miércoles, 30 de marzo de 2016

Sólo para mayores de edad


Karl Kraus dejó escrito en las raíces de la memoria cultural y política europea, que son lo mismo que las brillantes páginas de Die Fackel (La Antorcha) - y que empezaban a sobresalir beligerantes, gruesas y arrogantes del fondo de una húmeda y agradable tierra hacia la seca y brutal superficie donde la luz lo abrasa todo -, aquello de que el periodismo y la política eran sistemas de eufemismos. Pues, la realidad cruda, inmediata, no podía tomarse sin cocinarla; resultaba intolerable e indigesta sin un tratamiento mediador, doméstico, domesticador. Quizá en los eufemismos de los medios y los agentes políticos, tanto hoy como ayer, sólo prevalece su moral pervertida y viciosa de metaforización fangosa, de analogía arbitraria (ideológica e interesada), de sinécdoques hipertrofiadas y repetidas, juegos macabros de hipóstasis, y metonimias apolilladas. Eso sí, en una jugosa y gordinflona libertad de expresión, nada casquivana. Quizá el eufemismo sea una herramienta autoritaria y un instrumento de dominación sutil, hasta que en sus últimas consecuencias, cuando el uso y el abuso desgastan la pieza de engranaje, el objeto utilizado, degradado y caducado, se vuelve meramente basura en movimiento, basura dinámica. Eufemismo encontrado, eufemismo desactivado. La diferencia mediática, pues, entre las democracias y los regímenes autoritarios, sean tiranías o dictaduras (los totalitarismo son más singulares y me quedan grandes ahora, aquí, en esto) es precisamente la cantidad de basura circular, en movimiento, que en sus dominios se desplaza y reproduce como insectos, y se acumula mórbidamente durante años. Las democracias evidentemente parecen hervir en una corrupción mediática y basura dinámica que burbujea hasta desbordarse del puchero. Suelen vivir acompañadas de ruido; graznidos agudos y roncas avalanchas de gruñidos colectivos. Sin embargo, los regímenes autoritarios suelen permanecer en un silencio sepulcral, inertes, hieráticos, recostados en el la mortecina prohibición de la palabra y la acción política. Sólo lo cómico puede desvanecer las densas e inaccesibles brumas de la dominación. De ahí parto para tolerar la estúpida, y seguro que fugaz, polémica: la falta de respeto hacia las victimas directas o indirectas, que la última portada de los divertidísimos e irónicos dibujantes de Charlie Hebdo, en su último número,  ha despertado; el que encabeza estas notas desde el córner. La endémica y patológica diacronía de los medios españoles, parece ser incurable y gozosa para los periodistas de cerebro estrecho desproveídos del sentido sincrónico de los hechos y tiempos políticos. ¿Qué mayor falacia diacrónica hay, que tomar el terrorismo como un único hecho, aislado, barbárico, que atraviesa distintas etapas temporales sucesivas y progresivas, en la civilización? Evidentemente; ninguna.

 Anoche, una noche más, tan tranquila y dilatada como todas; encontré en una tertulia televisiva, La noche en 24h (a partir de 1:32:00), un pestilente rastro de la incipiente polémica. Dos de los tertulianos de la mesa, horrorizados por la falta de respeto hacia las víctimas, aducían que por naturaleza, por el mero hecho de ser victimas poseían una condición, moral y cognitiva, distinta del resto de los mortales. Son el tipo de hombre mordido por el perro, no duermen por las noches, pero viven con las conciencias limpias e higiénicas; mientras que los que mordemos a los perros, no vivimos. Esos dos bichos son Ignacio Camacho, la peor pluma de ABC junto al indecible Burgos, reaccionarios que creen creer poseer algún arte, y la simple y llana doncella del erial de la derecha mediática, Carmen Tomás; especialista en arengas de todo tipo. Ambos representan exactamente el Tertuliano I, II (...) y el Victimato de los crujientes, dorados y deliciosos pecios de Ferlosio (los devoro como caprichos, aperitivo de cualquier lectura desde hace semanas; me acompañan como tentempié, digestivo, dulce postre y azucarada obsesión): 


<< (El Victimato) Se considera a las víctimas como algo sagrado y no lo son. Han armado una nueva configuración mental; han transformado el sentimiento en venganza sagrada, con su ganar o perder, al que no le falta su negra hornilla; se han constituido en asociación con lista de socios, que son los parientes de los muertos, con su organización burocrática, sus declaraciones públicas, su "doctrina"; al resultado de esta inversión capital es a lo que yo llamo Victimato.  [...] Decir "Tiene que haber vencedores y vencidos" es no reconocer más legitimidad que la de la victoria. >>


<< (Tertuliano II)  Sería una grave injusticia despojar a las víctimas de su derecho a contemplar el retorcerse de los cuerpos y oír los alaridos de sus verdugos abrasándolos en el fuego eterno.>>


Evidentemente en la desestructura mental de esos periodistas, propagandistas, del erial, en las paredes desquebrajadas de su conciencia moral, el motivo es la esencia y el espíritu del terrorismo y el Victimato de ETA; sin embargo, lo aplican a todo, paradigma general, en esa suerte de hipostización y homologación estéril y flatulenta de su contagiosa ideología, memética, pandémica. Juegan ese triste y desalentador papel de politizar la carnaza, los restos de la escabechina, en favor de su ideología. Igual que "las socialdemócratas", pero desde la otra esquina de la calle. Nadie quiere, nadie pide comprender. Aunque aquí tampoco se consigue eso, pues mi tarea siempre ha sido lo colateral y los bordes estéticos y cosméticos, al menos se es consciente de ello, y no se partidiza ni se administra el miedo, el terror, ni se gestiona la desgracia. Así es la prensa de la diacronía. 


Concluyo. La única cosa que los terroristas no pueden soportar, como también sucede con las redes institucionales, los aparatos y la maquinaria de Estado (Universidades, Tribunales, Burocracia varia...) y las ideologías identitarias, es que no se les tome en serio. No soportan, en su sentido fisiológico y evolutivo, lo cómico: el humor, la ironía, la risa... la prosa satírica krausiana. De la misma manera, poder considerar a los terroristas como payasos, figuras trágicas, patéticas y absurdas en la realidad, es algo que no podrían soportar sus frágiles y delirantes mentes; y que además, desactivaría sus estrategias y pretensiones de introducir el Miedo (primer elemento de la política moderna y del poder, desde Hobbes) en las venas de los infieles e incrédulos que habitamos en democracias kindergarten. Crear polémicas de basura dinámica, huecas y sordas, como la presente, pretender prohibir esas portadas satíricas, nos muestra hasta que punto la conciencia democrática es frágil y vidriosa, en nuestras cínicos y encebollados demos infantiles; y hasta que punto las raíces de la memoria intelectual europea son un gran eufemismo histórico, un magnífico tropo. Bergson sostenía, revelando lo implícito, en esa maravillosa pieza filosófica, La Risa (1899), que la diferencia (libertad) sólo es posible mediante la espontaneidad y flexibilidad de la risa, lo cómico, frente a lo siempre igual, la repetición y lo mecánico de la dominación. Algo comprendido, únicamente por mayores de edad.  
 









No hay comentarios:

Publicar un comentario