Anoche,
tras entretenerse uno con el debate de tv3: ".CAT", un reciente
programa de debate y ocasionalmente de propaganda, que mucho tiene que envidiar
a anteriores programas de la cadena, en que la imparcialidad y neutralidad del
medio era supuesta, y la equidad y distribución de contertulios se equilibraba
ideológica mente; como en "Ágora" o "Banda ampla" (...) Me
invadieron un seguido de cuestiones e interrogaciones sobre la condición de
ciertos sujetos expertos en la propaganda y huérfanos de la reflexión o el
pensamiento honrado y sincero. Quiero decir, que los participantes en el
debate, de un programa que pretende ser serio, riguroso, introducir propuesta
nuevas y demás, se rodeó de profesionales de la comunicación y el espectáculo
en el peor sentido y más peyorativo sentido de la palabra.
Algunos
de los "melodramáticos periodistas" eran una joya del populismo y la
manipulación: Javier Sardá (erguido como nuevo intelectual, solo hace falta ver
sus maneras y sus formas estéticas de debatir; nada tiene que aportar) que me
despierta una grata sonrisa que sustituye mi revolucionaria baja opinión sobre
su persona y su condición, y no por su pasado de "showman",
que es el que precisamente admiro, sino su nuevo disfraz de intelectual y
sujeto de autoridad, que basado en una auto-ficción, guía sus apariciones
televisivas en programas de propaganda "serios". Como iba
diciendo, el resto del elenco dorado del debate, de ágora venida a menos,
eran: Toni Aira, Toni Soler, Carod Rovira, Carme Forcadell y para finalizar,
el más abyecto mentalmente de los "Rolling" del catalanismo, Vicent
Sanchís, ahora subdirector de "Opium Cultural" también
conocida como Òmnium Cultural. Por cierto, sólo un contertulio, un
profesor de mi facultad podría salvarse de la quema: Manuel Cruz, aunque
parecía que le pagan por estar en silencio, no fue su mejor noche. No me
centraré en desconstruir (¡perdóneme Derrida!) su trayectoria
"profesional-ideológica" de estos periodistas y demás expertos de la
"comunicación", puesto que mi opinión y consideración sobre su
persona es demasiado baja, y por supuesto, porque carece de relevancia lo que
un servidor opine sobre ellos. No por ello, no puedo ni debo pasar por alto lo
que sus argumentos, ideas y discursos, por llamarlos de alguna manera generosa;
representan y significan en el debate público o la esfera política
catalana.
En
general me dispongo a hacer algunas observaciones: Se insistió de manera
escandalosa y reveladora, en que el etnicismo y el
"nacionalismo" o la voluntad de identidad, no eran la tendencia
dominante y acto seguido, todos los contertulios, no cesaron en referirse
a "nosaltres els catalans", "la dignitat
nacional", "no ens deixen (Espanya) ser nosaltres
mateixos", "volem ser un nou estat, per ser
lliures", " etc. Y un sin fin de referencias a un
"nosotros" (nosaltres) a una totalización obviamente identitaria, un
vano esfuerzo revelador, de que los movimientos etnicistas han
aprendido algo de comunicación política, o al menos han aprendido a
auto-engañarse. Es decir, sus declaraciones niegan el racismo y exclusión que
conlleva la idea de raza y de identidad colectiva, pero sin embargo sustituyen
su lugar y el énfasis de su discurso, en la "lengua" como nuevo
bastión ideológico. Sustituyen la declaración explícita, para ocultar una base
común, la idea de identidad colectiva se basa en el "qué" son
y no en "quién" son; distinción
introducida por H.Arendt. Es decir, juegan con la herencia de lo biológico,
geográfico, circunstancial y arbitrario, que es "lo dado". Aquello
que se nos da y viene impuesto por determinaciones externas, arbitrarias y
condicionantes de una forma de identidad común, que nos iguala y hegemoniaza con
los otros; una forma de identidad primaria y común, que sería el ser catalán,
hombre o mujer, judío o cristiano, alto o bajo, de esta o de aquella manera.
Pero que de ninguna manera nos singulariza o particulariza, que de ninguna
manera nos hace aparecer como únicos e irrepetibles, como distintos y
diferentes respecto a los demás. Que es la condición de la política, el hecho
mismo de la pluralidad, no de derecho, sino de hecho. Una pluralidad que no
puede negarse, si no se quiere negar el juego de lo político, una pluralidad
que responde a una identidad de "quién" es, no de "qué es".
El
"qué" responde con categorías propias de cosas y objetos, de
determinaciones naturales o invariables, que nos hacen comunes y semejantes a
otros, nos hacen repetibles, re-producibles y multiplicables. Mientras que la
respuesta al "quién" nos hace únicos, sin precedentes,
sujetos distintos y por lo tanto de reconocimiento y realización; sujetos
plurales y con una identidad cambiante y plástica, fluida y moldeable, en
constante fundación y eliminación, en construcción permanente. Así pues, la
identidad, es una condición pre-política, una cuestión del espacio político, no
propiamente de propuestas y discursos en positivo. El hecho de la pluralidad
debe respetarse no desde una perspectiva liberal, del derecho a expresión y
derecho a la libertad o invulnerabilidad de los derechos individuales; que
también. Sino, como condición de posibilidad de aparecer en el mundo político,
de singularizarse y construir una identidad personal e individual no colectiva,
que tanto te distancie de los demás como te aproxime a ellos, ya que toda
pluralidad solo es posible en unidad. La pluralidad supone el antecedente de la
unidad para poder designar "diverso" o "distinto" a
algo; aquello que esta dentro de un marco común, que es el espacio "entre" los
individuos, un espacio donde tenemos un interés común, un inter-est que
nos une, en tanto que hay una relación común respecto al mundo. Si no hubiera
un espacio común de referencia, este espacio "entre" que configura lo
mundano, no habría relaciones políticas, que necesitan de un interés común,
sino que serían meras relaciones de amor, sea este Eros, Agápe,
o cualquier otra forma de relación inmediata entre los individuos, que no
necesite de una mediación con el mundo común para configurarse, como sí lo
necesitan las relaciones políticas.
Sintetizando
pues lo que critico de su discurso o habla común (repetición de ideas como
panacea): Por un lado el hecho de no entender la pluralidad como un hecho
indiscernible e irreductible de la política, y que tanto se da en Cataluña como
en España, y que por lo tanto no son dos entidades abstractas cerradas y
acabadas, como una suerte de totalización perfecta y auto-concluida, que se
confrontan en tanto que cuerpos políticos unitarios y en uniformidad
(hegemónicos) contrapuestos o antagónicos. Con dos identidades colectivas
configuradas, como dos individuos particulares. Sino que el hecho de la disputa
se produce entre asociaciones o colectivos concretos, que son realidades
parciales y no absolutas. Por lo tanto, debe desaparecer tanto el conflicto
entre los absolutos "Cataluña contra España" y ser reemplazado por
acciones y procesos políticos singulares, efímeros, limitados y plurales (en
este sentido) como por naturaleza corresponde a toda movilización
política.
Por otro
lado, desmitificar la épica y la estetización de la
movilización: las naciones, los pueblos, los colectivos y los individuos se han
movilizado siempre durante toda la historia de la humanidad, y por lo tanto
que el "pueblo" de Cataluña se movilice no es ni bueno ni malo
de por si, no le configura ningún carácter o valor especial, sea de validez o
no. Deberá analizarse y verse cual es el contenido de la reivindicación, su
naturaleza, para poder juzgarlo. Por lo tanto, debemos eliminar ese carácter y
aura heroica y épica, de emancipación y autonomía, puesto que la emancipación
se da ante una opresión directa, que en todo caso se sufre por estructuras e
instituciones (poderes fácticos) que tanto están en Cataluña como en España. Y
la autonomía corresponde a una noción de libertad positiva (kantiana) de darse
uno mismo su propia ley, y por lo tanto no necesitas más que voluntad y acción
concertada con los demás, para poder realizarla. No depende solo de estados,
parlamentos o cuerpos legislativos (leyes). Dejen pues de victimizarse ciertas
ideologías, y representar una ficción heroica de emancipación, en unas
condiciones y circunstancias en que nos encontramos todos (catalanes y
españoles y probablemente europeos).
Para
concluir realizaré un último apunte. La insistencia mezquina y abrumadora, de
que simplemente se quiere un estado con soberanía propia, y que sólo se quiere
votar para "emanciparse", me parece una propuesta vacía, un abismo de
contenido y una habitación tapiada por la oscuridad. Si la simple pretensión es
simplemente tener un estado para Cataluña, sea cual sea su forma y contenido,
sea cual sea el tipo de estado soberano, se esta revelando una falta de
proyecto y acción concreta que des-legitima toda iniciativa, sea mayoritaria o
no. Tal es la intención de la plataforma civil de Carma Forcadell, tal es
su propósito y su ideario, repetido hasta la saciedad en sus apariciones
públicas, y especialmente en el debate de ".CAT". Así pues, el
proyecto nacionalista carece de un sentido o proyecto de estado serio y sólido,
con propuestas concretas y acciones particulares que inicien algo nuevo y
comiencen un proceso efectivo sin antecedentes, que irrumpan e interrumpan la
dirección de los acontecimientos presentes y de un golpe de timón. Con dicho
ideario nacionalista, nos quedaríamos en un cambio de gobierno y fuerzas
fácticas, que en nada diferenciarían en disposición, sentido y dirección a las
ya existentes. La falta de proyecto, de programa, de fundación o construcción,
esteriliza la propuesta independentista y secesionista, la reduce, simplifica y
banaliza. Siendo pues, insuficiente, un abismo insalvable y un vació absoluto
desterrado a lo más celeste de los cielos oníricos. Una forma de confundir
y mistificar con el lenguaje y las categorías políticas, un
juego de trileros y trapecistas nada grato en tiempos en que los hechos y las
cosas no acompañan el destino y compás de los hombres. Un conjunto de gritos
desenfrenados, y algunos susurros que no consiguen coger cuerpo, o adentrarse
en el camino de la durabilidad de la esfera pública.
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