sábado, 14 de julio de 2018

La cama vacía

 Esta semana no ha venido la hermosa muchacha, se hace largo y tedioso. La cama, vacía. No dejo de asombrarme de lo poco que me importa la desgracia y el dolor del mundo frente a este tipo de silencio, el poco interés que despierta en comparación cualquier proyecto literario. La tórrida opacidad de una intimidad amputada, el peso que supone la posibilidad de una ausencia prolongada, una impaciente espera sin respuestas, no parece comparable a la angustia, y la consecuente profusión de la serenidad, que sufren los hombres desencantados que aún conservan tentaciones trascendentes a pesar de creer vivir en una casa sin dios. Es todo una cuestión de amor, sin duda. Pero hay vacíos aparentemente muy simples, como la potente sencillez y claridad de algunas emociones y afectos básicos, que no pueden sustituirse por artificios de complejidad, mientras que el de dios es fácilmente reemplazable pese a su tradicional profundidad; intercambiable por casi cualquier cosa que prometa el absoluto. Yo me muevo en los estrictos y parciales parámetros de lo verdadero, en pequeños pero contundentes fragmentos de racionalidad, en las sólidas y humildes dimensiones de la carne, del cuerpo y su incomparable olor; y no en el desdichado fanatismo de la plenitud y los falsos consuelos, o cínicas compensaciones, de la religión y la ideología. Dios es un ser ínfimo e irrisorio porque siéndolo todo no huele absolutamente a nada.



[Esto era una entradilla a L'ou de la serp, pero se alargó, y además, me parecía demasiado indigno mezclarlo. Para mí los nacionalistas no son nada, payasos. En cambio, la exposición de la debilidad de un hombre, en tanto que expresión de la debilidad humana, significa literariamente y moralmente todo.]

No hay comentarios:

Publicar un comentario