viernes, 23 de noviembre de 2018

Cosas por las que merece la pena escribir (yII)


  • para aliviar la soledad, aprender a habitarla, y evitar que ningún energúmeno me contagie la suya sin haberla pensado ni reflexionado; sucia, apestosa, cruda, entera, arrogante, soberbia
  • para luchar contra la muerte. ¿Aprender a morir?, bueno, yo preferiría derrotarla, vencerla, humillarla, sodomizarla, escupirla, sinceramente, y discúlpenme
  • para sujetarme a la vida, y no meramente sostenerme en ella, ni amarla: "quien ama su vida la perderá", esa hermosa, bíblica y terrible realidad de Juan
  • para ejercer el noble arte del desprestigio y ridiculizar y criticar hasta el final a los relativistas, que me dan mucho repeluco ¡egh!, y a toda forma política autoritaria y despótica
  • para dormir intranquilo, pero sabiéndolo
  • para asumir, con dignidad, el excesivo precio que se paga por vivir como a uno le da la santísima gana 
  • para renunciar a todo aquello que me parece la consumación de la infamia
  • para vivir sin esperar nada a cambio, como decía Spinoza: el hombre libre es el que vive sin miedo y sin esperanza, o como si no temiera al castigo ni ansiara la recompensa
  • para pasar las noche de agosto sudando en la cama con las ventanas abiertas escuchando una y otra vez a Lotte Lenya y su Bilbao Song mientras el calor y la lluvia abrasan mi mundo; y con un café, fumando algunos cigarrillos, en una tarde de noviembre con sol en la terraza, poder escribir hasta el final preguntándome ¿dónde estás bello mundo?, sonando ininterrumpidamente el Die Götter Griechenlands de Schubert, tan bien cantado por Dieskau en un espacio de total, y ficticia, identidad 
  • para demostrar, o demostrarme porque no me lo acabo de creer, que hay cosas que no se pueden comprar con dinero; que lo que realmente anhelo y necesito no se puede comprar, ni compensar, de ningún modo
  • para comprender absolutamente la sensibilidad y profundidad de L. y convencerla de algo: que de una puta vez se deje atravesar por el vacío que nos devora a todos
  • para poder vivir en la memoria
  • para poder escribir en la inmensa página en blanco que da inicio a un libro incierto, difícil y posible, porque sólo a mí, y solo, me debo no haber caído
  • para creer en la espontaneidad y felicidad del encuentro con el otro, como me sucedió con R., un otro desconocido, inesperado, venido de la nada, sorprendente; asumiendo la imposibilidad de entenderse totalmente nunca, destronando las falsas y autocomplacientes ilusiones de plenitud
  • para soportar el horrendo miedo que siento a equivocarme, al escribir, pero sobre todo al vivir, alejando el fantasma irrisorio del "tienes que cambiar de vida", NO, el problema está en toda vida, en la vida misma, no en mí vida
  • para mirar de frente y a la cara, chocando, el dolor, el sufrimiento, el desgarro, y airearlo, ventilarlo, dejar que respire, y no ocultarlo vilmente, como si no pasara nada, como si nada hubiera cambiado cuando todo cambia
  • para ponerse uno mismo ante el espejo y, liberándose de toda culpa y vergüenza, decirse lo estúpido e impotente que se es sin que se te caiga la cara a pedazos como una porcelana vieja, ni tus ojos queden arrasados y comprimidos por las lágrimas como dos canicas rojas
  • para confirmar, no sin tristeza, que quien dice verdad, muere 
  • para que C. me siga mirando con su ternura infinita
  • y para poco más

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