viernes, 20 de mayo de 2016
'El Hijo de Saúl' y 'la diacronía de una noche'
Dice Arcadi en su ¡QUIA! del martes:
<< Calma, es sólo cine
El hijo de Saúl es una película que hay que soportar. No es intelectualmente difícil. Ni inspira el terror confortable que en el apogeo del descuartizamiento de la doncella te hace decirte: calma, es sólo cine. Es una película desagradable y molesta que narra el crimen nazi de una manera nueva, y tiene razón Lanzmann al haber remarcado este carácter. Contar el Holocausto de manera nueva es una proeza, y es la proeza del húngaro László Nemes. La película, de anécdota deliberadamente irrelevante, es ruidosa y sucia. Durante hora y media la banda sonora reproduce una múltiple y constante secuencia de gritos, órdenes básicamente, que no distinguen entre el día y la noche. Y todo lo que muestra es feo, está embarrado y se aprecia con poca nitidez. Auschwitz en vivo: el imposible oxímoron. No hay modo de escapar de lo que se está viendo que no sea el de levantarse e irse. No puede decirse: es cine. Esto es dificilísimo. La magnitud del empeño puede apreciarla cualquiera que pruebe a retratar o a filmar algo feo. La fotografía ennoblece de una forma automática, porque es el propio encuadre el que de partida ennoblece. Y hay que trabajar mucho dentro del encuadre, como hace Nemes, para disolver sus límites. >>
Hará más o menos un mes, quizá un poco más, que vi esta película en las cercanías y los límites estéticos de un cine de barrio; acompañado por C. Siempre me acompaña, de una forma u otra, en todas las grandes noches de mi vida. Esta vez sucedió lo habitual. Una película realista con formas narrativas nuevas y disueltas que causó el inevitable desbordamiento. Produjo el irrefrenable posicionamiento de carácter binario. C a favor y yo en contra, sencillamente. La reseña de C fue mucho mejor y más interesante ( conjugó con audacia la posibilidad de relacionar las formas narrativas de la ficción con el fondo del realismo y su contenido ético, y la comparó estéticamente con una película de ciencia ficción, entre otras cosas ) que la película misma; pero ella, de inteligencia feroz para glosar y embellecer las cosas de la vida, piensa que su tintineante defensa ayudaba a su causa. ¡Cándida! Precisamente lo contrario; cuando el crítico es mejor que el artista, el producto caduca y se empobrece. El crítico como artista. Yo por mi parte, me quedé con lo que A considera en su artículo como la "anécdota deliberadamente irrelevante", y mi posición orteguiana de que los muertos se comen a los vivos; cierto, bisutería metafórica, pero es lo que dije, lo que hay de inteligible en su narrativa clásica. Y además, lo que a él le parece, un encuadre que de partida ennoblece, a mi me enloquece, un lío. Pero comparto con ambos, que durante la película puede decirse: es cine; dificilísimo. Aunque al final, también me calmo.
Que se junten A y C en una sola columna me parece una de las mejores obras arquitectónicas que podía hacer, cuando además coinciden en algo que suelen coincidir, y encontrarse, los amigos. Me he dado uno de los pequeños placeres, como cuando me lo leyó almorzando, por los que vale la pena imprimir la vida íntima en lo escrito. Qué pena que sólo en mi memoria cobre todo esto tanta brillantez.
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Ayer noche, paseando por mis calles para superar la bebida injerida y vencer la compañía femenina, ¡vencerlas tout court!, me encontré con G. Hacía quizá años que no hablábamos pausadamente, a pesar de ser vecinos, aunque fuera en las incomodidades de lo repentino y espontáneo del abordaje callejero. Me acompañó gentilmente un trecho y enfangados ya en la política (en la que él asegura ya no creer) en un momento de disparidad dijo lo que sigue.
- ¿tú qué eres, de los que cree que la ley hace a la sociedad, o al revés?
Decantándose él, claro está, por la segunda opción. Yo no soy un hombre de segundas, ni siquiera de terceras, que siempre parecen puestos más discretos y equilibrados, sin la euforia suicida del primero y el peso de la derrota del segundo, del que casi toca con los dedos la gloria y ni siquiera la acaricia para luego caer al pozo oscuro. El tercero, sin embargo, merece respeto y se le reconoce el mérito, y pasa sencillamente pero victorioso al fin, por la vida. Todo eso me queda muy lejos. Me decanté por la duda sincrónica y la desconfianza ante la diacronía y la jerarquía del tiempo que me planteaba, con esa alegría y despreocupación, al menos lo parecía, socarrona. Pensé en las críticas de Hegel, y su eticidad, a la problemática, primero hombre después cultura, de Rousseau; sinécdoque este del error diacrónico del historicismo por antonomasia (que además afectó a la izquierda romántica con una herida de metralla de por vida). Pero no dije nada, parecería un pedante, y además, un pedante borracho ansioso de victoria.
No sé qué extraña tendencia, como sí reconozco y comprendo ya en el carácter del hombre la inclinación a la eficiente y mecánica resolución binaria de los problemas, conduce a los hombres al planteamiento o formulación diacrónica de los asuntos humanos, históricos sobre todo, y a la jerarquización temporal de los hechos, los conceptos, de la vida, y lo más insidioso y calumnioso, del amor (un hecho que confirma esto es San Valentín). Que el tiempo es tu jerarquía, no solo es un error gravísimo para la persona, el tiempo por si mismo no es jerarquía de nada, sino que es un viejo mantra tanto del nacionalismo, el liberalismo mítico y la izquierda utópica para diseñar sus ficciones y ejercer sus variadas manipulaciones. La diacronía es la unilateralidad temporal, la destrucción del hipertexto, o peor, su anemia distorsionadora: tomar un hecho aislado de sus relaciones discontinuas preexistentes y analizarlo únicamente bajo el tiempo lineal, uniforme, único y sin fisuras; lo contrario que demanda una verdadera comprensión compleja que pretenda conquistar realidades y no metáforas, siempre más relucientes y fáciles de conquistar. La sincronía, mucho más compleja, requiere tomar todos los hechos y sus relaciones en symploké (establece límites por lo tanto y te obliga a asumir la ignorancia), y analizarlos en su propio tiempo. o bajo los distintos tiempos contenidos en uno solo, su presente. Incluso permite, sin extravíos, la pátina de melancolía que la decantación del tiempo sedimenta y fija inexorablemente en las cosas, los hechos, y las ideas.
La pregunta de G, amigo de la infancia y vecino por encima de todo, sólo puede interpretarse como diacronía, y la respuesta sería sincronía; pero si puede verse en la imaginación con el ya mencionado y entendido código binario, en ese caso, mi respuesta es ley y luego sociedad. Y el peso de los hechos me darán la razón. De hecho, ya me la dan: la regulación del toro de la Vega (de actualidad estos incipientes días de sol y sudor), es un claro ejemplo de cómo la ley y la sensibilidad ética en ella expresada, educan a una sociedad y sus fiestas, conocidas también como costumbres y tradiciones culturales - cunado encajo la cultura en este engranaje, es cuando el contexto me conduce a Ferlosio y sus maravillosas contraposiciones, cultura es lo contrario a ilustración, su opuesto; quizá dialéctico.
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