martes, 27 de mayo de 2014

La "Desconstrucción" en Jacques Derrida





Estamos delante de uno de los términos más atractivos y seductores de uno de los filósofos francesas más singulares, que llega a entender el lenguaje hablado y la escritura como una y la misma cosa; como aquello de carácter textual, grafemático ( el hecho de la posibilidad inherente y consustancial de diferenciación y sustitución con lo colindante, con otros términos del contexto lingüístico; textual). Constituyendo la comunicación como transmisión de una fuerza original - transmitir como comunicar, el movimiento de una bola de billar que choca con otra, comunicar el movimiento de la sucesión causa efecto etc. - y no como transmisión de significados entre sujetos intencionales y concienciales (deseos, estados mentales, sentimientos etc) a través de un significante que sería estable e inmutable, esto es, un lenguaje perfecto, cerrado, acabado e ideal (noción de lenguaje puro de Wittgenstein y la atención del lenguaje ordinario y su pragmática en Austin, entre otros). Comunicar, en el caso que tal cosa existiera plenamente y en rigor, sería comunicar el impulso de una fuerza (la original del movimiento físico, o de la sucesión causa-efecto) a través de una marca, huella o firma: categorías que denotan la singularidad y particularidad única e irrepetible del acto de diferencia, de sustitución y ausencia, citabilidad y repetición (diferencia) de de los signos articulados en un discurso, que son los que darán significado y sentido y por lo tanto, comunicarán algo, incompleto, e insaturable, un significado aún por venir. Y denotan también, la comunicación como un qué "maquínico" y mecánico, desprendido de todo subjetivismo e intencionalidad, es decir, sustituyendo y diluyendo el sujeto, al modo estructuralista, esto es, por una estructura o tecnología. Siendo la escritura (que incluye las categorías de marca, huella y firma) pues, una tecnología más, en diversificación y rastreo, en reescritura constante (re-interpreteción sin termino de una teoría de  interpretación)  

En este caso estamos hablando de la “Desconstrucción”, un término y noción complejo de definir, incluso por el propio Derrida, ya que llega a afirmaren alguna ocasión que se define de manera negativa, como la teología negativa, como aquello que no es, por lo que no es y en lo que no está. La pregunta ¿lo que la desconstrucción no es? Se responde: “pues todo” y por lo que es: “pues nada”. Un juego de ambigüedad y retórica aparente, pero que realmente cobra total significación y relevancia teórica cuando se comprende, al menos aparentemente, lo que es la desconstrucción[1]. Podemos pues definirla en una primera aproximación, a partir de su campo semántico, desconstrucción es el tema de la traducción, de la lengua de los conceptos, del corpus conceptual de la metafísica occidental. Tal idea de adoptar esa palabra proviene de la destruktion y Abbau de Heidegger, referidas a estructura o arquitectura tradicional de los conceptos fundadores de la ontología tradicional occidental.  Pero en francés “destrucción” implica aniquilación, quizás una reducción negativa más próxima a la demolición nietzscheana, de lo que el propio Derrida pretendía y quería proponer.

Por lo tanto fue descartada y buscó si la palabra “desconstrucción”  era efectivamente una palabra francesa; y efectivamente se encontró en “Littré”, cuyo alcance gramatical, lingüístico y retórico se hallaba asociado en este contexto a un alcance o sentido “maquínico”. En que algunos artículos del Littré citados por Derrida sugieren lo siguiente: 1) Desensamblar las partes de un todo, desconstruir una máquina para transportarla a otra parte, 2) término de gramática (con lo que tiene ello de “maquínico” o aparato-técnico), desconstruir versos, hacerlos, desarreglo de la construcción de las palabras en una frase o texto, 3) Descosntruirse (…) Perder su construcción etc. Todas estas definiciones están tomadas de Villemain “Prefacio del diccionario de la Academia” y guardan una afinidad con lo que Derrida quería decir, aunque no concernían ni se ajustaban al carácter metafórico, de totalidad de aquello que se apunta con desconstrucción, puesto que no se refiere a meros modelos o regiones de sentido, sino a algo totalizador y más ambicioso y radical. Puesto que estas mismas definiciones deberían ser sometidas a un cuestionamiento Desconstructivo.

De tal forma llegamos a concluir que: no se puede dar una definición en positivo, concluyente y perfecta, cerrada y acabada, por lo tanto, no es ni un método, ni un sistema, ni un instrumento o herramienta académica, quizás no es ni exactamente un procedimiento, ya que implica reglas o normas, que la desconstrucción no admite. Podríamos decir que es un gesto, una operación, una interrogación y cuestionamiento, un deshacer, descomponer y desedimentar, estructuras: lingüísticas, logocéntricas, fonocéntricas, socio-institucionales, políticas, culturales y filosóficas (ontológicas) si se quiere, entre otras. Así pues, tampoco consiste en una operación negativa, en un destruir, sino que es un comprender cómo se había construido un conjunto, por lo tanto reconstruir (reescribir) era preciso una derivación genealógica, no una demolición. A su vez, Derrida admite, que como cualquier otra palabra, debe insertarse en un contexto o discurso (que cambiará su significado según corresponda) que darán nuevos o múltiples significados a la misma palabra, su definición abierta y plástica dependerá del contexto en que se introduzca. La desconstrucción descarta todos los conceptos filosóficos de la tradición cerrados y acabados, al tiempo que reafirma la necesidad ineludible de recurrir a ellos en tanto que “conceptos tachados”.

La Descosntrucción no es ni análisis, no es una regresión hacia el elemento simple primero y cimentador, hacia su origen indemostrable, hacia una certeza indudable y aporética, hacia el fundamento o principio primero, ni tampoco una “crítica”, en tanto que crisis. Es decir, discernimiento, juicio, decisión o elección; no es todo ese aparato crítico, el programa crítico kantiano trascendental de buscar las condiciones de posibilidad y los límites del conocimiento, sino que tanto crítica como análisis, son “objeto[2]” y “tema” de la desconstrucción, son susceptibles de ser desconstruidos, deshechos, y por lo tanto, de ser comprensibles y comprendidos desde una nueva forma y perspectiva, basada en la iteralidad, la citabilidad y la repetición, esto es, desde la diferencia (que no dialéctica), mediante y por lo que no es.

 La Descosntrucción por lo tanto, no puede dejarse someter por la institucionalización académica, ni instrumentalizarse técnicamente como método, en un conjunto de reglas, normas o procedimientos, de ahí que cada momento desconstructivo resulte singular y único, lo más cercano a una “firma”, no es ni un acto ni una operación, puesto que no hay nada paciente o pasivo, ni corresponde a un sujeto, individuo o colectivo alguno que toma la iniciativa de “aplicarlo” a un objeto definido, sino que se aplica a un texto, a un tema, a alguna cosa de carácter textual. De tal modo, la desconstrucción es un acontecimiento (contexto) que no espera, la organización del sujeto, su deliberación, ni la conciencia del sujeto,  ni siquiera la de la modernidad. Debería decirse que “Ello se desconstruye” y en el “se” del “desconstruirse”, que no es la reflexividad de un “yo”, un sujeto o conciencia, es donde reside todo el enigma y esencia de la cuestión; del acontecimiento.

Aquí es donde Derrida ofrece una analogía o paralelismo, al asimilar la desconstrucción, con la imposible tarea del traductor, allí donde tiene lugar “algo” indefinible e intraducible (como si fuera un complejo texto). Todo esto nos induce a pensar que lo que pretende la desconstrucción es comprender el ser en ausencia, una ontología contraría a la metafísica de la presencia, y la apuesta por un ser indefinible, ausente y constituido precisamente por eso, por lo que no es, por lo que no puede decirse, sin dejar de decirse (citarse) de otras maneras, en repetición y diferencia (contextual). Poniendo en duda todos los términos definibles y semánticamente acabados, y cuestionando la “unidad de la palabra”, y de todos sus privilegios bajo forma nominal. Por lo tanto sólo un discurso o escritura (isomorficamente iguales) pueden suplir la incapacidad de una palabra aislada (unidad) de representar o abastecer a un “pensamiento”. La Desconstrucción es una limitación de lo ontológico y de ese indicativo presente de la tercera persona “S es P[3]”.

La palabra desconstrucción debe definirse según la “différance”, es decir, que la palabra posee su valor o significado según su inscripción en una cadena de sustituciones y ausencias posibles, es decir, según un contexto; sólo tiene sentido en un contexto donde se pueda repetir, sustituir o dejar determinar por cualquier otra palabra, sea: escritura, différance, huella, marca, margen, límite, fármaco, himen, etc. Siendo así; la desconstrucción una palabra no afortunada” (la misma y otra), es decir, cuyo valor consiste en conocer sus servicios en una determinada situación o contexto, para saber cómo se ha impuesto e inscrito en una cadena de sustituciones y ausencias posibles, dejando así su inherente imperfección como algo consustancial y estructural en toda escritura, en todo habla. Su constitutiva posibilidad de fracaso, es la característica de todo discurso, de todo signo que se define por aquello que no es, por su situación en un código grafemático: el hecho de que los elementos lingüísticos son identificables únicamente por su forma, gracias a la posibilidad de diferenciarse de otros elementos colindantes, es decir, por su antecedente y precedente, y por el signo que venga después,esto es la escritura. La desconstrucción en pues, un movimiento, un gesto, un rastreador de huellas, de firmas y de marcas, del mecanismo de la escritura para auto-descifrarse y traducirse parcialmente estructuras, aunque presente resistencia para ello, se auto-extrañe y se aferre a su irreductibilidad, indivisibilidad e intraducibilidad. 






[1] Expuesto con la mayor claridad disponible en Derrida, en “Carta a un amigo japonés” en tiempo de una tesis: Descosntrucción e implicaciones conceptuales, proyecto A Ediciones, 1997, pp23-27
[2] Tomado como algo no definido, demarcable o positivo, como algo cerrado o acabado, sino entendido como texto (cosa con carácter textual) o tema.
[3] Nos referimos a que le falta la diferencia, la repetición y citabilidad, no asume el carácter repetible y alterno de la ontología, de todo concepto o palabra. 

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