lunes, 1 de enero de 2018

Notas para una biografía (V)

Primeras horas del año 2018 en casa del escritor J. Jorge Sánchez y su encantadora familia. Más allá de su calidez y amabilidad, ¡y del dulce fuego de una bebida soviética!, se dijeron cosas de sumo interés filosófico y humano, pero sólo una encaja perfectamente en este espacio para crear vidas de papel. Se planteó un problema fundamental de la escritura biográfica, tras derivar el debate del evidente descenso de la violencia en nuestro presente histórico planteado por Pinker (y también clave para valorar y analizar el efecto de la violencia física y efectiva en contraposición a la constrictiva y estructural; ya se hablará de eso en otro momento...): ¿todas las vidas valen lo mismo? El escritor Sánchez sostenía que desde un punto de vista moral (y habría que añadir el asunto estético y su compleja pero segura relación con lo ético) todas las vidas valen lo mismo; yo, tengo serias y decisivas dudas, aunque apelé erróneamente, provocativamente, a argumentos populistas del tipo: ¿la vida de Hitler vale lo mismo que la del judío gaseado? Sigo atrapado en, quizá, ese atroz y grosero populismo. Yo no creo que todas las vidas valgan lo mismo, aunque tampoco estoy dispuesto a pensar fuera del perímetro moral (que tiene que ser el de la razón) para sostenerlo; si la moral fuera eso que dice Jorge, si condujera a eso que me parece tan contraintuitivo, lo acataría sin mayores problemas, con la satisfacción y tranquilidad de acercarme al paradójico bálsamo de la verdad.

Sin embargo, no puedo dejar de pensar en el error del todismo, y en si no guardará alguna relación de vacío de significado el "todas las vidas valen lo mismo", con el "todos fueron culpables", y entonces nadie fue culpable de nada; del mismo modo, si las vidas son todas iguales, la vida no vale nada; parece algo precario, sustituible, andrajoso, sin mucho valor, supeditado y subordinado a la geometría de la gran Historia anónima y sin rostro, algo ad hoc para confeccionar estadísticas, desprovisto en definitiva de toda relevancia y significación moral fuerte; pues  al igual que la luz, quizá la moral sólo brille entre las sombras. Me extraña poder decir todo esto, pues he leído en lo de Jorge, en el cuaderno digital Bajo la Lluvia, algún que otro texto en contra de estas totalizaciones ontológicas y morales, en contra del "todos somos responsables de todo y ante todos", el "todo esta relacionado con todo" y cosas así. Cabe pensar que mi comparación todista no es exacta. Pero esta mañana, tras la música metálica y láser de los locales de fin de año en Gràcia, mientras me lavaba los dientes para empezar el primero de todos los días, no podía abandonar la idea de este insistente y tenaz vínculo del "todas las vidas valen lo mismo" con el error analítico del todismo. En cualquier caso, y dejando esto para otro día, la escritura subjetiva debe encararse ante todas las vidas de los hombres del mismo modo conceptual; asumiendo que el modo en que conciba el valor moral, intelectual y estético de las distintas vidas será decisivo para la obra en construcción que pretende ser un simulacro, una prolongación, más o menos artificiosa, de la vida misma, y deberá responder, directa o indirectamente, qué vale la vida humana biografiada y qué valen las demás vidas de su tiempo.      

3 comentarios:

  1. "Touché" contra el totalitarismo conceptual, ahora aparentemente moral, que implicaría el "todas las vidas valen lo mismo". Sólo añadiría que a uno le parece más peligroso, aunque nos salve de la aporética del "si todo es azul nada es azul", introducir algún tipo de relativismo, gradación, escala o distinción entre diferentes vidas humanas. Uno diría que, de momento, "todas" las vidas humanas tienen en común su carácter finito (físicamente hablando) y mortal y es, desde ese punto de vista desde el que tengo la impresión de que valen lo mismo: muy poco, por no decir tendiendo a cero y, al mismo tiempo, dada nuestra dimensión, bastante o incluso mucho. Si prescindimos de esta contingencia que todavía sigue siendo irrebatiblemente universal y absoluta, ¿qué vara de medir tomamos para esclarecer los diferentes "precios" de las distintas vidas humanas? Me temo que nos enfrentaremos, de nuevo, a otra serie de aporéticas, esta vez relativistas, y, lo peor, a la conclusión moral de que unas vidas son prescindibles y otras no y la Historia está trufada de las consecuencias criminales de esta distinción que es, cualquier cosa, menos una distinción puramente analítica.

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  3. Gracias por el comentario Jorge. Tengo que pensar lo que dices. Aunque puedo adelantar que ciertamente es peligroso establecer escalas y gradaciones en el valor de las vidas, ¿pero qué hacemos cuando juzgamos moralmente no solo una conducta sino a un hombre entero?,¿eso no es ya en cierto modo, una impugnación rutinaria de la vida, sin que eso implique "exterminarlas"?; sin meterme ya en acciones políticas en las que la moral debería, sin duda, limitarse muchísimo más. Por otro lado, abandonaría los términos contractuales de precio, valor, compensación o conmutabilidad, para hablar de las vidas en su concreción, quizá eso nos conduzca fuera del ámbito de lo moral y caigamos de cabeza en el cínico (por constrictivo) terreno del derecho: el que realmente me parece peligroso y pantanoso (por su naturaleza legitimadora y redentora de culpas). Y para terminar, tienes razón en que no debo caer en lo de vidas prescindibles o sustituibles políticamente. En cualquier caso, entiendo que aunque unas vidas me parezcan más relevantes y genuinas que otras, lo que digo NO implica necesariamente que las "más despreciables" sean objeto de castigo o condena. Repito, tengo que pensar en lo que dices (y lo escribiré). Un abrazo.

    PD: Leeré el libro de Pinker sobre la violencia que recomendaste.

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