Estamos delante de uno de los términos más atractivos y seductores de uno de los filósofos francesas más singulares, que llega a entender el lenguaje hablado y la escritura como una y la misma cosa; como aquello de carácter textual, grafemático ( el hecho de la posibilidad inherente y consustancial de diferenciación y sustitución con lo colindante, con otros términos del contexto lingüístico; textual). Constituyendo la comunicación como transmisión de una fuerza original - transmitir como comunicar, el movimiento de una bola de billar que choca con otra, comunicar el movimiento de la sucesión causa efecto etc. - y no como transmisión de significados entre sujetos intencionales y concienciales (deseos, estados mentales, sentimientos etc) a través de un significante que sería estable e inmutable, esto es, un lenguaje perfecto, cerrado, acabado e ideal (noción de lenguaje puro de Wittgenstein y la atención del lenguaje ordinario y su pragmática en Austin, entre otros). Comunicar, en el caso que tal cosa existiera plenamente y en rigor, sería comunicar el impulso de una fuerza (la original del movimiento físico, o de la sucesión causa-efecto) a través de una marca, huella o firma: categorías que denotan la singularidad y particularidad única e irrepetible del acto de diferencia, de sustitución y ausencia, citabilidad y repetición (diferencia) de de los signos articulados en un discurso, que son los que darán significado y sentido y por lo tanto, comunicarán algo, incompleto, e insaturable, un significado aún por venir. Y denotan también, la comunicación como un qué "maquínico" y mecánico, desprendido de todo subjetivismo e intencionalidad, es decir, sustituyendo y diluyendo el sujeto, al modo estructuralista, esto es, por una estructura o tecnología. Siendo la escritura (que incluye las categorías de marca, huella y firma) pues, una tecnología más, en diversificación y rastreo, en reescritura constante (re-interpreteción sin termino de una teoría de interpretación)
En este caso estamos hablando de la “Desconstrucción”, un
término y noción complejo de definir, incluso por el propio Derrida, ya que
llega a afirmaren alguna ocasión que se define de manera negativa, como la
teología negativa, como aquello que no es, por lo que no es y en lo que no
está. La pregunta ¿lo que la desconstrucción no es? Se responde: “pues todo” y
por lo que es: “pues nada”. Un juego de ambigüedad y retórica aparente, pero
que realmente cobra total significación y relevancia teórica cuando se
comprende, al menos aparentemente, lo que es la desconstrucción[1].
Podemos pues definirla en una primera aproximación, a partir de su campo
semántico, desconstrucción es el tema de la traducción, de la lengua de los
conceptos, del corpus conceptual de la metafísica occidental. Tal idea de
adoptar esa palabra proviene de la destruktion y Abbau de Heidegger, referidas a estructura o
arquitectura tradicional de los conceptos fundadores de la ontología
tradicional occidental. Pero en francés “destrucción” implica
aniquilación, quizás una reducción negativa más próxima a la demolición nietzscheana, de lo que
el propio Derrida pretendía y quería proponer.
Por lo tanto fue descartada y buscó si la palabra
“desconstrucción” era efectivamente una palabra francesa; y efectivamente
se encontró en “Littré”, cuyo alcance gramatical, lingüístico y retórico se
hallaba asociado en este contexto a un alcance o sentido “maquínico”. En
que algunos artículos del Littré citados por Derrida sugieren lo siguiente: 1)
Desensamblar las partes de un todo, desconstruir una máquina para transportarla
a otra parte, 2) término de gramática (con lo que tiene ello de “maquínico” o
aparato-técnico), desconstruir versos, hacerlos, desarreglo de la construcción
de las palabras en una frase o texto, 3) Descosntruirse (…) Perder su construcción
etc. Todas estas definiciones están tomadas de Villemain “Prefacio del diccionario de la
Academia” y guardan una
afinidad con lo que Derrida quería decir, aunque no concernían ni se ajustaban
al carácter metafórico, de totalidad de aquello que se apunta con
desconstrucción, puesto que no se refiere a meros modelos o regiones de
sentido, sino a algo totalizador y más ambicioso y radical. Puesto que estas
mismas definiciones deberían ser sometidas a un cuestionamiento Desconstructivo.
De tal forma llegamos a concluir que: no se puede dar una
definición en positivo, concluyente y perfecta, cerrada y acabada, por lo
tanto, no es ni un método, ni un sistema, ni un instrumento o herramienta
académica, quizás no es ni exactamente un procedimiento, ya que implica reglas
o normas, que la desconstrucción no admite. Podríamos decir que es un gesto,
una operación, una interrogación y cuestionamiento, un deshacer, descomponer y desedimentar, estructuras:
lingüísticas, logocéntricas, fonocéntricas, socio-institucionales, políticas,
culturales y filosóficas (ontológicas) si se quiere, entre otras. Así pues,
tampoco consiste en una operación negativa, en un destruir, sino que es un
comprender cómo se había construido un conjunto, por lo tanto reconstruir
(reescribir) era preciso una derivación genealógica, no una demolición. A su
vez, Derrida admite, que como cualquier otra palabra, debe insertarse en un
contexto o discurso (que cambiará su significado según corresponda) que darán
nuevos o múltiples significados a la misma palabra, su definición abierta y
plástica dependerá del contexto en que se introduzca. La desconstrucción
descarta todos los conceptos filosóficos de la tradición cerrados y acabados,
al tiempo que reafirma la necesidad ineludible de recurrir a ellos en tanto que
“conceptos tachados”.
La Descosntrucción no es ni análisis, no es una regresión
hacia el elemento simple primero y cimentador, hacia su origen indemostrable,
hacia una certeza indudable y aporética,
hacia el fundamento o principio primero, ni tampoco una “crítica”, en tanto que
crisis. Es decir, discernimiento, juicio, decisión o elección; no es todo ese
aparato crítico, el programa crítico kantiano trascendental de buscar las
condiciones de posibilidad y los límites del conocimiento, sino que tanto
crítica como análisis, son “objeto[2]”
y “tema” de la desconstrucción, son susceptibles de ser desconstruidos,
deshechos, y por lo tanto, de ser comprensibles y comprendidos desde una nueva
forma y perspectiva, basada en la iteralidad,
la citabilidad y la repetición, esto es, desde la
diferencia (que no dialéctica), mediante y por lo que no es.
La Descosntrucción por lo tanto, no puede dejarse
someter por la institucionalización académica, ni instrumentalizarse
técnicamente como método, en un conjunto de reglas, normas o procedimientos, de
ahí que cada momento desconstructivo resulte singular y único, lo más cercano a
una “firma”, no es ni un acto ni una operación, puesto que no hay nada paciente
o pasivo, ni corresponde a un sujeto, individuo o colectivo alguno que toma la
iniciativa de “aplicarlo” a un objeto definido, sino que se aplica a un texto,
a un tema, a alguna cosa de carácter textual. De tal modo, la desconstrucción
es un acontecimiento (contexto) que no espera, la organización del sujeto, su
deliberación, ni la conciencia del sujeto, ni siquiera la de la
modernidad. Debería decirse que “Ello
se desconstruye” y en el “se” del “desconstruirse”, que no es la
reflexividad de un “yo”, un sujeto o conciencia, es donde reside todo el enigma
y esencia de la cuestión; del acontecimiento.
Aquí es donde Derrida ofrece una analogía o paralelismo, al
asimilar la desconstrucción, con la imposible tarea del traductor, allí donde
tiene lugar “algo” indefinible e intraducible (como si fuera un complejo
texto). Todo esto nos induce a pensar que lo que pretende la desconstrucción es
comprender el ser en ausencia, una ontología contraría a la metafísica de la
presencia, y la apuesta por un ser indefinible, ausente y constituido
precisamente por eso, por lo que no es, por lo que no puede decirse, sin dejar
de decirse (citarse) de otras maneras, en repetición y diferencia (contextual).
Poniendo en duda todos los términos definibles y semánticamente acabados, y
cuestionando la “unidad de la
palabra”, y de todos sus privilegios bajo forma nominal. Por lo tanto sólo
un discurso o escritura (isomorficamente iguales) pueden suplir la incapacidad
de una palabra aislada (unidad) de representar o abastecer a un “pensamiento”.
La Desconstrucción es una limitación de lo ontológico y de ese indicativo
presente de la tercera persona “S es P[3]”.
La palabra desconstrucción debe definirse según la “différance”, es decir, que la palabra posee su
valor o significado según su inscripción en una cadena de sustituciones y
ausencias posibles, es decir, según un contexto; sólo tiene sentido en un
contexto donde se pueda repetir, sustituir o dejar determinar por cualquier
otra palabra, sea: escritura, différance, huella, marca, margen, límite,
fármaco, himen, etc. Siendo así; la desconstrucción una palabra “no afortunada” (la misma y otra), es decir, cuyo
valor consiste en conocer sus servicios en una determinada situación o
contexto, para saber cómo se ha impuesto e inscrito en una cadena de
sustituciones y ausencias posibles, dejando así su inherente imperfección como
algo consustancial y estructural en toda escritura, en todo habla. Su
constitutiva posibilidad de fracaso, es la característica de todo discurso, de
todo signo que se define por aquello que no es, por su situación en un código grafemático: el hecho de
que los elementos lingüísticos son identificables únicamente por su
forma, gracias a la posibilidad de diferenciarse de otros elementos
colindantes, es decir, por su antecedente y precedente, y por el signo que
venga después,esto es la escritura. La desconstrucción en pues, un movimiento,
un gesto, un rastreador de huellas, de firmas y de marcas, del mecanismo de la
escritura para auto-descifrarse y traducirse parcialmente estructuras, aunque
presente resistencia para ello, se auto-extrañe y se aferre a su irreductibilidad,
indivisibilidad e intraducibilidad.
[1]
Expuesto con la mayor claridad disponible en Derrida, en “Carta a un amigo japonés” en
tiempo de una tesis: Descosntrucción e implicaciones conceptuales, proyecto
A Ediciones, 1997, pp23-27
[2]
Tomado como algo no definido, demarcable o positivo, como algo cerrado o
acabado, sino entendido como texto (cosa con carácter textual) o tema.
[3]
Nos referimos a que le falta la diferencia, la repetición y citabilidad, no
asume el carácter repetible y alterno de la ontología, de todo concepto o
palabra.
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