miércoles, 4 de mayo de 2016

La belleza que no duele






Querido director;

Es algo evidente que la belleza es una de las infinitas formas de corrupción en la condición humana, una de las más corrosivas, afectada sobre todo por la envidia, y no sólo su aliento y sublimación.Y por lo tanto su denuncia, justa o no, en su legitimidad, es uno de los instantes morales más relucientes y deslumbrantes. Por extensión, casus belli, el erotismo es también una categoría política, quizá, de entre lo espurio, su momento cenital. Quizá su momento estético más brutal y desgarrador, pues origina, entre otras cosas, gran parte de la desigualdad humana, y siembra el rencor y la traición entre los hombres. Tienes razón cuando dices que no es exclusivo de la política, sino que se adhiere a la vida como una segunda piel, y con más razón se ceba con la enfermedad del tiempo, la melancolía, y lo arrastra todo, incluso los límites entre la vida y la política, como el desbordamiento de un río que acarrea los materiales, los pecios, de todo un pueblo a su desorden y destrucción. No logro entender cómo la prensa no se dedica abiertamente, sé que lo ordenas en secreto, en la lógica de la distribución propagandística de imágenes y noticias, a denunciar los abusos de la belleza, degradada o no, en nuestra sociedad ociosa de la opulencia, dónde la belleza que no duele, es tan peligrosa justamente porque ataca a su mayor debilidad, a la diversión y la evasión que tanto afecta a la política y a tu entretenido periódico. No defiendo, evidentemente, al estúpido e infecto sujeto que pronunció esas palabras... Pero sí defiendo, la inocencia del sintagma, donde no hay culpabilidad, ni asesinato de ningún ficticio sujeto universal en sus resultados. Sus redentores, modernos guardianes de las reglas y normas del lenguaje, en su afán por la vaguedad, pretenden una belleza que no duele; como si sólo nos pudiéramos quedar con el lado bueno y soleado de las cosas, olvidando las zonas de húmeda y densa oscuridad. La belleza duele, y deja una huella melancólica y un rastro de rencor indeleble en todo y en todos nosotros.     

Con todo mi aprecio; un amigo 

PD: Quizá la belleza, la que duele, salve a algún que otro periodista de la purga; una salvación no sólo universal, sino concreta.  






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