martes, 24 de julio de 2018

Léautaud, sobre la música

Antes de cenar, justo cuando preparábamos la mesa para el asadito en la terraza, Wara me preguntó, alegre e interesada, "¿y tú, Yeray, qué tipo de música escuchas?". Tuvieron que pararme los pies: "¿qué clase de pregunta es esa?, es como si te pregunto qué tipo de literatura lees..." Leo de todo, y ningún género, sólo autores. Ella lo mismo con la música, que junto al dibujo es, con toda probabilidad, lo que le hace vivir. Supo torearme hasta la cocina a por platos, las verduras hirviendo, el aroma de la carne ante el fuego, y antes de seguir, mis protocolos: " me gustan mucho algunas piezas de música clásica, pero tengo sospechas sobre ese tipo de arte en general, me parece peligroso, ¡joder, lo de Zizek sobre el Himno de la Alegría!" Le prometí pasarle un fragmento de un escritor francés sin ninguna pretensión filosófica ni tentación religiosa, que expresa perfectamente mi sospecha. La noche terminó con una suave y fina lluvia que, poco a poco, como acariciando, nos llevaba al interior de la casa. Wara, encanto, ahí va, fragmentos del diario de Léautaud sólo para ti:

<< No desconozco en absoluto los goces que procura. También nos transporta más allá de la realidad, nos conmueve, nos llena de ensoñación, da un tono a unas emociones dormidas en el fondo de nosotros mismos, pero yo sitúo por encima el silencio, para mí más elocuente aún, más lleno para mí de motivos de ensoñación y de ideas.>>

<< Habría un pequeño capítulo que escribir contra la música, como arte más primitivo, más salvaje, el que más se dirige, por no decir únicamente, a nuestros sentidos, a nuestros instintos [...] el arte más físico, por tanto, el arte menos elevado.>>

<< Un espantoso gramófono con un altavoz arroja sobre los clientes el chorro de una música baja y escondida, y yo siento nacer, brotar en mí, un deseo de levantarme y lanzarme a saltar como el último salvaje del pueblo más lejano ante los sonidos del tamtam de su tribu. No, no es a la inteligencia, al espíritu, a la facultad de meditación, a las partes nobles del ser a las que alcanza y satisface la música, y solo es una frase que sea la primera de las artes.>>

<< Ya se trate de una música callejera, la de los bailes populares, la de la Ópera, la de Wagner, la de Debussy, o la última y más moderna, es esa parte negra de nosotros la que resulta satisfecha, y la música, sea cual sea, solo es un ruido.>>

Opiniones al margen de la filosofía, repito. A mi juicio certeras. Pasé unos días tristes, y en esos momentos endiablados cualquier tipo de música se revela verdaderamente como un ruido que no deja pensar, como si sintiera por ti, una usurpación de la experiencia dolorosa, una apropiación y un tutelaje del tiempo, inadmisibles. Me viene a la cabeza nuestro pasado, el de todos, de adolescentes, cuando las cosas iban mal dadas, ante el dolor y el sufrimiento, enchufados a la música, cosa que no pasa con otras artes, y no dejo de decirme si no hubiera sido mejor acostumbrarnos ya al silencio y la soledad de la reflexión contra la evasión y la distracción. En fin, Wara, también le debo a la música, por eso de la pura emoción, mis mejores noches; incluso con sexo. Yo también he vivido esos gozos incomparables del descubrimiento musical, pero con cautela, apagándola; es decir, yo no vivo con la música puesta, ni mis relaciones personales llevan banda sonora incorporada. Ahora cierra los ojos y mira, lo que te dije en la cena, el Poco allegretto de Brahms, ese mundo azul cubierto de nieve, nieve de muertos, lo ves, el inmenso reguero de sangre que indica el camino, las huellas que dejan las negras botas de los asesinos. Con esto sabemos como queda el mundo tras el exterminio. No logro distinguir si es en un mundo poético o en el real, porque ¡no puede ser cierta la melancolía hecha sonido!, porque el consuelo pleno y absoluto ante el mal radical ¡parece una injusta redención física de la realidad! Es el grave problema de la representación, especialmente en la música, con un poder evocativo excesivamente amplio y libérrimo, capaz de convocar visiones tan dispares de una misma pieza, que sospecho, sí. ¿Entonces el arte, de qué!    



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