- Una buena vida mal contada, esto es, que no tenga la posibilidad ni la fuerza interna de aparecer y revelarse de modo alguno ante nosotros, no vale para nada, ni siquiera para ser vivida, ni apreciada. Sin embargo, una vida mal vivida es susceptible de conformar un excitante, gozoso y sugestivo material literario, siempre que pueda ser notablemente narrada para decirnos algo; algo nuevo que irrumpa e interrumpa la apelmazada y zozobrante trama de relaciones mundanas que ahoga la espontaneidad. Aprender a escribir tiene una profunda relación conflictiva con aprender a vivir (no quiero entrar, tanto da, en lo de Montaigne, filosofar es aprender a morir; ambos estamos diciendo lo mismo); a ser de un modo radicalmente distinto a los demás, sabiendo que todos somos exactamente lo mismo. Asumir la paradoja biográfica. Según la cual en cada hombre habita el corazón de lo insoluble, en un solo hombre convive contradictoriamente, si bien también destructivamente, el secreto de toda la humanidad, y a su vez, nos sabemos, porque lo somos absolutamente, perfectamente sustituibles por otros, por otros rotundamente iguales e insignificantes. Poder decir así, sin más, como Montaigne otra vez, yo soy el material de mis libros, es el deslumbrante inicio del ensayo subjetivo, del ensayo biográfico, la escritura del yo, que de un modo entero y desnudo, sólo existe en relación con la insondable inmensidad del mundo objetivo y la ambiciosa pretensión de recrear todo un tiempo en la sola figura de un hombre con su memoria.
viernes, 1 de diciembre de 2017
Notas para una biografía
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