lunes, 12 de mayo de 2014

Historia de un eterno adiós







Me asalta una enorme desazón, una extraña sensación de pérdida y desorientación, un no saber donde encontrar un punto de sutura, un punto de apoyo, una pared firme donde dibujar el mapa de las superaciones y síntesis de lo aparentemente opuesto o lo aparentemente complementario, que ha sido ignorado por los más vanidosos; y más traicionado por los ironistas de la vida. ¿Quizá no hay superación, quizá ha permanecido oculta, quizá se encontró pero el tiempo no acompañaba, quizá no quiere encontrarse, quizá esta ya terminado en un bucle sin sentido, quizá sea realidad, quizá sea ficción?

Una simple enumeración de aquellas oposiciones, dualidades encontradas, dicotomías antinómicas, y demás relaciones de antagonismos o reconocimientos, nos dan un claro ejemplo del suelo resbaladizo y jabonoso de la filosofía, un arte dañado por la escritura, y herido de muerte por el habla. Un decir común de todo pueblo, pero un libro sin abrir por la vida. ¿Será que la vida no sabe vivir filosofando o será que la filosofía no necesita estar viva? ¿hay un filosofar al margen de la vida y la experiencia vital? ¿vale la pena una vida vivida sin filosofar sea cual sea su grado de impertinencia? Algunas oposiciones que nos impiden avanzar o nos hacen avanzar en el olvido y la renuncia, están presentes en toda articulación de nuestro lenguaje ordinario, que sólo ante la voluntad heroica cobra el carácter de "extra-ordinario":

Sujeto/objeto, ethos/pathos, causa/efecto, causalidad/azar, necesario/contingente, eterno/corruptible, idea/cosa, identidad/alteridad, extenso/inextenso, cantidad/cualidad, habla/escritura, absoluto/contexto, potencia/acto, ser/nada, mito/logos, hombre/dios, historia/teología, natural/cultural, tesis/antítesis, dialéctica/analítica, repetición/diferencia origen/muerte, noumeno/límite,  filosofía/política, trascendente/inmanente, afirmación/posibilidad, universal/particular, finito/infinito, presencia/ausencia, reconocimiento/alienación, verdad/supervivencia (mentira), apriori/aposteriori, experiencia/intuición, autonomía/heteronomia, yo/ no-yo (nadie), palabra/silencio, relación/aislamiento, materia/forma, voz/letra (vivos/muertos), medio/fin, hombre/mujer, honírico/real, imaginación/memoria, autoridad/igualdad, libertad/seguridad, acción/discurso, teoría/práctica, mutable/inmutable, método/desconstrucción, totalidad/estructura, arte/alfabeto, empírico/metafísico, realización/descripción, hecho/derecho (valor), interioridad/exterioridad, eros/inter-est, progreso/regresión, sustancia/cambio, natalidad/mortalidad, individuo/colectivo, emancipación/determinación, verticalidad/horizontalidad, ocultación/aparición, quién/qué,  monádico/intersubjetivo,  positividad/negatividad, poder/violencia, archein/prattein, esencia/existencia, mente/cuerpo, certeza/duda, (...)

Uno no deja de hacerse preguntas sobre los distintos prejuicios, maltratos, daños y abusos que sufre un nombre al que le dedica su vida, su tiempo y su capacidad. Un nombre cuyo nexo es el amor y la búsqueda, aunque uno jamás lo haya percibido así; es más, le parece barata retórica de bajas palabras que resuenan en altas paredes bien satinadas por el impermeable barniz del aislamiento altivo del sabio. Existe una inquietante y extraña soledad auto-destructiva del filósofo que sospecha de las sombras de la ciudad olvidando su espíritu, y odia fervorosamente como si del cainismo más atávico se tratase, a todo aquel que como él, juega con la contemplación y se arriesga a tropezar con lo invisible en un juego de malabares y trapecistas de la palabra.

La risa de la sirvienta tracia ha quedado muy atrás, el humor y la ironía son juegos de lo trivial, usados hacia objetos banales, pero que nada de eco tienen ya, ante los problemas de la filosofía, que ante la sospecha sobre su praxis son reducto de una vana y pérfida prisión llamada teoría, cuyas gruesas paredes burocráticas y sus guardas, de académicos se disfrazan día a día. Preservando algo así como un tesoro de nadie, un palacio desierto, un jardín perdido, o el más bello y viejo de los libros cuya letra desborda las páginas y cuya tapa no guarda más que polvo mal soplado.

Las manos del filósofo siguen manchadas de tinta y sangre ajenas, llenando páginas de silencio escritas sobre el agua. Usa una voz ronca y acartonada, que cuando dice violenta y sacude y cuando calla un momento se llora su ausencia, mientras que si enmudece se agradece su educación. Y sigue con una mirada cargada del peso de plomo de lo imposible, ejecutando un mismo recorrido errante como Sísifo en la montaña. ¿Nada ha cambiado pues bajo el sol; o sí?

De todos modos hablo de oídas, la gente dice que aún cantan y rugen en sus cavernas, que aún cazan en sus bosques de ideas, que aún bailan en sus noches de lujuria, y que aún sueñan en sus camas de piedra en mundos hechos de nubes. Pero no creo en supersticiones, y no me hago eco de habladurías de viejas señoras de campo. No creo en dioses, ni en héroes, ni en ángeles ni en demonios, quizá sea hora de matarlos, de destronarlos y desterrar el miedo que suscitan por estas tierras, pero cuan tranquilo se duerme tras su gracia junto a ellos. No me gustan las historias de miedo por la noche, prefiero andar y ver el camino alejado del abismo e iluminado por el sol. Aunque siempre quise conocer  el frescor de las olas y el ruidoso impacto con las rocas, mi madre dice que es mejor no arriesgarse a que se te lleve la tormenta, y más vale llegar a casa con la lechera llena. En fin, no se a quien escuchar, quizás el truco este en no oír a nadie.







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