viernes, 27 de mayo de 2016

La violencia desahuciada



Saciado y satisfecho vemos al metaperiodismo, el análisis de medios, en Bajo la LluviaEntre ensaladas frescas y cremosas y densos vinos de trago carnoso, al autor le tiró la inclinación por señalar con incisivo y enfático dedo la carcoma que devora los ojos del espíritu de nuestra cultura, más mediática que nunca. Sin ellos su inherente designio de represión se cumple con la mayor perfección y exactitud geométrica, pues nadie ve ni es visto, nadie se orienta ni observa el horizonte como límite de su naturaleza y su acción. Sin esa luz, o guión del mundo, de la prensa en un contexto tecnificado y masificado se desactiva el simulacro del orden; el desorden y lo caótico poblarán las inhóspitas brumas de nuestras cabezas. Manipulación encontrada, distorsión desactivada, así actúa ese delicioso blog en nuestras mentes, aunque con cierta impotencia en sus resultados higiénicos y función sanitaria, pues sólo es cuestión de soporte y difusión, como todo en la vida. Sin el privilegio del espacio y el tiempo articulado y organizado, multiplicado y repetido ( periódicos, revistas , libros, ¡el poder sigue en el papel!), es imposible arraigar la crítica en la cultura mediática como se arraigan las raíces de una hortaliza en la tierra. Sin embargo, el método me recuerda mucho a Karl Kraus. El vienés adoptado, aquel inmenso corrector que no se arredró ante la Biblia ("En el principio fue la Prensa"), escribió muchas páginas de su revista Die Fackel, una revista unipersonal que hoy diríamos un blog, limitándose a la transcripción de fragmentos de artículos periodísticos, con especial afición a lo que llamó, ¡y fue el primero!, la prensa socialdemócrata. Esas palabras desnudas, arrancadas de su marco textual y gráfico, revelaban mediante la drástica operación de desacoplamiento su mentira esencial. Algo parecido sucede con el citado blog hecho cena, paseo y reflexión, sin la prueba textual, pero con el testimonio personal y el producto de su observación, y la reseña de los vómitos de tinta, fuera de su papilla grumosa y envenenada, que la prensa introduce en la conciencia colectiva y cuelga, suspende, por el ambiente político y su contexto semántico, como trampas para ratones ingenuos y cebados.

Orwell ya demostró en sus lúcidas observaciones sobre la guerra civil española, y su trato mediático, la ilimitada capacidad de mentir del periodista, y su adherida impunidad; la ignominia y la partidización de los rápidos y cortantes titulares afilados con la piedra de la ideología, lanzados a la fétida red electoral (en su caso geopolítica o geoestratégica). Observó con cierta ironía y limitación inglesa ( a veces sus comentarios sobre las costumbres españolas son propias de un jugador de cricket: comparó un porrón lleno de vino blanco con un orinal) que la manipulación y la distorsión de los periódicos verticales no provenía de una exageración o hipertrofia de los hechos, sino de la hipérbole sobre la mentira. Ni siquiera existía en la versión de los (no) hechos que daba el gobierno republicano a los periódicos, un mínimo contacto con la realidad. La tarea del periodista es siempre morder la mano del mensajero institucional, pues se sospecha de él precisamente eso, la creación de una mentira, no sólo una mísera y solucionable exageración de los hechos. Los sintagmas y proposiciones de aquella prensa británica y española en el 37, simplemente obedecían a la propaganda más especulativa e imaginativa que favorecía los intereses de partido. Una prensa intocable e impune precisamente por la falta de referente, de contenido y fondo real sobre el que contrastar o poder decir algo relevante acerca de la verdad empírica. Convirtiendo el espacio político en un erial tan seco y ácido, muerto e impenetrable, que ni siquiera la verdad podía diferenciarse en ese baile de sombras de las más burdas y miserables, las veces insignificantes pero contagiosas, calumnias. 

Esta mentira esencial revelada, primer y único propósito del periodismo y su crítica, consiste en presentar el desahucio de la violencia, en el caso de Gràcia, de su encuadramiento y marco real. Trasladándola de su posición en los tres modos de violencia: subjetiva, objetiva y simbólica, a unas situaciones artificiosas y teatrales, televisivas, en ocasiones representaciones infantiles de lo violento; virutas agresivas. La prensa amasa el pan de la gloria con las migajas de una inocua y estéril violencia subjetiva. Al margen de las profundidades y honduras políticas sobre los tres modos de violencia que propone Zizek, el problema para el periodismo, y sus lectores, es el aislamiento de una forma de violencia de su marco general y establecerla como única y singular causa del conflicto. La diacronía de esta perspectiva, un único hecho aislado y absoluto llevado por distintas y heterogéneas etapas temporales, conduce a conclusiones catastróficas, como los delirantes prejuicios históricos, zafios e ignorantes, que oí por alguna televisión pública y que relacionaban el movimiento okupa actual con las facciones confrontadass de la izquierda: el anarquismo, el sindicalismo, el comunismo... en la Barcelona de finales del XIX y principios del XX ,que tan bien describieron en sus crónicas y diarios, Connolly, Orwell y Gaziel. La violencia objetiva, institucional, policial, burocrática y la violencia simbólica, de lenguaje, de la misma prensa, se ausentaron y fueron obviadas del análisis o crónicas de los medios. Esa violencia es más sutil, matizada, decorosa, discreta, invisible, sistemática y menos espectacular y atractiva para los medios. Inabarcable tal vez en toda su complejidad, pero digna igualmente de ser nombrada y señalada por la misma luz. Por el contrario, la violencia subjetiva, la  que aislaron de su contexto y resaltaron textual y gráficamente, en titulares, en negritas y en imágenes impacto, es mucho más visible, espectacular, gratuita, ruidosa, irracional, y física. Su espontaneidad encaja a la perfección con la forma efímera, romántica, y fútil de los periódicos y el desperdicio de su estructura. Pues en lugar de aprovechar la síntesis y el rigor que la limitación de espacio y tiempo de ese maravilloso soporte, y las virtudes y logros literarios, que todo ello conlleva, prefieren degradarlo y degenerarlo como ortopédico instrumento de  promiscuidad y fascinación; falsificación al fin. 

No creo que dichas manipulaciones consistan en una intención y una voluntad "sistémica" de ocultar y apartar la atención de las "verdaderas" y "reales" causas de violencia objetiva, la realmente represora y hostil, como dice Zizek; sino consecuencia de la diacronía que infecta y contamina a la prensa. A mi juicio, es una cuestión más bien procesal y técnica, que un consciente conflicto con el "sistema". Otro elemento de la distorsión y la mentira es el hecho de disolver el problema de la propiedad como un azucarillo en la líquida y disoluta marea informativa. Y en esto, quizá sí aparezca la ideología como problema principal: ocultar la posibilidad de poner en cuestión la propiedad de los medios productivos financieros y especulativos; ya que no pude entenderse la oficina bancaria como un bien privado, o una propiedad privada particular, que yo defiendo, sino como una relación productiva que se reapropió por los movimientos vecinales durante años sin perjuicio ni inestabilidad alguna. Esto, sumado a la negligente y cínica compra del anterior alcalde Trias de una "ficticia paz", heredada de un "ficticio conflicto real", con fines electoralistas y salubridad nacionalista, sí es una cuestión política inmediata.

 La conclusión es: la diacronía de la prensa y la violencia desahuciada, la ausencia en los medios y sus representaciones o reflejos de la realidad, del cuestionamiento de la propiedad de los medios de producción financieros y especulativos, y la propaganda de ambos nacionalismos con fines electorales, como ratas royendo la carne podrida y peleándose por la última extremidad del cadáver aún entera. 





     












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