jueves, 8 de agosto de 2019

Bernhard, y unos apuntes en la servilleta, y un engaño, y una mierda

La actriz Núria Espert explicaba en una entrevista el fundido en negro de su depresión. Mantuvo un breve diálogo con su psiquiatra cuando enfermó, y que ella reproduce durante la entrevista:
 - ¿A qué se debe mi depresión?
 - No se sabe, en la mayoría de los casos no se puede saber la causa... Mira, todos tenemos un cajón herméticamente cerrado lleno de cucarachas, y es bueno no querer abrirlo.
- ¿¡Yo!?, ¿¡Un cajón lleno de cucarachas en mi interior, escondido!?
- Sí, todo el mundo lo tiene.
-Ag... Ag...
-Sí, sí, todos

¿Hay cosas que es mejor no abrir ni tocar, en uno mismo y en la relación con los otros? No sé. Me parece que es una escena muy sencilla y representativa de la autocomplacencia y el estancamiento al que ha llegado la intimidad en nuestros días. Y que yo rechazo frontalmente. Soy de los que desean abrir todos los cajones, salga lo que salga, y huela como huela. Llegué a casa tras unas cuantas cervezas en el bar, y encontré el fragmento que necesitaba de Bernhard. En la página 366-367 de sus excelentes Relatos autobiográficos puede leerse perfectamente esto: 

" Y cuando quisieron por fin tener tranquilidad y esa tranquilidad estaba ya asegurada, y habían tomado posesión de esa tranquilidad, llegaron la enfermedad y la muerte. Su autoengaño se vengaba ahora. Por muchas cosas que hubiera querido decirle a mi madre, por muchas preguntas decisivas que hubiera querido hacerle, ahora era demasiado tarde. No será ya la persona receptiva para mis preguntas, ahora no tiene ya oídos para mí. Aplazamos las preguntas, porque nosotros mismos sólo las tememos, y de repente es demasiado tarde para ellas. Queremos dejar en paz al interrogado, y no herirlo en lo más profundo, y por eso no le preguntamos, porque queremos dejarnos en paz a nosotros mismos y no herirnos en los más profundo. Demoramos las preguntas decisivas, al hacer ininterrumpidamente preguntas inútiles y viles, ridículas, y cuando hacemos las preguntas decisivas es  demasiado tarde. Durante toda la vida demoramos las grandes preguntas, hasta que se convierten en una montaña de preguntas y nos ensombrecen. Pero entonces es demasiado tarde. Debemos tener el valor (tanto hacia aquellos a los que tenemos que preguntar como hacia nosotros mismos) de atormentarlos con preguntas, despiadadamente, inexorablemente, de no tratarlos con miramientos, de no engañarlos con miramientos. Lamentamos todo lo que no hemos preguntado cuando la persona a la que había que preguntar no tiene ya oídos para esas preguntas, está ya muerta. Sin embargo, aunque hubiéramos formulado todas las preguntas, ¿habríamos tenido una sola respuesta? No aceptamos la respuesta, ninguna respuesta, no podemos hacerlo, no debemos hacerlo, ésa es nuestra disposición afectiva e intelectual, ése es nuestro sistema ridículo, ésa es nuestra existencia, nuestra pesadilla."

Y cualquier otra cosa, y otra excusa, y otra evasión, y escurrir el bulto, y escaparse, y ocultar, y esconderse, y huir, me parece una estupidez, y un insulto, y un gasto tonto, y un disgusto, y un desperdicio, y un engaño, y un desprecio por la vida, y una forma de morir, en vida, y una gilipollez, y una memez, y mentira, y una mierda.

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