jueves, 20 de abril de 2017

Retorno sentimental a España (II)


Hay que estudiar el modo en que los hombres, siendo los mismos y al mismo tiempo otros, vuelven al origen de su mundo devastado. El modo como se enfrentan a la destrucción, a la nada, y se encaran a ella, será decisivo especialmente para el perímetro moral y el valor memorialístico de sus obras literarias. El retorno sentimental a España después de la guerra, de Josep Pla y Max Aub, los dos grandes escritores del siglo, es el objeto de estas notas. Ambos volvieron a un mundo pulverizado, aniquilado, inexistente; y la dialéctica con esos escombros del dolor les determinará como escritores. Representará de un modo general, los dos modos en que los intelectuales españoles afrontaron la tragedia: convirtiéndose en mandarines de un régimen abyecto o en parias y exiliados de su propia vida, errantes eternos. Fue un destino accidental en sus vidas que les marcó para siempre, y les dirigió a un espacio inequívoco: obedecer o resistir. Para ambos la España franquista constituye el mayor desafío de la representación de la memoria; un reto que debían asumir desde la escritura y su inherente belleza. El mayor triunfo del régimen sería hacer de su gobierno despótico sobre los hombres, y su cruel historia de sangre y ruina, algo irrepresentable, inenarrable, indecible. Pla esperó y deseó el triunfo del golpe militar fascista; y el régimen tuvo éxito también sobre su escritura. Hay algo de soledad culpable por eso, retraimiento, fue vencido, derrotado en su tarea literaria y memorialística: claudicó, no dio testimonio. No escribió más que una breve crónica apologética sobre su regreso a España en 1939, Retorno sentimental de un catalán a Gerona; de la que ya daremos cuenta (sólo desde las encarnaciones pequeñas y concretas puede darse un relato exacto del terror y la monstruosidad). Un papel mojado por el miedo, la cobardía, que desembocaba indignamente en la desvergüenza. Lo escribió para La Vanguardia Española, dirigida entonces por Manuel Aznar; y en la que Pla albergaba algún futuro profesional: ser primera firma y pluma del diario. No pudo ser, su aspiración se frustró con la llegada a la dirección del indecible Galinsoga, antiguo director del Abc, y hombre de primera hora del régimen franquista; apartó a Pla de su felicidad y del mandarinato oficial. Ante la inmensidad del fundido en negro, Pla, no escribe nada sobre el franquismo y sus nefastos resultados, se acoge al rasgo más agudo de su carácter, la irónica soledad misantrópica y sobrevive como un pequeño burgués sometido; refugiado en su masía de Llofriu, escribiendo para Destino, el semanario conservador que dirige Josep Vergés; el futuro editor de su preciosa obra completa. Paradójicamente toda su obra será una escritura de la vida minúscula, sencilla, vulgar, una recuperación de la memoria y el tiempo del hombre y de la naturaleza, una lenta y minuciosa reconstrucción literaria del mundo anterior a la guerra civil. Él nunca escribirá en términos inteligibles sobre ese momento crucial, y mucho menos desde la imaginación. Mantiene un cruento litigio contra ese exceso y ese desbordamiento, un árido conflicto estratégico con la novela y sus cauces estéticos y expresivos; sólo atiende a la observación empírica y moralista, a la memoria, de lo real. No quiere comprender, ya tiene su juicio político establecido sobre las causas del desastre fascista: el fracaso de la República debido a su inestabilidad y la fraseología utópica y radical del comunismo. Por el contrario, Max Aub construyó toda su obra narrativa en torno a la guerra, los campos de trabajo argelinos, y el exilio; y mezcló con notable talento, imaginación y memoria. Asumió con inteligencia, y cierta arrogancia, la posibilidad del fracaso de esta magna operación literaria; pero cumplió moralmente: él sí dio testimonio hasta el final. Pla y Aub son los dos modelos del paradigma ibérico del retorno. Aquí, se dará cuenta de ello. 

Dicen los viejos que llega un momento en la vida en el que todo cambia sin que uno se haya movido del lugar, no eres tú, es el paisaje moral y político, y de pronto, descubres que estás solo. Ambos escribieron de modos muy distintos sobre la soledad en un tiempo indigente y criminal.  

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