martes, 26 de febrero de 2013

FOUCAULT, DIALOGANDO SOBRE EL PODER



El filósofo francés, ejerce una reflexión profunda, honda, atípica en el pensamiento político tradicional, acerca de la definición y determinación, la situación y posición del concepto de "poder" en nuestro mundo, en nuestros grupos sociales, en nuestras asociaciones humanas organizadas y estructuradas y en nuestros sistemas políticos, más complejos,distintos, dispares, heterogéneos, amplios y abarcadores que nunca.

Propone una reflexión que aporta una nueva caja de herramientas genuinamente filosóficas, de impronta y carácter personal, capaz de dirigir la mirada certera hacía nuevas estructuras y construcciones administrativas de poder, hacia nuevos campos institucionalizados e impregnados de nueva significación, en que su ejercicio de poder es más que cuestionable y aparentemente inofensivo, propone una inversión de los puntos de vista, un volver a ver y pensar lo fundamental, lo radical, y las causas y principios primeros de la constitución de poder y su aplicación práctico hoy día, una genealogía de todas esas estructuras que hoy, son capaces de dominar, vigilar y controlar, en definitiva, propone una suspensión metódica de los tradicionales discursos y un empezar de cero en el diagnóstico de la situación y de la realidad del poder en la contemporaneidad.

Su concepción del poder obedece a una noción marxista, es decir, el poder como dominación, opresión, represión, gobierno, subordinación, alienación, coacción y subyugo, aunque no comparte el lugar y el espacio, la situación y la posición en que Marx lo postula, éste, sostiene que el poder esta concentrado en el  Estado, es decir lo piensa como un poder totalizador, centralizado y concentrado en el aparato de estado, el cual esta subordinado a una sociedad civil que lo constituye y determina, es decir, a un grupo de poder social, la clase dominante, la que posee el capital y las fuerzas de producción que poseen el poder real pero parcial y ven en el estado, la universalización y generalización del subyugo y la máxima expansión de su violencia institucionalizada, justificada y legitimizada (que no justa).

Para Foucault, el poder del Estado no deja de ser una parcela de poder, una parte de la realidad total que abarca el poder, un foco, un espacio tradicional donde, desde su fundación se ha concentrando el poder pero que en la actualidad, la complejidad, los cambios y rupturas con las antiguas formas sociales han producido nuevos aspectos y presencias, incluso en su constitución y esencia, sin desmerecer sus nuevos ámbitos de acción y praxis.

 Sostiene y afirma la fuerza y potencia de la noción marxista, tanto es así que que toda la significación marxista se encuentra implícita en su terminología y discurso, en su focalización, e incluso en su participación pública en política, en su vida fáctica, como activista o intelectual vestido por la opinión pública y mediática, conjuntamente con Sartre, Beauvoir y Deleuze entre otros... acudió a movilizaciones, reivindicaciones y demandas civiles en apoyo de la clase obrera y proletaria, en contra de su explotación, abuso y violencia institucionalizada, cosa que demuestra su convicción y compromiso con la parte más débil, más allá de las grandes elucubraciones teóricas, ya que su concepción del intelectual no era como la sartreana, que planteaba una dualidad entre el nuevo intelectual y la masa o el pueblo que debían unirse, sino que, sostiene que el pueblo ejerce por si mismo y mucho mejor las funciones que cumplía el intelectual de situarse entre el poder y el pueblo, vislumbrar la verdad, re-definir la realidad del problema y cubrir bajo el umbral de la teoría a una masa que deberá llevarla a la práctica, situándose así al lado o por delante de la sociedad civil como guía o director.

El poder para Foucault se encuentra en dispersión, difuminado, descentralizado, expandido por la totalidad significante, abarcando y abrazando la totalidad de la realidad humana socializada, funcionando en la multiplicidad, en el silencio y oscuridad, en lo fragmentario y en la disparidad de las distintas y diversas administraciones públicas (escuelas, hospitales, cuarteles, comisarias etc) institucionales, que ejercen de aparatos de poder, compartiendo la infraestructura carcelaria de prisiones, psiquiátricos y demás formas de poder como castigo legitimas, pero pueriles, infantiles y banales en su aplicación del mismo.

El poder es la normalización y normatividad, la sistematización y temporalización organizativa de la acción humana, ahí es donde se ejerce verdadera opresión y simplificación de capacidades y facultades humanas, des-humanizando (pérdida de esencia) y homogeneizando los colectivos y agrupaciones, la lucha pues debe ser desde la propia interioridad de la particularidad, desde dentro de la administración, rompiendo el discurso propio de la entidad para proponer el propio de la voz crítica, secuestrando así la palabra y discurso pudiendo des-normativizar y des-normalizar lo establecido; estas son las nuevas formas de lucha contra el poder vertical, desde la particularidad de cada campo y ámbito institucional y desde la red de relaciones entre la sociedad popular, en vez de totalizarlo todo bajo una misma teoría obrera, puesto que la lucha siempre es desde ahí.









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