martes, 7 de agosto de 2018

L'ou de la serp (XXXVI) La polisemia criminal

Falciani, perseguido por la justicia Suiza, dijo en El País del 16 de abril de 2018: "España es un Estado de derecho. Me fío de su justicia, no de la de Suiza." Entretanto, algunos políticos catalanes, huidos o encarcelados por sus delictivas prácticas nacionalistas, sostienen que son víctimas del odio de un Estado fascista, el español. Curioso juego de percepciones distorsionadas: el país de auxilio y socorro en el que se refugia un fugitivo siempre es más justo, libre y democrático que el que intenta castigarle por delinquir, con razones o sin ellas, vaya. Es conocida la perturbadora volubilidad de la opinión pública y las catastróficas consecuencias, de masas, a las que conduce su delirante interpretación de la realidad en constante excitación. Tras la acusación, e impugnación, de Puigdemont (voz del nacionalismo en general) al supuesto sistema fascista español, se esconde la babosa y gangosa opinión de la desproporción del Estado en la ejecución de sus monopolizados medios de violencia y represión para suprimir las lacerantes, por raciales y autoritarias, actividades independentistas. La desproporción es sinónimo y prueba de fascismo; indultando, ingenuamente, a la democracia de sus consustanciales medios represivos para construirse, afirmarse y reproducirse ideológicamente. La acusación identifica desproporción con violencia física, material o ejecutiva, es decir, con el acto directo e inequívoco de aporrear, golpear, disparar, encarcelar, torturar o asesinar, infligir un dolor o un daño corporal; el modo de existencia habitual del fascismo con su estética de muerte y sentido. Desconocen, los nacionalistas, el significado y calado, en lo práctico y en lo ideológico, que tienen las acciones étnicas bajo el amparo, fomento y promoción institucional de la Generalidad, en consecuencia: la eminente e imparable fuerza constrictiva y estructural de la maquinaria mediática, policial, educativa y burocrática que controlan con hostilidad y agresividad crecientes. Sí, con violencia preventiva.
Su enfermiza relación con la violencia. Ciegos, no logran comprender el estrecho vínculo entre la mentira xenófoba, su irracionalismo y holismo, con una de las muchas y discretas facetas criminales que practican: la ignorancia como sistema. Esta, tiene una proximidad inexcusable y directa con las más sutiles formas de violencia contemporánea: la violencia propia de la conjura de los necios. Dentro de los muchos sentidos de la polisemia criminal que anida, latente, en las pseudociencias sociales como ideología, la nacionalista es la más seductora y magnética, ofreciendo una identidad colectiva y gloriosa a la inesperada alianza entre las élites y la chusma, el populacho. 


Detengámonos en esto y acabémoslo con la mayor plasticidad y potencia gráfica. Lo que está sucediendo es más que comparable, porque son exactamente lo mismo, con la desmedida que el pensamiento mágico y oscurantista tiene en la sociedad, ¡y el Estado!, moderno. Imaginemos que en el conjunto de los estados sureños de EEUU, una rebelión educativa formada por profesores, padres y políticos trumpnianos, decidiera tomar las escuelas secundarias y las universidades e imponer el creacionismo y diversas putrefactas doctrinas bíblicas como sustituto de la teoría de la evolución en los programas educativos oficiales; e incluso aunque sólo fuera en algunos selectos centros escolares piloto. El antidarwinismo en ciencias y la antiilustración en humanidades, como vértebras formativas. Imaginemos otros casos: la implantación de la homeopatía, la videncia y el esoterismo dentro del sistema de sanidad pública general, la astrología como criterio para tomar decisiones políticas, o la equiparación de los derechos animales a los derechos humanos. Y más, imaginemos mucho más: la aplicación rigurosa en el sistema judicial de la nueva perspectiva de género que lidera la vicepresidenta Calvo, que consiste en invertir la presunción de inocencia en presunción de culpabilidad en los casos de acusación por violación o agresión sexual, es decir, asumir que el nuevo populismo judicial opere según los sombríos términos de la Inquisición en los que el imputado debe demostrar su inocencia, en vez de, como se hace en el Estado de Derecho, ser la acusación particular o la fiscalía las que demuestren la culpabilidad del encausado. En fin, aceptar que todo hombre lleva un violador dentro, que todo nacionalista tiene derechos y destinos históricos superiores a los de los simples mortales, que la compasión por las ratas es la misma que para los hombres, o que Dios arreglará nuestra maldad y nuestra locura, parece el horizonte de nuestro tiempo. Todo esto, también es l'ou de la serp, y comporta todos sus peligros. 

Ante el peligro de la revolución relativista de las pseudociencias sociales (aupada por el capital) de extender una ignorancia y estulticia muy parecidas a la violencia, ¿no esperamos una respuesta racional pero contundente de la autoridad política, académica y periodística?, ¿una reacción del Estado que proteja la libertad del espacio político y los depósitos de conocimiento y verdad públicas, de una destrucción segura e inmisericorde? ¿Acaso no esperamos que la ley prohíba a los charlatanes oscurantistas la modificación creacionista de la educación, la perversión religiosa de la evolución y la ciencia, o la degeneración de la sanidad y la medicina en chamanismo y espiritismo? ¿No esperamos que una constitución impida que el grito de unas fulanas populistas produzca el retorno de las viejas formas inquisitoriales y los métodos medievales de juicio y condena? ¿Del mismo modo, no esperamos que se inhabiliten todos los medios de violencia constrictiva que impunemente emplean los nacionalistas en sus anhelos étnicos? ¿Acaso no esperamos una proporcionalidad al nivel de esa desproporcionalidad? M
ucho antes de que desaparecieran las antiguas pasiones, hemos venido llamando a esta legitimación del irracionalismo, dictadura de la mayoría. Una hipertrofia previsible de la democracia de los Estados nación, que puede y debe ser revertida. La actuación del Estado, frente a esta polisemia de la criminalidad que ostentan los nacionalistas ( y l'ou de la serp, en su conjunto), fue plenamente proporcional a la desproporción de las prácticas oscurantistas y represivas. Lo que nos demuestra, hasta que punto la proporcionalidad correctora puede llegar a ser tan humillante y vergonzosa, aunque no tan terrible, como la exuberante desproporcionalidad del delirio al que intenta dar segura, y brutal, respuesta.









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