miércoles, 24 de octubre de 2018

Caminos muertos

Caminos muertos, los del hombre solitario que pierde sin cuartel el tiempo entre sus manos. Aquí los despojos de una narración en marcha. Fragmentos descartados de Memoria de un hombre antiguo; el exceso en esta escritura rompía con el sentido contenido de la narración. El exceso, y el desequilibrio, la desproporción, la heterogeneidad irreconciliables, el error literario. Los diarios, las notas, permiten este despropósito, el de ser un reflejo del hombre en su actualidad, en su inmediatez, ahora soy, desde la ciudadela interior, este fiasco: no es el terror a la hoja en blanco, es el horror de la hoja en negro.  

<<- Ayer, nene, la calle estaba encendida, a destellos se iluminaba con una luz blanca al contacto con los charcos, o de las riadas que corrían por las aceras, lo que caía era agua torrencial, y su blancura venía del rayo, no de la luna; su reflejo fresco y detergente parecía querer borrar el carbonizado de las aceras, abrir la ciudad, de la oscuridad y cerrazón que trae la noche; era un blanco antiguo, caduco, el de esa luz gelatina, suave y puro de espejos, como el resplandor de los espejos al primer fogonazo de la mañana, algo que te impone, y te ciega cuando entras en el baño al primer despertar, no te pasa? La calle prendía a cada arrebato de la tormenta, porque el cielo iba lleno de hilillos eléctricos, que le daban color, un azul intenso, no con densidades, sin las densidades de las varices que se van entrelazando en la carne mustia y arrugada de las viejas, viejas pellejo y pelonas devoradas por esos gusanitos violetas hechos de sangre muerta, grumosa, coagulada, y pequeños bultos de grasa atascada que filtran poco, la morosidad del líquido. Las viejas nene, tienen ese dulzor de los perfumes baratos que parecen caros, en esos potes exuberantes de cristal gordo y tapones plateados, porque huelen a muertas, a cadáver encerado, tienen que quitarse como sea ese olor a muerto que llevan pegado a la piel...  Vaya, que sí, que era un "azul abstracto" como tu dices, muy limpio, sin impurezas, sin tropezones, así como liso y de cartulina plastificada; los rayos a parte de pintar la lluvia, rasgaban las sombras negras y grises de las nubes, todo el cielo estaba encapotado por ese humo de nubes, cuando pasaba la esquirla azul y llegaba su cola de sonido, era como un latigazo sobre madera, picaba pero estaba hueco, un resquemor árido de la piel, un ronquido seco de garganta que hacía vibrar los marcos y los cristales de las ventanas; tenía miedo de que reventará la puerta de la terraza, la de vidrío, está desde que llegué... También perdimos la electricidad nosotros, las bombillas no quemaban y la finca se apagó, el ascensor no iba, ni se movía, quedó la casa como en un pozo de agua estancada, grasa, aceitosa, una cueva húmeda y concentrada, pero al rato pasó, volvió la luz y el día fue tirando y calentando... ¿para qué te contaba yo esto? >> 

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