jueves, 8 de mayo de 2014

El sujeto femenino patológico en Polanski (I)





Tras varias películas visionadas del director polaco Roman Polanski, un personaje curioso, polémico e intrigante en la vida real, me he decidido a reivindicar por encima de otros cineastas más reconocidos, sus constantes creadoras de su cine. No desde una perspectiva técnica o especializada en la producción fílmica, sino como simple espectador crítico; elaborando una interpretación filosófica, si se quiere forzada e intencionada, de su cine, su textualidad y su escritura fílmica. Propias de una personalidad e identidad muy características de un cine incómodo, conflictivo y poco afable para puritanos o adoradores de lo "moderno"  (sean progres del dogma 95 o vanguardistas del cine), rupturistas de los cánones y de la ortodoxia, puesto que estéticamente su cine es conservador y a la vez enigmático por los símbolos ocultos y los signos indescifrables que se articulan y anexionan con el desarrollo de la propia narración de sus películas.

Su posición, es un perfecto equilibrio entre la vana burla satírica del estilo y sus formas, y un perfecto integrismo de la musicalidad en la escritura y la segmentación escénica y psicológica, en que a cada hecho acompaña un estado mental o de conciencia apelada e interpelada por algo externo. Entendiendo que lo que pretende es buscar una nueva forma de mezclar contenido y forma, de yuxtaponerlo o contraponerlos para que den un resultado inusual y atípico, que sorprenda e impacte visual y psicológica-mente al espectador, colaborador necesario de su cine; si quiere entenderse como objeto cultural. Pero cuya narración cobra una significación independiente e incluso autónoma, puesto que la dimensión psicoanalítica y existencial de su cine, va mucho más allá de un cine destinado al "hombre medio", destinado a entretener y a la perfección de forma y narración, más allá de la perfección en la expresión de la actuación. Por supuesto que estos elementos tiene un espacio en su cine, pero no son ni mucho menos las constantes que ha venido desarrollando tanto en sus películas de autor, como las que venían de encargo.

En sus primeras películas vemos los mismos recursos centrales que en sus grandes obras de autor consagrado. Así pues, vemos que el centro de su escritura fílmica lo constituye: tanto la identidad inquebrantable y fija de sus personajes, como la sustancialidad estática e impermeable de sus contextos de acción, y estructuras escénicas de cierre y aislamiento. Desde  sus primeras películas como "Cuchillo en el agua", "Qué", hasta en sus obras consagradas "La semilla del diablo", "El quimérico inquilino" e incluso en "El pianista", vemos unas constantes constructoras y conformadoras de un cine, unos personajes y unos contextos escénicos muy particulares e identitários. Tanto es así, que podemos decir las tres más importantes y características: La relación conflictiva entre ego ( "yo" psicoanalítico) y super-yo (autoridad externa e interna), los contextos o estructuras de cierre y clausura escénicos, circunstancias en que los sujetos quedan aislados y determinados por las condiciones de su posición y su relación con los otros, y la tercera y más importante constante, vertebradora de todo su cine, y que traspasa la ficción de las pantallas y los focos, y llega a ser un elemento de la propia vida real del cineasta polaco; la problemática existencia del sujeto femenino patológico en contextos que parecen normales, pero que se tornan extraños y peligrosos para su psyché y la del "colectivo".

Realmente la primera constante solo puede entenderse con relación a la segunda, puesto que el centro de todas las narraciones de Polanski, es un sujeto femenino, ya que lo que le interesa  no es un mero "contar" o "decir cosas", una mera descripción o constatación del perfil psicológico o mental de los personajes, ni mucho menos una intención político-moral entendida corrientemente. Sino que lo que le interesa es un modo concreto y particular de subjetividad, un modo singular de enfermedad y degeneración del propio "yo" a la vez que paradógicamente, se desarrolla, crece y se constituye un modo de subjetividad maduro y completo. Conformando un sujeto enfermizo y patológico, pero no como error, deficiencia o defecto, no como ausencia, sino que entiende el error, el defecto y el vicio, de forma estructural y constitutiva de este tipo de subjetividad. Esto es, entiende el sujeto femenino, como un error, una degeneración constante, una ausencia de "salud", pero a su vez, una presencia completa y perfecta de un sujeto fundado y constituido por la contradicción, el antagonismo, los opuestos y la degeneración personal como del contexto en el que habita.

Así pues, la relación entre el "yo" (ego) del personaje central y su relación con el super-yo, es conflictiva y culpabilizadora, puesto que el sujeto femenino se encuentra en una situación de aislamiento monádico respecto al "colectivo", con el que mantiene relaciones de conflicto y lucha, una oposición propia de de la autoridad exterior, pero que no es en absoluto  "lo otro" la alteridad que se superpone a ella, y la niega. Sino que es un sentimiento de culpa, una relación patológica y enferma con sigo misma, que extrapola hacia el exterior, o que le viene determinada por el exterior e interioriza. La dirección de la determinación tanto puede empezar desde el "afuera" como del "adentro", la cuestión, sea como sea que se configure la subjetividad femenina patológica; es que adquiere una dimensión enigmática y problemática, intrigante y torturadora, tanto con el personaje mismo y su escritura, como con el espectador.

 Puesto que dicha tensión interna que debe sufrir y producir el personaje (sujeto femenino) es a la vez reproducido para el espectador, como una especie de representación o reproducción a escala real; de ahí que entendamos que Polanski quiere ir más allá de la mera ficción, o el mero juego de "lo femenino" y su forma de subjetivar; sino que pretende demostrar su misoginia dando pruebas y ejemplos que deben afirmarse o aceptarse como reales. Una misoginia, entendida como un amor-odio, una obsesión por el objeto de deseo, un objeto sexual inalcanzable, de ahí su raíz enfermiza y obsesiva, que el sujeto femenino posee como inherente a su ser, como algo estructural. Polanski muestra al espectador, el sujeto femenino como objeto negado a la seducción o al erotismo clásico, y dispuesto para el placer, es decir, sexuado y sexual. Un objeto de deseo inalcanzable, un objeto que no es tal, puesto que en ninguna de sus escenas vemos un explotación del sexo o una atención especial, más que un trato superficial estéticamente, pero central en la construcción de la subjetividad femenina.

 El vínculo o conexión entre estos personajes femeninos y el director polaco, es de la misma índole:  misoginia pura y dura, ya que existe un desprecio y odio a la mujer por su sexo, por su deseo y por su magnetismo, y eso se deduce, del conjunto de escenas de peligro y humillación, por no hablar de dolor físico, al que están sometidas y al que al final acaban por no resistir y vencerse. El sujeto femenino se encuentra en ambigüedad respecto a su relación exterior como con su propia interioridad, posee un malestar al estar en comunidad; en "cultura", en un contexto donde ya están los otros, egos y prácticas que se oponen a las suyas, viéndose a si misma como racional, y lo incomprensible, arbitrario, cínico y malévolo es lo social, el colectivo. Se convierte pues en un objeto de obsesión y fetiche, en un sujeto delirante, débil y problemático, un sujeto frágil exteriormente y perturbador interiormente. Se presenta y manifiesta ante los demás con una identidad sólida, estática y fija, definida una vez por todas. Cuando en su interioridad encontramos contradicciones constantes con su psiquismo, relaciones de autodestrucción y eliminación, de odio y rabia, una degustación dolorosa pero placentera de su proceso de decadencia y progresivo enloquecimiento por lo que ve incomprensible e irracional de su situación o contexto.












No hay comentarios:

Publicar un comentario