miércoles, 9 de agosto de 2017
Aub, Chirbes, Martín-Santos, Böll...
...estos escritores, esa literatura de la memoria. Su lenguaje consiste en recoger todos los discursos hijos de su tiempo para cuestionarlos y desintegrarlos en un frenético juego dialéctico en el que las ideologías políticas, creencias religiosas, doctrinas filosóficas y estéticas, convenciones sociales, visiones culturales, prácticas económicas, vicios y virtudes personales, chocan entre sí para contradecirse y convertirse en verdaderas antinomias, revelar su oculto cinismo histórico, y deslegitimarse, desacreditarse y desprestigiarse en una red prosaica de comprensión desmitificadora: desmontar el encantamiento fetichista de los discursos dominantes de nuestro tiempo que suenan como risas enlatadas de serial televisivo. Puede parecer un ejercicio negativo, una operación filosófica beneficiada por los recursos estilísticos, temáticos, narrativos y expresivos de la literatura, cuyo resultado trampantojo sólo puede evocar al fracaso, pero de cabo a rabo lo que importa es la justicia, una justicia divina, una ironía trágica (propia de los románticos). No es una filosofía, ni una ensayística oculta, lo que contienen esas novelas, se trata de teodicea, coronada por el éxito estético del género. Los límites, la virtualidad formal, entre novela y ensayo - Juan Benet intentó romperlos- pueden ser flexibles, difusos e incluso paradójicos, pero en último término son fronteras reales que resisten la tonada. Max Aub lo describió a la perfección, su vida, su obra, su memoria, iba en ello: "lo único que me importa es la justicia y el buen castellano". Exacto, novelas de la memoria: teodicea y la construcción de una lenguaje sólido que ponga la palabra a la altura de la verdad silenciada del mundo.
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