miércoles, 6 de junio de 2018

Los vicios de la paz

Dice Spinoza, hoy, en su Tratado político, como si fuera un blog con sus entradas y su fragmentación, lo siguiente: 

<< ...pero de ningún modo podrá impedir que los vicios (pecar con lucro) que no se pueden prohibir por ley crezcan, como aquellos en los cuales caen los hombres que abundan en ocio (ostentoso) y de los cuales no rara vez se sigue la ruina del estado. Pues, los hombres en la paz, depuesto el miedo, paulatinamente de feroces y bárbaros se hacen civiles o humanos, y de humanos, blandos e inertes, ninguno se afana en distinguirse del otro en virtud, sino en boato y lujo; de donde comienzan a sentir fastidio por las costumbres patrias, a adoptar las ajenas, esto es a ser esclavos. >>

Sin duda alguna todos estos son los vicios de la paz, los placeres y deseos que despiertan en los hombres un cultivo de la vida libre del temor a morir destruidos por la guerra, el crimen político y el asesinato normalizado. La esclavitud, en este caso, consiste en ser apreciado y reconocido por las cosas que tenemos o retenemos, acumulamos y ostentamos, o en el vivir atormentados por lo que no se tiene, muertos de privaciones y de envidia. De esto se deriva un aire viciado y contaminado que lo impregna todo en los regímenes del bienestar y la administración del tedio, que habiendo eliminado la violencia efectiva y la indigencia de la vida pública, y la guerra de los pueblos, no han conseguido ni desligar al hombre de su lucha íntima con la penuria, doméstica y psicológica, ni en crear espacios políticos de reconocimiento y emancipación, moral e intelectual. Hay algo verdaderamente podrido y putrefacto en el debate intelectual y político español, común y transversal, que va desde los fatuos debates en el parlamento a las borrachuzas tertulias de bar: esa, casi atávica, imposibilidad, hoy más bochornosa que nunca, de reconocer a los demás hombres como libres e iguales.    

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