martes, 1 de mayo de 2018

Una soledad compartida

Llama alguien muy querido y próximo, de una belleza y una ternura insólitas, y me pone en un verdadero aprieto cuando mi propia cabeza, ante ella, está hundida en la escarcha. Pensar, siempre es pensar contra algo y frente a alguien. Acostumbro a hacerlo con gusto y con algunos réditos, pienso contra otros, contra ellos, contra vosotros, contra nosotros, contra ti, y en los mejores momentos ¡CONTR MÍ MISMO! Esta vez no es distinto, pero es mucho más difícil. Me comprometo, si es que quiero ser honesto, sincero y de una brutalidad ejemplar, a una radicalidad insospechada, superando los tramposos obstáculos que el amor me impone al ser francamente objetivo y verdadero. Lo consigo a medias. Pienso contra ella... y todo quedará en la intimidad (¿existe en este cuaderno un espacio y una voz para la intimidad, se ha atravesado por fin ese límite?)...  Le dije, como conclusión, mi posición personal ante el problema de la propia vida que no se deja vivir, ni se deja atrapar o agarrar, ese vivir bajo la imposibilidad de vivir, asumiendo el elevado e insoportable precio que se paga por su terrible y hermosa libertad:

leer, leer, leer y pensar...
pensar, pensar, pensar y escribir...
escribir, escribir, escribir y vivir...
vivir, vivir, vivir y querer vivir...
querer vivir radicalmente y a cualquier precio, dejándome morder, ponerme en duda absolutamente, embarrándome en la charca de la infamia, mirando de cara, y fijamente a esos ojos vacíos como los del diablo, a la humillación eterna del sufrimiento y la mentira que lo oculta y protege...
querer vivir sin hacer pactos con la vida, sin negociar con ella ni someterse a sus cínicas compensaciones, vivir sin más, como instinto indomable...
sabiendo que hay algo en la apuesta por vivir que es tan político como existencial: hay derrotas absolutas y fracasos sin apelación, podemos perderlo todo de un modo irrecuperable, y en el mejor de los casos podemos ganar, pero no podemos ganarlo todo totalmente...
politizar el dolor, sí, pero no solamente: problematizar la propia existencia, quemando las sombras...
aprender a habitar la soledad, y querer esa soledad compartida que es claramente la amistad y de un modo problemático y confuso el amor...
quizá esto es una vida crítica, de una extraña y paradójica felicidad en la resistencia, en una permanente y frenética lucha íntima, al borde sistemático de la desolación...
¿pero, y si esto es una vida filosófica, cabrán otras vidas dignas de ser vividas? sospecho que no...
¿y si no se quiere una vida filosófica y se quiere una vida llena de compensaciones y placeres contractuales? La vida no vive...






No hay comentarios:

Publicar un comentario