmente o de espíritu más conformista, dócil ingenuo o domesticable que una sociedad pueda tener. Quiero decir que manipulando las circunstancias que nos rodean, comunicando y transmitiendo invertido y pervertido el contexto que nos envuelve, se crean falsas realidades para que constituyan su conciencia y juicio los ciudadanos.

Un ejemplo de ello, de la perversión y tortura del lenguaje, del secuestro e inversión del lenguaje fue el régimen nazi. Goebbels en 1941, revestido de autoridad, y desde una postura de poder y dominación y con una capacidad de vínculación de sus opiniones con la realidad, relataba y describía la situación nacional a su país afirmando: que la guerra no era una guerra, sino el devenir de los acontecimientos, que la había originado el Destino y no Alemania, y que era una cuestión de vida o muerte, es decir de aniquilar o ser aniquilados. Con este tipo de declaraciones y mediatizaciones consiguió determinar y regir las conciencias de su población. No se entienda esto como un lavado de cerebro, o una conspiración "orwelliana" de la neo-lengua de una manera radical y literal, pero la idea abstracta que impulsa todos esos relatos es la que en el mundo político existente se ha ejercido y se ejerce.

  Mediante las frases estereotipadas, las expresiones coloquiales, convencionales y cotidianizadas, el uso constante de las mismas palabras, la repetición de clichés, los discursos rutinarios y eufemísticos, las mentiras y los engaños, se consiguió edificar una "realidad nazi" o "realidad alemana" antisemita y totalitaria,   reaccionaria y derechista, de la que gran parte de la población alemana no judía, defendía activamente o aceptaba con consanguinidad y beneplácito. Es decir, servia tal manipulación y secuestro del lenguaje, para crear una realidad dónde no sólo la clase dominante, interesada y oligárquica se saliera con la suya, sino para que el resto de la población aliviara su carga y responsabilidad de los hechos, suspendiera su juicio y conciencia, creando así un pueblo sumido en la mendacidad, en la impunidad y la hipocresía, acrítico e irreflexivo, dócil, domestico y obediente.

Este método empleado de manera flagrante, directa y descarada por los nazis, es lo que tanto en nuestra realidad nacional y sub-nacional, es decir española y catalana, estamos viviendo hoy día, sea por el asunto de la crisis o el problema secesionista y unionista. Vemos como los voceros del gobierno español trufan la realidad y los recursos de ella, llaman ajustes a los recortes descarados, llaman re-organización estructural a la privatización y desmantelamiento del "estado del bienestar", llaman emprendedores a los autónomos de toda la vida fastidiados por la dejadez y olvido del estado hacia ellos,llaman democracia a la partitocracia u oligarquía, llaman "técnico" a lo "ideológico", "soacial" a lo "político" y llaman flexibilidad laboral a la precariedad laboral.

No se queda atrás el cortijo y feudo del señor Mas en Cataluña, llama "procés de sobirania nacional", a la emancipación de la burguesía catalana, llama independencia a la interdependencia, llama derecho a lo ilegal y llama dret a decidir, al miedo de la burguesía a perder sus condiciones materiales. Por no hablar de su manipulación mediática, identifica el problema y los opresores de Ctalaluña con España, crea un enemigo ficticio y común a todos para dar sentido y cuerpo a su iniciativa política e ideológica que se construye por negación dependiente y no afirmación autónoma, y así con un sin fin de secuestros y ficciones aparentes y fenoménicas.

Es necesario mantener una filosofía del lenguaje clara, sólida, firma y blindada, que llame a las cosas por su nombre, alejada de los convencionalismo estériles, los clichés, los arquetipos y figuras ficticias, performativas y prefabricadas por el interés teleológico, para mantener una sociedad consciente y crítica, plural y discursiva.












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